30/04/2024 00:23

Luis Miguel de Benito

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Dice la doctora Verónica Casado en el especial de enero de iSanidad «A los futuros MIR les diría que Medicina de Familia es la especialidad más bonita del mundo». Este fin de semana se celebra una nueva edición del examen MIR, el que da acceso a los licenciados en medicina para que se formen como especialistas. Cuando se acaba la carrera de medicina después de seis años, todavía no eres nadie en el ámbito de la medicina: el sistema te insta a que hagas una especialización durante cuatro o cinco años más. Después, cuando la acabas y eres especialista… pero tampoco eres nadie porque estás siendo ninguneado por las instituciones (públicas o privadas) en las que vas a prestar tus servicios. Contratos basura, mal pagados y tan precarios en ocasiones como apenas un día.

Entre las plazas ofertadas en el MIR, las más numerosas por ser los más necesarios, son las de Medicina de Familia y Comunitaria, un especialista que se forma esencialmente para trabajar en la Atención Primaria, en los Centros de Salud, principalmente. Su carácter general y polivalente le hace el tipo de médico más afín a la idea que tenemos del antiguamente llamado «médico de cabecera». Esa figura entrañable del médico que iba conociendo a cada miembro de la familia en su desarrollo, y conforme pasaban los años se iban creando lazos que agilizaban el trato y las consultas. Ese modelo se ha ido perdiendo por la precariedad de los contratos: los médicos no estamos siempre y de continuo en el mismo lugar de trabajo, lo cual hace que no se puedan establecer vínculos personales con los pacientes, las relaciones del trato médico-paciente se vuelven transacciones comerciales «de usar y tirar». En un juego a una sola tirada, no hay incentivos para cooperar, por ninguna de las dos partes. El médico se encuentra frustrado en sus ansias por curar y descubre que todo lo que se ha esforzado durante más de diez años de formación solo vale para hacer papeles. Y el paciente encuentra un profesional apagado, triste, malhumorado, desmotivado… en el que sólo aflora el genio cuando se trata de hacer reivindicaciones de índole laboral, las cuales son justas y acertadas. Pero el paciente considera que tras ello solo hay una preocupación por sus garbanzos y no claramente por la salud y bienestar del paciente, por más que el galeno le diga que hace huelga por mejorar la atención a los pacientes.

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A esta situación, que se ha ido agravando con los años, no se ha llegado por casualidad. Ha habido numerosos intereses que han propiciado el statu quo y entre ellos quiero referirme tan solo al aspecto que depende exclusivamente de los médicos. Nos hemos dejado quitar la autoridad.

Quien escribe esto lleva más de 25 años de ejercicio profesional y ha trabajado en más de 30 hospitales de siete Comunidades Autónomas, tanto en la sanidad pública como en la privada. Y puedo decir que en mi opinión a esta situación llegamos porque los médicos hemos perdido nuestra autoridad. No hemos sabido estar en nuestro lugar ante los abusos de la administración y las instituciones privadas. Tanto las compañías de seguro tirando los precios como los grupos hospitalarios, han convertido la sanidad privada en un mercadillo low-cost donde la calidad se ha resentido de forma vergonzosa. Y en el ámbito público es clamoroso el hecho de que alrededor de las plantillas son trabajadores eventuales con la tensión emocional que eso genera y la inestabilidad para la vida familiar que redunda en un servicio de peor calidad para el paciente.

Falta motivación. Pero la motivación en el campo de la sanidad no hay que centrarla únicamente en el campo económico. La autoridad del médico debe quedar patente no solo para fijar los emolumentos de los servicios que presta sino también y principalmente para dejar claro que la responsabilidad del trato con el paciente es del médico. El médico es el profesional facultado para indicar medicación, para informar al paciente de los pros y contras de los tratamientos, para ajustarse a protocolos, si los cree adecuados, O NO, pues en nuestra profesión sabemos lo que el paciente nos recalca una y otra vez: que su caso es único.

Hemos permitido injerencias de políticos y de instituciones que han decidido por nosotros en el ámbito de lo que convenía a nuestros pacientes. E incluso no hemos sabido hacerles llegar su derecho a negarse a recibir tratamientos conforme establece la Ley de Autonomía del Paciente. Hay quien advierte de que existen intentos de modificar el Código de Deontología Médica para que la fidelidad del médico no sea hacia el paciente sino hacia instituciones nacionales (servicios de salud, compañía de seguros,…) o supranacionales como las OMS.

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La crisis que hemos vivido recientemente ha servido para poner de manifiesto que en la mayoría de los casos los médicos no han hecho uso de su autoridad y se han comportado como meros ejecutores de directrices con las que podían estar o no de acuerdo. Pero cuando la salud y el bienestar del paciente está en juego, se debe luchar, es una exigencia de la deontología, por hacer prevalecer lo que dicta la lex artis ad hoc y con respeto exquisito a la autonomía del paciente en las decisiones que atañen a su salud. ¿De verdad nos hemos comportado como para que nuestros pacientes depositen su confianza en nosotros? Quizás la medicina es la profesión más bonita del mundo porque el compromiso que se adquiere con los pacientes y con la humanidad está más allá del vetusto juramento hipocrático nostálgico y periclitado: es un deber permanente de velar para que a nuestros pacientes les atienda un ser humano que va a defender a capa y espada su derecho a decidir, conocedor del valor y la dignidad del hombre libre.

Autor

Doctor Luis M. Benito
Doctor Luis M. Benito
Luis Miguel Benito de Benito, médico especialista de Aparato Digestivo desde 2000 y Doctor en Biología Celular. Licenciado en Filosofía. Máster en Dirección Médica y Gestión Clínica por el Instituto de Salud Carlos III y Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencias Forenses por la UNED. Facultativo Especialista de Área del Hospital Universitario de El Escorial y Director Médico de la Clínica Dr. Benito de Benito desde 2011. Autor del libro "Coronavirus. Tras la vacuna" ISBN 978-84-9946-745-0
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