Getting your Trinity Audio player ready...
|
De entrada, una lamentación: ¡Qué pobreza moral la de quienes nos representan! Una cosa es la cortesía y otra la ausencia de orgullo patrio. Inglaterra ha sido desde hace siglos la peor enemiga de España, ninguna otra nación .ni siquiera Francia– nos ha odiado tanto, y causado tantos problemas y perjuicios, por todo ello, nuestros políticos, escritores, hombres públicos, tertulianos, y demás celebridades, están dando muestras de carencia absoluta de dignidad, pasándose de rosca en las sentidísimas condolencias por el fallecimiento de Isabel II. No puedo menos que dejar constancia de mi indignación. Estoy a miles de kilómetros de esa caterva de genuflexos.
Cumplida mi obligación de conciencia ante tanto despreciable personaje, pasemos al meollo del tema de consideración propuesto.
Llega, sin duda, provocado por la agotadora información recibida como consecuencia del fallecimiento de la reina Isabel. Entre otras cosas curiosas, me ha llamado la atención conocer que los más de veinte mil millones “en valores” de la Corona británica, cambian de dueño “sin pagar impuestos”, en razón de una Ley aprobada por el Parlamento, por la única razón de que ese tributo – obligatorio para los británicos (el 40% de lo heredado) llevaría a la pobreza, en pocos años, a la hoy riquísima Institución Real del Reino Unido… Noticia que, en primer lugar, me ha hecho “reír a gusto” y, luego, a convencerme, aún más, con esta nueva prueba de quién gobierna el mundo.
Se ve claro cómo la Sinagoga de Satanás no podía permitirse el lujo de abandonar a la Corona británica habida cuenta de que Inglaterra ha sido su gran aliada en la realización de sus planes. Un brazo ejecutor siempre listo para secundar sus proyectos. Por ejemplo demostrar al mundo que Gibraltar, el Sionismo internacional no dejará nunca de ser la pezuña de Satanás sobre España: “¡Lasciate ogni speranza!”
Para empezar, sin Inglaterra –y su hijo los Estados Unidos–, hoy Hispanoamérica seguiría siendo España. Pero desde su casa en Londres, el padre de la independencia de nuestra provincias de ultramar, el traidor Francisco de Miranda pudo dirigir los primeros pero fundamentales, pasos de ese proceso, apoyado por los ministros del Reino Unido, incluido el mismísimo Pitt. Y, de ese modo, a partir del final del siglo XVIII este reino, enemigo moral de nuestra Patria no ha cesado en su propósito bicentenario de arruinar las jóvenes naciones hispanas y, por supuesto, la propia metrópoli.
En todos los ciscos montados en nuestro suelo y en todas consiguientes ruinas que se han producido, Inglaterra ha estado metida siempre para perjudicarnos… ¿Tan incultos son nuestros prohombres –o tan canallas– como para olvidar esa realidad? Me produce náuseas leer las crónicas que hablan del fallecimiento de la Reina británica. No hay duda de que “lo cortés no quita lo valiente,” pero podrían comentar el hecho añadiendo siempre un comentario clarificador que deje bien claro que se “hace por protocolo” y nada más, sin derretirse en el calor del afecto, ni poner el alma dolorida, en esas crónicas. No logro entender a nuestros “intelectuales”… Mejor dicho, los entiendo demasiado: tenemos un pueblo descastado, que no siente el orgullo de ser español y le interesa un comino que nos ignoren, nos menosprecien y, finalmente, nos desprecien y nos odien. Somos tan cristianos que somos estúpidos… Nunca ha entrado en mi cerebro como un español puede ser “anglófilo”. Me parece bien el tener amigos ingleses, pues no todos tienen la culpa de ese odio mortal de su raza a lo hispano –incluso hay escritores ingleses que son más españoles que nosotros mismos—pero gloriarse de ser anglófilo no es lo mismo. Soy un admirador de Chesterton, del cardenal Newman, y tantos otros, –como ahora mismo de Monseñor Williamson—pero nunca me proclamaré anglófilo.
Esa ley del Parlamento inglés, es una prueba más de que aparte de ser agente de la Sinagoga, dejan claro que el impuesto sobre herencia es satánico y busca arruinar las familias. El “Poder supremo sin rostro” es tan cabrón que se gloría de haber inventado el sistema de arruinar al pueblo por vía doble: la inflación y el impuesto criminal sobre la herencia, (sobre cuyos bienes ya han pagado impuestos excesivos los padres).
Y el pueblo es incapaz de reaccionar. Sí, ya sé que el pobre pueblo no tiene “capacidad de reacción”… Afirmación absolutamente falsa. Si no reacciona es debido a que espera de otros la resolución de sus problemas y prefiere no pensar ni ver lo que pasa.
En consecuencia no hay “locomotoras” y sin ellas los “vagones” no sirven para nada. Lo he dicho siempre: Tiene que haber alguien decidido a tirar del carro para que este se mueva. Sé por experiencia lo que le ocurre al que “tira”,.. Aparte de que le dejan solo, luego se vengan de su vagancia procurando apuñalarte por la espalda. Lógicamente, no es agradable meterse a “redentor” pues acaba siempre en la cruz. Esa es la verdadera razón de que los pueblos no reaccionen. Faltan hombres dispuestos a hacer “los imbéciles” ayudando a quienes los van a pagar traicionándoles. Los “santos mártires” no abundan…
Lo repito: No hablo de oídas.
Pues ténganlo claro, o entienden esto y reaccionan o la esclavitud es el final del camino. Es más, ya no ´sé si todavía es posible dar marcha atrás pues el poder de la Sinagoga es tal, en estos momentos que aplastan a todos sus “posibles enemigos”.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.