14/05/2024 20:38
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El título puede resultar atractivo, pero huele. El forro de nabos (nada que ver con Suiza) es una prenda de vestir interior. Al ser interior, va por dentro, en contacto con lo más íntimo de la piel y presupone que hay otra ropa que se viste exteriormente, la que se muestra a los ojos de los demás. Por tanto, normalmente la ropa interior no está a la vista salvo que uno no lleve otra prenda encima, en cuyo caso se puede decir que va casi desnudo pero no en cueros ni en pelota. Habitualmente se consideraba prenda de uso maculino aunque los modernos han ampliado su uso y disfrute, de modo que hasta el Capitán Calzoncillos se la pondría de casco. En fin, otros parapetan la napia tras mascarillas, todo es proteger el cerebro de cagadas. El conocido calzoncillo, forro de nabos, es una prenda de uso mundial. En algunos sitios le llaman taparrabos sin más, los noruegos son más elegantes y le llaman «escondinabo» y los portugueses, más románticos, hablarían de «hamaca do pelotoiras» en lugar de cuecas. Pero claro, aquel era un mundo donde había diferenciación sexual, y ahora está mal visto hacer alusión a los atributos sexuales de género porque cualquiera puede decir que lleva lo que le da la gana aunque realmente no lo lleve, y cambiar de parecer a renglón seguido.
Antaño esta prenda servía para tapar las vergüenzas, como el bombo de la lotería de Navidad que esconde el gordo y las aproximaciones. Ahora, como no se tiene vergüenza ni pudor, no importa lucir la indigencia moral y apenas tiene función tipo braguero para contención de hernias o retenedor y soporte de las cagadas. Porque cuando hay varios próceres reunidos para cagarla, dejan sus zurraspas o palominos, producto de su interior. A veces se juntan para idear la mejor manera de amargar la vida al resto del mundo. Nos enteramos de las cagadas por la prensa que acude rápido a fagocitar las heces, igual que los peces pequeños acuden a comer los excrementos según salen de los peces grandes. Con qué avidez los divulgadores pagados se aproximan y engullen las deyecciones de los poderosos. Se diría que les va la subsistencia en ello. Pero ahí queda el poso, la huella, el testigo inequívoco de la cagada: la zurraspa, un escape de heces, embajador y muestra de lo que se cuece dentro.
El calzoncillo es prenda de decoro, que no de decoración, por más que se venda en lencería y se gasten cantidades indecentes. Si uno lo viste escaso, de modelo UHF (no es por la antigua segunda cadena de televisión sino por «un huevo fuera») anda comprimido y tenso. Pero si lo viste holgado en exceso, la hamaca no tiene quién repose en ella y quien lo viste recibe un nombre que tiene acepción de persona que no manda ni en su casa, aunque sea real. Acaso de llevar la prenda adecuada viene la expresión de «tenerlos bien puestos»; los gayumbos, me refiero, claro. Habrá que ir haciendo ejercicios mentales para sacar músculo a la inteligencia natural, no vaya a ser que esa otra inteligencia cuya abreviatura remeda la onomatopeya de un rebuzno nos coma la partida. Así, a calzón quitado: examine las zurraspas del forro de nabos. Atentos a sus cagadas o nos comemos sus marrones. Por sus frutos los conoceréis.

Autor

Doctor Luis M. Benito
Doctor Luis M. Benito
Luis Miguel Benito de Benito, médico especialista de Aparato Digestivo desde 2000 y Doctor en Biología Celular. Licenciado en Filosofía. Máster en Dirección Médica y Gestión Clínica por el Instituto de Salud Carlos III y Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencias Forenses por la UNED. Facultativo Especialista de Área del Hospital Universitario de El Escorial y Director Médico de la Clínica Dr. Benito de Benito desde 2011. Autor del libro "Coronavirus. Tras la vacuna" ISBN 978-84-9946-745-0
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3 comentarios
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Caf

Qué ingenioso y divertido!!! Felicitaciones!!! Es Vd Grande y no se le presupone la valentía, la lleva en los genes.
Un abrazo

Billemark

Bravo doctor, cada día se supera.
Un saludo 👏👏👏👏

Mercedes

Es muy de agradecer este fino y agudo sentido del humor entre tantos malos augurios que nos acechan. Muchas gracias doctor Benito.

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