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En la mitología nórdica, las Valkirias eran unas entidades femeninas, servidoras del dios Odín, encargadas de elegir a los caídos en las batallas, a quienes curaban y deleitaban con su belleza, agasajándoles con hidromiel. Es decir, que eran algo parecido a las “huríes” de la tradición musulmana.
El origen de las valquirias no se encuentra bien documentado en los textos de la mitología nórdica, pero muchas de las más conocidas tenían padres mortales, aunque su verdadera naturaleza era sobrenatural. La opinión más extendida es que eran las sacerdotisas de Odín que oficiaban los sacrificios rituales, en los cuales los prisioneros eran ejecutados. Estas prácticas dieron pábulo a leyendas sobre doncellas guerreras sobrenaturales que tomaban parte activa en los conflictos humanos, decidiendo quién debía vivir y quién morir.
Junto a esta imagen de doncellas sobrenaturales agasajadoras de guerreros caídos, en los cantos heroicos se las describe como mujeres guerreras, que, más que cabalgar caballos alados, montan manadas de lobos espantosos y beligerantes que buscaban los cuerpos de los guerreros muertos.
Mientras que los lobos eran sus monturas, las valkirias parecen ser similares a los cuervos, volando sobre el campo de batalla y «eligiendo» cuerpos. De esta forma, las manadas de lobos y bandadas de cuervos que hurgaban entre los resultados de la batalla podrían estar sirviendo a un propósito mayor.
De lo expuesto se infiere que había dos clases de valkirias: las doncellas sobrenaturales agasajadoras, y “las cuervas”, asociadas a lobos espantosos. Ante esta dicotomía, cabe preguntarse si la mitología está afirmando que las primigenias doncellas amables se metamorfosearon en “cuervas” —que te sacarán los ojos, por supuesto—.
Adaptando esta leyenda a los tiempos actuales, ¿ven en ella algún parecido con las mujeres antaño “vintage” que por mor de la agenditis feministoide se han convertido en cuervas-sacaojos? Echando un vistazo a lo que ha sido siempre la mujer, es un espectáculo pasmoso ver el griterío histérico del feminismo misándrico, que ha producido un sinfín de hombres caídos pasto de los cuervos del NOM.
Y sí, esta historia viene a cuento del esperpento globalista que se han montado las valkirias de la selección española de fútbol femenino, epatante, grotesco, impresentable, in-so-por-ta-ble: de doncellas de sobrenatural talento para conquistar el trono mundial, se han trastocado en pasmosas “cuervas saca ojos”, en una metamorfosis kafkiana digna de psiquiatras de guardia.
Una frase que me enseñó mi padre fue “QUIEN CON INFANTES PERNOCTA, EXCREMENTADO ALBOREA”, lo cual, traducido a la actualidad, podría decirse como “QUIEN CON MUJERES JUEGA, DENUNCIADO ALBOREA”.
Os confieso que nunca he soportado el deporte femenino cuando compite en las especialidades masculinas, porque no hay comparación posible cuando ves un deporte practicado por hombres, y luego intentas ver ese mismo deporte practicado por féminas. Sin embargo, en aquellos deportes más femeninos —como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada— da gusto ver a las mujeres. Y menos mal que eso de la igualdad no nos llevará nunca —espero— a ver hombres en la gimnasia rítmica, con pelotitas y cintas.
Y cuando en esta Expana esperpéntica y grotesca creía que mi capacidad de pasmo había llegado a su límite, se desata la tormenta perfecta de las femijugadoras de la femiselección del femifútbol. Si ya de por sí era insufrible ver un partido de femifútbol –no he visto ninguno, por supuesto–, a esto ahora hay que añadirle la guerra que estas amazonas manipuladas por el feminismo misándrico han desatado al fútbol en particular, a España en general, y a los hombres en lo cósmico.
Y así estamos, con el país patas arriba por los pactos satánicos entre Sánchez y Puigdemont que amenazan muy seriamente a nuestra integridad territorial, mientras las femen jugadoras siembran cizaña pestilente en el deporte español: lo que nos faltaba. Flaco favor se han hecho, pues si antes casi nadie veía sus partidos, ahora la desbandada va a ser épica, pues basta echar un vistazo a las redes para cerciorarse de que las jugadoras de la selección se han cargado el fútbol femenino, pues abundan los comentarios de gente que afirma que a partir de ahora jamás verán partidos de fútbol femenino, deseando incluso que la selección no gane ni un solo partido más —deseo que comparto—. Hay incluso quien dice que la única manera de que repunte es equipando a las femenjugadoras con la indumentaria del voley-playa. Un comentario que resume a la perfección el tremendo espectáculo es el que afirma que “El futbol femenino va a movida cada 2 meses: … que si me grita, que si me toca, que si me ha mirado mal, que si yo también quiero cobrar lo que Messi…”.
Otro comentario tremendo es aquel donde se dice que “Un consejo para los que aún decidan seguir teniendo dignidad: cuando vuestro club lance campañas y publicidad con jugadores y jugadoras en la misma imagen, recordad que la mujer (aunque lleve el escudo en el pecho) no es de vuestro equipo: que no os engañen los colores”.
Para más lio, resulta que ahora el fútbol femenino se pone en huelga: impresionante.
Pero la movida funesta con el femifútbol venía de bastante más atrás, pues las jugadoras ya habían echado de su cargo al anterior seleccionador, y montaron otro numerito en contra de Jorge Vilda, hasta el punto de que 15 jugadoras se negaron a acudir a la selección, con lo cual la selección que España llevó al mundial estaba formada por suplentes. Ahora la guerra se ha extendido, y ya son 81 jugadoras las que combaten contra las “estructuras”, las cuales, por cierto, las han llevado a ser campeonas del mundo, a pesar de lo cual estas amazonas trastornadas quieren arramblar con todo.
Resulta que ganan el Mundial y, en vez de disfrutarlo, las jugadoras se ponen en plan guerrero a destrozarlo todo, a enemistarse con todos, a seguir e intensificar el enfrentamiento con la Federación, convirtiendo un triunfo resonante en una pesadilla. Jamás se había visto algo así en el fútbol masculino, y difícilmente se verá. La pregunta es inevitable: ¿se extenderá esta plaga a las demás disciplinas deportivas femeninas?
El colmo es que, endiosadas con su triunfo y manipuladas por el feminismo amazónico, ¡quieren ganar lo mismo que los hombres! ¿Nadie les ha explicado que el fútbol masculino genera muchísimos más ingresos que el femenino, el cual solamente sobrevive con subvenciones y con los ingresos del masculino? ¿Es que no se han parado a pensar que de los 16 equipos de feminfútbol 13 son divisiones femeninas de clubs masculinos?
Esta movida tan femenina es justamente una de las razones por las que las mujeres han sido siempre puestas en un grado inferior a los hombres, más que por su inferior fuerza física, desde los tiempos bíblicos —misóginos, como prácticamente toda la historia hasta la actualidad—. En cierta ocasión se hizo un experimento sociológico, en base a una convivencia de dos grupos, uno de mujeres y otro de hombres. A los 15 días, los hombres salieron abrazados en cordial camaradería, mientras que su hábitat quedaba como una pocilga; por el contrario, el de las mujeres refulgía de orden y limpieza, pero ellas salían casi tirándose de los pelos unas a otras.
Hoy, por aquello de que muchas mujeres se han convertido en guerreras amazonas, amparadas por leyes injustas que les otorgan absurdos e ilegales privilegios, unido al hecho de que una parte significativa de las féminas no guardan la debida compostura en temas sexuales —ya me entienden—, el caso es que estos dos hechos mancomunados provocan que a las mujeres les sea cada vez más difícil emprender relaciones estables. Luego culpan a los hombres, diciendo que solo queremos… eso, cuando han sido ellas las causantes de este funesto fenómeno. Pero, claro, ¿no era éste uno de los principales objetivos de la Agenda 2030: destruir la familia, crear una guerra entre los sexos —bueno, de las mujeres contra los hombres— para disminuir la población?: pues en el pecado llevan la penitencia.
Total, que un triunfo mundial estas valkirias manipuladas por el feminismo lo han convertido en la peor de las pesadillas. Como decía una periodista: “Las feministas han resultado ser malas ganadoras. Esta sentencia suya se aplica con particular justeza a las futbolistas de la selección. Porque habrán destruido a sus enemigos, pero como todas las malas ganadoras, han destruido ante todo su propio triunfo”.
Este feminismo misándrico, que clama por la igualdad cuando estamos en la época de la historia occidental en la que la mujer tiene más derechos —pisoteados salvajemente en otras culturas que, como no son cristianas, siguen teniendo derecho de pernada a la hora de los abusos contra las mujeres— ha conseguido también que yo, admirador del amor cortés, entendedor de sus protocolos y “cortes de amor”, trovador trasnochado practicante de un casi culto a la figura femenina, me haya convertido en un casi-casi-machista, asqueado de una generación de mujeres que están a años luz de las de mi época, y no digamos ya de las féminas de siglos pasados. Y me consta que a bastantes hombres les está pasando lo mismo. El caso es que llevo un tiempo en el que no veo a las mujeres como antes, sino que las contemplo con desconfianza, como a potenciales enemigos, creyendo que la mayoría son lobas chilladoras, rojiprogres amenazantes, quizá sea porque, cuanto más publicita algo el NOM, más me voy al lado contrario.
Richard Wagner acabó en 1854 la orquestación de su pieza “La cabalgata de las Walkirias”, pieza maestra que, metamorfoseada por la selección femenina de fútbol, se ha convertido en “la cagada de las valkirias”. Mejor dicho, en la “cagalgata de las walkirias”. ¿Adónde se dirige esta cagalgata?: pues, como todas las cagadas, va derecha a las cloacas, a las alcantarillas de lo que un día fue el fútbol femenino.
¿Cuándo dejará España de ser “different”?
PD: Ah, por cierto, ¿vieron ustedes a alguna jugadora de la selección llevando una bandera de España durante la celebración del triunfo en la Copa del Mundo? ¿No?: pues eso. Ya no volverán a ganar nada más, pero, si lo hicieran, ¿posarían con una bandera feminista?
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Estas futbolistas no han entendido que están siendo manejadas como ariete por Irene Montero para obligar a Sánchez a tragar y que de nuevo le de el Ministerio de Igualdad.
Son el casus bell que las feminazis han encontrado para hacer daño el conjunto del Gobierno obligando a la comunista fashion a dejar de perseguir a la tarada del coleta con chepa.
Por lo visto el futbol importa poco, resultado, se han cargado el uftbol que practican las mujeres
Y eso sucede porque son unas necias de mucho cuidado que se dejan mangonear por el sindicato feminazi que las trae y las lleva