20/05/2024 08:27
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LA MONARQUÍA SE SUICIDÓ CON LA CONSTITUCIÓN DEL 78”

La Transición comenzó mal

y mal terminará”

Torcuato Fernández Miranda

De entrada tengo que decir lo que digo siempre cuando me adentro en el campo político: “Yo ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi Señor, y me Señor es y será siempre la VERDAD”. Por tanto, no voy a señalar o rebatir lo que otros hayan escrito o dicho sobre la Transición. Yo me limito a reproducir lo que viví, hablé y escribí con algunos de los más principales protagonistas, comenzando por el más importante de todos: don Torcuato Fernández Miranda (le seguirán Adolfo Suárez, Sabino Fernández Campos, Joseph Tarradellas y el Rey Juan Carlos).

Así fue la verdadera transición

1

Y justo al día siguiente de jurar su cargo ante el Rey en el Palacio de la Zarzuela (4-7-1976) Adolfo Suárez, ya Presidente del Gobierno de España, hizo su primera aparición en TVE con un breve discurso que la Prensa considero esperanzador, pero incierto, ya que no concretaba nada. Entre otras cosas aquella noche dijo:

 «Tras haber jurado ayer mi cargo ante S. M. el Rey, hoy he comenzado mi trabajo creo que con serena responsabilidad. Si gobernar es administrar unos bienes que son propiedad de todo el pueblo, es lógico que el primer propósito sea la relación directa con todos los ciudadanos; y ello, con un doble fin: dialogar y escucha, aceptar propuestas y conseguir, de acuerdo con el mensaje de la Corona, que ninguna causa justa deje de ser oída…Si se ha iniciado como tarea urgente la reforma política,” vamos a acelerarla con el realismo que nuestro tiempo exige. Y si nos encontramos con graves problemas en nuestra vida diaria, vamos a esforzarnos en encontrar soluciones. La Corona tiene una voluntad expresa de alcanzar una democracia moderna para España, una democracia en que la libertad, la justicia, la participación, la cultura y la paz sean fruto del esfuerzo de todos y al resultado del que todos se beneficien. El servicio á estos propósitos constituye mi más firme decisión, en estos momentos creo, señores, que la tarea, hoy como ayer, se sigue llamando España. La ilusión, como siempre, es hacerla digna en su sentido nacional, próspera en lo económico, justa en lo social y habitable con honor por todos. Creo, señores, que esto podemos lograrlo si lo intentamos juntos. MUCHAS GRACIAS. «

Pero lo que la Prensa no reflejó fue que las palabras más significativas las había incrustado el «profesor y padrino» Fernández Miranda de su puño y letra, como yo mismo pude ver en sus manos… y es que el «saduceo» asturiano no daba una puntada sin hilo en las circunstancias que se estaban viviendo.

Bueno, y para no hacer este «Recuerdo» más largo salto por encima los problemas que tuvo para formar su primer Gobierno (cosa curiosa en un país donde cualquier persona se mata por ser Ministro «aunque sea de Marina») y su primer Programa de objetivos y medidas y me voy directo a los entresijos y prolegómenos de la famosa Ley para la Reforma Política que nació sin padre.

Aquel Gobierno, que tuvo que formarle Alfonso Osorio y que fue bautizado enseguida como «el de los penenes», quedó constituido así:

  • Presidente (Adolfo Suárez González)
  • Vicepresidente primero para Asuntos de la Defensa (Tte. General Fernando de Santiago
                                                                                                  Tte. General Manuel Gutiérrez Mellado)
  • Vicepresidente segundo de Interior y Presidencia (Alfonso Osorio García)
  • Asuntos Exteriores (Marcelino Oreja Aguirre)
  • Gobernación (Rodolfo Martín Villa)
  • Justicia (Landelino Lavilla Alsina)
  • Ejército (Teniente general Félix Álvarez-Arenas Pacheco)
  • Aire (Teniente general Carlos Franco Iribarnegaray)
  • Marina (Almirante Gabriel Pita da Veiga  
                y Almirante Pascual Pery Junquera)
  • Hacienda (Eduardo Carriles Galarraga)
  • Industria (Carlos Pérez Bricio Olariaga)
  • Comercio (José Lladó Fernández-Urrutia)
  • Obras Públicas (Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo
                              y Luis Ortiz González)
  • Agricultura (Fernando Abril Martorell)
  • Vivienda (Francisco Lozano Vicente)
  • Trabajo (Álvaro Rengifo Calderón)
  • Educación y Ciencia (Aurelio Menéndez y Menéndez)
  • Información y Turismo (Andrés Reguera Guajardo)
  • Secretario general del Movimiento (Ignacio García López)
  • Relaciones Sindicales (Enrique de la Mata Gorostizaga)

Y los puntos principales del Primer Programa de Gobierno fueron:

  • La soberanía reside en el pueblo.
  • Se trabajará en la instalación de un sistema político democrático.
  • Acomodación de los textos legales a la realidad nacional.
  • Justicia independiente.
  • Ejercicio responsable de la libertad de expresión.
  • Diálogo con los grupos políticos afines y con la oposición.
  • Creación de instrumentos de representación y decisión para las regiones.
  • Potenciación de las Fuerzas Armadas.
  • Continuidad en la política exterior.
  • Reconocimiento de las libertades sindicales.
  • Salvaguardar el poder adquisitivo de salarios y   pensiones
  • Habrá elecciones generales antes del 30 de junio de 1977
  • El Gobierno elevará al rey una petición de amnistía

Pero, a partir de aquí me van a permitir que me aparte de la Historia (para contar lo que el Poder quiere o paga se escriben y se seguirán escribiendo cientos de libros y hasta decenas de Memorias) … y me centre en lo que pude reunir oyendo a los tres protagonistas principales: el Rey Juan Carlos, Adolfo Suárez y Torcuato Fernández Miranda. (Todos los demás fueron actores secundarios). O sea, el Empresario, el Actor y el Autor-Guionista. Porque así se montó y se representó la obra, es decir la Transición. El Autor pensaba, escribía y dirigía. El Empresario aceptaba o rechazaba y ponía su firma al cheque…y el Actor interpretaba, lo mejor o peor que sabía (y a veces metiendo alguna «morcilla» a escondidas). Y para ser más concretos, «Don Torcuato» pensaba e ideaba y se iba a la Zarzuela a contarle al Rey lo que había ideado (y SM normalmente lo aceptaba todo — ¿y cómo no iba a aceptar lo que le presentaba su Profesor político? — y hacía suyas las ideas del «Autor»). Entonces el Rey llamaba a Suárez y le trasladaba, como sugerencia propia, lo que le había sugerido a él «Don Torcuato» (y a veces, cuando el Sr. Presidente del Gobierno no entendía algo o no le parecía bien siempre se encontraba con la misma respuesta: «Adolfo, eso háblalo con Torcuato, él te lo explicará mejor que yo).

También es verdad que otras veces el Rey llamaba a «Don Torcuato» y le decía: «Oye Torcuato, he pensado, me han dicho, que sería bueno…, pero tú verás» y «Don Torcuato» casi siempre aceptaba las sugerencias del Rey, pero pasadas por el ordenador de su mente.

Y así nació, creció y se desarrolló la «Ley para la Reforma Política».

 «Don Torcuato» aprovechó las vacaciones del verano y se encerró en su casa de la Sierra con una obsesión en su mente: cortar el nudo gordiano de Alejandro, o sea desatar lo que Franco había dejado atado y bien atado…pero, por más que repasaba las Leyes Fundamentales, la Ley de Sucesión, los Discursos de «Su Excelencia» la luz no llegaba, ni le llegaba a los otros cerebros a los que se había encomendado el Presidente Suárez: el profesor Ollero, el «sabelotodo» Fraga, el gran jurista Garrigues, ni el Vicepresidente Osorio… todos tenían ideas, todos querían  hacer la tortilla, pero ninguno daba con la tecla para hacer la tortilla sin huevos, es decir cambiar de Régimen con las leyes del Régimen, darle carpetazo a la Dictadura sin que los «Poderes fácticos» se opusieran y la Oposición aceptara… Y el pobre Suárez se desesperaba, entre la espada y la pared, entre los impacientes Felipe y Carrillo, socialistas y comunistas, que todavía estaban por la «Ruptura» y los generales de Franco…

 Hasta que un día la «Santiña» bajó de Covadonga y lo iluminó.

El «milagro» sólo puede hacerse yendo «Desde la Ley a la Ley a través de la Ley», sólo así podía cortarse el nudo gordiano de Franco.

            Haciendo una nueva Ley Fundamental siguiendo la pauta marcada por el legislador (proyecto de ley, aprobado y presentado por el Gobierno, debate no vinculante en el Consejo del Movimiento, debate decisivo en las Cortes, Referéndum nacional y sanción del Rey) que refrendada por el pueblo derogue todas, absolutamente todas, las leyes en vigor.

Y tal cual Moisés bajando del Sinaí con las Tablas de la Ley en sus manos el profesor Miranda bajó de la Sierra con la «Ley para la Reforma Política» en las suyas y se la entregó al protegido Suárez, quien al leer los dos escasos folios que cantaban el milagro sólo supo decir:

            – Joder, Torcuato, esto es el huevo de Colón, ¡eres un genio!

A lo que el humilde, sibilino, saduceo, catedrático de la Universidad de Madrid respondió:

           – No, Adolfo, no soy un genio, soy un humilde profesor de Derecho Político que se conoce su asignatura. Así que ponte manos a la obra y vamos a salir del atolladero en el que estamos metidos.

            – Faltaría más –respondió el alumno que veía su propia salvación al alcance de la mano.

             – Ah, y no olvides que esto no tiene padre.

Y, a pesar de este hecho, el «chico de Cebreros» supo pasar a la Historia como el padre de la Reforma y el «dios» de la Transición. Pero, leamos primero, antes de seguir, la Ley Torcuato:

Remitido a consulta de la Nación y ratificado por mayoría de votos en el referéndum celebrado el día quince de diciembre de mil novecientos setenta y seis el Proyecto de Ley para la Reforma Política, de rango Fundamental, que había sido aprobado por las Cortes en sesión plenaria del dieciocho de noviembre de mil novecientos setenta y seis,

DISPONGO:

Artículo primero

Uno. La democracia, en el Estado español, se basa en la supremacía de la Ley, expresión de la voluntad soberana del pueblo. 

Los derechos fundamentales de la persona son inviolables y vinculan a todos los órganos del Estado.

Dos. La potestad de elaborar y aprobar las leyes reside en las Cortes. El Rey sanciona y promulga las leyes.

Artículo segundo 

Uno. Las Cortes se componen del Congreso de los Diputados y del Senado.

Dos. Los Diputados del Congreso serán elegidos por sufragio universal, directo y secreto de los españoles mayores de edad.

Tres. Los Senadores serán elegidos en representación de las Entidades territoriales. El Rey podrá designar para cada legislatura Senadores en número no superior a la quinta parte del de los elegidos.

Cuatro. La duración del mandato de Diputados y Senadores será de cuatro años.

 Cinco. El Congreso y el Senado establecerán sus propios Reglamentos y elegirán sus respectivos Presidentes.

Seis. El Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino será nombrado por el Rey.

Artículo tercero 

Uno. La iniciativa de reforma constitucional corresponderá:

a) Al Gobierno.

b) Al Congreso de los Diputados.

Dos. Cualquier reforma constitucional requerirá la aprobación por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso y del Senado. El Senado deliberará sobre el texto previamente aprobado por el Congreso, y si éste no fuera aceptado en sus términos, las discrepancias se someterán a una Comisión Mixta, bajo la presidencia de quien ostentara la de las Cortes y de la que formarán parte los Presidentes del Congreso y del Senado, cuatro Diputados y cuatro Senadores, elegidos por las respectivas Cámaras. Si esta Comisión no llegara a un acuerdo o los términos del mismo no merecieran la aprobación de una y otra Cámara, la decisión se adoptará por mayoría absoluta de los componentes de las Cortes en reunión conjunta de ambas Cámaras.

Tres. El Rey, antes de sancionar una Ley de Reforma Constitucional, deberá someter el Proyecto a referéndum de la Nación.

Artículo cuarto 

En la tramitación de los Proyectos de Ley ordinaria, el Senado deliberará sobre el texto previamente aprobado por el Congreso. En caso de que éste no fuera aceptado en sus términos, las discrepancias se someterán a una Comisión Mixta, compuesta de la misma forma que se establece en el artículo anterior.

Si esta Comisión no llegara a un acuerdo o los términos del mismo no merecieran la aprobación, por mayoría simple, de una y otra Cámara, el Gobierno podrá pedir al Congreso de los Diputados que resuelva definitivamente por mayoría absoluta de sus miembros.

Artículo quinto 

El Rey podrá someter directamente al pueblo una opción política de interés nacional, sea o no de carácter constitucional, para que decida mediante referéndum, cuyos resultados se impondrán a todos los órganos del Estado.

Si el objeto de la consulta se refiriera a materia de competencia de las Cortes y éstas no tomarán la decisión correspondiente de acuerdo con el resultado del referéndum, quedarán disueltas, procediéndose a la convocatoria de nuevas elecciones.

DISPOSICIONES TRANSITORIAS

Primera

El Gobierno regulará las primeras elecciones a Cortes para constituir un Congreso de 350 diputados y elegir 207 senadores a razón de cuatro por provincia y uno más por cada provincia insular, dos por Ceuta y dos por Melilla. Los Senadores serán elegidos por sufragio universal, directo y secreto, de los españoles mayores de edad que residan en el respectivo territorio.

Las elecciones al Congreso se inspirarán en criterios de representación proporcional, conforme a las siguientes bases:

Primera. Se aplicarán dispositivos correctores para evitar fragmentaciones inconvenientes de la Cámara, a cuyo efecto se fijarán porcentajes mínimos de sufragios para acceder al Congreso.

Segunda. La circunscripción electoral será la provincia, fijándose un número mínimo inicial de Diputados para cada una de ellas.

Las elecciones al Senado se inspirarán en criterios de escrutinio mayoritario.

Segunda

Una vez constituidas las nuevas Cortes:

Uno. Una Comisión compuesta por los Presidentes de las Cortes, del Congreso de los Diputados y del Senado, por cuatro diputados elegidos por el Congreso y por cuatro Senadores elegidos por el Senado, asumirá las funciones que el artículo 13 de la Ley de Cortes encomienda a la Comisión que en él se menciona.

Dos. Cada Cámara constituirá una Comisión que asuma las demás funciones encomendadas a la Comisión prevista en el artículo 12 de la Ley de Cortes.

Tres. Cada Cámara elegirá de entre sus miembros cinco Consejeros del Reino para cubrir las vacantes producidas por el cese de los actuales Consejeros electivos.

Tercera 

Desde la constitución de las nuevas Cortes y hasta que cada Cámara establezca su propio Reglamento, se regirán por el de las actuales Cortes en lo que no esté en contradicción con la presente Ley, sin perjuicio de la facultad de acordar, de un modo inmediato, las modificaciones parciales que resulten necesarias o se estimen convenientes.

DISPOSICIÓN FINAL

La presente Ley tendrá rango de Ley Fundamental.

Dada en Madrid a cuatro de enero de mil novecientos setenta y siete.

JUAN CARLOS

El Presidente de las Cortes Españolas,

TORCUATO FERNÁNDEZ-MIRANDA Y HEVIA”

 

El proyecto fue aprobado en Consejo de Ministros el 10 de septiembre y ese mismo día lo presentó Don Adolfo por TVE con un discurso del que selecciono algunos párrafos (aunque no sin antes mencionar los recovecos de su intrahistoria, pues según supe después cuando Suárez fue a enseñárselo al Rey SM antes incluso de terminar de leerlo ya le dijo: «Adolfo ¿lo ha leído Torcuato?. «No, Señor, pero le he adelantado lo que iba decir». «Pues, yo me quedaría más tranquilo si antes lo lee»…y, sumiso y ceremonioso como estaba entonces con los dos, el Rey y Torcuato, se fue a las Cortes a ensenarle lo que había escrito… y Don Torcuato, siendo como era y, talvez, para que Don Adolfo no olvidara cuál era su papel en la obra, no sólo lo leyó sino que, en parte, lo modificó para casi hacerlo nuevo). Pero…volvamos a la Historia:

 «Buenas noches — comenzó diciendo el Presidente Suárez ante las cámaras de Televisión y pomposo como un pavo Real–. Me presento ante todos ustedes para darles cuenta del proyecto de ley para la Reforma Política, para decirles, sencillamente cómo propone el Gobierno que sea nuestro futuro y para convocar al pueblo español a una tarea de protagonismo y solidaridad… A partir de hoy mismo, fecha en que el Consejo de Ministros ha acordado remitir al Consejo Nacional y, en su momento, a las Cortes el proyecto de ley para la Reforma Política, creemos haber llegado a la recta final de este proceso iniciado del modo más racional y congruente con la sinceridad democrática: dar la palabra al pueblo español… Reconocido en la declaración programática del Gobierno el principio de que LA SOBERANIA NACIONAL RESIDE EN EL PUEBLO, hay que conseguir que el pueblo hable cuanto antes…»

Pero, no quedó ahí la aportación del Profesor, porque eso era solo el comienzo y quedaba un largo camino por recorrer. En primer lugar explicar y convencer a los líderes del «bunker», tarea que asumió el propio Miranda (su reunión con Girón en la calle Moreto de Madrid fue decisiva) y hubo que informar y «engañar» a los generales de Franco, tarea que le correspondió al ya Presidente Suárez (y que estuvo a punto de cortarle el camino a la Ley por su promesa jurada de no legalizar el PCE y luego legalizarlo casi a escondidas)  Y  a pesar de todo  se llegó a la primera estación seria  del viacrucis: el Consejo Nacional del Movimiento, la cueva del franquismo más radical y donde dominaban los monstruos sagrados de la Falange y el Movimiento… y, ciertamente, no fue tarea fácil doblegar a los centauros defensores del 18 de Julio, que se escudaron en los Juramentos a los Principios Fundamentales y la fidelidad al recuerdo de Franco…(«Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional») y a los que hubo que «conquistar» con más de una trampa «saducea» del  Maestro asturiano (al final el proyecto se aprobó con 80 votos a favor, 13 en contra y 6 abstenciones)  Y también fue él quien sugirió los posibles y mejores «abogados defensores», los que iban a dar la cara en la Tribuna del Congreso. O sea, Miguel Primo de Rivera (acierto pleno), Fernando Suárez González (más acierto), Belén Landaburu, Lorenzo Olarte y Noel Zapico.                                                                                                 

LA REFORMA POLÍTICA SÓLO TUVO UN CEREBRO:

TORCUATO FERNÁNDEZ MIRANDA

 

Y llegó la hora de la verdad. El pleno de las Cortes para debatir, aprobar o rechazar el proyecto de Ley para la Reforma se inició exactamente a las 5 de la tarde (¿homenaje a Lorca?) del 16 de noviembre de 1976 y duró hasta las 21,30 de la noche del día 18, o sea horas antes de que se cumpliese el primer aniversario de la muerte del Caudillo (con lo cual se cumplía el vaticinio de un gran conocedor de las candilejas del viejo Régimen: «El día que muera Franco ESTO no dura ni un año»).

Al encenderse las luces en el escenario estaban: Torcuato Fernández Miranda, como Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, ex-Ministro Secretario General del Movimiento y ex-Vicepresidente del Gobierno con Franco. Adolfo Suárez González, Presidente del Gobierno y ex-Vicesecretario y Ministro Secretario General del Movimiento con Franco. Miguel Primo de Rivera, como miembro de la Ponencia y presentador del Proyecto, sobrino de José Antonio Primo de Rivera (fusilado por los «rojos» en 1936), niño mimado de Franco y compañero de estudios de Juan Carlos, el Rey de España. Fernando Suárez, Ponente Defensor, ex- Ministro de Trabajo con Arias y Franco… más Belén Landaburu, Ponente y única mujer presente, abogada de la Federación de Amas de Casa, secretaria del Consejo Nacional, senadora de designación Real y miembro destacado de la Sección Femenina. Noel Zapico, Ponente, sindicalista destacado y gran defensor de los Sindicatos Verticales de Franco, y Lorenzo Olarte, Ponente, Presidente del Gobierno de Canarias, diputado franquista y asesor de Adolfo Suárez.

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O sea, un «equipo» imposible de ser acusados de antifranquistas o traidores por los radicales del «bunker»… y esa fue otra de las trampas saduceas de «Don Torcuato»…él sabía mejor que nadie cómo «convencerlos»…  

Pero, vayamos a los debates. A los mil y uno discursos que hubo aquellos tres días históricos… y que por su extensión resumimos en tres bloques: el del NO, el del SÍ, PERO NO y el del SÍ.

Los argumentos del NO fueron: «Tres posibilidades se abren al desarrollo político de España: una evolución basada en la autenticidad perfeccionadora del sistema. La reforma política, con el propósito de introducir en la Constitución elementos nuevos, pero sin apartarse de los Principios fundamentales… y la Ruptura como repulsa al contenido ideológico del Régimen nacido el 18 de Julio y perfeccionado por Franco y los españoles. A la luz de estas ideas el proyecto de Ley que aquí se debate significa la Ruptura formal, frontal y absoluta. «Todo parecía estar atado y bien atado –dijo un procurador-. Atado con un nudo insalvable para los de fuera., pero no estaba ni podía estarlo, para los de casa, para los de dentro, para los de los juramentos y los compromisos, y estos, simplemente, impunemente, han desatado el nudo».

  Los argumentos de los del SÍ, PERO NO pudieron sintetizarse en estas palabras de Don Cruz Martínez Esteruelas, que en ese momento representaba a la AP que estaba poniendo en marcha Don Manuel Fraga y que era el grupo más numeroso de la Cámara:

«El patriotismo no es monopolio de actitud alguna. Ni antipatriota es acepar el Proyecto ni antipatriótico es oponerse a él…Cuantas voces represento creen necesaria la Reforma, postulan la Reforma, estiman que es tiempo de reforma, conocen la necesidad de la generalización del sufragio y del pluralismo, consideran que es precisa la integración y la articulación de nuevas fuerzas en el sistema político, están, en sustancia, con la Reforma aquí propuesta y lo hacen sin los condicionamientos con que otros sectores políticos pretenden desde fuera de aquí coaccionar este momento político… Pero defendemos frente al sistema proporcional el sistema mayoritario, puesto que con el sistema mayoritario se hace política de Estado y de Gobierno, mientras que con la representación proporcional se hace política de Partido».

Y los argumentos de los del SÍ quedaron bien claros con los discursos del Ponente Defensor del proyecto, Don Fernando Suárez, del que recogemos estas palabras que puntualizan que la Ley de Principios es una Ley Fundamental más y por tanto puede derogarse como las demás (el enfrentamiento dialectico y jurídico con Blas Piñar quedó para la Historia Constitucional):

«Aun a riesgo de cansar a los señores procuradores, tengo necesariamente que entrar en la pormenorizada demostración de que la Ley de Principios del Movimiento Nacional tiene en nuestro ordenamiento el mismo rango que las demás Leyes Fundamentales y puede, consecuentemente, ser modificada e incluso derogada, por el mismo procedimiento que se establece para las demás. En primer lugar es la misma Ley la que se autocalifica como fundamental, y si estas Leyes Fundamentales pueden ser derogadas o modificadas es evidente que al calificar la Ley de Principios como Ley Fundamental se la está definiendo como Ley modificable. En segundo término, que la pretensión de que la Ley de Principios sea de rango superior a las restantes no está consignada en precepto alguno de nuestro ordenamiento, siendo, por el contrario reiteradísima la asimilación a ellas… y en tercer lugar, para consagrar debidamente el rango de superley  fundamental a favor de la Ley de Principios hubiera sido preciso configurar el recurso de contrafuero…”

Y al cabo de aquella olimpiada de palabras, en contra y a favor, se aprobó la Ley para la Reforma Política con 425 votos a favor, 59 en contra y 13 abstenciones.

       ¡Ay!, pero lo que la Historia no supo fue lo que en el máximo secreto tuvo que hacer «El Cerebro» Fernández Miranda durante esas noches para «aguar» el «Bunker» y que la votación fuera la que fue. Dos, al menos, de las gestiones «saduceas» que mantuvo el viejo zorro venido de las montañas y los valles del Caudillo astur Don Pelayo fueron: las entrevistas que mantuvo con Cruz Martínez Esteruelas y Girón de Velasco.

Con el primero se reunió la noche del 16, al finalizar la sesión de la tarde, en la cafetería del Hotel Nacional y por lo que me contó mucho después «Don Torcuato» la conversación fue así más o menos:

– Cruz ¿cómo lo ves?

– No lo sé, Torcuato, no lo sé. Hay mucha tensión…

– …Y muchos intereses ¿verdad?

– SÍ, también.

– Pues, ya sabes a donde vamos si no se aprueba la Reforma. Por Dios, Cruz, otra Guerra Civil, no.

– Sí, Torcuato, otra Guerra Civil ni pensarlo, pero olvidar aquella y devolverles a los vencidos la Victoria tampoco.

– Cruz, es que no se trata de eso. Se trata de convivir, también ellos son españoles… La Ley que proponemos puede ser no perder la PAZ que tenemos…

-… Y que nos dio Franco.

– Sí, sí…y que nos dio Franco, pero Franco ya no está.

– Mira, Torcuato, nosotros, y el primero Fraga, sabemos que la Ley tal como la has planteado (y ya ves que hablo en singular) tiene que salir adelante, porque es la única solución, pero no podemos aceptar el sistema proporcional que proponéis para las elecciones. Eso sería un desgobierno total… y ya sabemos adónde conducen los desgobiernos en España.

– Bueno, eso se puede arreglar. (y se arregló, porque al final no se aprobó el sistema mayoritario que proponía AP, pero sí un sistema proporcional corregido y eso le dio más de 200 votos al Proyect).

– La segunda se celebró en la calle Moreto, 8 de Madrid y como ya publiqué unas notas en uno de mis libros sobre lo que allí se habló me limito a reproducirlas:

                                                                                     

«Esta tarde he sido testigo de una Reunión que puede ser histórica. Se ha celebrado en la calle Moreto, nº 8 de Madrid, justo detrás del Museo del Prado. Allí, en la primera planta, había tenido su Redacción el semanario «Servicio», siendo Antonio Izquierdo Director y yo Redactor-Jefe, Sobre las 8 se presentaron de incógnito, primero José Antonio Girón de Velasco y Dionisio Martín Sanz, (líderes político y sindical del franquismo) y luego Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez, Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, uno, y Presidente del Gobierno el otro. Tras los saludos de rigor nos salimos Izquierdo, la Secretaria y yo y se quedaron en el Despacho de Dirección los cuatro solos, pero como la separación era de cristal y madera pudimos seguir la conversación casi al pie de la letra. Además la secretaria, María Dolores, era una buena taquígrafa y lo recogió todo.

Habló primero Torcuato y a su estilo seco dijo dirigiéndose a Girón:

-José Antonio, he querido verte porque creo que ahora más que nunca España te necesita. Sé que no estás de acuerdo con lo que estamos haciendo y yo hasta lo entiendo, pero estarás de acuerdo conmigo en que muerto Franco, y ahora hace justo un año, no podía, no puede, seguir todo igual. España ha cambiado y los españoles de hoy, que muchos, muchísimos, han nacido después de la Guerra, ya sólo quieren que también nosotros olvidemos «aquello». Piensa, además, que muchos españoles en los últimos años han salido al extranjero y que han visto, por tanto, otros sistemas de gobernarse, y han visto la libertad de expresión, la libertad de manifestación, la libertad de opinión, la libertad sindical, la libertad cultural que hay, por ejemplo, en Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Holanda, Bélgica, los Países Nórdicos y también los Estados Unidos y reclaman algo parecido. Pues eso es lo que pretendemos hacer, naturalmente, sin olvidar de dónde venimos. ¿Cómo podemos olvidar, nosotros que la vivimos, la tragedia del 36? Por eso, creo que tu apoyo es fundamental, pues a nadie se nos oculta que sigues siendo el más influyente del Régimen pasado.

– Mira, Torcuato, con la sinceridad que tú has hablado, y a corazón abierto, te voy a hablar yo, partiendo de que en muchas cosas de las que acabas de decir estoy de acuerdo. Sé que hay que reformar, aunque yo diría mejor adaptar, algunas de las cosas que hicimos e incluso anular otras. Pero si llegar a donde hemos llegado nos ha costado lo que tú sabes, tan bien como yo, no vamos a permitir que de la noche a la mañana se borre todo de un plumazo. Torcuato, y te lo digo como yo digo las cosas, vuestra Ley para la Reforma es darles España a los que ya están reclamando la «Ruptura» con el pasado y volver al 39. ¿O es que no te has dado cuenta que lo que quieren es transformar aquella derrota en victoria, una venganza en toda regla? Te aseguro, y sería una pena que os equivocaseis, que a esos señores a los que se les llena la boca con el Sistema de Libertades y la Democracia les regalaseis la España que, gracias al Generalísimo, vive en paz y es ya la novena potencia del mundo, a los primeros que borrarían del mapa sería a los que no piensen como ellos Yo no estoy dispuesto a regalar nada, como a nosotros no nos regalaron nada. Si quieren transformar la derrota en victoria que luchen por ella…

-Perdona, José Antonio, que te interrumpa… O sea, que volvamos otra vez a las trincheras, a Toledo, al Ebro, a Teruel, a Asturias, a Badajoz, y nos volvamos a matar. ¿Eso es lo que tú quieres?

-Mira, Torcuato, ¿cómo voy yo a querer otra guerra, sabiendo como lo sé, y tú también, lo que fue aquella? Pero, no les pongáis en las manos la «Ruptura».

– Pues no, por eso mismo hemos llegado hasta aquí. Porque frente a la «Ruptura» nosotros defendemos la Reforma. Una Reforma que, sin apartarse un ápice de la Ley, les de salida a esos miles o millones de jóvenes españoles que ya quieren una nueva España.

-¿Una nueva España, a la que vuelvan la Pasionaria, Carrillo y los Alberti? ¡Yo no estoy dispuesto a sentarme en los mismos asientos que se sienten los comunistas… Ahora bien, como tampoco estoy dispuesto a promover otra guerra, sólo te puedo decir una cosa, no cuentes con mi voto, pero tampoco con mi oposición. Si las Cortes franquistas quieren hacerse el «Harakiri» que se lo hagan. Pero, yo quiero morirme de acuerdo con mi conciencia.

En ese momento intervino Suárez y dijo:

– José Antonio, permíteme que te diga algo serio, porque creo que estás equivocado… sí, habrá Partidos Políticos, pero donde yo esté no habrá comunismo, y por tanto no habrá PCE. Hasta ahí no se llegaré…¡estate seguro!.

Y al final pasó lo que pasó. El resultado fue el que fue: 425 votos a favor; 59 en contra y 13 abstenciones.

            Claro que por indicación de «Don Torcuato» defendieron la Ley para la Reforma Adolfo Suárez, un Ministro Secretario General del Movimiento; Miguel Primo de Rivera, un sobrino de José Antonio, el fundador de Falange, y Fernando Suárez, un Ministro de Franco.

            Bien, pues por hoy es suficiente. Nos quedan pendientes el Referéndum y las Elecciones del “15-J”. Espero que haya quedado claro que la Transición pudo ser posible gracias a Torcuato Fernández Miranda, ya que el Rey depositó en él toda su confianza al pedirle que le transformara “la Monarquía de Franco en una Monarquía como las Europeas”…y Suárez fue el escudero que realizaba las funciones que se le encomendaban.

                                                                                                   

LAS ENTREVISTAS SECRETAS DE FERNÁNDEZ MIRANDA CON ADOLFO SUÁREZ Y SABINO FERNÁNDEZ CAMPO POR EL TEMA DE LAS «NACIONALIDADES»

*  «Señor, las Nacionalidades suponen un grave peligro para la Monarquía y para la Unidad de España»

 

 

Se ha escrito mucho, miles de artículos y cientos de libros, sobre cómo se engendró y cómo nació la Constitución de 1978, hoy todavía en vigor. Algo se publicó sobre las famosas reuniones secretas que al parecer tuvieron Abril Martorell, en esos momentos Vicepresidente del Gobierno, y Alfonso Guerra, el 2 del PSOE. Según se publicó por entonces ambos se reunían por las noches para acordar los textos de los artículos que se iban a debatir al día siguiente en el Congreso y algunos periodistas se mofaban de la pobre labor de los diputados de a pie de la UCD y el PSOE, que en las sesiones se limitaban a aprobar lo que ya le daban como aprobado.

 

Pero se ha escrito poco, muy poco, de las reuniones que mantuvieron, también en secreto, los principales protagonistas de la película: Torcuato Fernández Miranda, Adolfo Suárez, Felipe González, Sabino Fernández Campo y SM Juan Carlos I.

 

Naturalmente, yo no puedo hablar de todas las reuniones que sé que se celebraron ni de los «conciliábulos» que hubo entre los personajes que, de verdad, dirigieron la operación constitucional, pero sí puedo hablar de las que, por fortuna, fui testigo directo o informador privilegiado. Porque fui testigo (y que nadie me pida papeles firmados y sellados, pues algunos de los protagonistas ya no viven y yo mismo estoy en la última curva del camino) de las dos últimas entrevistas que mantuvieron Fernández Miranda y Adolfo Suárez para hablar del tema «Nacionalidades», que se quería incluir en el texto de la nueva Constitución, así como de la charla que tuvieron «Don Torcuato» y «Don Sabino» Fernández Campo cuando ya no hubo solución en contra. Se sabe que Fernández Miranda dimitió como Presidente de las Cortes tras las Elecciones Generales del «15-J» y que el Rey le agradeció los servicios prestados nombrándole duque de Fernández Miranda y concediéndole el Toisón de Oro, (máxima condecoración de la Monarquía) y además le nombró Senador como uno más del grupo de Senadores que podía elegir el Rey. Es verdad que sus relaciones con Suárez ya no eran lo que habían sido y que el de Ávila ya no era la «marioneta» del año 1976. Sin embargo, todavía eran fluidas y casi amistosas. Tal vez por ello a «don Adolfo» no le molestó que, a petición de Torcuato, yo estuviese presente.

Mayo 1978. Ciudad de los Periodistas. Edificio Balmes, octavo piso. Suárez llegó con un chándal deportivo.


– Hola, Torcuato ¿qué pasa? ¿por qué tus urgencias?

– Adolfo he leído el borrador que me has mandado de la Constitución.

– ¿Qué te ha parecido?

– ¡El artículo 2 es un disparate!

Título Preliminar    

Artículo 2. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

– ¿Y eso? ¿por qué?

– Por incluir eso de las «Nacionalidades».

– Ja,ja,ja… lo sabía.

– No te rías que esto es muy serio. Si incluyes lo de «nacionalidades» te estás cargando la Unidad de España.

– ¿Pero qué dices hombre?… sí, se dice, pero antes queda bien claro que la Nación Española es la patria común e indivisible.

– ¡Ahí está el disparate! ¿Cómo se puede decir que la patria es común e indivisible, ojo, en el mismo artículo, que se garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades? ¡Eso es un verdadero disparate! ¿Sabes que donde hay una nacionalidad hay una nación y qué donde hay una nación hay un Estado y que el Estado tiene derecho a ser independiente?

– Joder Torcuato, eso es hilar muy fino. 

– No es hilar fino, es prevenir, evitar problemas futuros… No olvides que estamos ante un reto histórico y que si no acertamos con la Constitución volveremos a estar donde hemos estafo siempre, cambiando de Constitución como quien se cambia de calcetines.

– No creo que sea para tanto… además es lo que han reclamado los catalanes, y, según tú mismo dices, hay que conseguir el apoyo de todos, consenso, tu palabra preferida.

– Mira, Adolfo, vamos a ser serios. Seguro que ha sido Puyol quien te ha reclamado lo de «Nacionalidades».

– Pues sí, ha sido Puyol, pero también el vasco, y entre vascos y catalanes suman 22, no lo olvides.

– Claro, porque esos sí saben dónde van, o donde quieren ir. Adolfo, no seas niño y no te dejes engañar. Esos de momento se conforman con ser sólo «Nacionalidad», pero en cuanto se sientan respaldados por la Constitución del nuevo Estado empezarán a decir que son una «Nación», y si no se les corta a tiempo más tarde querrán ser » Estado»… y España no podría soportar un Estado por región.

– Pues, veo difícil suprimir ahora lo de «Nacionalidades», si no quieres que se nos pongan en contra.

– Háblalo con Felipe González, seguro que él lo entiende y te apoya.

 

Y ahí terminó aquella noche la reunión. Poco después se celebraría otra ya menos amistosa.

 

Hotel Mindanao. Domingo 13 de agosto 1978. Nueve de la noche. Dos mesas apartadas del comedor. A un lado Fernández Miranda y Adolfo Suárez. A otro lado, separados por una especie de pasillo Julio Merino y uno de los escoltas del Presidente, dos en otra mesa más separada y otros dos al comienzo de la escalera y en el hall del hotel.

 

Torcuato Fernández Miranda es Senador por designación del Rey y está incluido como independiente en el grupo de la UCD. Adolfo Suárez sigue siendo Presidente del Gobierno.

– Bueno, aquí me tienes Torcuato, como ves vengo de hacer mi carrera diaria de una hora. ¿Tan grave es lo que me tienes que decir?

– ¿Grave?, para mí gravísimo. Sabes que esta semana que entra se va a debatir, entre otros, el artículo 2 de la Constitución y quiero que sepas, tú el primero que me voy a oponer frontalmente al texto que ha venido del Congreso y que sigue con el tema de las «nacionalidades».

– Mira, Torcuato, sabes que he seguido casi siempre tus consejos, pero creo que en este asunto hemos hecho lo mejor para todos y sobre todo para la Monarquía y el Rey.

– ¡En eso no estoy de acuerdo! Será bueno para ti y para otros partidos, porque quedaréis para la Historia, pero no digas que es lo mejor para la Monarquía y el Rey, ya que será bueno para hoy pero no para mañana. Para Juan Carlos, tal vez, pero para su heredero podría ser fatal y para la Monarquía un desastre. Antes o después los Estados que salgan de «tu» Constitución, porque yo, y te lo aseguro ya, si sale eso adelante votaré en contra, exigirán «su» República y «su» Estado Federal.

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– Largo me lo fiais. No creo que haya un español que oiga la palabra República sin echarse a temblar.

– No seas tonto, Adolfo, si lo dices por lo que fue la Segunda República, o incluso por la Primera, te equivocas. Los pueblos olvidan fácilmente y los jóvenes más fácilmente.

– Pues el Rey no piensa como tu…

– Seguramente (cortándole), pero por eso le he pedido Audiencia y me ha citado para el martes… Quiero señalarle los males futuros de las «Nacionalidades»… Ah, y otra cosa, y quiero que seas el primero en saberlo, me cambio de grupo, me paso al Mixto…no sería inteligente que un Senador del Grupo de la UCD ataque el proyecto que defiende la UCD.

 

Y así lo hizo. A partir de ese momento sus relaciones con Suárez fueron empeorando hasta llegar a la nada.

 

Sin embargo no quiero dejarme en el tintero otra reunión a la que asistí. El lunes, a primera hora de la mañana, me llamó por teléfono Torcuato y me pidió que hablase con Sabino Fernández Campo, el Secretario General del Rey, y que le dijera que quería hablar con él, si era posible, esa misma noche. Según él no quería que en Zarzuela supiesen que él había llamado por teléfono. Cosa que realicé de inmediato y Sabino, cariñoso conmigo, como siempre, me dijo que él salía de Zarzuela a las 9 de la noche y que antes de subir a su domicilio se paraba todas las noches a tomar una copa en la cafetería «Riofrío» de la calle Génova. Y allí, con una cafetería casi llena, lo que daba incluso más intimidad, se vieron las caras. No hay que decir que Torcuato y Sabino eran buenos amigos desde la universidad, los dos asturianos, los dos estudiantes de Derecho, los dos Alféreces provisionales de Franco durante la Guerra y los dos triunfantes en Madrid.

 

– Hola Sabino ¿cómo estás?

– ¿Y tú, cómo estás?

– Preocupado, Sabino, muy preocupado.

– ¿Y eso?

– La Constitución. Sabes que el texto está ya en el Senado y que se incluye eso de las «nacionalidades», tan peligroso para el Rey, la Monarquía y España.

– Sí, a mí también me preocupó cuando lo leí y me sigue preocupando.

– Mira, he hablado dos veces con Suárez, y hasta casi le he rogado que lo suprima… y me ha dado a entender, ayer mismo, que el Rey lo aprueba ¿es eso verdad?

– Vamos a ver, Torcuato, tú conoces al Rey mejor que yo y sabes muy bien cómo es. El Rey no dice nunca que sí ni que no tajantemente, casi siempre se limita a decir «tú haz lo que creas que debes hacer, siempre que sea en bien de España». No está de acuerdo ni en contra, deja hacer a Suárez.

– Pero eso no puede ser, en este caso hay que frenar a Suárez, Adolfo no tiene mimbres históricos para darse cuenta que lo que está haciendo tiene muchos peligros para el futuro… y eso es lo que le pienso decir mañana a su Majestad, como sabes me ha concedido audiencia.

– Ya lo sé, y si tú no lo haces, si tú no consigues que frene a Suárez, no lo consigue nadie.

– Es que yo veo la jugada de Puyol muy clara, ese es más listo que el hambre y sabe que de momento se tiene que conformar con que la Constitución ampare su «nacionalidad»…según me dijo el señor Tarradellas Puyol ya sueña con ser un día Presidente de una Cataluña independiente.

 

Por supuesto no estuve presente en la Audiencia de Torcuato con el Rey. Ni pude verlo en aquellos días, porque se los pasó en el Senado, ya en el Grupo Mixto, defendiendo su tesis sobre las nacionalidades (y la libertad de religión, que le surgió de paso). Pero, por lo que se dijo y se publicó supe que lo había pasado muy mal y que su enfrentamiento con Suárez había llegado a la ruptura definitiva.

Luego, pasada la tormenta del Senado, se dio por vencido y ya no quiso ni pertenecer a la Comisión Mixta (Parlamento-Senado) que se formó al ser rechazado por el Senado el texto primero del Parlamento.

 

Pero, al final me contó su audiencia con el Rey.

 

– Bueno, Torcuato, ¿no me vas a contar como te fue la entrevista con el Rey?

– ¿Para qué? El Rey ya le hace más caso a Suárez que a mí… además está convencido, por lo de su Abuelo, que la Monarquía no estará segura hasta que forme parte de ella y pueda gobernar sin problemas la Izquierda. No me lo dijo exactamente, pero para mí quedó bien claro que en cuanto se apruebe la Constitución habrá cambio de Gobierno.

– ¿Pero el Rey no se dio cuenta del peligro que supone incluir lo de las «Nacionalidades»?

– Pues claro que se da cuenta, pero según él hay que evitar a toda costa que la clase política se divida en bandos (los bandos, según él, llevaron a la Guerra Civil) y piensa que en este caso Suárez ha conseguido formar un bloque con la Izquierda.

– ¿Y cómo terminasteis?

– Mal, para que te voy a mentir… vi que no me iba a hacer caso alguno y me limité a decirle como despedida algo que, en realidad no debí decir.

– ¿Y qué fue?

– Señor  -le dije-  Vuestra Majestad salvará la situación, pero ponéis en peligro la Monarquía y negro, el futuro de vuestro heredero, porque no pasarán muchos años antes de que los independentistas catalanes y vascos reclamen su Estado independiente. Están locos, Señor, están locos… Las «nacionalidades» y las Autonomías, como las han planteado, nos llevaran al desastre y yo no quiero ser cómplice de un disparate. «Lo» de las Nacionalidades romperá un día la Unidad de España… Si aprueban eso, yo me borro.

– Lo sé, Torcuato –me contestó el Rey muy serio-, pero, tú me lo has dicho más de una vez: «Hoy es hoy y mañana será mañana».

– Sí, mañana será mañana…

Y Torcuato quedó callado y con los ojos llorosos. Pobre Torcuato.

(Por su interés y porque nunca se han reproducido con exactitud del “Diario de Sesiones” del Senado, me complace reproducir las palabras concretas del Senador Fernández Miranda.  Aquel día 19 de agosto de 1978 tuvo varias intervenciones,  reproduzco la primera, referida al término “Nacionalidades” y el texto de la enmienda “in voce” que presentó sobre la marcha:

Primera intervención:

El señor PRESIDENTE: Presente el señor Bajo la enmienda por escrito para ver si la hace suya algún miembro de la Comisión. (Pausa.) La hace suya el señor Unzueta, de modo que se tendrá en cuenta para su momento. ¿Algún turno a favor? (Pausa,) ¿Algún turno en contra? (Pausa.) ¿Señores portavoces? (Pausa.) El señor Fernández-Miranda tiene la palabra.

El señor FERNANDEZ-MIRANDA Y HEVIA: El señor Bandrés ha dicho que tenemos ante nosotros un grave problema,  y yo estoy convencido de que es así. El problema de las “Nacionalidades”.

Es curioso que los dos  grandes  grupos de las  enmiendas de  signo contrario  acepten el mismo concepto  de  «nacionalidad» para  afirmar los unos con mayor entusiasmo y  recha- zar los otros de modo rotundo.  Entonces,  a mí me parece  fundamental, antes de seguir adelante, preguntar qué se entiende por nacionalidad)). Porque parece que tanto los  enmendantes  que van del señor Bandrés  a los Senadores Vascos,  como los enmendantes que van de  Arespacochaga  a Díez-Alegría -con la distinción de Martín-Retortillo que presenta una   peculiaridad especial-, aceptan   el mismo concepto  de «nacionalidad». Y por eso unos lo afirman con entusiasmo y otros lo niegan de modo rotundo.

La palabra  (nacionalidad)), en nuestro diccionario de la  Academia,  significa solamente condición y  carácter peculiar  de los  pueblos i individuos  de una  nación, hace referencia al vínculo de  una  nación, es sinónimo, por tanto, de nación. Pero es que la palabra «nacionalidad)) para un hombre estudioso del Derecho, y del Derecho público, adquiere una  concreta significación a  partir de 1851 cuando, en la  Universidad de Turín, Mancini expuso el principio  de las nacionalidades que en síntesis es éste: ((Toda nación tiene  derecho a organizarse en un Estado soberano e independiente)). Y las enmiendas que hemos escucha- do  insisten en este concepto. Y también los que lo niegan  de  modo radical y  quieren que desaparezca la palabra ((nacionalidad)) aceptan  este mismo concepto; y  precisamente por eso están de acuerdo  desde sus distintas posiciones; unos afirman la pluralidad de naciones; otros afirman la unidad de la nación  española y, por tanto, unos la afirman y otros la niegan; pero el  concepto es el mismo. Nacionalidad hace  referencia  al  principio de soberanía, se plantea  en  términos de soberanía.

Cuando se defienden las autonomías se ha- ce una afirmación que es verdadera: las autonomías, en cuanto  tienen propia entidad, una entidad natural y una entidad ante y fren- te al Estado,  tienen  derechos propios que  el Estado no  puede desconocer. No se trata de que el Estado conceda más o menos gratuitamente  los  derechos  que estas entidades  tienen; no tiene  más remedio, si ha de ser democrático y justo, que reconocer los derechos de estas entidades.

Pero esto, como ya demostró Ortega y Gasset en las Cortes  Constituyentes de 1932, ¿puede plantearse en términos de autonomía? No es necesario  afirmar la soberanía  para afirmar  que  determinadas entidades tienen derechos  propios  que  tienen  que ser reconocidos. Por tanto, la Constitución  debe  decir cuáles  son esos derechos que necesariamente garantiza y reconoce. Pero si se plantea la cuestión en términos de soberanía, naturalmente se agrava el problema. Volveremos a  no  entendernos, como decía Ortega y Gasset hace ya cuarenta y seis años, y agravaremos el problema.

Sin embargo, yo me encuentro con el hecho  de  que UCD da a la  palabra «nacionalidad» un significado distinto  porque no acepta la  pluralidad de soberanías, no acepta el derecho  de  autodeterminación, no acepta las enmiendas -como ayer vimos y  como hoy veremos en este sentido-, rechazará  probablemente las  otras. Entonces, ¿qué significa para UCD la palabra  ((nacionalidad)? Quizás si  nos lo dijera de modo expreso nos  ilustra- ría y  nos  daría un concepto de nacionalidad hasta ahora ignorado que podría orientamos. Porque, si se plantea en términos de soberanía, ¿acepta la palabra ((nacionalidad))? Si a la palabra ((nacionalidad)) se le quita  su vinculación al principio  de las nacionalidades y 11 concepto del pluralismo de soberanías, Tiene sentido  mantener la palabra nacionalidad))?

Estamos ante un juego  peligroso de  ocultar  intenciones y  confundimos. En este instante aprovecho para rogar a UCD que no deje  sus explicaciones para el final porque, además, estamos ante una situación  muy peligrosa: los grupos pequeños hablamos antes y 10 tenemos  derecho a rectificación; la  mayo- ría habla después, dice lo que quiere o se calla lo que  considera  oportuno, y no tenemos más remedio que votar. ¿No sería radicalmente  ilustrativo el que se nos dijera qué otra significación tiene la palabra ((nacionalidad)) distinta en la  que están de acuerdo enmendantes tan dispares, unos para afirmarla y otros para negarla? ¿Hay otra significación? ¿En qué términos se fundamenta? Porque tanto unos como otros se fundamentan  en  el  término impreciso  del diccionario que lo vincula a  «natio».  Se  fundamentan en el  principio de nacionalidades que, tanto en Derecho  internacional como en Derecho constitucional, se viene estudiando desde el siglo pasado.

El señor PRESIDENTE: Perdón,  señor Senador, ha pasado  ampliamente  su tiempo.

 

Segunda Intervención:

El señor PRESIDENTE: el Senador Fernández-Miranda tiene la palabra.

El señor FERNANDEZ-MIRANDA Y HEVIA: voy a ser muy breve…yo acepto el planteamiento que una y otra vez  ha hecho el señor Unzueta, pero no acepto  las soluciones que ofrece. Entiendo que hay  en nuestro país una serie de entidades territoriales, históricas, como se quiera, con  una fuerte personalidad, con  indudables derechos propios que el Esta- do tiene que reconocer y no meramente con- ceder; no es algo que hoy  pueda  conceder y mañana negar,  sino que es algo previo a la propia entidad del Estado  español, si quiere estar justificado en términos de democracia, de justicia y de legalidad. Entiendo,  asimismo, que estas entidades autónomas lo mismo da que se califiquen más o menos acertada- mente, que se definan o no, si se les da un cauce jurídico en la Constitución para  que puedan hacer valer sus propias entidades, dentro, naturalmente, de lo que  es España.

Quiero aprovechar  la  oportunidad -y por eso hago este turno a título personal- para presentar una  enmienda  <<in voce>> la cual diría, a partir de «reconoce y garantizan: «…reconoce y  garantiza  los derechos de las comunidades autónomas que la integran y la solidaridad entre todas ellas». Se  pretende con ella crear un cauce constitucional que se denomina comunidad autónoma y que tendrá que ser trabajada y definida no solamente por la Constitución, sino por la práctica posterior de la vida del país.

Ayer se citaban palabras del Rey hablando de los  pueblos  de  España. Naturalmente; pero esas palabras tienen la significación~ de la pluralidad y la significación de  propias entidades y el deseo de salir de los errores  que han bandeado trágicamente  nuestra  historia de un punto a otro,  en  donde o no se reconoce  nada o se  pretende desconocer cuestiones que no  se pueden  desconocer, porque antes se cometió el error de no reconocer realidades. Busquemos entonces una fórmula  y aceptemos que aunque sea imprecisa en su definición, aunque no sea perfecta, es precisamente porque  estamos en un acto creador nuevo, porque  queremos sacudirnos de todos os enormes condicionamientos de nuestra Historia, en los últimos  siglos, no solamente le mediados  del  siglo, sino  desde principios le1 siglo. Después de la  Guerra de la Independencia frente a los franceses en el año 1814,  en que  teníamos ante nosotros una norme  posibilidad, nos hemos dedicado sistemáticamente  al  bandazo de ‘unos y otros, provechando cada  cual su situación  para desconocer la actitud del contrario, del adversario, radicalizando las cuestiones y volviendo a  crear los mismos supuestos  en que una y  otra vez hemos  caído.

Trabajemos hacia el futuro. Por tanto, creemos una palabra. Qué importa que sea nueva Si es nueva, su valor lo tiene en que admite dentro de ella como cauce  jurídico algo que se reconoce expresamente: unos derechos de esas comunidades. Así coma para reconocer la  autonomía  del individuo,  las libertades y derechos fundamentales del hombre y del niño, no hace  falta plantearlo en términos de soberanía, para  reconocer dentro de las autonomías  los derechos  indudables que tienen las distintas  realidades que constituyen España, tampoco es necesario emplear términos que inicialmente -como hemos visto esta mañana y como se ha visto en el Congreso- dividen tontamente. ¿Cuál va a  ser la  realidad? iAh! Las distintas  realidades de España mostraron su potencia precisamente en la medida  en que, a  través de los cauces que la Constitución establece, demuestren su personalidad, su voluntad  y  sus  derechos.

Ortega  y  Gasset lo decía, y perdonen la cita: Este problema hoy no tiene solución, no tiene más que la  posibilidad de iniciar un ca- mino de solución, y para ello es necesario que nos conllevemos los españoles, que nos soportemos unos a  otros, que transijamos; pero no en conceptos que, al transigir,  producen una sensación de no saber a  qué  atenerse.

Presento la  enmienda «in  voce)). Me imparta poco que vaya al destino de las enmiendas testimoniales. Si es  así, será la primera  y la última, pero quiero  que  quede  constancia  de mi voluntad de colaboración, buscando auténticamente la concordia entre todos los españoles,  ateniéndose  a  realidades  verdaderas. (El señor  Fernández-Miranda entrega  a la Mesa su enmienda <<in voce>>)

 

¿Y ahora? -le hago mi última pregunta

-… Ahora lo de siempre: que España caiga otra vez en los separatismos (y con las «nacionalidades» aprobadas llegarán, seguro, las independencias. Cataluña y el País Vasco serán las primeras) y en la corrupción…

 

En fin, han pasado muchos años, tantos que el pobre Torcuato ya no está (murió de pena en Londres) , tampoco «Don Sabino» y el Rey Juan Carlos abdicó y dejó la Corona en la cabeza de su hijo, Felipe Vl… y ciertamente, como había previsto aquella mente privilegiada de Torcuato, aquella mañana ya es hoy, como ha demostrado el «procés» catalán que está poniendo contra la pared al Estado, al Rey y a la Monarquía.

 

Ya el 26 de diciembre no asistió a la Sesión solemne, conjunta del Congreso y Senado, celebrado en el Palacio de las Cortes, en la que se celebró la ceremonia de la firma de la nueva Constitución. Fernández Miranda entendió, al verse privado del derecho a la palabra que le convertían en un parlamentario sin voz («O te callas o te vas») sin derecho a expresarse. Además, consideraba que UCD lo había hecho voluntaria y conscientemente en una actitud que contradecía todos sus principios sobre su confesión de un Parlamento democrático: maniobras formalmente legítimas pero que el fondo para él representaban un fraude. Así el hombre que encontró la herramienta jurídica para que España pasara de una Dictadura a una Democracia decide no sólo votar «NO» en el Referéndum, sino también no participar ni en la solemne ceremonia de la firma.

Espero que alguien reescriba algún día la verdadera Historia de la Transición, porque creo que la Constitución se debatió más en los «despachos» que en el Hemiciclo del Parlamento, donde los señores Diputados se limitaron a votar, (aunque creo que eso sigue igual, pero ahora con «despachos» enfrentados por «bloques» o «bandos»).

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Geppetto

Torcuato era una persona muy inteligente y preparada, tanto es asi que destruyo el régimen del 18 de Julio desde dentro.

Pero Torcuato tenia un problema que lo invalidaba, era de la generación que se tomaba las cosas en serio y que respondía a la palabra dada, había sido Alférez provisional en la Guerra de Liberación y había vivido toda su vida bajo el régimen politico y social de Franco, era recto y no le gustaban los recortes ni las porqueras que de la mano del Rey se estaban instalando en España.
Suárez lo aparto sin miramientos a pesar de que lo poco que sabia de algo se lo debia a Herrero Tejedor y Torcuato y se dedico a eso que en la actualidad llaman consenso, dialogo, centrismo que no es mas que cambalecheo y mugre.
Fernandez Miranda era un tipo inteligente y no obstante metio la pata hasta el corvejon fiando se de esos dos tatantes de ganado que respondian al nombre de Juan Carlos y Adolfo.
De esa nefasta etapa de la historia de España viene lo que esta sucediendo

JCrespo

Casi todo lo que se cuenta noveleramente en el artículo es invención del autor. Sobre la versión convencional que se nos ha dado siempre. Más o menos cierta, pero con una desbordante fantasía. Aunque la base, el porqué de todo o el interés de ciertos grupos para todo aquel cambio político y que ahora, a resultas de ello, estemos en esta caricatura de País NO SE CUENTA. Y saber que la Historia se adultera de esa manera suele hacer que se repita una y otra vez.

Geppetto

Por eso es escritor y periodista

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