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Recuerdo que en mi adolescencia y juventud en las décadas cuarenta y cincuenta del pasado siglo los enemigos de nuestra Religión repetían hasta aburrirte que la obsesión de la Iglesia Católica eran el sexto y noveno mandamientos. Te lo daban con todo, como en Cuba el arroz… (En los tiempos en que Cuba era un paraíso,-en lo que cabe—y se comía muy bien, nos sorprendía a los que llegábamos de fuera, que siempre había en la mesa una bandeja con arroz blanco, a punto para mezclar con lo que fuera…). En esos años, el argumentario de los rivales del catolicismo, era algo así, nunca faltaba el “arroz blanco” en forma de acusación por la inexistente obsesión por esos dos mandamientos. La realidad era muy otra aunque –eso sí–, lógicamente, nos advirtieran a los jóvenes sobre las consecuencias peligrosas de esos pecados.
He comenzado así este escrito de hoy, porque podemos comprobar que los “obsesos” con lo sexual son ellos, no el Catolicismo. Nosotros, de chavales, solíamos decir: “Me lo llamas para que no te lo llame…”, y es aplicable aquí.
No recuerdo haber conocido ningún educador, ni clérigo, empeñado en convertirme “en un reprimido sexual”. Puedo garantizarles que nunca tuve problemas de esa índole, sin duda porque una educación adecuada me permitió llegar al matrimonio sin problemas. Hoy vemos, por el contrario, que la nueva España sin fe ha conseguido una sociedad desbordada por sus “problemas matrimoniales”: duran sus “uniones” lo que el merengue a la puerta de un colegio; las que nos saltan por los aires el primer año, se deshacen el segundo, y la que sobrevive diez años se puede considerar casi un milagro.
La causa es evidente, simple y elemental: la conducta de los hombres y de las mujeres “modernos” está regida por los instintos animales. Y es que la realidad es ésta: “Son ‘ellos’ –no los católicos– los ‘reprimidos sexuales’ ”. Cuando han podido manifestarse tal como son, hemos podido comprobarlo: ¡Son unos obsesos sexuales! Su cabeza, en vez de sesos, tiene sexo. Y, como sentencia el refrán: “De la abundancia del corazón habla la boca”.
Esta realidad la pueden contemplar ustedes diaria y facilísimamente, con solo hojear la prensa, darse una vuelta por los programas de televisión u oyendo lo que se dice en las tertulias millonarias en audiencia…
Se diría que no hay más temas de interés para la audiencia que los relacionado con la vida sexual de los humanos. Lo cual demuestra el escaso uso de la razón que hacen los “animales racionales” viendo cómo los periodistas, locutores, comunicadores, tertulianos, legisladores, eligen los temas relacionados de una forma u otra con el sexo, Hasta los “media” más ortodoxos, — esos que algunos llaman “nuestros”, tienen que abordarlos frecuentemente (matrimonios homosexuales, clérigos pederastas, obispos enamoradizos, aborto, violencia de género…)
Vivimos una era de obsesión sexual…, así podrían resumirse acertadamente los siglos XX y XXI. Creo llegado el momento de lavar el contenido del cerebro de la especie humana y debe iniciarse la operación, por los comunicadores con “caja de resonancia” –los que disponen de micrófonos de radios, televisiones, o de periódicos, revistas, vídeos, cátedras etc…— invitándoles a callar durante un período de varios años.
Si no se pone remedio a esta situación inaguantable la Sociedad acabará absolutamente desorientada, arrastrando una vida sin sentido y más animal que humana. Personalmente puedo comparar su evolución hacia la degeneración pues la vida civil de la España de los años treinta, cuarenta y cincuenta estaba a kilómetros de distancia de la que contemplo hoy. Va todo tan rápido que desde mi regreso a España en 1959, no han pasado sesenta y cuatro años, sino dos siglos. Un hecho palpable, real del que yo soy actor principal… Cuando a las chicas cubanas les decía que no me casaría con ninguna de ellas y me preguntaban la razón, mi respuesta era simple: porque me expongo a que dos meses después no nos queden platos en casa y os queráis ir con la mamá… La mujer española, en contraposición, no va al matrimonio pensando en el próximo divorcio…
Me asusta ver que una gran parte de los cubanos tienen de padre –o de madre– a un extraño que no es el suyo. Pues bien, sesenta años después, en la España 2023 estamos a punto de superar el problema que me asustaba en la Cuba de los años cincuenta, o sea, la realidad de ver en los periódicos cómo los números publicados de divorcios diarios superaban al de las bodas y tenemos ya en nuestra Patria familias donde todos los hijos casados están divorciados. Tan negro lo veo que probablemente si tuviera treinta años, hoy, dudaría a la hora de casarme.
Una prueba evidente del “progreso” experimentado en la piel de toro. Otro argumento de igual peso, o superior, nos lo ofrece la información sobre los crímenes por violación y abuso de menores que, hace setenta años no se conocían aquí. En primer lugar, porque no existían o eran escasísimos y, luego porque no era en tema inevitable en los medios de comunicación, Podríamos decir que había poca porquería y, además, ésta corría por las cloacas no se exhibía en los escaparates como adorno brillante y atractivo, como es moda en la España de hoy.
A mí personalmente me resulta inaguantable esa obsesión monotemática de nuestros comunicadores y de los “media” y no me cabe la menor duda de ser infinitamente más divertido el “oscurantismo medieval” que este “progresismo de cloaca”, si bien es cierto su valor para destacar la degeneración de la inteligencia del ser humano, cuando se entrega al materialismo y olvida los valores tradicionales respetados y obedecidos hasta por los pueblos primitivos.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.