21/11/2024 15:03
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Estaba yo repasando pensamientos propios y me ha venido a la mente una de mis películas favoritas: Ciudadano X que, a pesar de ser un telefilm, tiene todo lo que tiene que tener una buena película. Sin entrar en detalles sobre ella, lo que me ha venido a la mente es esa estrategia comunista de manipulación de la información. La película, para quien no la haya visto, va de la búsqueda y captura policial de un asesino en serie en la Unión Soviética, quien negaba la existencia en su tierra de este tipo de criminales, sólo posibles en el decadente occidente. Bien, al frente del equipo de investigación y como “portavoza”, hay una doctora del partido que, para que la razón oficial tuviese sentido, llega a afirmar públicamente que el ADN del semen y el de la sangre son diferentes en la misma persona. Alucinante, ¿verdad? Pues eso es lo que hay.

Más moderna es la serie Chernóbil que explica los desvaríos políticos y técnicos para ocultar la mayor catástrofe nuclear de todos los tiempos. Menos mal que la nube tóxica cruzó el muro de Berlín sino, todos los errores técnicos y las decisiones políticas equivocadas, hubiesen causado todavía más muertos.

Como decía mi abuelo tirando del refranero: Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. Eso es lo que tenemos en la España de la crisis de SARS-CoV2, Covid-19 o Coronavirus, que hasta para el nombre hay opciones.

No se trata de la incompetencia de un gobierno incapaz, que existe por estar repleto de los máximos expertos en ocultación y propaganda, que también. Tampoco se trata de encadenar error tras error hasta alcanzar la alucinación, que también. Esta crisis, sobre todo, va sobre la verdad o, más bien, la inexistencia y la ocultación de la misma; de la mentira continuada. La cifra de muertos va, desde los 28.000 “oficiales”, que ya es una cifra aterradora, hasta la posibilidad, más que real, de superar los 42.000.

Por si no fuera suficiente drama humano la mayor catástrofe sufrida en España en tiempos de paz, vamos a sumarle la mayor crisis económica posible para que uno de los países con la más absurda y repetida administración pública del mundo, se hunda definitivamente. Lo de Venezuela se va a quedar en una broma. Vamos a la Rumanía de Ceaucescu, ese que decía: «Eche a todos los obreros en fosas comunes», o a la Hungría estalinista en la que te daban un abrigo de piel a cambio de lencería y un paquete de cigarrillos. Así que, como en esta extraña primavera, en la que pasamos del Sol a la lluvia en cinco minutos pasamos, usando la más avanzada “microcalifragilística”, a que las mascarillas son útiles en función de si hay o no mascarillas, de si la última compra chapuza ha salido bien (y con bien quiero decir que, además de mascarillas, algún “amiguete” se ha llevado su parte), o de si hay alguna respuesta a preguntas comprometedoras.

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Ya lo vivimos con Zapatero, sí ese del “café para todos”, que era tonto del bote, aunque como dice una de mis Leyes de Murphy favoritas: “Cuidado con los tontos, porque los tontos son muy ingeniosos”, su negación de la realidad nos arrastró a liderar, como ahora, las peores cifras de la crisis en Europa. Hoy no tenemos tontos al frente o, por lo menos, no sólo tontos.

Tenemos gente con serias enfermedades mentales. Un sociópata egocéntrico que, con tal de mantenerse en el club de los que mandan, se inyecta más dosis de odio de los que le apoyan para que todo gire en torno al sectarismo, la ideología y el rencor, sin atisbo alguno de algo parecido a una buena idea, abriendo clandestinamente el “Ministerio de la Propaganda”, representado por todos los medios de comunicación que callan la verdad y aplauden la mentira, pastoreando a la ciudadanía, sin pudor, sin vergüenza y cobrando millones de euros de nuestros impuestos. Son malos tiempos de verdad. Lo de “año bisiesto, año siniestro” se queda muy corto y no sólo por la pandemia, cuya cantidad de muertos y familias destrozadas es, en sí, una catástrofe horrible, sino porque hemos tenido la mala suerte de tener al peor gobierno posible en el peor momento de nuestra historia reciente.

España debería ser uno de los países más influyentes e importantes del mundo pero, mientras el rencor sea el protagonista de la vida política y nos hagan vivir espalda contra espalda y con desigualdades manifiestas, no pasaremos de ser un cero a la izquierda en el panorama internacional y un conjunto de borregos sin más aspiraciones que pagar sueldos a incompetentes, de fronteras adentro.

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Estamos saliendo a la calle para decirle a esta pandilla de cerebros atrofiados que están equivocados, que no tienen el control de nada y que la revolución tiene, por fin, otra cara.

Mat Gracia

Autor

REDACCIÓN