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Entrevista a Jonathan Jacobo Bar Shuali, presidente de la Asociación de estudios y recreación histórica “Fusiliers-Chasseurs Madrid”. Estudiante del Grado de Historia por la Universidad Complutense, colaborador de la Cátedra Extraordinaria Complutense de Historia Militar y representante del Souvenir Napoléonien por el Distrito España-Madrid.

Su asociación tiene como objetivo divulgar la historia europea en torno a la figura de Napoleón. ¿Cómo surge la asociación? ¿De dónde viene esa pasión por la época napoleónica?

Nuestra organización tiene su origen en 2017. En aquel momento algunos, como yo, comenzábamos nuestros estudios en el Grado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, otros compañeros estaban a punto de terminar su aprendizaje en otras facultades de la UCM. En mi caso, propuse a los socios fundadores llevar a cabo una Asociación que pudiera dedicarse al estudio de la figura de Napoleón Bonaparte y su época sin ningún tipo de “tapujo historiográfico”, es decir, poder realizar actividades de recreación histórica y de divulgación sin estar condicionados por el imaginario popular existente en nuestro país desde finales de la Guerra de la Independencia. Todo ello en los ámbitos públicos y académicos. Desde mi juventud hasta la finalización de mis estudios hoy en día, siempre, cuando uno mostraba su interés por Napoleón o todo lo que hizo en su época surgían los típicos comentarios despectivos.

Eso solo nos impulsó aún más para crear una agrupación cultural donde pudiéramos analizar y recrear todas estas cuestiones desde una perspectiva neutra, que, de hecho, es la primera norma del historiador desde primero de carrera. La figura de Napoleón siempre nos pareció controvertida, pero al igual que otros grandes personajes de la historia tiene muchas cosas buenas y muchas cosas malas. Decidimos realizar una pequeña sección de recreación histórica que poco a poco fue creciendo hasta formar la unidad que somos ahora: los Fusileros-Cazadores de la Media Guardia Imperial francesa. Esta unidad nos llamó la atención ya que disponía de soldados católicos, protestantes y judíos. El objetivo era entender las vivencias del soldado; su ideología, sus sentimientos, sus motivos para luchar por el emperador Napoleón I Bonaparte. Nos nos parecía lógico escribir o investigar sobre aquellos soldados que cruzaron Europa entera por su sueño de la “libertad” sin entender realmente el porqué lo hacían y su contexto histórico. Esto último nos ha llevado a participar en recreaciones históricas de campamentos, marchas, batallas de línea, asedios, etc. En segundo lugar, formamos nuestro propio grupo de investigadores para llevar a cabo el desarrollo de nuestras actividades académicas y en las universidades. En este aspecto debo agradecer a la Cátedra Extraordinaria Complutense de Historia Militar que nos permitiese presentar el proyecto en la Facultad de Geografía e Historia en 2018. A día de hoy hemos asesorado en dos producciones, organizado conferencias, entrevistas y actividades de debate online además de un curso de verano que esperamos repetir este año con nuevos ponentes. Otro de los objetivos de la Asociación es introducir al joven estudiante en el mundo de la investigación, para ello disponemos de numerosas fuentes documentales que hacemos llegar a nuestros socios.  Nuestro último proyecto es el Año Napoleónico 2021. Esta actividad no solo la celebramos en España, otros países europeos la llevan a cabo con el apoyo de sus respectivos gobiernos destacando especialmente Francia y Bélgica.

Este evento, en nuestro caso, surge de la necesidad de solventar el total desconocimiento que hay hacia el Primer y el Segundo Imperio francés en la sociedad hispanohablante. Las actividades no tratan de ensalzar a la figura de Napoleón, más bien la época en la que vivió y todas sus consecuencias. Nuestro mayor logro es la futura publicación, el 5 de mayo del 2021, de nuestra revista académica L’Aigle: Revista de Historia Napoleónica.

Respecto a la pasión sobre esta época. En algunos surge por la belleza de los uniformes, en otros por las grandes estrategias y batallas que marcaron la historia de Europa. En lo personal, siento un gran respeto a nuestra “herencia napoleónica”. Bonaparte fue el primer padre fundador de la futura Unión Europea, a él y a su sistema de federaciones y estados nacientes le debemos los departamentos belgas, alemanes, italianos, suizos, holandeses, etc. Por otro lado, gran parte de las legislaciones vigentes se basan en el Código Napoleón y en las constituciones posteriores a la de 1799. Bonaparte impulsó los bancos nacionales, los sistemas centralizados de policía, la educación pública y las leyes para minorías étnicas. Incluso la Constitución de 1812 es un efecto secundario del Estatuto de Bayona de 1808, de hecho, un documento parece el complemento del otro.

¿Qué concepto tenía Napoleón de los españoles? ¿Las infames abdicaciones de Bayona de Carlos IV y Fernando VII hicieron creer a Napoleón que los españoles eran un pueblo sin honor?

Napoleón en cierto sentido estuvo ciego ante el orgullo español. Él también formó parte de una cultura católica y mediterránea. Córcega, su lugar de origen, inculcaba en todos sus ciudadanos un gran sentido de la devoción religiosa y patriótica. No debemos olvidar que Bonaparte había sido independentista corso, incluso en sus primeros años de carrera militar. En este sentido, desde la Asociación nos cuesta entender, con todo el parecido cultural existente entre la cultura hispana y la corsa, que Bonaparte siguiera adelante con sus proyectos, cuando desde el primer momento era consciente de la total objeción que ofrecerían los habitantes de la Península Ibérica. El concepto tradicional que se nos ha intentado inculcar es que el Emperador veía al español medio como un analfabeto guiado por la Iglesia. Sin embargo, esto es mentira, como mediterráneo consciente del sentido de la libertad, se sentía como el libertador de la futura Italia moderna. En su campaña de 1797 ofreció el autogobierno a los habitantes en el norte de la Península Itálica librándolos de la “tiranía” de los austríacos en aquellas zonas. Siguiendo este mismo hilo argumental, Napoleón entendió que en sus manos estaba la posibilidad de modernizar el territorio español liberando a sus ciudadanos, en este caso, de los Borbones.

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En ningún caso Napoleón Bonaparte pensó que los españoles y la Casa Real dejaran de tener honor o fueran inservibles, sin embargo, sí afirmó que el pueblo no era consciente de sus necesidades. España había pasado por una excelente etapa hacendística y cultural desde tiempos de Fernando VI, el dominio territorial y militar, y los humanistas del país eran el claro ejemplo. Napoleón reconoció en su correspondencia que tanto Fernando VII como Carlos IV eran realmente inteligentes y sin embargo escurridizos. El propio Carlos escribió a Godoy que “temía por los futuros acontecimientos”, por lo que cada vez era más consciente de que Francia pretendía hacer de España su Estado satélite. En su recopilación de fuentes primarias, el erudito Pérez de Guzmán indicó en 1908 que lo que veía Napoleón en la Casa de Borbón era un desaprovechamiento de los recursos estratégicos y una ineficaz administración. La visión negativa que se ve por excelencia sobre la población castellana se da a raíz de los combates de guerrillas, la participación de civiles en los combates y las torturas físicas. Todo en su conjunto dio lugar a un “shock” para los soldados de “Grande Armée”. Solo debemos recordar los acontecimientos de Badajoz de 1808 en la campaña de Bailén. Para un soldado en cuyo pasaporte militar figuraba la prohibición de la tortura física, ser testigo de lo que nos muestra la conocidísima serie Los desastres de la guerra pues, imagínense…

Foto de Patricia Ponce

Napoleón coloca a su hermano José Bonaparte en el trono de España. ¿Tiene algo que ver el personaje histórico con el “Pepe Botella” del imaginario popular?

Todo lo contrario. Pepe fue el nombre que se le dio, a modo de crítica, por su nombre y santo “José”. La cuestión de “botella” es un poco más ardua de explicar y dependiendo del autor varía, lo que sí sabemos es que José Bonaparte era un hombre de letras versado en derecho internacional y política que, curiosamente, era abstemio. Fue político en el Directorio e intermediario en el Tratado de Lunéville (1801). A pesar de ser conservador en sus principios, quiso eliminar la imagen de España como nación dependiente de Francia y promulgó todo tipo de Reales Cédulas para llevar a cabo su propio ejército español y administración civil como bien indica Luis Sorando Muzás, autor de El Ejército español de José Napoleón. El nuevo monarca recicló elementos públicos que habían dejado las antiguas administraciones y de igual modo quiso ponerse a la misma altura que su hermano, un mero ejemplo es la creación de la Real Orden de España, medalla homóloga a la Legión de Honor francesa. José Bonaparte I de España ha pasado a nuestra memoria realmente ultrajado gracias a los esfuerzos del patrocinio inglés en la prensa y a la creación popular de un enemigo común: los Bonaparte. Como rey, posiblemente es uno de los que mejores iniciativas haya tenido, entramados urbanísticos, sanidad y vías públicas, policías cívicas, etc. En este aspecto recomiendo encarecidamente leer a mi antiguo maestro, Alberto José Esperón Fernández.

En Dinamarca hay una división española aliada de los franceses cuando estalla la guerra de la independencia. Con prisioneros de esa unidad se forma el regimiento José Bonaparte que es enviado a la campaña de Rusia. ¿Cómo se desempeñan estos españoles al servicio de Napoleón?

Creo que el mejor ejemplo para explicar lo que les sucedió a los regimientos Guadalajara y Asturias se puede apreciar en la biografía en uno de los oficiales de dicha unidad, D. Rafael de Llanza y Valls. Estos hombres pasaron por todo tipo de penurias, eso no significa que algunos de ellos dejaran de creer en el ideal bonapartista, como se da en el caso de José María Kindelán, capitán del primer batallón. Tras la experiencia danesa permanecieron en diferentes fortalezas y prisiones de la talla de Sedán o Boullón (Francia) hasta ser integrados en los nuevos batallones que, para evitar motines, no solían maniobrar juntos. La campaña rusa de 1812 resultó un auténtico infierno para aquellos que no eran favorables a Napoleón. El propio Rafael sufrió un disparo que le atravesó la mandíbula y a pesar de todo ello nunca obedeció el reposo. El héroe nacional francés Jean Roch Coignet tuvo la oportunidad de toparse con parte de estos militares. En sus memorias relata cómo le fueron asignados unos rezagados que continuamente trataban de escaparse, finalmente, y para establecer la marcialidad, se ve en la obligación de fusilar a unos cuantos. Ulteriormente, con la rendición de estos soldados y la formación del Regimiento Imperial Alejandro, los rusos admiraban como a héroes de guerra a estos veteranos, a su paso gritaban “Hispanikis” reiteradas veces.

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El Ducado de Varsovia es el aliado más leal de Napoleón durante la guerra. Unos 20.000 soldados polacos combaten en la guerra de España, logrando victorias como la batalla de Somosierra. Sin embargo, participan en una guerra para someter a un país libre y contra un pueblo tan católico como el polaco, ¿es cierto que esto provocó que muchos de ellos quisieran ser enviados a otros frentes?

Los polacos siguieron a la República francesa desde 1796 con el acuerdo llevado a cabo entre Bonaparte y el general Jean-Henri Dombrowski. En 1797 comenzaba su odisea al servicio de Francia con el lema “Gli Uomini Liberi Sono Fratelli” y primer destino Lombardía. La Legión Polaca contó con unos 1.000 hombres en activo en sus inicios. Uno de los mayores enemigos de Napoleón fueron sus propios ideales de emancipación y libertad. Sus tropas arrastraron estos sentimientos por toda Europa dando lugar a diferentes aspiraciones nacionales, sin embargo, los polacos luchaban por un general que les había ofrecido más derechos de lo que les hubieran podido ofrecer rusos y austríacos, de hecho, muchos de los polacos que habían escapado al bando francés aún llevaban el uniforme germano. España no fue el primer lugar donde los polacos se replantearon sus objetivos. Entre 1802 y 1803 las unidades de esta nacionalidad en Santo Domingo francés no comprendían aquella guerra civil ni su lugar en la misma. En el caso de España, no tengo constancia de que solicitaran expresamente cambiar de destino. Sí sabemos que en el imaginario popular polaco, la “guerra de España” es vista como una pesadilla, tanto es así que en muchas representaciones cinematográficas de principios del siglo XX los sitios de Zaragoza aparecen con elementos fantasmales y tenebrosos.   

Cátedra de la UCM de Historia Militar

En su canal de You Tube hay una conferencia sobre el sitio de Zaragoza con el título “el Stalingrado de Napoleón”. ¿Fue la derrota en España tan determinante como la desastrosa campaña de Rusia?

Esta conferencia fue impartida por nuestro socio de honor y presidente de la Asociación Cultural los Sitios de Zaragoza D. Gonzalo Aguado. En su momento él justificó el título de la ponencia por el tipo de combates que se daban dentro de la ciudad. Al igual que en 1942, los oficiales franceses luchaban plaza por plaza, edificio por edificio. El ponente llegó a indicar que “(…) el Emperador no podía llegar a comprender cómo es que sus soldados solo obtenían unas pocas casas en apenas una semana”. Rusia significó muchas bajas a corto plazo, la victoria se la llevó el invierno y las enfermedades. En España se dieron igualmente una gran cantidad de bajas a largo plazo, influyendo en gran medida la intendencia que, según nos indican las fuentes, fue una de las peores administraciones en todas las Guerras Napoleónicas. Sabemos de soldados descalzos o semi desnudos. Creo que no me compete a mí responder a esta difícil cuestión de la talla de grandes historiadores como Jean Tulard o Thierry Lentz. Pero si debo responder, creo que la campaña oriental de 1812 fue devastadora, esta significó la retirada de diversas unidades de la Península Ibérica.

¿Se arrepintió Napoleón de haber invadido España?

Cuando el ya consumido Napoleón se encontraba en Santa Elena, en sus charlas con la joven Betsy Balcombe o en su narración para Le Mémorial de Sainte-Hélène de Emmanuel de Las Cases, recordó y se arrepintió de todo tipo de afirmaciones, opiniones sobre sus generales y decisiones militares. Entre estas últimas se encontraron la expedición a Saint-Domingue en 1802, la intervención en España desde 1807 y la fatal campaña de Rusia en 1812.