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De Youtube a partido político en dos años. Lo que empezó como un canal de debate para la izquierda desencantada con las políticas del actual Gobierno de coalición, dando voz a notorios personajes públicos como la escritora Ana Iris Simón y el coronel Pedro Baños, ha manifestado su intención de acudir a las próximas elecciones europeas de 2024; es dudoso, por tanto, que en los comicios del próximo año veamos el respaldo electoral con el que contaría El Jacobino entre los españoles. Tal vez hayan pospuesto demasiado su estreno, pero todo apunta a que van en serio: El Confidencial y El Mundo les han dado espacio, cosa que no ocurre con las numerosas iniciativas que cada año nacen para a continuación morir, lo cual significaría que son reales sus posibilidades de tener una mínima relevancia política.
¿Qué defiende esta izquierda frente a socialistas y podemitas? En primer lugar, un rechazo rotundo al Estado de las Autonomías y a los pactos con los secesionistas justificado, entre otros aspectos, en la necesidad de aspirar a la igualdad entre todos los territorios, sobre todo para garantizar el Estado de Bienestar. Precisamente en ese terreno han sido muy críticos con las «cosas chulísimas» de las que tanto ha presumido Yolanda Díaz, denunciando que la reforma laboral del Gobierno sanchista no ha cambiado sustancialmente la situación de los trabajadores respecto a la anterior reforma promovida por el Partido Popular.
Por otra parte, frente a los discursos de identidad de género justificados en la ideología queer con los que el Ministerio de Igualdad bombardea agresivamente todos los días a la sociedad española, algunos representantes de El Jacobino se han erigido públicamente en los mayores opositores a la Ley Trans de próxima aprobación parlamentaria, amparándose en las experiencias ocurridas en otros países con legislaciones de ese tipo. Oponer razones frente al sentimentalismo barato y empalagoso con el que se manifiestan las representantes de turno del Ministerio de Igualdad y sus satélites es la gran aportación que hasta ahora han realizado desde la izquierda, frente al desinterés de la derecha sociológica y política en esta cuestión.
Finalmente, cabe destacar que El Jacobino no ha renunciado a batallas históricas de la izquierda, como el laicismo frente a todos los cultos (algo olvidado por la izquierda institucional actual, tan hostil a las raíces cristianas como descaradamente acogedora con el islam) y el antagonismo entre clases sociales (algo sustituido en las filas de Unidas Podemos, por ejemplo, como un conflicto generacional entre las nuevas generaciones progresistas y las viejas generaciones conservadoras).
A la espera de un nombre para el partido y a pesar de la denominación de su canal en Youtube, de momento cabría encuadrar a El Jacobino en la socialdemocracia clásica, es decir, la que no ha sido contaminada por el neoliberalismo, tal y como ha venido ocurriendo en España desde las legislaturas de Felipe González. La labor que tienen por delante no es sencilla: desplazar institucional y electoralmente no sólo a Unidas Podemos, el partido con más ideario Netflix y lo que eso acarrea entre una juventud enganchada a las plataformas de entretenimiento, sino también al Partido del Régimen de 1978, el Partido Socialista Obrero Español refundado en Suresnes que, ante la incompetencia de los herederos del franquismo, se apoderó del aparato del Estado en 1982 y desde entonces ha sido quien impuesto lo correcto y lo incorrecto en la política española. Tarea titánica donde las haya, sin duda, pero necesaria para que la política en España se convierta en un terreno de debate y no de telebasura.
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El ideario de «El Jacobino», un «think tank» que piensa convertirse en partido político, creo que tiene tiene algunos aciertos como el de que España vuelva a ser un estado unitario, sin comunidades autónomas, y que la economía no esté sometida al neoliberalismo (es decir, al capitalismo salvaje y a la dictadura de los mercados financieros) sino que tenga en cuenta un justo reparto de la riqueza entre los empresarios y los trabajadores (como existía en los paises occidentales antes de la liberalización de los mercados financieros impulsada por Ronald Reagan y por Margaret Thatcher); pero ese ideario tiene un grave defecto y es el de no tomar en consideración la importancia que tiene la preservación de la identidad cultural de las naciones. Para los ideólogos de El Jacobino no importa la procedencia cultural ni religiosa de cualquier persona que se afinque en nuestro país, que es el mismo modelo que se utiliza actualmente en la República Francesa con un resultado catastrófico porque los inmigrantes de religión musulmana jamás van a aceptar ser ciudadanos de una República laica sino que pretenden conquistar cada vez más influencia, a medida que vayan aumentado en número, para imponer su doctrina religiosa. España es un país perteneciente a la Civilización Occidental, de raíz cristiana, y debe mantener su identidad cultural (que, para mí, es más importante que la identidad racial) con el fin de que la sociedad española sea homogénea y no tenga fracturas religiosas que la desestabilicen en el futuro, como ya está ocurriendo en Francia.
Como continuación a mi anterior comentario expreso mi desacuerdo con la permisividad del ideario de El Jacobino con respecto al aborto voluntario y al matrimonio entre personas del mismo sexo, porque ambos «derechos» degradan la salud moral de la sociedad española.
La verdad es que, en todo democracia, deben coexistir fuerzas políticas situadas en los dos polos opuestos: derecha e izquierda. En España tenemos a dos partidos que ocupan el espacio de la derecha: el PP como partido más moderado y VOX como partido más radical, de corte chovinista; en cambio, en la izquierda, aparte del PSOE (lo que era este partido anteriormente a ser fagocitado por Sánchez), lo que tenemos es un batiburrillo de formaciones políticas inconexas con idearios independentistas sectarios y comunistas extremistas, con oscuros objetivos que se apartan radicalmente de los intereses del país en su conjunto. El que ahora venga un partido de izquierda de corte patrio, tipo a los jacobinos de la Revolución francesa, dejando a todo el espectro que ha convertido la política nacional en un auténtico muladar en fuerzas testimoniales, sin ningún tipo de influencia en la política nacional, no sólo sería sano para la nación española, sino totalmente necesario. Que se consiga o no ya es harina de otro costal; pero, tirando del optimismo, si las sensibilidades de izquierda, ahora pésimamente representadas, se agrupan entorno a un solo partido coherente y creíble, la política podrá recuperar su auténtico papel como actividad cuyo objetivo es el de resolver pacífica y razonablemente conflictos entre las personas y los grupos humanos, dentro e los cauces establecidos y con respeto al ordenamiento jurídico vigente.