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La semana pasada me refería a la carroñera estrategia del gobierno de emprender una cruenta escalada de impuestos, aún en contra del más elemental criterio de sentido común y en contra de los que están disponiendo otros países de nuestro entorno para facilitar la supervivencia de esas clases medias y trabajadoras, que tanto están sufriendo con esta maldita pandemia. Me refería al proyecto de tener que pagar peajes por el uso de unas carreteras que ya hemos pagado de sobra, precisamente, con otros impuestos… pero el afán de recaudación con tal de no hacer recortes en sus superfluos y prolijos gastos, que sólo a ellos, sus élites y redes clientelares beneficia, los lleva a seguir buscando nuevas fuentes de financiación.
Y para ello cuentan con expertos en todas las áreas que se dedican a pensar y diseñar nuevos instrumentos de captación y percepción de fondos, pues nunca tienen bastante; pero eso sí, lo han de enmascarar, edulcorar, como siempre hacen, con otros fines que socialmente se interpreten como medidas políticamente correctas, y que se acuerdan e imponen por nuestro bien, por nuestra seguridad para evitar atropellos mortales. Y así, esta semana la DGT nos ha vendido que por esa seguridad y por nuestra salud, al ser inferior la emisión de gases contaminantes, se va a reducir la velocidad en la circulación de vehículos a motor en nuestras ciudades, pero de forma genérica y para todo tipo de vías, y con límites que en muchos casos no rebasan los 20 o 30 Kms/h.
Una velocidad, que les puedo garantizar, no sobrepasa, por ejemplo, ningún vehículo de cuatro ruedas (al margen dejo la actitud de algunos irresponsables conductores de ciclomotor, bicicleta o patinete eléctrico), en las calles estrechas del centro de Sevilla. En esas tortuosas vías del centro histórico, así como en el de muchas otras ciudades, en las que muchos conductores inexpertos dejan parte de pintura y chapa en esquinas y bolardos, les aseguro, también, dos cosas: que pocos atropellos se producen y se van a producir , y menos mortales, pues a lo más te puedes llevar un pequeño golpe con un espejo retrovisor, y que pocos radares, más bien ninguno, van a instalar los Ayuntamientos para el control de una velocidad, delimitada y limitada precisamente por las propias características de la vía.
Porque lo apropiado, hubiera sido exigir de los Ayuntamientos, hacer estudios rigurosos del estado de sus viales, de los factores de riesgo que pueden darse en cada caso, y entonces sí, de verdad, pensando en nuestra seguridad, imponer limitaciones de velocidad proporcionadas y eficaces, teniendo en cuenta la posible existencia en el entorno de residencias de ancianos, centros escolares, parques infantiles, centros de salud, hospitales… situaciones que, en definitiva, pueden ser determinantes a la hora de poder generar atropellos. Estudios rigurosos pormenorizados, y no como se ha pretendido, en un nuevo y genérico café de multas para todos, en el que , también les aseguro, los radares para cazar al infractor, se situarán en aquellas calles y vías en las que las propias características del tráfico rodado, llevan inexorablemente, a una forma de conducción que incluso puede entrañar peligro, pues no se puede, al menos va a resultar muy difícil, circular en ciertas zonas por debajo de límites que resultan irracionales, absurdos y desproporcionados. Saturación, tráfico más denso y aumento en la emisión de gases contaminantes, sobre todo en los vehículos diesel, que ya sabemos que quieren que desparezcan, serán la consecuencia inmediata de estas restricciones. Desde luego, en unos meses no sé si nos venderán que se ha reducido el número de atropellos mortales, para justificar la conveniencia y acierto de esas medidas, mas de lo que nunca nos informarán es de lo recaudado a través de las multas, con sus correspondientes recargos, y cuya gestión constituye el sistema más eficiente que funciona en el ámbito de la Administración Pública, que se habrán impuesto a muchos ciudadanos, capitalistas que utilizan vehículos de motor. Y todo, eso sí, faltaría más, para preservar la seguridad de “todas, todos y todes”.
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