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Las experiencias y emociones básicas son el fundamento del que nacen las ideologías, el terreno en el que echan raíces se comparte por diferentes clases sociales y varias generaciones; de no concretarse este síntoma de situación, experiencia, emoción e ideología, la gente solo actúa de acuerdo con sus intereses.
En esto último radica el punto vulnerable de la democracia, esa ilusión irracional de felicidad colectiva por el mero hecho de acudir a las urnas cada cierto tiempo; cuando menos, para mitigar el peligro que supone esa gran mayoría de ciudadanos que votan de acuerdo con su interés personal, es obligado que los políticos que gestionan los antagonismos que a diario se producen en la batalla por alcanzar el poder, no hagan abstracción de sus obligaciones, y más concretamente de la necesidad de plantear la batalla cultural que se coronará con la tan deseada hegemonía.
Los intereses individuales— de la anquilosada burguesía, tipeja sin corazón y sin patria, de los ignorantes e iletrados, o de los infectados por el resentimiento y guerracivilismo de los vencidos— deben de contrarrestarse con las ideas, con la instrucción pública y con la permanente alerta de que el mundo no es seguro ni para ellos ni para la democracia.
En la consideración de que el marxismo actualmente no funciona ni en la teoría ni en la práctica, debemos tener muy presente que los elementos disolventes de las democracias liberales precisan de otras herramientas que las desafíen y desvirtúen al objeto de concluir con su desaparición.
En el libro de Juan Carlos Girauta, “Sentimentales, Ofendidos, Mediocres y Agresivos”, el autor nos remite al ensayo del posmarxista argentino, Laclau, “ Hegemonía y estrategia socialista” como eficaz instrumento para tal fin; el conocimiento y aplicación estratégica de sus ideas puede estimarse como un acertado augurio de lo que está sucediendo en las democracias occidentales.
Teorizó y formuló sobre el modo de obtener dicha hegemonía, provocando un desplazamiento de la hegemonía cultural en favor del socialismo, de muy difícil reversión.
Este posmarxismo tiene puntos de ruptura con la ortodoxia de Marx y Engels, justificándolo por la complejidad social y el radical cambio de circunstancias, llegando a afirmar que la lucha de clases, en realidad no es el motor de la historia.
Su fundamental objetivo y por tanto el de los socio-comunistas españoles es redefinir el proyecto compartido como una radicalización de la democracia, para lo cual se ha de articular las luchas de clase, de sexo, de raza, de soberanía territorial, de lengua, de la realidad histórica, así como las que se oponen a los movimientos ecológicos, antinucleares o antiinstitucionales, encadenándose unas con otras para lograr el asalto a la hegemonía cultural.
España, comenzó a derrumbarse cuando el execrable Zapatero, esbirro del dictador venezolano, provocó desde la Moncloa un seísmo institucional que removió los cimientos de la Conciliación Nacional promovida por la Transición, dicha sacudida dividió al pueblo entre “espartanos e ilotas”, los primeros, eran los vencidos en su día y ahora se consagraban en guerreros contra la libertad y contra España, al resto les correspondió la esclavitud de los ilotas, entre otras razones por la ineptitud, cobardía y voluntaria cesión de la hegemonía por parte de la derecha, bien cuando era oposición como cuando gobernó con mayoría absoluta.
Hasta que el Partido Popular en su conjunto y particularmente su líder no grite a los cuatro vientos ¡¡¡ Hay que acabar con nosotros!!! , la deuda con los españoles y con la Nación no estará saldada.
Los políticos de derechas en ocasiones se suman parcialmente a estas causas poniéndose en entredicho por su candidez tontuna y ridícula sin apercibirse de que sus originales dueños nunca aceptarán su legitimidad y serán siempre considerados como enemigos a eliminar.
La derecha cree que será aceptada si cede en sus pretensiones o ante las exigencias del adversario, craso error, suscitado por sus malditos complejos; los socio-comunistas nutridos por la necesidad vital de antagonismo, de rivalidad, radicalizará sus posiciones, alumbrando unas nuevas que le permitan continuar con su estrategia.
Así esa “centralidad” inoperante y neutra que ha renunciado a la batalla de las ideas, dedicará su tiempo a combatir a sus propios miembros o socios reticentes a las diferentes causas que a debatir con contundencia y determinación los posicionamientos, ideas y contradicciones inherentes del socialismo.
Los partidos de la derecha huyendo de la batalla cultural han ofrecido en bandeja de plata la hegemonía a los socio-comunistas sin percatarse del trueque de la primigenia causa socialista por las causas autónomas articuladas, con preeminencia de las identitarias, tal como la ley Trans, la del “solo sí es sí”……De igual forma que se exigía al PP ese acto de contrición, hasta que las “centurias negras” del ministerio de igualdad no declaren ante un tribunal “somos perversas y decadentes, podridas de cuerpo y alma”, la batalla debe continuar, y una vez en posesión de la hegemonía, proceder a los trabajos de desescombro, cimentación y construcción de nuevos y sólidos edificios institucionales y constitucionales.
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«Los partidos de derechas» no; el PP.
VOX, por nombrar al único partido de derechas con representación, es el primero en plantear con éxito la batalla cultural.