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¡Tranquilo lector, no me he vuelto loco! pero no me resisto a plantear la incógnita ante las cosas que leo: ¿es Público un diario franquista? Si la respuesta no es afirmativa, en algún caso, estimo que el autor de algunas noticias necesitaría, al menos, pasar por la tumbona del psicólogo, someterse al psicoanálisis o, si la situación es muy extrema, pasar por un frenopático por si acaso. De todos modos, desde la directora, que me parece que sigue siendo Virginia P. Alonso, escoltada por Ana Pardo de Vera, hasta el último redactor creo que, en su mayoría, no pueden vivir sin Franco. Ergo cabría incluir al periódico y una parte de su equipo de redacción en la larga nómina de franquistas empeñados en resucitar al «egregio Caudillo», que diría otro gran admirador de Franco -no puede vivir sin él- como es el profesor Ángel Viñas.
Los artículos pretendidamente antifranquistas de Público dan para lo que dan y a veces causan sonrojo por su nimiedad (los que he leído en alguna ocasión de Juan Carlos Monedero demuestran que no pasa de ser, cuando entra en el tema, un activista de calle con megáfono incluido). Compiten los escritores de este medio a la hora de versionar, de forma veces algo bufa, la vulgata antifranquista. Pero supongo que a algunos de sus lectores les va la marcha y necesitan doparse de vez en cuando con un chute de antifranquismo retrospectivo para luchar por la democracia avanzada.
Qué Público, como Sánchez o Podemos, o la Sexta pasando por la Cuatro, quiera resucitar al Generalísimo, a ver si les condecoran por su heroica lucha contra Franco, fallecido en 1975, tampoco es tan extraño. Recordemos que el periódico original es obra directa del millonario ultraizquierdista apellidado Roures. Financiero y estratega mediático-político, para quien, por cierto, su particular guerra contra el Generalísimo, dentro de su estrategia política, no ha terminado (por cierto, leo en Wikipedia que en 1983 -Franco murió en 1975- fue detenido por colaboración con ETA, siendo condenado en tiempos de Felipe González y pasando 2 años en prisión).
De vez en cuando la exaltación juega a Público malas pasadas y acaba contradiciendo a la «vulgata antifranquista» de la que es fiel exponente. Quizás porque piensan que sus lectores no van más allá y no saben restar.
Leo, con sorpresa, por tratarse de quien se trata no por no conocer la realidad, un artículo que homenajea, por su 60 aniversario de actividad, a la editorial catalana Ediciones 62, que, naturalmente, edita mayoritariamente en catalán.
¡Cáspita! que diría el bueno de Pedrín, compañero del gran Roberto Alcázar. ¿Pero no quedamos que el catalán estuvo prohibido y perseguido por la oprobiosa dictadura?
Una sencilla resta nos indica, por si no es suficiente con el nombre de la editorial, que en 1962, cuando ni tan siquiera Fraga soñaba con su aperturista nueva ley de prensa, andaba gobernando España como si tal cosa el «egregio Caudillo». Recordemos, de forma reiterada, que en 1962 un Franco pletórico de facultades seguía al frente de la jefatura del Estado y la magnificada oposición no le molestaba lo más mínimo, por más que la Pirenaica y Mundo Obrero andaran apuntando en su haber casi cualquier cosa, convocando concentraciones en los años siguientes que no pasaban de existir en el papel y que hoy algunos hasta se creen.
Pero volvamos al fondo de una noticia que cualquier lector medio, a poco que repare en ella, puede descubrir. Así pues, visto lo visto, resulta que Franco, represor del catalán, deja que abra una editorial de libros en catalán, básicamente novela y ensayo, que luego también editó en castellano diversificando su catálogo. Editorial que, según leo en otros medios, a partir de 1964, se presenta desde el presente como catalanista y separatista. Añadamos a este breve repaso el hecho de que el fundador de la editorial, Ramón Bastardes, había creado unos años antes la revista cultural catalana Serra D’Or, también en pleno franquismo. Pero el catalán, según reiteran en la «vulgata antifranquista» estaba prohibido y quien lo hablara perseguido.
Leo en Público, y les felicito por el trabajo de divulgación, que en 1962 publicaba esta editorial el conocido libro de Joan Fuster Nosaltres, els valencians. Fuster es el inventor de los países catalanes (en su delirio llegó a difundir aquello de la paella como plato de los países catalanes del sur); por cierto, como no es tan extraño en la génesis de no pocos «antifranquistas» era hijo de carlista y alcalde de Franco de Sueca y él fue jefe de escuadra del Frente de Juventudes, pasando después al SEU (supongo que cantando a pleno pulmón de aquello de «Unidos todos a Franco, Franco. Único capitán, capitán»), para después acabar en fundador sin título del nuevo nacionalismo valenciano catalanista tras su conversión.
Por no extendernos, en 1964, cuando Franco seguía siendo Franco, publicaban, como segundo aldabonazo, el libro de Francesc Candel Els altres catalans. Autor que andando el tiempo sería miembro destacado del PSUC y que se había iniciado como novelista en los cincuenta. No es ilógico que se las viera con la censura.
Uno de sus fundadores sería expulsado de España por aquel entonces y cuentan que su mujer se fue a ver a Camilo Alonso Vega, entonces Ministro de Gobernación, para pedirle que revocara la expulsión. Según la versión de parte el Ministro le dijo que todos los catalanes eran separatistas (lo que naturalmente no debió decir así porque el número de catalanes de Franco era muy extenso y el «egregio Caudillo» era recibido de forma enfervorizada por multitudes en las numerosas visitas que hizo a Cataluña), y que él los expulsaría a todos, pero que no podía porque eran españoles.
Naturalmente el articulista de Público nos recuerda la lucha de Ediciones 62 con la censura, que, naturalmente, no era por publicar en catalán. Cosa que la editorial siguió haciendo, a pesar de la crisis que vivió, hasta la muerte del «egregio Caudillo».
Es por textos como este, que cuestionan la «vulgata antifranquista», por lo que me pregunto si Público no será un diario franquista con un rictus de ironía.
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