17/05/2024 06:47
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Carlos Alberto Marmelada (Barcelona, 1962) es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona. Con más de 35 años de experiencia docente, fue profesor de la Universitat Internacional de Catalunya y de la Institució Familiar d’Educació y ganador del Premio Arnau de Vilanova. Autor de los libros: “El origen del hombre. Cuestiones fronterizas. Charles Darwin. Evolución y vida”. Coautor con Daniel Turbón de “Darwin y el mono”. En esta misma editorial también escribió “Hasta el último aliento” una biografía narrada de san Juan Pablo II traducida al inglés; “Fronteras del conocimiento”, “Cartago” y “Stalingrado”. Así mismo ha publicado cerca de 200 artículos sobre evolución humana, cosmología, metafísica y el diálogo entre ciencia, razón y fe e impartido numerosas conferencias sobre estos temas en diversas universidades e instituciones.

Nietzsche tuvo la osadía de matar a Dios, aunque Darwin ya lo había matado antes… ¿Por qué ese deseo de matar a Dios, bien pensado, es absurdo?

Es muy posible que la principal razón por la que Nietzsche es tan conocido, sea por haber afirmado que “Dios ha muerto”. Sea cuál sea la interpretación que se le dé, se está refiriendo, entre otras cosas, a la creciente ausencia de Dios en la cultura europea; un fenómeno que ya se venía detectando en el último tercio del siglo XIX, y que se acrecentó a lo largo del siglo XX, hasta llegar a los altos índices de indiferentismo que se registran en nuestros días en buena parte de Europa.

Por otra parte, hay quienes utilizan el mecanismo propuesto por Darwin para explicar la diversidad de formas de vida, la selección natural, como una prueba de la no (necesidad de la) existencia de Dios. Pero, quienes juzgan así, olvidan que el propio Darwin afirmó que la selección natural es compatible con la existencia del Creador. En efecto, la selección natural es causa de la gran variedad de formas de vida existentes; pero no es causa de la existencia originaria de los seres.

Se puede tener todo el rechazo que uno quiera a la existencia de Dios; pero la realidad es que Dios existe, ya que es el único ser necesario.

¿Podría explicar cuál es la diferencia entre el ateísmo teórico, el práctico y el antiteísmo?

El ateísmo teórico es aquel que esgrime argumentos racionales para demostrar de una forma objetivamente válida que Dios no existe; por ejemplo; Dios no puede existir porque sería incompatible con mi libertad (Nietzsche, Sartre). Argumentar que Dios no puede existir porque es incompatible con el mal injusto que observamos en el mundo, sería otro ejemplo de ateísmo teórico. En el libro titulado: Cómo hablar de Dios con un ateo, trato estos dos temas en profundidad.

El ateísmo práctico es vivir como si Dios no existiera; esta postura, llevada al extremo, daría pie al indiferentismo religioso, que es la forma actual de ateísmo masivo en Occidente.

El antiteísmo, por su parte, es aquella postura que pretende acabar con la idea de Dios poniendo fin a la vida de aquellos que defiendan la idea de que Dios existe realmente de un modo objetivo; también incluye, como no podría ser de otro modo, la represión del culto y la destrucción del patrimonio religioso (templos, iconografía, retablos, estatuas, etc…).

Precisando más, ¿cuáles son los principales tipos de ateísmo?

Existen diversas formas de ateísmo; entre ellas podríamos destacar las siguientes:

A) El ateísmo humanista (ya sea de corte marxista o existencialista);

B) El ateísmo que pretende basar su posición en, supuestamente, los datos de la ciencia (por ejemplo: Dawkins en biología; o Hawking y Krauss en el campo de la cosmología); el llamado Nuevo Ateísmo, es, en nuestros días, la máxima expresión de esta forma de ateísmo. La visión más moderna del ateísmo científico la encontraríamos en ciertas ramas del tecnomonoteísmo, del transhumanismo y en el neuroateísmo.

C) El ateísmo político, que ha devenido en ateísmo teofóbico o misoteísmo (odio a Dios) en tantos y tantos gobiernos comunistas, desde la revolución soviética hasta nuestros días. El ateísmo político se ha convertido en la religión laica de ciertos credos políticos.

D) Otra forma de ateísmo es el ateísmo laico o secular; en donde encontramos cualquiera de las formas que adquiere la gnosis (el jacobinismo y sus derivados, por ejemplo).

E) También tenemos el ateísmo hedonista que convierte en un culto quasi religioso el placer que produce el consumo de bienes materiales y el ocio que proporcionan las sociedades opulentas.

F) El ateísmo filosófico sería aquella parte del ateísmo teórico que basa sus argumentos, para negar la existencia de Dios, en razonamientos fundados en principios filosóficos.

G) El ateísmo cientificista tendría su fundamentación en el positivismo comtiano, el materialismo dialéctico marxista, el mito ilustrado del progreso indefinido unido al otro gran mito de la Ilustración, de corte claramente gnóstico, según el cual, en el futuro, el conocimiento humano llegaría a entenderlo todo y, por lo tanto, en dicho conocimiento estaría la auténtica salvación humana.

A partir de estas bases, se puede hilar más fino y proponer otras formas de ateísmo. Pero, con esta breve enumeración, podemos hacernos una idea de la enorme complejidad encerrada en ese fenómeno que denominamos ateísmo, en singular.

Igualmente, hay otras muchas desviaciones sobre la idea de Dios, como el fideísmo, el panteísmo…

A éstas podríamos añadir el deísmo, las religiones ateas, las teotanatologías o tanatoteologías. En efecto, nos encontramos con muchas concepciones de Dios que se alejan de la noción de la divinidad transmitida por el teísmo tradicional (aquella postura que sostiene la existencia real objetiva de un ser creador, personal y providente; o sea, que nos podemos comunicar con él a través de la oración, porque se preocupa de su creación).

En este sentido, tenemos el telurismo o animismo, que diviniza a las fuerzas de la naturaleza. El politeísmo, que atribuye el dominio de alguna de esas fuerzas naturales a un dios antropomórfico. También está el panteísmo, que considera que toda la naturaleza es Dios. El deísmo, por su parte, acepta la existencia de un dios creador, pero no es ni personal, ni providente, porque se desentiende de su creación; de modo que, sólo interviene, de tanto en tanto, para ajustar el gran mecanismo de la naturaleza. Esta postura comprende la contradicción de presentar un Dios creador que, o bien desconoce una parte de su creación (los hombres), y, por lo tanto, no es omnisciente; o bien, conoce a los hombres, pero no atiende a sus súplicas; pero, entonces, no es perfectamente bueno, pues le resultan indiferente sus necesidades en general y sus sufrimientos en particular.

Nos encontramos, también, con religiones ateas, y con teólogos sostienen la muerte de Dios (y, por lo tanto, proponen la tanateología o teotanatología). El fideísmo, por su parte, es una forma de creencia en Dios que sostiene que la razón no puede demostrar, de forma válida, su existencia objetiva; pero sí podemos saber que existe a través de la fe.

¿Cuáles son las principales causas del ateísmo?

Hay muchos tipos de causas, y dan lugar a los distintos tipos de ateísmo que hemos comentado antes. Así, podemos detectar causas políticas (entre las que encontraríamos el mal ejemplo de las sociedades cristianas, algo que tanto decepcionó a Darwin; también podríamos contar aquí la acusación marxista de relacionar la Iglesia con la defensa de un estado opresión de los ricos sobre los pobres, a modo de superestructura ideológica que elabora un discurso que estimula el conformismo con la intención de perpetuar el dominio de aquellos sobre estos, mediante la narcotización delas conciencias; de ahí que la religión sea vista como el opio del pueblo).

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Tenemos, también, causas psicológicas, en donde el mal ejemplo de los creyentes causa escándalo influye negativamente en los demás, al velar el valor de la doctrina, es lo que le pasó a Marx y a Sartre.

Existen, también, causas intelectuales; aquí estarían, por ejemplo, los que ven una incompatibilidad entre la ciencia y la fe: ¿para qué necesitamos un Dios creador si hay teorías científicas que nos dicen que el universo se creó a partir de la nada absoluta sin causa alguna?

Otro tipo de causas son las de carácter existencial; aquí lo que se considera incompatible es la existencia de un Dios omnisciente con la libertad humana. Para quienes así piensan (Nietzsche, Sartre, Simone de Beauvoir…), dicho de otro modo, si Dios existe el hombre no es libre, por lo que se convierte en el esclavo de Dios, de modo, lo que se defiende es la autonomía moral absoluta del hombre frente a Dios.

Este planteamiento lleva establecer causas morales; aquí lo que se aduce es la incompatibilidad entre la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y perfectamente bueno con el sufrimiento incomprensible de las personas justas o los inocentes, como es el caso de los niños recién nacidos o muy pequeños.

¿Por qué la existencia del mal es el denominador común de la argumentación de muchos ateos?

Durante siglos, la presencia del mal en el mundo ha sido la mayor piedra de escándalo para creer en la existencia de un Dios perfectamente bondadoso. En efecto, ¿Cómo creer en en la existencia de un Dios que es todopoderoso y, al mismo tiempo, perfectamente bueno y sabio si deja que sus criaturas sufran injustamente?

Después del fracaso de todos los argumentos racionales propuestos por el ateísmo teórico para intentar demostrar la no existencia objetiva de Dios, el único argumento que parecía quedarles en pie era el del mal. Pero esta objeción tampoco es concluyente en favor de sus tesis; pues, demuestra, más bien, lo contrario.

En el libro (Cómo hablar de Dios a un ateo), le dedicamos varios capítulos a este tema; ya que, no cabe duda de que la experiencia del sufrimiento absurdo engendrado por el mal moral es, sin duda, la gran objeción ética que puede esgrimirse contra la existencia real de Dios. De este modo, en el diálogo actual entre creyentes y ateos, la cuestión del mal ha de ocupar un lugar esencial, ya que, para muchas personas, ideologías a parte, es el obstáculo principal para la creencia en Dios.

Usted incluso afirma que la existencia del mal demuestra que Dios existe…

En efecto, si se entiende bien cuál es la naturaleza real del mal, se comprenderá que su existencia no sólo no prueba que Dios no exista, sino que sucede todo lo contrario: nos lleva a percatarnos de que la existencia del mal moral sólo es posible si Dios existe de un modo realmente objetivo.

¿Cómo puede ser esto posible?

Dicho muy brevemente, y expuesto de un modo extremadamente resumido, podemos decir que el mal no es algo; ni tampoco algo que se de en las cosas; sino que es la privación de algún bien particular que ha de darse en algo que es bueno. Por esto, el bien y el mal no están en el mismo plano, sino que el mal depende de la existencia algo (el ente) y de que sea bueno. Por lo tanto, el ente y el bien son algo anteriores al mal, son su presupuesto y su condición de posibilidad; sin ellos, el mal no podría existir. Ahora bien; tanto el ente como el bien, requieren la existencia de Dios; de modo que, el mal necesita de la existencia de Dios para poder existir él mismo. Sin Dios no hay ni ente ni bie, y sin ellos no hay mal, ergo, sin Dios no puede haber mal; luego, el mal no demuestra que Dios no exista, sino todo lo contrario.

En el libro se dedican trece capítulos a tratar esta cuestión; de modo que, el lector podrá encontrar allí una argumentación mucho más desarrollada. Y, aunque son cuestiones que requieren abordar unos fundamentos metafísicos profundos, lo hacemos a través de una exposición llevada a cabo con un lenguaje suficientemente claro, por lo que la lectura es accesible.

También se dedican varios capítulos al estudio de la libertad, para así poder entender el por qué del mal moral y la compatibilidad entre la existencia de Dios y la libertad moral.

Está el tema de la moral y el hecho de que la religión no permite dar rienda suelta a las pasiones… por eso el que quiere seguir en el pecado no puede ver a Dios…

La moral es uno de los grandes rasgos distintivos del ser humano. Gracias a ella la vida en sociedad es posible (no me refiero a la simple vida en un grupo jerarquizado, eso ya lo hacen muchas especies de animales). La moral, nos propone un autocontrol, un dominio de las pasiones, de las emociones y los afectos, que nos permite una canalización racional de los mismos, de tal modo que nos facilita armonizar la vida entre los individuos, facilitando la armonía entre la búsqueda de la felicidad personal y el bien común. En un nivel superior, la moral nos ha de ayudar a acercarnos a Dios. El individuo inmoral se aleja, irremisiblemente, de Dios, ya que Éste no quiere el mal. Se aleja también de los demás, y de sí mismo. En este contexto, es fácil comprender que, quien quiera persistir en el pecado, de un modo concomitante, se está decantando por no querer ver a Dios.

El indiferentismo religioso es, también, un factor muy importante para muchas personas… ¿Por qué hay esta indiferencia hacia la religión?

Pese a los esfuerzos del Nuevo Ateísmo, hoy ya no es el ateísmo teórico quien lidera el fenómeno de la increencia; sino que el indiferentismo religioso es quien lidera la actual forma de ateísmo masivo en la sociedad occidental, especialmente en Europa.

Aunque el indiferentismo de las sociedades occidentales tiene la apariencia de ser homogéneo, la realidad es que presenta diversas formas, de modo que se trata de un fenómeno muy complejo que responde a una situación humana igualmente complicada.

Entre las causas del indiferentismo encontraríamos una dejadez espiritual producida por el individualismo, el pragmatismo, el materialismo, el consumismo y el hedonismo imperante en las sociedades occidentales. También ayuda la falta de interés por los contenidos de la fe, fruto de la incomprensión de los mismos. No tiene por qué ser un fenómeno traumático; de hecho, en la inmensa mayoría de los casos, se trata de una indiferencia balsámica.

La indiferencia religiosa también puede tener como causa lo que llamo: “absorción psicológica”, que consistiría en analizar la energía vital hacia proyectos personales que llenan la vida cotidiana, sin que se perciba el vacío religioso ocasionado.

Esto se puede combinar con el indiferentismo por compromiso social; es decir, se podría producir un distanciamiento de la fe y, por tanto, una indiferencia hacia la religión, por considerarla incompatible con ciertos ideales: sociales, políticos, culturales o ideológicos. Se plantearía, así, la falsa alternativa de tener que elegir entre la fe o el compromiso humano; cuando, en realidad, la elección de la fe implica el compromiso humano de un modo necesario. Cuando se elige el compromiso humano por negación de la fe, ésta va alejándose del horizonte de los intereses personales, hasta desaparecer por pura indiferencia.

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Hay más razones que se explican en el libro, pero con estas palabras ya es suficiente para arrojar un poco de luz sobre la cuestión.

¿Por qué Dios está ausente en las sociedades posmodernas?

La respuesta a esta pregunta implicaría el contenido de todas las que hemos dado a las cuestiones anteriormente dadas; así como a otros factores que, como es normal por cuestiones de espacio, no hemos podido abordar en la entrevista (aunque algunas sí están tratadas en el libro, y otras serán abordadas en futuras publicaciones).

La importancia de la pregunta planteada hace pertinente traer a colación una cuestión muy importante, y lo haremos de la mano de Nietzsche; quien, de un modo muy sagaz, detectó lo que él llamó: “cansancio espiritual”; que fue introduciendo en el hombre moderno un paulatino y progresivo desánimo por la verdad de la Filosofía. Este desánimo ha sido provocado por lo que Nietzsche llama: “esa larga lucha de opiniones”, a la que también hacen referencia Hume o Hegel; y que parece apostar por el relativismo entre sabios. De modo que las grandes masas se preguntan por qué las mentes más brillantes de la humanidad no han sido capaces de ponerse de acuerdo en la explicación de cómo es la realidad. O también se cuestionan como, ya no sólo los grandes teólogos, sino toda la humanidad no se pone de acuerdo en cómo es Dios o cuál es la religión (auténticamente) verdadera. Estos dos pecados de escándalo han llevado al desánimo en la búsqueda de la verdad; y, por ello, a un cansancio espiritual que tiene como consecuencia el desinterés por Dios.

¿Por qué ha perdido atractivo el mensaje cristiano para el hombre posmoderno?

Como siempre, son muchas las razones que explican este fenómeno. El simple hecho de enumerar unas cuantas y explicarlas muy brevemente, nos llevaría a ser necesariamente prolijos en la respuesta. Así que me ceñiré a un solo punto, que explica en el primer capítulo del libro.

El cristianismo no nació con la aspiración de ser una religión más entre muchas otras; sino que lo hizo con la pretensión de ser la verdad. El propio Cristo dice de sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. De hecho, el cristianismo fue una doctrina tan novedosa cuando surgió, que sus adeptos fueron considerados ateos en su tiempo.

Al triunfo del cristianismo contribuyó, en gran manera, el rigor moral de su propuesta. Pero, sobre todo, lo que le impulsó, desde un punto de vista humano, fue su perfecta síntesis entre razón, fe y vida. Hoy, este rigor moral, es visto como un obstáculo, o una carga difícilmente de sobrellevar en ciertos aspectos; y si la síntesis que mencionamos ya no convence, ya no resulta tan atractiva, entonces deberemos preguntarnos: ¿qué ha sucedido?

La actual crisis del cristianismo no es sólo un problema suyo, sino de nuestra sociedad en general. En Occidente, hoy la pretensión de verdad está puesta seriamente en duda en todos los planos: intelectual, moral, político, etc. Vivimos en la era de la postverdad. Si el hombre postmodernos ha perdido el gusto por la verdad, entonces es normal que el cristianismo ya no le resulte tan atractivo como lo fue en otros momentos de la Historia, o como lo está siendo en otros lugares del planeta.

¿Y, entonces, qué podemos hacer?

Varias cosas; entre ellas –y no están puestas en orden de importancia-: repensar el cristianismo; conocer muy bien los fundamentos reales de nuestra fe, reconocer la auténtica esencia del cristianismo; purificar nuestro concepto de Dios; depurar nuestra fe de todos aquellos elementos que la hayan podido contaminar a lo largo de estos dos milenios; dar testimonio; orar; comprender muy bien el fenómeno del ateísmo (algo a lo que aspira a contribuir de un modo especial el libro que estamos comentando); evitar juzgar; fomentar el diálogo entre fe y cultura actual; renovar la forma de transmitir el mensaje cristiano, presentándolo con un lenguaje actualizado… Se pueden, y se deben, hacer muchas más cosas; pero con las mencionadas tenemos un elenco suficientemente amplio y claro como para entender por dónde puede estar el camino.

Háblenos de los principales libros y artículos suyos que abordan estos temas…

Es la pregunta más difícil de contestar. Simplemente diré que he publicado más de diez libros, y he colaborado en varios más. Así mismo, he publicado casi doscientos artículos y varias decenas de entrevistas. Los temas que trato son de metafísica, teología natural, evolución humana, cosmología –especialmente cosmogonía-, historia, divulgación científica y novela histórica.

En mis trabajos, he intentado comprender y explicar el fenómeno del ateísmo. Exponer el origen y la evolución del hombre. Comprender el origen del universo, y las cuestiones relacionadas con ello; en este sentido, he sido de las primeras personas en publicar en España acerca de la energía oscura y la expansión del universo (apareció en diciembre de 2000). He publicado sobre la relación entre Dios y la ciencia; y sobre Dios y las cosmologías actuales. También he publicado la única biografía novelada que existe sobre Juan Pablo II. Y también un ensayo histórico sobre la batalla de Stalingrado, y una novela histórica sobre el conflicto entre Cartago y Roma por el control del poder en el Mediterráneo central y occidental, así como en buena parte de la Península Ibérica.

Actualmente estoy trabajando en varios proyectos relacionados con estos temas; pero sobre ellos ya iremos hablando a medida que vayan viendo la luz.

Junto a la labor docente y a la producción intelectual, están otras actividades igualmente interesantes, como puede ser impartir conferencias o tener presencia en los medios de comunicación de masas, tales como la radio, la televisión o la prensa.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Muy bueno y bien redactado. Un artículo que merece la pena leer con detenimiento y más antes de querer comentar nada al respecto de su contenido. De momento diré que es mejor ser ateo o agnóstico que tomar el nombre de Dios en vano e ideologizar su afirmación para fines espurios o que la culpa de la expansión actual del ateísmo o indiferencia hacia Dios o hacia toda forma de divinidad es mayormente culpa de los «creyentes», de sus estructuras políticas o iglesias y de sus arteros discursos.

La idea de Dios no es para todo el mundo. Todas las sociedades tradicionales se han centrado en torno a lo sacro y lo divino pero la afirmación de un principio único, del Uno, del Ser o del Tao corre peligro de ser malentendida y pervertida si se predica al vulgo. Ejemplo, el nacionalismo judío y su instrumentalización de la idea de Dios para fines nacionalistas fanáticos.

Nietzsche tendría que suponer o haber supuesto una plataforma de superación del lamentable engaño resultante de un cristianismo degradado y sentimentalizado, de un gran mecanismo de defensa psicológico de resentidos, de un cristianismo no místico, de un cristianismo curil, de un cristianismo «de izquierdas», de un cristianismo politiquero para descamisados y de un cristianismo no reconciliado con los valores heroicos clásicos paganos. Nietzsche fue enviado por Dios para proveer que la religión de Cristo no se desnaturalizara, para que siguiese siendo ese baluarte del sanatana dharma.

Surrealismo

La realidad humana no es exclusivamente material como nos han ido haciendo creer desde la imposición del racionalismo materialista de los ss XVII-XVIII y de la ultraizquierda asesina y dictatorial (en nombre del presunto bien común). Estos dos dogmas les resultan imprescindibles para empotrar a los goyim supervivientes en la centenariamente planificada TecnoDictadura 2030

Hakenkreuz

Feuerbach: «Dios es el hombre para el hombre»
Karl Marx: «Dios es el opio del pueblo»
F. Nietzsche: «Dios es el negador de la vida feliz»
S. Freud: «Dios, una ilusión infantil»
A. Comte: «Dios frena el progreso»
J. P. Sartre: «Dios es el negador de la libertad del hombre»
M. Onfray: «Dios es el opositor de la vida feliz hedonista»
G. Kepel: «Dios es el fundador de las teocracias»

No se llamen a estos y muchos otros y sus admiradores y seguidores, ateos. No es que sean ateos, no. El ateo no existe, no lo puede ser aunque lo quiera. Lo que no soportaron nunca es no haber sido y considerados ellos mismos «Dios», como el demonio en el desierto no soportó no haber sido adorado por Jesús. Llámeseles soberbios, necios, ególatras y narcisistas enfermos profundos. Que queden para espanto de la humanidad sensata para todos los siglos.

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