10/05/2024 00:37

La Guardia Civil, Benemérito Cuerpo cuya creación se debió a la circunstancia histórica de una gran inseguridad en el ámbito rural de España una vez concluida la 1ª Guerra Carlista. Desde entonces ha servido leal y eficazmente a las sucesivas generaciones de españoles.

A lo largo de sus 175 años ha hecho gala de sus más arraigadas virtudes como el espíritu de sacrificio, abnegación, eficacia y suprema honradez, además de haber puesto de manifiesto su inhabitual capacidad de servicio al Pueblo español, transitando en su quehacer cotidiano por caminos de perfección sin airada queja ni colérica reclamación.

El artículo 104 de la Constitución asigna a la Guardia Civil la misión de proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana. Constituyéndose en firme baluarte de su libertad y seguridad, la sociedad voluntariamente acepta de buen grado ponerse bajo el paraguas protector de la Guardia Civil, y en caso de notar su ausencia por cualquiera que sea el motivo, reclama y exige con firmeza su presencia.

Durante décadas la maquinaria asesina vasca, el aparato terrorista etarra ha tenido como objetivo primordial a la Guardia Civil. El estrago causado ha sido inmenso e irreparable, nunca serán suficientes los agradecimientos de los españoles para con los guardias civiles por haber estado en primera línea en la lucha contra el terrorismo.

Expuesto lo anterior, no quiero dejar pasar la ocasión para preguntar: ¿ quién está en condiciones de explicar la razón por la que los guardias civiles no están equiparados en sus salarios con los de los Cuerpos de Seguridad de las Autonomías? Se les ha tratado como parias, ¡basta ya! chusma política, dadles lo que en derecho les corresponde. Son imprescindibles en una sociedad civilizada, tanto como prescindibles son los políticos desalmados, corruptos, ladrones, vagos, incompetentes, todos aliados con la mentira y el desprecio irrespetuoso al ciudadano.

La barbarie siempre está presente en la condición humana, y más cuando una sociedad se dirige desde los postulados criminales de una ideología totalitaria como es el caso de España. Y esto es lo que ha sucedido en Barbate con el asesinato de dos guardias civiles y un herido de extrema gravedad en las aguas del Atlántico. Tanto es así que estos crímenes nos retrotraen a la antigua Roma, a los combates navales, las Naumaquias, representaciones que se organizaban en cuencas hidrográficas, grandes piscinas o en el interior de las grandes construcciones como el anfiteatro Flavio (el Coliseo ), y eran consideradas como los espectáculos de mayor relevancia y éxito de la antigüedad.

Espectáculos complejos, sangrientos y gratuitos, los combatientes se reclutaban entre los prisioneros de guerra y los condenados a muerte; lo normal era que ninguno de los actores saliera con vida de la refriega naval. Aunque el trascurso de los siglos ofrece unas desemejanzas evidentes, lo acontecido en Barbate, no descarta cierto paralelismo con la Naumaquia romana.

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El Cesar era el responsable último de la masacre; el Gobierno y el ministro del Interior son los responsables por su desidia, inacción o negligencia, al no dotar de los medios necesarios (reclamados, solicitados y exigidos con oportunidad y buen criterio profesional) para hacer frente a los narcos, enviando a la Guardia Civil al combate en una palmaria inferioridad de recursos materiales y personales. Habrá que depurar las responsabilidades civiles y penales si las hubiere, en una investigación que fluya y trascienda de los estratos inferiores a los superiores de la cadena de mando, y arrumbar y sortear si es preciso, los obstáculos que se pudieran presentar en este proceso, valga como ejemplo y como triste recuerdo aquella manifestación que rezaba: Minimizar las desafecciones detectadas contra el gobierno

El escenario donde se desarrollan los combates es el mismo: el agua.

La Naumaquia era conforme con las leyes de Roma. En Barbate, las leyes desprotegen a la Guardia Civil, y benefician al otro combatiente, a los narcos. Cuántas veces se ha dicho y manifestado que las leyes y su aplicación en los tribunales son el refugio de los delincuentes.

En Roma, el populacho disfrutaba y gozaba con la sangre vertida en el combate naval y el César con ello veía fortalecida su autoridad; en Barbate se ha puesto de manifiesto la degradación moral de parte de la sociedad que ha jaleado entre risas y bromas la masacre de los indefensos guardias civiles. Un indicador más del constante deterioro de todo lo que suene a autoridad en las interacciones sociales, que por otra parte consolidan los objetivos perseguidos por el gobierno de Sánchez. La única autoridad aceptable es la que dimana de la autocracia del presidente ilegítimo.

También en Barbate se asesinó por placer, la indefensión de la Guardia Civil era manifiesta, y la orden que se les dio, a la vista de las informaciones recabadas fue un pasaporte hacia la muerte. Resumiendo, en Barbate no tuvo lugar una Naumaquia al estilo de Roma, sino una criminal cacería contra la Guardia Civil.

Barbarie del “cabra” y sus compinches, salvajismo favorecido y cultivado al amparo de la incompetencia y negligencia del despreciable ministro del Interior del gobierno del Frente Popular del siglo XXI.

Mientras los cuerpos estaban aún calientes y España se conmocionaba por estos asesinatos, se celebró al día siguiente el consabido aquelarre de los premios Goya, presentados con el casposo guion de todos los años, inspirado en el “grimorio” de la doctrina comunista adecuadamente adaptada a los tiempos presentes; en esta reunión donde concurre lo más granado e impostado del postureo nacional, una especie de híbrido entre la sanguijuela subvencionada y la progresía que brinda con Moët& Chandon en beneficio y a la salud de los pobres de la Tierra, pero esto no es lo peor, lo más risible y patético es que se consideran profetas de la moral y las malas costumbres, “Se Acabó”, no es no, y por tanto no sigo.

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Lo anterior me da pie a decir lo que realmente me interesa: agradecer sinceramente la dilatada y sentida alusión a lo sucedido en Barbate y el emotivo sentimiento de solidaridad con las familias de los asesinados y la Institución de la Guardia Civil, por parte tanto de los presentadores como de la mayoría de los allí congregados. Lo cierto, entiendo que hubiera sido suficiente con un minuto de silencio para que quedara de manifiesto su sentir y su pésame.

El que no tuvo a bien decir una sola palabra fue Sánchez, no es de extrañar, es bien sabido que le importa una higa todo lo que huela español, que es hombre con muchas carencias entre las que destacan, la dignidad, la lealtad, la empatía y el amor a España, entre otras.

Quiero resaltar la gallardía, valentía y ejemplaridad demostradas por la viuda de uno de los asesinados, negándose con contundencia y absoluta determinación a que el ministro Marlaska impusiera una condecoración a título póstumo a su marido. En un alarde de dignidad le dijo que su marido no lo hubiese permitido y que no lo calificaba porque estaban sus apenados hijos presentes.

No estaba dispuesta a que semejante hombre profanara los restos de su marido; al menos, así lo creo. De resultas de lo anterior, el ministro humillado convenientemente y con el rabo entre las piernas tuvo que abandonar el lugar al que nunca habría tenido que llegar de haber sido un hombre digno y consciente del daño realizado.

La señora puso en su sitio al interpelado, extremo digno de imitación por parte de los máximos exponentes de la jerarquía del Benemérito Cuerpo, que sería bienvenido por todos los subordinados y la mayoría del Pueblo español.

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