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Durante los últimos 46 años de mi vida, que va desde 1975 a 2021, no he escuchado en forma alguna pronunciar la palabra PATRIA; mejor dicho, la verdad es que en esas décadas de olvidos y desmemorias históricas la he oído proferir en muy raras ocasiones, razón por lo que me veo obligado a escribir sobre ella, para tratar de justificar un hecho tan poco habitual.
Los motivos son realmente que estoy harto de escuchar en la televisión, la radio y leer en los periódicos, así como lo que dicen nuestros políticos, contertulios y periodistas en sus peroratas, y a cuantos los que les parece que da miedo decir y repetir el nombre de Patria, que suelen cambiar casi siempre por el de este País, y en ocasiones por el de Nación o Estado Español. ¿Por qué les cuesta tanto trabajo decir Patria?
¿Será por olvido, por creen que es políticamente incorrecto o por ignorancia? En cualquier caso y para subsanar tal omisión y renovar la frecuencia de tal pronunciación, hoy quiero pintar y dejar plasmado con firmeza, como si de un cuadro se tratara, con varias pinceladas decisivas lo que, yo entiendo, es y significa la palabra Patria, para poder expresarla y representarla en nuestro hablar diario
Para ello, lo primero y, ante todo, voy a dirigirme a ella pidiéndola perdón, por este atrevimiento, que por mi sencillez, pequeñez e ignorancia me hace aventurarme a escribir sobre ella. Estoy seguro que escribiré muy poco o casi, o lo que es peor, en mi tosquedad quizá la describa tan pobremente que sea menos que imposible el reconocerla o por el contrario que en mi apasionamiento la sublimice y ensalce en una plenitud desbordante y por tanto carente de tu verdadero ser. Pero, no obstante, sabiendo que es distinta de las otras patrias, porque es idéntica a sí misma en unidad permanente, me gustará mostrar su grandeza para que juntos alcancemos el conocimiento de la verdad de su ser y aflore esa apetencia amable de su bondad para que pueda, libre de prejuicios, ofrecer en estas líneas su esencia fresca y pura a mis compatriotas.
Cuando se habla hoy de España, en ella y fuera de ella, acuden en tropel a la mente y la los labios la valía de una Patria que, en el aspecto de pueblo decidido a gozar de la vida de nación libre, ha manifestado su amor a la independencia, no reparando para defenderla o para recobrarla en sacrificar haciendas y vidas, luchando denodadamente con fenicios, cartagineses, romanos, bárbaros, árabes y algunas naciones europeas, cuando han pretendido sojuzgar el suelo español, y, vencido en ocasiones, pero siempre animoso, siempre valiente, siempre rehaciéndose, ha podido formar una aureola de gloria con los hechos y nombres de Indíbil y Mandonio, Sagunto, Viriato, Numancia, Covadonga, Pelayo, Garci-Jiménez, Clavijo, San Esteban de Gormaz, Calatañazor, Fernán-González, El Cid, Toledo, Valencia, Don Sancho, las Navas de Tolosa, Fernando III, Sevilla, Tarifa, Guzmán el Bueno, Isabel y Fernando, Ganada, Orán, Gonzalo de Córdoba, El Nuevo Mundo, Cortés, Magallanes, Elcano, Lepanto, Trafalgar, Bailén, Gerona, Zaragoza, San Marcial, El Callao. El Alcázar, el Jarama, Brunete, Belchite, el Ebro, Teruel… y tantas y tantas gestas imposibles de puntualizar una por una, pero que dejaron encendida la llama del amor en el ser de la Patria.
Y si su Historia es brillante, no lo es menos el haber contado con la primera legislación escrita, contenida en el Fuero Juzgo, como tuvo la primera en la Edad Media con las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio; el descubrir y conquistar el Nuevo Mundo para cuyo gobierno hizo las renombradas Leyes de Indias; el restablecer el régimen municipal por medio de los Concejos y el General con las Cortes; el cultivar los santos ideales de Religión, Patria y Libertad; el completar el conocimiento del planeta con el descubrimiento del estrecho de Magallanes y el primer viaje de circunnavegación realizado por Juan Sebastián Elcano; el formar y perfeccionar la lengua castellana, que hoy hablan millones de habitantes y que forman un lazo espiritual que nos une con todos los pueblos que pertenecen ligados espiritualmente a la Madre-Patria que un día los sacó de la oscuridad y les dio un idioma, una fe, una cultura e incluso mezcló su sangre en un mestizaje hermano; el contar con la copiosa y brillante literatura que en esa lengua de Cervantes se produjo; el tratar esas portentosas creaciones de la Bellas Artes, que han extendido por todo el mundo la fama de nuestros pintores, escultores, arquitectos y músicos; el honrarse con la historia de nuestras Universidades, que compartieron gloriosamente la vida intelectual de los pueblos cultos; hechos memorables como el que el español realizara el descubrimiento de la circulación de la sangre, y otra gloria nacional inventara el modo de hacer hablar a los sordomudos, y muchos de todos los tiempos formen la inmensa pléyade de cultivadores de todas las artes y ciencias; el componer la más singular e inigualable composición musical; además de otros timbres de honor que son los que unidos forman la gloria de la Patria
He aquí un enorme abanico repleto de acontecimientos verdaderos y dignos del más limpio orgullo de esta Patria, tan querida y amada por tantos y tantos españoles que vemos, con asombro impotente, como se nos está muriendo herida de muerte por el silencio de aquellos, verdaderos mendigos de la Patria, que fueron por ella elevados a la categoría de caballeros, y que hoy permiten el ultraje y el desprecio a su memoria.
A tí me dirijo, Patria, para que dejes de ser lo que no eres y seas; para que participando del Ser alcances en justicia y dignidad tu verdadera dimensión y puedas mostrar al mundo, según lo bueno de tu corazón, que sigues siendo la España justa, noble y valerosa en unidad de grandeza y libertad, que todos tus hijos deseamos para la mejor de las madres.
Antes que nada, he de definir lo que objetivamente es la Patria, que para mí es una ardua tarea de difícil consecución. Principalmente, porque los que somos apasionados, en todos nuestros actos, aún sin proponernos, ponemos el corazón con más intensidad que el entendimiento, y hacemos que las coordenadas de amor y de razón, de las que ha de surgir la línea que da el resultado buscado, puedan quedar descompensadas a la hora de concretar el efecto del ser patrio, que en definitiva es nuestro propósito.
Creo, no obstante, que en esta ocasión y dada la grandeza del ente a definir, pondré el máximo cuidado y la más recta ecuanimidad para que, tras haber estudiado y sopesado las que se han atrevido a dar muchos e insignes pensadores que nos han ofrecido multitud de ejemplos sencillos y expresiones claras e imparciales, pueda, partiendo de sus axiomas, emplearlas para tratar de resumir en este boceto la descripción de las diferentes facetas y manifestaciones de mi Patria, España.
A pesar de mis escasas fuerzas mi voluntad no puede ni debe sustraerse a tan gran reto, y con el ánimo consolidado en mi firme voluntad espero poder concretar, gracias al amor que tengo a España, y en mi vehemente deseo de inculcar ese amor no solo a mis compatriotas, sino también a los hermanos hispanos que quieran recorrer conmigo ese camino de amor a la Madre-Patria, me voy a atrever, con el empuje característico de nuestra raza a hacer una síntesis de todas las definiciones que conozco.
¿Qué es la Patria? Dicen muchos que es la tierra donde nacemos y vivimos; sus paisajes, alegres unos, bravíos y escarpados otros, austeros y de lejanos horizontes aquellos. Es la historia de sus victorias y sus infortunios, que se desarrollaron en sus valles y vegas, en el laberinto de sus montes, o en los mares que bañan nuestras entrañables playas. Es el pequeño pueblo de nuestra niñez, acostado en la ladera de un cerro, en donde se alza, aún altivas, las imponentes ruinas de un castillo medioevo. Es la populosa ciudad con sus industrias y sus fábricas productivas. Es la inmensa catedral, con su encaje de piedra y sus multicolores vidrieras que amortiguan el fuego de los rayos del sol. Es la pequeña capilla en donde fuimos bautizados y la Cartuja en donde unos frailes austeros conservan, junto a la fe de nuestros mayores sus legendarios pergaminos.
Es la tierra donde se trabaja hoy el surco del barbecho para segar mañana las mieses maduras. Es la vendimia de nuestras ricas cepas, manantial del vino, o la recogida de las sabrosas aceitunas. Los naranjales y almendros en flor. Son los trajes típicos de cada región, sus costumbres tradicionales, las viejas canciones heredadas que se continúan cantando, las muchas leyendas que pasan de padres a hijos mientras brillan calientes las brasas del hogar.
Es la herencia de nuestros mayores; el recuerdo de la ternura de la madre o la ilusión del primer beso de la novia. Es la bandera roja y amarilla flotando en el azul inigualable de nuestro cielo. Es la tierra donde se sueña y se muere. El apartado cementerio, donde al abrigo de los cipreses, reposan para siempre nuestros antepasados. Y también es la tierra donde han de trabajar nuestros hijos, sus futuros poseedores
Son los hechos de armas de nuestros mejores paladines, con la gloria de sus acciones victoriosas o con el dolor de las traiciones. Es la herencia de nuestros escritores, poetas, pintores y músicos. Y son los santos de nuestros altares que protegen nuestra marcha a su encuentro. Son los mártires que nos patrocinan y salvaguardan con sus testimonios. Es el ámbito mágico donde la semilla del hombre fructifica y se abre hacia una nueva vida consciente y personal.
Es el aluvión de hombres y mujeres con honor y honra en un destino único y universal. Es, en resumen, la geografía y la historia, con los hombres que las habitan; es el depósito inmutable de la fe, de los valores espirituales y de las virtudes; pero es también, la ilusión en el horizonte del futuro, porque la Patria no es un edificio acabado, es un palacio en continua construcción, en el que las futuras generaciones tienen, además del deber de conservar lo edificado, la obligación de fijar nuevas ampliaciones aunando la importancia de su estilo tradicional con el de su época. Por último, resaltar, sobre todo, la unidad de sus tierras y regiones, cimentada en su unidad católica, raíz, tallo y fruto de la esencia Patria.
No quisiera terminar, este intentar definir a la Patria, sin dar rienda suelta a los sentimientos sublimes y apasionados, que en estos momentos embargan mi alma, para que hechos poesía, broten desde lo más profundo de mi ser al ser de la Patria, como el más puro y limpio piropo de amor, que deseo compartir con cuantos vibren conmigo al pronunciar: ¡España!
¡España!, Patria bendita;
¡España!, reina de amores;
¡España!, trono de dicha.
¡Corazón de corazones!
¡Mi España! Pura y rica,
caudal de fe y de honores.
Hija de la Pilarica.
Madre de los españoles.
Como los cielos de bella
tu historia deja tu huella,
grabada tan firme y fuerte,
que más allá de la muerte,
aun sin razón mi cabeza,
proclamará tu grandeza!
De entre todas las opiniones vertidas sobre la Patria, existe una, que a mí particularmente y a pesar de ser escueta siempre me ha estremecido y hecho palpitar, me estoy refiriendo a la de D. Antonio Cánovas del Castillo: “Con la Patria se está como con la madre: con razón o sin ella.”, porque realmente creo que al pronunciarla se aúnan las dos palabras más significativas de nuestro acervo afectivo y temperamental: Madre y Patria; y es porque en ella se expresa la síntesis del amor por el lugar común de suelo patrio y fraterno de hermanos que en bloque indivisible está representado por una sola bandera, amparando y personificando a todos los que murieron, incorporando y constituyendo a todos los que somos y encarnando a todos los que vendrán.
Madre y Patria, alma imperecedera y escarnecida por poseer la verdad en su corazón y defender por sí misma en su integridad la esencia de sus hijos.
¡Patria! ¡Mi Patria! ¡Nuestra Patria! ¿Existe algo más hermoso en el mundo? Hoy es el alma de la raza hispana; mañana el ser de un paraíso que cumplirá en su vivir la Ley del más allá. Esa es absoluta y sinceramente en su esencia la Patria, aunque moldes absurdos la ridiculicen y traten de impedir por el fariseísmo y el odio de las fuerzas ocultas en las tinieblas, que emerja, nazca y se realice a la luz, porque una mala amalgama de hombres, pueblos, regiones y autonomías en descomposición y, al amparo de la ley del más poderoso y del temor, del egoísmo y de la cobardía, de la convivencia en coalición de la injusticia con una anarquía creciente y destructora, están haciendo de su corazón, cáliz de sangre redimida, un manantial marchito entre el ser y el no ser.
¿Habéis visto cualquier pueblo vacío de nuestra geografía? Si habéis tocado sus piedras, sus ruinas, su descomposición, os sentiréis vosotros mismos, y sentiréis el alma Patria como algo vuestro. Si os absortáis y el sentimiento vivido de amor patrio invade vuestra alma, veréis cómo este sentimiento destruye fronteras, destruye tiempos y, en el amor como al de vuestra madre, os identificareis, os universalizareis y os hará inquirir en el depósito preciado de la verdad de la Patria, verdad que es la verdad del hombre mismo, y que desborda e identifica el pasado, el presente y el futuro, porque es al mismo tiempo faro, camino y meta.
Antes de seguir adelante voy a atreverme a definirte Patria. Tú eres para mí esa empresa común, esa unidad de destino, con todos sus defectos humanos, y con esa tremenda carga potencial que día a día se acrecienta en la aportación de todos los ciudadanos en busca del bien común, de las mayores gestas de justicia y libertad, de orden y de paz, de trabajo y bienestar, de unidad permanente entre los hombres y las tierras que formamos esa idea y esa hermosa realidad, cimentada en la mixtura de Catolicidad e hispanidad, que se llama España.
El silencio dominante de la palabra Patria es, empero, el tabú actual. Programado intencionadamente al desuso por la falsa mudez de los que más hablan y piensan que callando y eclipsando esa voz y su dicción, su ser deja de ser, y que lo que es depone su existir por el simple adormecimiento de quienes esperan la redención de los que no admiten ser redimidos, haciéndoles olvidar también el engaño venenoso que amenaza y ataca de forma directa y despiadadamente la esencia de nuestro ser patrio. El oscurantismo de estas “cabezas parlantes” cegadas por la luz y la virtud, hace que su propia ignorancia el vicio sea el inmolde humano que imponga en nuestro solar patrio la substitución del vocablo Patria por la declamación de País, Nación, Nacionalidad, pueblo, Terruño, etc. Mientras España, la Patria de todos los españoles, permanece paciente e impertérrita sufriendo por la falta de esforzados que lleven con su ejemplo, su acción y su palabra a la sublimidad al hermano, a la verdadera órbita del caminar patrio, esperando ese ¡basta! ¡Se acabó! Y que se oiga por doquier: ¡No calléis! ¡No calléis más! ¡Es la hora de la Patria! Hora de aplacar el remolino de confusión que el contubernio de unas banderías inventadas y sostenidas por la verborrea incoherente y absurda de los más ineptos vividores, que hablan de justicia sin conocerla, presumen de un pasado e historial vacío y ajeno al viaje de cuantos andamos en la verdadera órbita del caminar sublime de la hermandad sagrada, de esa realidad de todos conocida, porque no somos ciegos y por tanto sabedores de su problema y de su solución, y si no salimos al paso, la hecatombe que se cierne sobre España hará que seamos tachados de cobardes por nuestros descendientes, porque bajo ningún motivo y circunstancia debemos permitir dejar de creer en nosotros mismos y en nuestra querida Patria; no en la oficial, sin respeto a la esencia de los españoles, emergida como un mal aborto, por las circunstancias, introducidas por la puerta del engaño y la traición perpetrada. Sino en la Patria que juramos defender hasta con la última gota de nuestra sangre. La Patria que ha de nacer en todo coherente, un recipiente de sangre de hermanos, un trozo de Cristo, donde la libertad de hacer el bien sea una realidad palpable, vivida, fuente de progreso y sin más fronteras que las impuestas por el amor.
No aplaudamos la injusticia ni toleremos lo inicuo que sobradamente se conoce, que cada uno opine según su idea, pero si la idea lleva consigo la destrucción del hombre, de la familia, del pueblo, de la región, de la Patria y de Dios, alejémosla de nosotros con cuantos medios sean necesarios, por encima de nuestras vidas, más allá de la muerte, venga de donde venga, y sea quien quiera que fuese, sin más temor que transgredir la verdad de que sólo es Dios. El ser de nuestra Patria, como la deseamos todos los españoles de bien, se fundamenta y ha de fundamentarse siempre en la verdad, en el Ser, en Dios y para Dios.
Basta ya de silencios, de pausas y de esperas. No tengamos miedo a pronunciar su nombre. En los momentos trágicos actuales en los que la han adormecido y está agonizante, apiñémonos al unísono gritando claro y alto: ¡Patria!, para que despierte y vuelve a ser la España fraternal, la España que madruga, laboriosa y trabajadora donde los parásitos no encuentren acomodo; Renace y vuelve a ser esa tú misma, ¡oh, Patria!, la España sin cadenas ni tiranías mundialistas, la España que tus hijos anhelamos, una nación sin marxismo ni comunismo destructores, un Estado para el pueblo, no un pueblo para el Estado.
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