19/05/2024 01:30

La primera de las hoy denominadas “misiones en el exterior” fue en Angola en 1988 –se llamaron “paz” hasta que les fue imposible sostener tan falso como impropio calificativo-, cuando un reducido contingente de militares españoles supervisó la retirada de los cubanos tras la firma de los correspondientes acuerdos de paz. El espíritu que les animaba sentó cátedra y sigue vigente: «¿Armas? Es una misión de paz. La única arma que llevaremos será una navaja multiuso. Ni siquiera machetes. Lo tengo terminantemente prohibido en mi grupo». Sin comentarios.

El ministerio de Defensa -con independencia del color político de quien lo “okupe”- y los militares, tanto en público como en privado, justifican y alardean de las “misiones en el exterior” porque, aseguran, que con ellas “defienden a España y su seguridad” (¿?) y colaboran a la “paz y estabilidad mundial” (¿?).

Desde 1988 hasta hoy han transcurrido casi 35 años. En las misiones han participado 150.000 efectivos de los tres Ejércitos (rotando cada equis meses), de los cuales 12.000, es decir, el 10 por ciento del total de nuestras FFAA actuales durante 2023; a dicho personal hay que añadir los medios terrestres, navales y aéreos que les acompañan. En total han fallecido 188 de sus componentes; todos en accidentes, salvo casos puntuales, llevándose tan triste palma el Jak-42 con la mitad. Su coste económico es incalculable; como botón de muestra, sólo en 2023, habiéndose presupuestado 100 millones de euros, se gastaron 1.400 millones más extras; lo que, dicho sea de paso, da una idea o de lo mal que se hacen los presupuestos o de lo mucho que se miente en ellos.

La misión en el exterior en que participamos con más efectivos (un tercio del total) es en la del denominado “flanco oriental de la OTAN” (¿?), supuestamente para frenar el «expansionismo ruso» (¿?) y la «amenaza rusa contra Occidente» (¿?); incluye misiones de “patrulla aérea” sobre los países bálticos.

Con muchos menos efectivos (1.000) participamos en misiones en tierra, que lo son sólo de adiestramiento, en Irak en la Inherent Resolve liderada por EEUU y en la NMI por la OTAN; con la UE para «mantener gobiernos democráticos y dotar a sus administraciones de estabilidad» (¿?) en Malí (300 efectivos), República Centroafricana (8), Somalia y Kenia (21), Mozambique (6) y Senegal (90 y una aeronave); y en Turquía, con una batería Patriot para proteger a la población de Adana de ataques sirios con misiles (¿?). En misiones navales, lo hacemos con la OTAN en la Sea Guardian de disuasión, lucha antiterrorista y neutralización de amenazas en el Mediterráneo en patrullas de “escolta” de navíos rusos (¿?); regularmente en la Fuerza de Respuesta Rápida de la OTAN; en la Operación Atlanta de lucha contra la piratería en el Océano Índico frente a Somalia; en la Fuerza Naval Europea (EUNAVFOR), con base en Rota (Cádiz), en labores de escolta a los buques del Programa Mundial de Alimentos (PAM) (¿?); y en varios puntos de la costa occidental africana y del Golfo de Guinea con desplazamientos y escalas anuales.

Curiosamente donde no participamos, ni lo hemos hecho nunca, es en la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) que la ONU lleva a cabo desde 1991 en aquel territorio que fue provincia española, del cual seguimos siendo por designación de la ONU administradores y responsables, que abandonamos vergonzosamente a raíz de la Marcha Verde y que está ocupado militarmente por Marruecos en clara vulneración de múltiples resoluciones de la ONU y sentencias del Tribunal de la Haya; mientras, los EEUU explotan ávidamente sus enormes recursos de fosfatos.

La tremenda desproporción de bajas citadas –188 entre 150.000 participantes- da fe del nulo riesgo de las misiones, por mucho que sus participantes alardeen de heroicidad, demostrando que lo que hacen en ellas es “pelar guardias” y otros servicios rutinarios.

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Con sus fines declarados, resulta muy difícil creerse tanto que con ellas “defienden a España y su seguridad”, como que colaboran a la “paz y estabilidad mundial”. Más bien todo lo contrario: suponen injerencias en los asuntos internos de terceros, así como en sus áreas de interés, es decir, cuasi provocaciones, y en algún caso claras actitudes amenazantes por parte de los EEUU, la OTAN -que son lo mismo- y la UE; en el caso de Rusia basta con que miren un mapa de las bases OTAN en el mundo y verán que rodean por todas partes, salvo por China e Irán, a dicha nación. Mali y el Sahel han sido siempre de exclusiva influencia francesa, hasta que les han echado materialmente de allí hartos, aquellos países, de su brutal colonialismo, mentiras e incumplimientos.

Mientras nuestras FFAA se desparraman alegremente por el mundo cada vez en lugares más exóticos, alejados y con fines que sólo defienden intereses de otros, principalmente los del imperio globalista y unipolar estadounidense, ganándonos enemigos o enemistades donde no las teníamos, España se disuelve ante sus narices, y ellos mismos son expulsados de varias de sus regiones -Cataluña, Vascongadas y Baleares-, al tiempo que nuestro enemigo del sur, Marruecos, aumenta sus amenazas y provocaciones intolerables. Asimismo, las nuevas generaciones se alejan de forma irreversible de todo sentimiento patriótico, y rechazan prestarse, caso de necesidad, a la defensa de nuestra integridad territorial, soberanía e independencia, así como honor y dignidad.

La extraordinaria y única posición geoestratégica de España -si miran un mapamundi comprobarán que ocupamos el centro del planeta-, ni la valoramos ni la sabemos emplear ofreciendo a todos sin excepción nuestra neutralidad, postura que siempre nos produjo extraordinarios beneficios de toda clase.

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Pero claro, es que con nuestra participación en esas “misiones”, quienes sí hacen negocio personal, en menoscabo de los intereses de España, son, por un lado, los políticos de todo color teniendo a las FFAA cuanto más lejos mejor, no fuera que les diera por releer el Art. 8º de la Constitución o las páginas más brillantes de nuestras más recientes historia, y, por otro, los miembros de las FFAA que, con su dedicación exclusiva a ellas, “hacen la carrera”, justifican su inhibición –que confunde cínicamente con “neutralidad”– de los graves problemas de nuestra patria -que claro que son de su incumbencia-, engañan a los españoles fingiendo hacer lo que no hacen y… facturan pingües dietas hasta casi duplicar sus remuneraciones mensuales.

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