El Padre Javier Olivera Ravasi quiso hacerme una entrevista desde Buenos Aires que pueden ver, si lo desean.
Su última pregunta fue de una lógica aplastante –dados los noventa y cinco años que llevo encima–: ¿Cómo se prepara usted para la muerte?
Mi respuesta no podía ser otra que la verdad y le respondí sencillamente: ¡esperándola!… al tiempo que le recordaba otra verdad, que todo universitario conoce, o sea, que hay dos tipos de estudiantes; unos, que dos o tres días antes de los exámenes finales se pasan las noches en vela intentando aprender lo suficiente para aprobar y. otros, que duermen a pierna suelta la víspera de cada examen por la sencilla razón de que han estudiado durante el curso y dominan la materia. Esto mismo hacen los hombres ante el examen definitivo cuando está próxima la llamada del Juez Supremo que además es nuestro Padre.
Evidentemente Dios –que nos conoce perfectamente por habernos creado– lo tuvo en cuenta y dotó a su Iglesia del Sacramento de la Extremaunción que junto con la ayuda de la última confesión y el “Viático” –la comunión al moribundo nos haga más fácil el camino cuando llega la hora de la partida. Pero fiarse de que podremos tener esa gracia, ahora, cuando no hay sacerdotes y los hombres mueren casi todos sin su asistencia, es un gran riesgo. Por eso, lo importante es “vivir cada día, desde la juventud, preparando la muerte”. Este es el proceder más eficaz y propio de los hombres inteligentes para acertar. O sea, la deducción es fácil: “prepara tus exámenes, estudiando cada día” la parte correspondiente, no sueñes con atracarte la víspera.
Por otra parte, a lo largo de la entrevista, ya había respondido –indirectamente– a esta última pregunta al dedicar mucho tiempo a resaltar y recalcar la importancia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Soy un convencido de la necesidad de practicarlos frecuentemente y, mejor cada año. Un mínimo sería cada dos. Puedes estar seguro de que no hay mejor forma de prepararse a la muerte, ya que en esos días de silencio y continuo hablar con el Señor te convencerás de la importancia de aprender a “bien vivir ajustándote al rumbo señalado por ‘el principio y fundamento’ o sea ‘conociendo, sirviendo y amando’ a Dios.”
¿Qué mejor forma puede haber de prepararte a bien morir?
Esta entrevista me ha motivado para comentar la vital importancia del tema que abordo en este escrito.
Es evidente que, con mis años, es lo último que me queda por hacer y, por supuesto, no me libro de la natural preocupación por la importancia de ese paso. No podemos olvidar que Dios nos creó para darlo. Según los teólogos, si Adán y Eva no hubiera desobedecido, también tendría que haberlo dado, pero de otro modo. Habría sido como la muerte de la Madre de Dios, un sencillo dormirse, sin miedos ni dolores, tan diferente del que nos espera a los hijos de Adán y Eva normales. Pero ya no hay remedio, el pecado original es inevitable y con sus consecuencias Y de nada valen los lamentos. Aunqu3e, ciertamente y por otra parte la Iglesia, en Semana Santa, nos recuerda de una forma muy elegante el refrán popular: “no hay mal que por bien no venga “… y “podemos alegrarnos por el pecado de nuestros primeros padres” porque su “felix culpa – su feliz culpa—nos mereció tal Redentor”.
No sabemos si la Santísima Trinidad hubiese mandado a la Tierra para que viviese con los hombres treinta y tres años si Adán y Eva no hubiesen pecado, pero lo que sí es cierto es que por su culpa quiso venir a salvarnos. Por lo tanto, la podemos llamar “felix culpa”.
La muerte es imposible de evitar pero si somos inteligentes debemos prepararnos todos los días de nuestra vida para no fallar ese salto a la vida eterna, que puede ser dichoso o terrible. Sería horrible pasar una eternidad alejado de Dios y en el infierno, creado para Lucifer y los ángeles rebeldes, pero al que pueden ir los hombres.
Hace más de ochenta años en el Colegio me enseñaron a rezar cada día –mejor varias veces– una oración que les recomiendo. Os ayudará, como me ha servido a mí de esperanza y paz. Es breve y fácil de recordar:
¡Señor, Dios mío!, ya desde ahora acepto de buena voluntad, como venida de tu mano, cualquier género de muerte que os plazca enviarme, con todas sus angustias, penas y dolores.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
Desde luego, a pesado y coñazo, no le gana nadie…
Es usted un pelma y un plasta, siempre diciendo lo mismo, con su gran ego, y su tesis doctoral de ¡48 páginas!
De cualquier forma, LE DESEO LARGA VIDA, y espero que Dios quiera QUE LLEGUE A SER CENTENARIO, para seguir aburriéndonos con sus matracas.
Es usted un gran maestro Don Gil. Ojala y pueda seguir compartiendo su inteligencia y sabiduría aquí, algunos años mas.