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Merecer el amor de la encantada Dulcinea es otra cosa bien distinta, en ese juego entre el amor y la muerte. También viene a reflejar los deseos y frustraciones del ser humano. Por otra parte parece lógico que tuviera amores platónicos; es más bien algo adecuado con su estado civil y provecta edad. Su sobrina y el ama, con las que convive, no podían ofrecerle un amor de ese tipo. Todo lo más, un casto amor filial. Además, no parece ser que el Hidalgo, «rocín, flaco y galgo corredor», fuera un señor mujeriego, lo que se dice un donjuán, o un viejo verde. Es tal vez, condición coherente con su aspecto físico. Su fuerte son los libros de Caballerías, y no las mujeres normales. Es un espíritu lleno de contrastes e incongruencias. ¿Quién le manda al «caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par doña Dulcinea del Toboso», meterse en líos de amores? Tampoco se sabe mucho de la reputación y estado de esta buena señora. ¡Qué don Quijote! A sus años, con sus circunstancias y todo hecho un Romeo. Cuánto más tranquilo estaba Sancho. Ya tenía el problema resuelto con su muy gorda media naranja, Teresa Panza, y su hija Sanchica. Por eso se preocupaba tanto de mejorar su situación familiar.

Don quijote y Sancho son dos personajes para no perder de vista. Ambos se necesitan mutuamente. El intelectual, el romántico y el «vulgo» interesado y malicioso. Establecen una simbiosis que da como fin una nueva visión de la realidad, en la que cada protagonista terminará siendo lo que nunca creyó ser. Así don Quijote, acabará diciendo a Sancho: «Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error que yo caí.» A lo que Sancho, completamente quijotizado, responde dándole ánimos a su amo para que no se muera y persista en la consecución de sus ideales. «No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía.»

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Nuestro Hidalgo siente nostalgia del pasado. No pertenece al histórico momento decadente en el que vive. Es de otro tiempo pasado de la Edad Media, en donde imperaba el mundo de la Caballería. Aquel otro tiempo, idealizado por los libros de Caballería, cuando la sociedad estaba gobernada por las leyes del amor y del honor, de la lealtad y de la justicia. Enloquece recordando ese mundo en los libros. Quiere retroceder al tiempo pasado que fue mejor. Siente en su sangre la rebelión, la impotencia y frustración y tiene pena de sí mismo, hasta llegar a perder el juicio. ¡Pobre don Quijote!

¡Qué desgraciado fue, que hasta vino al mundo en una cárcel! Cómo no iba a amar la libertad y otros bellos dones. «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a …» Cervantes se identificó con su hijo el Quijote, y sintió su misma angustia; la que vio en esta indefensa criatura, «hijo seco, avellanado, antojadizo», fruto de su ingenio, y privado de todo cuanto anhelaba. Cervantes, preso y cautivo «en un lugar de la mancha», cuyo nombre no quiso recordar, condenado por luchar y defender los mismos valores que el hijo de su fantasía, cuando le vio nacer, no pudo evitar proferir: ¡Pobre don Quijote!

Fin

NOTA APARTE:

EN HONOR A LOS PRINCIPIOS. Aquello del poeta de que cualquier tiempo pasado fue mejor, qué razón tiene. Recuerdo mis primeros tiempos de niño cuando fui por primera vez a la escuela rural. Cada alumno se ponía en pie y leía un fragmento del Quijote, ese libro que hacía pensar a los hombres, llorar a los viejos y reír a los niños. (Hoy los mismos niños no le conocen) Al entrar, todos en pie, y brazo en alto, cantábamos el Himno Nacional, de José María Pemán: Viva España, alzad los brazos hijos del pueblo español, que vuelva a resurgir…  Toda la letra que le sigue es pura poesía. (Todo eso está hoy más que prohibido) Los enemigos de España nos la dejaron como la tenemos, (Pobre, escuálida y beoda), repudian la belleza porque es sinónimo de la Creación y definitoria de nuestra cultura cristiana. El diablo huye de la cruz.

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El Quijote debe de estar con la letra de Pemán, y el Archivo de Salamanca, en Cataluña que para allí lo mandaron, como fruto de esta época «progresista», en el mal, y negra como ha convertido sin libertad y pensamiento único, nuestro espíritu. Habrá pasado a mejor vida con la Dama de Arintero, de la que hablamos ampliamente el otro día, porque eso es el «progreso», de hoy, liquidar el ayer. Así se domina al individuo sin problemas. Todos borregos. La cultura hoy brilla por su ausencia.

La segunda actividad en la escuela era el dictado. De paso el señor maestro iba explicando la gramática que no puede aprender mejor con aquellos principios y la enciclopedia de Álvarez que me acompañó siempre. El mejor libro de enseñanza con la más completa cosmovisión de la realidad que nos envuelve e hizo al mundo. El respeto, la imaginación, la fidelidad y los buenos principios como la ilusión y la fe, con la formación cultural, brillan hoy por su ausencia. Pero eso es para nosotros irrenunciable. Y algo bueno.

Y algo bueno debieron de ver en mi texto sobre el Quijote, quienes me concedieron el Premio Larra 1986/87. Con mis cosas las puse a buen recaudo donde nadie las molesta: publicándolas en un libro.