08/05/2024 19:16

Betsabé con uno de los vestidos transparentes con los que provocaba a David

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Allí no estuvo Irene Montero

  • La de Talmar, la hija del Rey David
  • La de Lucrecia, la mujer por la que cayó la Monarquía y llegó la República a Roma

Y así fueron las mujeres de la Biblia

Al hijo del bum que están siendo las “violaciones” de doña Irene Montero, la señora Ministra de igualdad, y sus niñas, por la sin par e histórica “Ley del sí es sí” se me ocurrió volver a leer las dos violaciones que más retumbaron y siguen retumbando en la literatura y en la política mundial.

Me refiero a la “violación de Talmar”, una de las muchas hijas del Rey David y a la “violación de Lucrecia”  contada y escrita con el estilo singular de William Shakespeare. Pero vayamos sin más al encuentro de los dos casos, aunque antes no hay más remedio que dar algunos datos de la “familia” del Rey David.

Según los escritos sagrados David fue el II Monarca del Reino Unido de Israel y la Historia le atribuye el Libro de los Salmos. Aunque no se tenga noticias exactas de su reinado se le considera como uno de los grandes gobernantes del antiguo Israel y, por tanto, una figura emblemática del Sionismo. Famosísima es la anécdota de su enfrentamiento y victoria frente al gigante Goliat y por las 10 mujeres que tuvo (Betsabé, Abigaíl, Egla, Michal, Ahinoam, Haggith, Abital, Sulamita, Maacah, Abisag)  … y tuvo muchos hijos, entre ellos destacaron, Salomón que sería el que a su muerte se quedó con la Corona, Absalón, Amnón y Talmar, la joven de la que hablaremos a continuación.

Se cuenta que la princesita Tlamar nació tan bella que ya desde que nació atraía la atención de todos los hombres del Reino que la veían. Tan bella, tan bella que cuando se hizo mujer y un día estaba bañándose la vio su padre, David y, no la conoció y al saber que era su hija se la llevó a Palacio para tenerla más cerca y poderla contemplar a menudo. Tanto que Betsabé, la primera de las mujeres y el gran amor del Rey llegó a tener celos a causa de la joven…

Pero más influyó en su hermano Amnón, que era el mayor de todos, y por tanto príncipe heredero (antes que Salomón) que en realidad se volvió loco por ella y la deseó tanto que saltándose todas las barreras y las leyes del Reino consiguió violarla y hacerla suya, aunque solo por una vez.

Y así lo conté en la novela que escribí con Pilar Redondo como coautora. Pasen y lean:

Amnón viola a su hermana Talmar

Pero tampoco entonces duró mucho la paz, al menos la paz familiar, porque otra tragedia vino a confirmar que Yavé no había olvidado su castigo. Fue la violación de Talmar, la hermana de Absalón y los dos, hijos de Macaá.

¡Ay, pero esta historia se merece un recuerdo especial!

Talmar, que cuando suceden los hechos tenía sólo 16 años, era una joven bellísima, tan bella que ya desde pequeña llamaba la atención y más cuando se hizo mujer, pues a los 14 años ya era, quizás, la más bella de todas las mujeres que vivíamos en Palacio. Tanto que cuando David la vio un día bañándose la hizo llamar para saber quién era.

  • Joven, ¿Quién eres tú?
  • Padre, yo soy Talmar, la hija de tu esposa Macaá
  • Pues, recoge tus cosas y vente a Palacio, quiero que a partir de ahora vivas a mi lado.

Y así lo hizo… y no pude evitar como un remolino en mí ser más íntimo, porque vi como la miraba David y sus ojos ya no tenían secretos para mí. “No seas mala, Betsabé, me dije a mi misma, ¡es su hija!”.

Y en Palacio se quedó a vivir. Aunque David apenas si hablaba con ella ni ella con él. Pero yo notaba que David era feliz sólo con mirarla… ¡Y es que, ciertamente, era bellísima, con un cuerpo perfecto, equilibrado y un cabello rojizo que le llegaba hasta más abajo de la cintura que llamaba la atención de todos!

Por eso, no me sorprendió la enfermedad que se apoderó de Amnón, el heredero. Según me contó Sebanya, el amigo íntimo de Jonadab, que a su vez era el íntimo  Secretario de Amnón. El heredero había caído enfermo de deseo en cuanto la vio un día bañándose desnuda. Según Sebanya en aquel mismo momento llamó a Jonadab y le dijo.

  • Jonadab ¿la ves? ¿has visto en tu vida una mujer más hermosa?
  • Amnón es tu hermana Talmar, la hermana de Absalón.
  • Pues en estos momentos yo no veo una hermana, simplemente veo una mujer… y quiero que sea mía.
  • ¡Estás loco, Amnón! ¿te olvidas que nuestras leyes prohíben las relaciones sexuales entre hermanos? ¿has pensado lo que haría el Rey si se entera que ofendes a su hija?
  • Mira, Jonadab, todo eso vale menos que poder hacer el amor con esa mujer, aunque sólo sea una vez… así es que apáñatelas como puedas y tráemela… porque mientras tanto ni comeré ni beberé, prefiero la muerte si no puedo hacerla mía.
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Y cumplió su palabra. Amnón dejó de comer y hasta unas poderosas fiebres se apoderaron de él. Su cuerpo se moría de puro deseo.

Y el pobre Jonadab se lo contó todo a su íntimo Sebanya y este a su vez me lo contó a mi… y entonces, y lo confieso ahora que han pasado muchos años, en mi mente entró una idea sibilina y tal vez inhumana, pues por primera vez pensé que si Amnón y Absalón desaparecían la Corona de Israel seria par a mi hijo Salomón. Pero a sabiendas del mal que podía venir a la “Casa de David” a la tarde siguiente llamé a Sebanya y le trasmití la idea que se me había ocurrido a sabiendas de que Sebanya iría rápidamente a contársela a Jonadab y este a Amnón. Y la idea era que Amnón le pidiese a su padre que le permitiera a su hija Talmar ir a su casa para hacerle la comida. Y esto le encantó a Amnón y enseguida le pidió a su padre lo que le había sugerido Jonadab y David fue a visitarle a sus habitaciones.

  • ¿Qué te pasa, Amnón?
  • Padre, que me muero, la vida se me escapa y mi cuerpo ya no me responde.
  • ¿Y por qué no comes ni bebes… tienes mal de amores?
  • Tú lo has dicho, padre, me muero por una mujer.
  • ¿Y quién es ella?
  • Eso no te lo puedo decir, pues ni a Yavé me he atrevido a decírselo.
  • Entonces ¿Qué necesitas de mí? ¿cómo te puedo ayudar?… mira, yo te he traído miel y un pastel de uvas.
  • Te lo agradezco, padre, pero mi sufrimiento no se cura ni se me van a ir mis fiebres con miel.
  • Pero ¿no hay nada que te apetezca?
  • Sí, hay algo que estoy seguro que me aliviará mi cuerpo y reconfortará mi alma.
  • ¿Qué es ello, hijo mío?… te aseguro que lo tendrás.
  • Me gustaría que mi hermana Talmar, y aun en mayor grado hermana de Absalón, viniese a mi casa para prepararme con sus propias manos su pan de dátiles que, según me han dicho, cura hasta los muertos.
  • Bien, pues le diré a Talmar que venga.

Pero, según me contaría años después, David se dio cuenta rápidamente de lo que quería su hijo, y pudiendo evitarlo, no lo hizo, y ese fue su pesar después y siempre.

Así que a la tarde siguiente Talmar se presentó en las habitaciones de Amnón, con su harina y la carne de sus dátiles y delante de su hermano amasó la harina con los dátiles y un poco de vino rosado. Y cuando lo hubo terminado lo metió en el horno y esperó el tiempo que aquella masa necesitaba para su cocción.

Mientras tanto los dos hermanos se quedaron mirándose fijamente, aunque sin hablar. Estaban ellos dos y el íntimo Jonadab, que tampoco se atrevía a decir nada, sabiendo como sabía lo que iba a pasar.

Y así hasta que Talmar sacó su pan del horno y fue a ofrecérselo. Pero entonces Amnón mandó salir a su intimo Jonadab para quedarse a solas con Talmar y en cuanto estuvieron solos se dirigió a la joven con palabras suaves, muy diferentes al modo que solía hablar él.

  • Ven, Talmar, acércate y acuéstate conmigo.

Y Talmar, que entonces se dio cuenta de lo que su hermano pretendía le dijo:

  • ¿Sabes que lo que pretendes hacer está prohibido por la ley y nos puede acarrear los males del infierno?… si lo que quieres es poseerme pídeselo a nuestro padre, que seguro que aceptaría nuestra boda.

Pero, Amnón ya no escuchaba nada ni le importaban las penas que pudieran acarrearle su acción y tomándola por la mano la arrastró hacia la cama y sin miramiento alguno se echó sobre ella, le rasgó los vestidos y la violó…. Y entonces descubrió algo que le impactó como si fuera un rayo.

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Por eso, al separase de ella, Amnón, empezó a gritarle como loco:

  • ¡¡Zorra, vete de aquí!!
  • Pero ¿qué dices, hermano mío?
  • Lo que digo, que eres una zorra, porque has querido aparentar que yo te violaba cuando en el fondo tu lo deseabas más que yo. Has sido tú la que has querido ser mía. ¿Por qué? ¡¡Vete, no quiero verte más!!
  • Eso no puedes hacerlo, Amnón, si me voy de aquí como tú quieres todos sabrán que me has violado y que ya no soy virgen y todos, hasta nuestro padre, me castigarán.
  • Pues que te castiguen, a mí qué me importan, como no me importa los castigos que pueda infringirme el Rey, mi padre.

Y Talmar salió de aquellas habitaciones y llorando se fue a casa de su hermano Absalón, no a las habitaciones que su padre la había llevado años atrás. Aunque antes y por el camino se había envuelto sus cabellos con ceniza y se había roto los bajos de los vestidos.

¡Ay, pero inevitablemente llegó la tragedia! Porque en cuanto el Rey se enteró enfureció y ordenó que Talmar fuera encerrada en la casa de su hermano Absalón y no se le permitiera salir nunca, de por vida.

Por su parte Absalón se juró a si mismo vengar el oprobio que caería sobre su hermana por culpa de su medio-hermano Amnón, y una luz se encendió en su mente, y asimismo se dijo: “Perfecto, Amnón me ha dado motivos para quitarle la vida y si desaparece él la Corona será mía”

Y sólo había pasado un año cuando en los días  que se esquilan a las ovejas invitó a todos sus hermanos y hasta a su padre para que acudieran al banquete con el que había pensado celebrar la buena recogida de lana de ese año, fue muy superior a la de otros años.

  • Absalón, no puedo ir a tu banquete – le dijo David a su hijo cuando fue a invitarle – no quiero serte gravoso o que te gastes mucho o más de lo que puedas.
  • Pero, me gustaría que mis hermanos sí fuesen.
  • Sí, sí, tus hermanos pueden ir, así se lo diré a ellos

Lo que no sabía David, ni Jonadab, ni Sebanya, ni por supuesto yo, es que Absalón había contratado a unos esclavos para que cuando más bebido estuviera Amnón lo matasen… y muerto se quedó, ante el pánico de los otros hermanos que escaparon de allí cada uno como pudo.

Naturalmente, Absalón sabiendo como era su padre huyó nada más ver muerto a su medio-hermano y se dirigió al Reino de Guesur, donde Reinaba Talmay, hijo de Amiuz y allí permaneció dos años, hasta que David le perdonó y pudo regresar a Jerusalén.

Otros dos años que para mi fueron un tormento, porque David no pudo resistir primero la muerte de su hijo Amnón, el heredero, luego el encierro de por vida de su hija Talmar y después la fuga de Absalón… y su espíritu se vino abajo y se encerró en sí mismo de una manera peligrosa. No hablaba con nadie, y  conmigo, apenas. Dejó de acudir a las sesiones como Juez y muchas mañanas me enviaba a mí.

(Mañana el caso de la Lucrecia de Shakespeare)

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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