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En los siguientes capítulos siguen siguen las reflexiones geopolíticas sobre España, Portugal, la ONU… ¿qué le cabe hacer a España ante el aislamiento internacional?

XXVI Las consecuencias de un libro de Serrano Súñer (enero 1948-agosto 1948) 

En su libro Entre Hendaya y Portugal, Serrano Súñer dejó escrito que se vio obligado a hacer una declaración formal sobre la independencia de Portugal porque la Delegación Nacional de Auxilio Social había publicado unos mapas de la España Ibérica que habían producido recelos en el país vecino. Se refiere explícitamente a “excesos de Martínez de Bedoya y otros jóvenes”.

“El cartel no contenía ninguna alusión a la “España Ibérica”, solo llevaba el nombre de “Auxilio de invierno” al pie de un bloque de hielo con los perfiles de la península, emergiendo de un mar azul y con un hasta clavada en Madrid, con la bandera roja y negra de la Falange. Evidentemente, el dibujante olvidó de puntear, en ese bloque peninsular, la línea de la frontera portuguesa y nadie reparamos [sic] en ese detalle”. (p. 283)  

Se encontró un ejemplar viejo del póster y Portugal realizó la correspondiente protesta diplomática, que Serrano Súñer recuerda inoportunamente en su libro. 

“No tuve más remedio que decir, a Antonio Ferro, la verdad: que todo aquello era un montaje discutible, como tantos otros del libro Entre Hendaya y Gibraltar, fruto defensivo, a fin de aparecer el autor como campeón de una política exterior dispensadora de paz por doquier”. (p. 284) 

Bedoya es recibido por Salazar al final de la tormenta en un vaso de agua, quien le pide detalles adicionales sobre “los otros montajes del libro”. Bedoya se refiere a los grandes silencios del libro sobre “lo constructiva que fue la política exterior del conde de Jordana hasta agosto de 1939, lo mucho que hubiera seguido siendo hasta que volvió al Ministerio de Asuntos Exteriores el 3 de septiembre de 1942 y la atribución de la salida de Serrano Súñer (…) al hecho tangencial de haber reclamado el control de los aspectos exteriores de la prensa, ocultando así toda su batalla esencial por el poder efectivo en el país…” (p. 284) 

“… España como única retaguardia posible (con Inglaterra) frente a la potencia continental más fuerte de turno, en este caso Rusia. Esta es una realidad que nunca ha sido olvidada por el Reino Unido, pero fastidiosa para los europeos “hegemónicos” de cada tiempo como incómoda para la dialéctica ideológica de la estrategia particular de los “puritanos” de los Estados Unidos de América y extrañamente ignorada por los políticos de la Hispania vacilante, los cuales suelen soñar con “autonomías” regionales y cantonales que fácilmente pueden ser dependencias encubiertas de quienes ya no pueden valorar esa área hispaniorum como de real independencia, la cual, únicamente, tiene sentido frente a los poderes más fuertes del Europa y de África.” (p. 285)  

Eugenio Montes, que era director del Instituto Español de Segunda Enseñanza en Lisboa, organiza una reunión en su casa con españoles y portugueses. Hablan de la geopolítica de Portugal. Leemos esto sobre Salazar:  

“Quedó claro, entre unos y otros, que para él lo primordial era el imperio (el espacio del uso, de su universalismo en el modo de entender la vida, de su cultura) y absurdo tratar de potenciar el Ejército asentado en la cuna portuguesa, en el largo muelle Atlántico de la península, condicionado siempre, respecto a Europa, por lo que haga España; lo decisivo para el futuro portugués dependería de las Fuerzas Armadas, con espíritu luso, en las diferentes tierras del imperio y, naturalmente, de la fidelidad de los intelectuales en el Brasil.” (p. 286)

“Un año más tarde, Salazar haría sufrir a España también su propio inconsecuencia al aceptar que esa “franja” se convirtiese en una peligrosa cabeza de puente “aliada” en la península, sin las garantías correspondientes para la conservación de su imperio.” (p. 287) 

“Los judíos nos hicieron saber que querían que Franco tuviera conocimiento directo de que el 14 de mayo se formalizaría, lo más solemnemente posible, el nacimiento del Estado de Israel, tras la partición de Palestina efectuada por la ONU en noviembre pasado …. Añadieron que para ellos nuestro reconocimiento era crucial por razones históricas y por su repercusión en los pueblos hispanoamericanos…. En consecuencia pedí audiencia a Franco, que me fue dada de inmediato. Franco en esta ocasión se resistió explícitamente a tomar una decisión tan rápida alegando que necesitábamos los votos de las naciones de confesión musulmana para que unidos a los países hermanos de lengua española, fuesen soporte de la mayoría que nos abriese la puerta de la ONU y de otros organismos internacionales… Cuando me disponía a argumentar, Franco intentó cambiar de conversación. Inexplicablemente, por mi parte dí un leve puñetazo sobre la mesa al tiempo que le decía: había venido a hablarle en conciencia… Comprendí que mi incorrección protocolaria me restaba fuerza moral para insistir. Franco se violentó mientras miraba al techo con sus ojos, moviéndolos a velocidades vertiginosas. Por fin, rompió el silencio con estas palabras: espero que tenga usted argumentos que se salgan de lo corriente. Hable.” (p. 288) 

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Tampoco eran para tanto los argumentos de Bedoya: en cada delegación de los países blancos habría un judío, por lo que estos votarían a favor de Israel, y arrastrarían a otros países de su área de influencia. Franco dijo que se lo comentara al Ministro de Exteriores.

Siguen unas referencias críticas con Carrero Blanco, a quien Franco le había ordenado visitar explicándole el asunto. 

Muere One, el hijo de Mercedes y Onésimo, que llevaba el nombre de éste. 

El ministro de Exteriores le propone asistir en París a la Asamblea de la ONU:

“…  e intentar conseguir de ellos tres cosas: desbaratar la propuesta polaca sobre el llamado «caso español», obtener que el español fuese declarado idioma oficial de dicho organismo internacional y lograr la entrada de España en el dulce marco de las Naciones «fraternalmente unidas». (p. 295) 

XXVII La batalla del Palais Chaillot (septiembre 1948-enero 1949)

“Aquella tarde del 9 de septiembre de 1948 tenía para mí un significado: sabía que partía hacia una ciudad lejana donde se iban a poner a prueba ciertas dotes personales mías y las relaciones con los judíos, todas ellas sobre el ara de una política que no se había desvelado y que Franco estaba dispuesto a jugar no obstante a su estilo… 

(…)

En Madrid me esperaba Ernesto Bacharach: me traía un plan de ataque y conversión, con los nombres de todos los judíos que, por unos motivos u otros iban a actuar en las diferentes delegaciones y organismos de la ONU y una carta más, personal, para Moise Maissi (el inteligente, discretísimo conocedor del ambiente), un judío argentino con misión en la ONU a cargo de la United Press. (…) Tampoco disimulaba su satisfacción porque la raza hebrea estaba demostrando su combatividad en la guerra de Palestina (tras casi dos milenios de mansedumbre) y con éxitos tan heroicos como la conquista de la colina del Demonio…” (pp. 296 y 297 

Pero la ONU no concede a España ni siquiera el carácter de país observador, por lo que no fue invitada a las sesiones del Palais Chaillot.

Unas reflexiones de Sánchez Mazas:

“… no aguardes ni un céntimo chiquito, Alberto, de una reacción antisoviética de ingleses y norteamericanos, siempre cloroformizados por el supuesto «izquierdismo» del comunismo soviético. Si en la España de hoy se diera un monstruoso totalitarismo, pero el tirano fuera el general Miaja, pongo por ejemplo, nos encontraríamos en la ONU desde el primer día de su fundación. En este inmundo siglo XX lo que importa, para esos países que se creen supercivilizados, son el biberón izquierdista y la utopía izquierdista; lo demás, se puede y se debe pudrir.

(…)

…  se trata de un brebaje fluorescente que se consigue negando la personalización de los valores y agitando la envidia (sin descanso) para que el zumo suponga el prensado de todo lo creacional (en Dios y en los seres humanos) y de todo lo heredable (de Dios, de los padres o de los amigos). Los españoles creíamos, el 18 de julio de 1936, que podíamos salvarnos de esta influencia por méritos propios, ejercitados hasta el heroísmo, y eso, en este siglo, no se perdona”. (p. 298) 

La acción cultural en apoyo de la diplomática:

“En la embajada tenía ya a mí disposición 600 ejemplares de los más recientes números de la revista Sefarad, editada por el Consejo de Investigaciones Científicas, y 150 de Al-Andalus. No necesitaba de otra propaganda. Ambas revistas -la judía y la árabe- las tenía suficientemente experimentadas como expresivas tarjetas de presentación de un país que no reniega ni ha renegado nunca de las culturas y las razas que se han mezclado en la forja de su sentido común.” (p. 299)

Hay que advertir que esto no tiene nada que ver con la actual promoción del mito de “las tres culturas”. Se trata de una simple actuación cultural sin concesiones políticas, como veremos después. 

El Congreso de la ONU se desarrolla con dos acciones bélicas de fondo: el bloqueo de Berlín por los soviéticos con su correspondiente puente aéreo y la guerra entre judíos y árabes tras la partición de Palestina. Dos días antes del comienzo de las sesiones, terroristas judíos asesinan al sueco Bernadotte, mediador de la ONU en Palestina. 

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“ … Los dos diarios (con gran paquete de acciones de Hachette) de mayor tirada París-Presse y France-Soir, un millón de ejemplares entre los dos, siendo director de France Soir el inteligentísimo y difícil Pierre Lazarov (Lazareff), cuya esposa fue también directora de la revista Elle, ambos judíos de gran clase intelectual y que habían jugado un gran papel con De Gaulle desde Quebec, en el Canadá, durante toda la guerra mundial.”  (p. 303)

Al final, España consigue ser admitida en el primer organismo internacional de la ONU, el dedicado a la estadística. Además se aprobó que el español fuera idioma oficial de la ONU. No estuvo mal.

Por esas fechas se rompe el acuerdo entre caballeros con los judíos: quieren también entrar en la ONU y piden a España que vote a favor. España no puede hacerlo para no enemistarse con los árabes.  

Bedoya vuelve a Madrid y va a ver a Franco a principios de 1949. Le explica que los judíos habían terminado con el pacto porque España no reconoce a Israel. Franco reacciona así:

“Lo lamento, pero no puedo hacer más de lo que hemos hecho. Los judíos olvidan que no puedo andar a tiros todos los días, como hacen ellos, con nuestros vecinos, los musulmanes. Para mí, la vecindad pasa por encima de todo, la buena vecindad, ya me entiende usted”. (p. 306).

Bedoya le indica también que quiere dejar la Administración para dedicarse a su profesión. Franco le pide aun que vuelva a Lisboa, para comprobar si era cierto que Portugal había rechazado la entrada en el pacto Atlántico la OTAN si no entraba al mismo tiempo España.   

Además le da cuenta a Franco de las siguientes reflexiones geopolíticas:

“… frente la audacia y el poder continental euroasiático de la URSS, Inglaterra sigue empeñada en su «practicismo», en dividir o limitar ese poder, hasta ahora sin resultados, mientras que los Estados Unidos, confiados en la bomba atómica, pretenden jugar a largo plazo, sembrando ideas contrarias, germinativas, como son los derechos del hombre, la libertad de los pueblos, la democracia, etc. Nosotros, si pactáramos con la URSS, a base de una neutralidad como la de Suiza, Suecia o Austria, no tendríamos problemas de ningún tipo. Si nuestro corazón nos llama, una vez más, hacia lo occidental, tendremos que enseñar fórmulas de democracia bajo su autoridad, mi general, como aval de orden, como lo hizo Polonia bajo el mariscal Pildusky.” (p. 307)

De nuevo, el pacto con la URSS. Franco le responde diciéndole que conoce su evolución y que piensa que el país debe ir hacia una democracia liberal.

Otra reflexión geopolítica similar, en este caso de Dionisio Ridruejo:

“El siglo pasado nos opusimos a Napoleón, le frenamos y le vencimos… el Congreso de Viena nos ignoró, poniéndolos en ridículo; la neutralidad del 14 ni agradecida ni pagada [Nota: fue muy bien pagada en lo económico]; en esta guerra mundial última, desbaratamos el cierre del Mediterráneo por Alemania, y la Francia que atacaba por la espalda nos cubre de ignominia, mientras le parecen pocas las carantoñas para la Italia que la apuñaló cuando estaba vencida; Inglaterra no devuelve Gibraltar bajo ninguna forma, y los Estados Unidos de América niegan España los dólares que desparraman entre sus ex enemigos, a la par que todos ellos, se aprestan a excluirnos del Pacto del Atlántico, tratando de simbolizar en Portugal los méritos de una neutralidad peninsular decisiva, que sin la actitud de España hubiese sido imposible, porque la llegada a Lisboa de las «Panzerdivision» germánicas no habría excedido de la modesta clasificación de «descansado paseo militar». Quiero decirte que si ahora pactáramos con la URSS, en su condición de potencia continental más fuerte de esta época, todo sería fácil y sin problemas para España.” (p. 308)

Me parecen unas declaraciones especialmente relevantes porque muestran el realismo político de estos falangistas. Ridruejo fue voluntario de la División Azul.