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–No les pidas coherencia, me decía un amigo hace tiempo ya. Y tenia razón. Ante mi cabreo por situaciones que ya han quedado más que lejanas y que consideraba graves y kafkianas, mi joven colega por entonces, me hacía volver a poner y a ver las cosas en su sitio. Pecaba de ingenuo y no era la primera vez que me sucedía. Me indignaba la falta de coherencia, la doble vara de medir, la desfachatez y la mentira ocupando el lugar de la verdad.
Hoy ante la doble moral y el asco que ello produce ante la falta de consecuencias, veo las cosa desde otro ángulo gracias a su consejo. Esa máxima de no pedirles lo que no tienen, actuó como una vacuna ante las más surrealistas situaciones y acciones de la vida política sin escrúpulos.
Coherencia no casa con el afán desmedido por el poder, con el goce obsceno del mandar sobre los demás sin límite moral de ningún tipo, con el llevar a cabo hasta el final el plan más descabellado en contra de la historia, la verdad e incluso la naturaleza. Sí, son incoherentes, lo enseñan sin pudor alguno y les da igual.
La realidad social y su movimiento constante es tan vertiginoso que no da tiempo suficiente al análisis, al estudio o discusión. Todo comenzó a cambiar a toda velocidad y cada vez resulta más difícil centrarse ante la incoherencia de los que hoy mandan, deciden, ordenan y ejecutan, y a su vez sufrimos esa sensación de inmovilidad impuesta por la coyuntura “sanitaria” en que vivimos.
Todo es fugaz y efímero, sin sentido ni coherencia, contradictorio, falso y peligrosamente poderoso por su falta de control y limite. El llamado relato oficial es líquido e inaprensible en nuestro tiempo personal detenido por el virus ignominioso de la opacidad y la mentira.
Da igual afirmar una cosa y la contraria, hacer una u otra, incluso lo opuesto. El fin justifica los medios, ese siempre ha sido su lema Lo han hecho, lo hacen y todo indica que lo seguirán haciendo. Ahí están las hemerotecas, audiotecas, videotecas, twitterecas o cuantas “ecas” existan. Les da lo mismo, no eran ellos, eran metafísicamente otros y hoy son estos y mañana quién sabe.
Ante las preguntas hay no-respuestas, ante la mínima protesta, investigación y persecución para salvaguardar su democracia. Ellos sí, nosotros no. Hoy sí, mañana no, o también. Qué más da. Mientras tanto, ellos siguen sin culpa porque sin Dios no hay pecado.
Nunca digas nunca jamás, les encaja como anillo al dedo. Ellos tampoco nunca dicen nunca jamás, y el resto calla, acepta y acata. Donde dije digo, digo Diego, para ponerlo mas castizo. Y les funciona.
–No les pidas coherencia, me decía mi amigo y tenia razón. Ante la locura y la maldad, la determinación del convencimiento y la verdad. No hay que perder el tiempo en cabrearse, revolver las hemerotecas, recriminarles, enfrentarse escupiéndoles sus incoherencias a la cara porque no les importa. No pidamos ni esperemos peras al olmo.
Tengamos la coherencia y la fuerza suficiente para cuidar a los nuestros, enseñar a los pequeños la verdad y lo bueno, como los hicieron con nosotros en su momento con la belleza y sencillez de la palabra y el ejemplo. Al final nos encontraremos victoriosos y a ellos, los hoy poderosos e incoherentes les espera la locura y el infierno.
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