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En España tenemos los planes de enseñanza desde las víctimas de la LOGSE, (1990) como clave para entender la manipulación del lenguaje que conlleva el adoctrinamiento en la ideología enmascarada y servida, bajo el eufemismo de «progresista». Desde entonces podemos decir que se privó al alumno, o se fue privando poco a poco, de la verdad, el bien, la libertad y la belleza, que da la plenitud del conocimiento conseguido con amor y esfuerzo. El cambio de la educación alcanzó en pocas generaciones lo que sus autores querían. La revolución de lo fácil de un mundo enloquecido al revés.
Aunque educación y manipulación son procesos contrapuestos, he ahí cómo consiguieron cambiar la mentalidad y hacerse con ella para controlarla. Les sobró con mudar de aires e intercalar los dos conceptos. Mientras la educación favorece la autonomía y responsabilidad de las personas y les da libertad, la manipulación, por el contrario, se la quita aún ofreciéndosela como cebo. Es vender el alma al diablo, sin ser conscientes de la venta. Engaña a las personas y las hace vagas, irresponsables y dependientes de la paguita del estado que para eso está… para comprarlas y hacerlas dependientes de él, porque les hace creer que baja todo del maná, cosa que los alumnos ignoran lo que es. Ya se encargó la enseñanza doctrinaria de decirles lo que era «políticamente correcto», es decir, lo que diga el estado. Lo que digas tú, ¡NO! Y el estado son los que manejan estas cosas. Las personas se vuelven más inseguras, menos libres y sin capacidad crítica. Más holgazanas y perezosas, esperando que todo se lo sirvan en bandeja. La educación libera y busca la verdad, mientras que la manipulación engaña, amaestra y masifica, unifica al rebaño bajo un solo pastor, al que lo que menos le va a importar es el rebaño. Al manipular la sociedad la convierten en objeto, ofreciéndole como esperanza el paraíso que pronto será infierno, sin que le falten palabras o términos mordaza, por ejemplo: «el hombre nuevo del marxismo». Y el individuo cae en la ratera como un despreciable roedor. Todo un cuento del sistema político más criminal, en el que todo es mentira. Así vienen manejando los últimos siglos a las masas, manipulando el lenguaje.
La última Ley que tenemos es la conocida Ley Celaá, que es para echarse a llorar, y hace el número ocho de las leyes de reforma del sistema educativo español, y la novena que se aprueba en cincuenta años. Todas ellas, especialmente las últimas estuvieron mangoneadas por los socialistas. Desde la llegada de Zapatero, y vaya forma de llegar al poder, mediante el mayor atentado, se desarrolló de manera especial el uso del lenguaje manipulado, politizando todo, como era su deseo. La politización de las palabras ya vino sola, para nombrar lo que los socialistas querían que se nombrara y cómo. Y omitir el resto. Hay determinadas palabras y frases con su repetición, que se convierten en una técnica manipulativa del lenguaje. Se parte del pensamiento del pueblo, de las palabras que la gente tiene en la mente como valiosas. La demagogia, el populismo y la charlatanería, actuarán solos en la manipulación. El fin será que con tales estrategias del lenguaje hablado y escrito se convencerá al pueblo de que le están engañando, los que gobernaron hasta ese momento; que todo lo anterior está mal. Así les someten a un brutal dominio, persuadiendolos de que les están abriendo los ojos. La experiencia demuestra que estas estrategias no pueden funcionar mejor. Recordemos a aquel alcalde siniestro de Madrid, (1979-1986) que decía a los jóvenes muy pomposo: «Hay que colocarse, que la derecha os está engañando», y que se llamaba E. Tierno Galván. Fue elevado a los altares pese a ser ateo.
Sobran las maniobras como las que afirman hoy que la derecha no volverá a gobernar nunca, y que si eso se diera pegarían fuego a España. El recurso del miedo es de facto, un arma marxista. Los demás recursos en la manipulación del lenguaje, son abundantes, tal como ocurre con los eufemismos. Nadie se libra de ellos, hasta el punto de considerar la palabra adulterada como la palabra original o como un sinónimo de ella. O sea, confundir la copia con el original, lo mismo que se puede hacer en un papel. Falsificar la oración o la cifra y nadie se va a enterar. Hay muchos eufemismos incorporados al lenguaje común, de semejante manera: Desaceleración (crisis económica); derecho a decidir (independentismo); interrupción voluntaria del embarazo (aborto provocado); bajas colaterales (homicidios de inocentes en la guerra); comando legal (terrorista aún no descubierto por la policía); dinero B (dinero escondido, no declarado a Hacienda); ajuste de plantilla (despidos); pasado de copas (borracho); actualización de precios (subida de precios); cese de negocio (ruina); cese temporal de convivencia (separación conyugal); paro laboral (huelga). Toque de queda. Le está buscando varias acepciones Pedro Sánchez, porque dice que eso suena muy mal. Cambiándole el nombre a las cosas, estas pasan a ser otras… (Socialismo puro) Obsesión dictatorial por manejar la realidad a su capricho.
La fascinación con el lenguaje es otro viejo recurso, para inhibir a las personas de su capacidad crítica y hacerlas ver finalmente lo blanco negro, o viceversa. Es propia de cada época; en la actualidad tenemos a, «libertad» como liberación, ligado a cambio y progresismo. Los términos «cambio» y «progreso» tienen un significado neutro; sin embargo, el manipulador los opone a retroceso y estancamiento, como comprobamos en toda la propaganda socialista. Otro término mordaza que no puede estar más cargado peyorativamente de todos los males, es «fascista». Hay que escuchar a Pedro Sánchez, sobradamente conocido, para no dudar que está engañando en cada palabra con sus estrategias lingüísticas. O a Carmen Calvo, cuando dijo refiriéndose a Vox: «El fascismo ya está a las puertas del Congreso».
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