21/11/2024 11:30
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Esta es la novena parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.

 

Carta decimoprimera: Vísperas de la guerra civil

 

Esta parte ilustra muy bien ese sectarismo desorejado del escayolista al que nos hemos referido en repetidas ocasiones: quien tantas veces llamara a la revolución, quien estuvo a la cabeza de una de ellas, se presenta como víctima de la reacción derechista. Va más allá y llega a negar la evidencia de la persecución religiosa durante la república. Probablemente, Caballero acabaría creyéndose sus mentiras en el típico ejercicio de autoconvencimiento del sectario entregado visceralmente a una causa.

 

Algunas veces me han preguntado: ¿Pudo evitarse la guerra civil de España? A lo que he contestado que sí; pudo evitarse. Con menos desdén por parte de los señores Azaña y Casares Quiroga para las denuncias que les hice, la sedición militar hubiera sido abortada y nos hubiera salvado de la catástrofe que hoy tiene sumida a España en la miseria moral y material y esclavizados a sus habitantes.

Lo dicho. Caballero tiene mala memoria y aún menos vergüenza. No se quiere acordar de las continuas llamadas a la revolución que realizaba entonces. Para él la culpa de todo la tienen “los fascistas”, que no tienen derecho a oponerse a la revolución socialista.

Expuse al señor Casares cuanto sabía sin dar nombres, y con gran énfasis me contestó: «¡Ésos son cuentos de miedo!» Afirmó que los temores eran infundados. Que él tenía amigos, en los regimientos, que le informaban de todo lo contrario. «El Ejército —decía— está con la República y pueden ustedes vivir tranquilos».

Lo de “sin dar nombres” mostraría el gran sentido del humor de Caballero, pero como sabemos que no lo tenía, es obvio que se está sacando pecho al imaginarse la escena.

Como esto:

Un día en la calle de Viriato, donde estaba situado mi domicilio, dispararon unos tiros hacia los balcones de mis habitaciones; los proyectiles rompieron los cristales, y cuatro de ellos se incrustaron en la pared al lado del teléfono. Una de mis hijas corrió el peligro de ser alcanzada, de lo que se libró por pura casualidad. Detuvieron a los autores de los disparos. El Juzgado llevó a efecto una investigación en mi casa, comprobando el atentado. La policía declaró que eran unos muchachos de Falange, a quienes, jugando, se les dispararon las pistolas y ¡qué casualidad! los proyectiles fueron todos a parar a mi habitación. El asunto quedó enterrado.

 

Yo sabía que eran todos falangistas, mas por espíritu de delicadeza no hice nada para que castigaran a los criminales, pero saqué la impresión de que existía una infiltración del falangismo en los órganos del Estado.

El intento de atentado fue cierto; lo de su “delicadeza” una muestra de la absoluta falta de ecuanimidad del personaje, y la infiltración de los órganos del estado por los falangistas es un delirio en toda regla.

En todo caso, en julio Caballero fue a Londres con varios Secretarios de Federaciones obreras para asistir al Congreso de la Federación Sindical Internacional y regresó a España el 17 de julio.

La tercera información [que recibí] fue la unificación de las Juventudes. Cuando Carrillo hijo. Secretario de las Juventudes Socialistas, a su vuelta de Rusia me habló de la unificación, en la que podrían estar socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, católicos, etc., dije que consideraba muertas las Juventudes Socialistas. Eso era peor que el Frente Popular. Éste es la amalgama de entidades con sus disciplinas internas separadas, independientes. Lo otro era la amalgama de individuos con ideas heterogéneas, pero con una disciplina interna idéntica, con las mismas normas, tácticas y procedimientos, cosa difícil de armonizar.

Carrillo, y los comunistas emboscados en el PSOE, le ganaron la partida: se hicieron con la tropa obrerista que él había criado.

El regimiento de su hijo Francisco, militar en Madrid, sale hacia Segovia y se subleva. Lo hacen prisionero:

Se lo llevaron a Sevilla y lo encerraron en la cárcel, donde ha estado siete años sin procesarle ni tomarle declaración alguna. ¡Siete años preso por el delito de ser hijo mío! Ésos son los sentimientos cristianos de los que se titulaban salvadores de la patria.

La prisión de desafectos por orden gubernamental, sin causa judicial, o incluso después de un veredicto judicial de no culpabilidad, era moneda corriente en la “legalidad republicana”. Los “republicanos de izquierda” se la aplicaron, por ejemplo, a toda la cúpula de la Falange. Pero entonces ¿por qué se hace ahora este la víctima?

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Algunas opiniones suyas:

Esta opinión ya la había expresado en Consejo siendo Ministro del Trabajo, cuando se rumoreaba acerca de la sublevación del general Sanjurjo. Propuse entonces una organización de milicias nacionales a fin de contrarrestar lo que hiciesen los enemigos del régimen republicano. Todos los Ministros, incluso los socialista, De los Ríos y Prieto, se opusieron a ello por considerarlo peligroso. ¡Más peligrosa ha sido la guerra civil!

El que estaba predicando la revolución hasta cuando gobernaba los suyos pretende que los sindicatos rojos armados se limitarían a proteger “la legalidad republicana”.

En el Alto del León, durante la estancia de Gil Robles en el Ministerio de la Guerra, los cadetes de Segovia, con el pretexto de hacer maniobras, hicieron fortificaciones inexpugnables para los milicianos, y allí murieron muchos buenos correligionarios.

 

Tonterías. Es imposible que previeran el alzamiento en el 34-35 y se prepararan para ello. Gil Robles trató de consolidar el régimen.

A las siete de la mañana del día 19 de julio me avisaron por teléfono que don Diego Martínez Barrio me esperaba a las ocho en el Ministerio de Marina … El pueblo no había olvidado que él fue el autor de la disolución de las Cortes Constituyentes para satisfacer en sus pasiones al señor Alcalá Zamora.

Más tonterías. El pueblo no tiene esa memoria retorcida que Caballero imagina.

Al final de esta carta Caballero incluye una disgresión con más reflexiones. Caballero niega los crímenes de la República, que era una república excluyente, más excluyente que la monarquía, su anticatolicismo rabioso, etc. Hay algunas cosas graciosas, como llamar a Franco el “general bonito”, pero las reflexiones dejan muy mal gusto, por el sectarismo y la incapacidad de este personaje, uno de los grades responsables de la guerra civil, para percibir su propia culpa. Reprocha a Portugal la ayuda a Franco siendo así que Azaña ayudó en su día a unos conspiradores portugueses que planeaban un golpe de estado desde España. No haré más comentarios sobre ellas:

 

En el extranjero no comprendieron las causas del porqué los militares habían provocado la guerra civil. Desorientados por la prensa enemiga y por los tendenciosos informes de los diplomáticos, se tragaron como pan bendito todas las mentiras propagadas para desprestigiar al régimen republicano que, por otra parte, no se había preocupado mucho de establecer fuertes lazos internacionales.

La República —se decía— ha asesinado a los sacerdotes, ha violado a las monjas, ha robado las iglesias ha destruido el arte español, y ¡naturalmente! los generales civilizados, católico-apostólico-romanos y, sobre todo, buenos cristianos, no podían tolerar semejantes salvajadas y, por eso, se decidieron a salvar a España de los horrores que la asolaban. Usted sabe perfectamente que todo eso es absolutamente falso. La República no ha cometido tales crímenes, ni los podía cometer.

Los creadores de una República que surge sin una sola mancha de sangre … no iban a desacreditar su obra con crímenes como los propalados por los facciosos y su prensa. Si algún exceso se cometió en los primeros días de lucha, cosa inevitable en todas las revoluciones, pero que no tiene relación con el desarrollo de la vida del régimen y sus verdaderas características, no puede imputársele a la República, sino a los que haciendo uso de las armas que les entregaron para defender la Patria, traicionaron a ésta declarando la guerra al régimen legal y democráticamente constituido.

En las Cortes Constituyentes, en las que había socialistas, republicanos, monárquicos, regionalistas, sacerdotes y militares, no tenía ni un solo Diputado ya que el señor Balbontín, Diputado por Sevilla, elegido como social revolucionario, se declaró comunista después de estar en las Cortes. En la siguiente legislatura, la minoría comunista estaba formada por un solo Diputado, el doctor Bolívar. En las últimas Cortes, de 1936, resultó elegida, merced a la coalición del Frente Popular una pequeña minoría. Además, en el Gobierno, todos eran anticomunistas. ¿Dónde estaba el bolchevismo?

Una de las mentiras más grandes propaladas fue la de que la muerte de Calvo Sotelo había sido la causa de la guerra civil. Falso de toda falsedad. La sublevación se estaba preparando hacía mucho tiempo, como lo prueba la sanjurjada de agosto de 1932, y las gestiones realizadas por representantes de las derechas en Italia, que ya son del dominio público. La muerte de Calvo Sotelo fue un incidente más en la lucha de los militares afiliados a la U.M.E. y los afiliados republicanos de los Guardias de Asalto. Algunos de éstos habían sido asesinados en plena calle por los militares monárquicos de la U.M.E. de la que. Calvo Sotelo, creían los Guardias de Asalto que era el inspirador y, en revancha, le mataron a él; no por otros motivos, como se ha dicho.

De otra parte, es tradicional en el ejército español oponerse a todo régimen democrático. Ahí están los ejemplos de Narváez, Pavía, Martínez Campos, Primo de Rivera, etc. Los sables fueron siempre, en España, enemigos de la República.

Esto podría perjudicar a los intereses económicos de la Iglesia, pero no era una salvajada como la noche de San Bartolomé en Francia, donde los católicos apostólicos romanos asesinaron a millares de protestantes sin reparar en sexos ni edades.

Esto confirma lo que tantas veces hemos dicho, a saber: que el capitalismo es afecto al régimen que favorece sus intereses,

… promover una guerra, cuanto más cruenta mejor (Franco había declarado que era necesario suprimir dos millones de españoles) para extirpar de raíz el peligro y la anarquía (la anarquía no es bolchevismo) y exterminar a los españoles que se opusieran a su obra de salvación de España, trayendo moros de Marruecos, y solicitando la ayuda del Eje, Alemania e Italia. Todo; todo, antes que la República.

ya que el Gobierno portugués hacía la vista gorda [con el ejército nacional].

 

¡Naturalmente! La República Española era vecina peligrosa para la dictadura de Salazar.

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se acordó de Franco, con pocas simpatías entonces por sus rápidos ascensos logrados con la cooperación de intrigas palatinas (por algo se le llamaba el general bonito) al que designó como Caudillo y, después, Jefe del Estado.

Aparte de ser un fervoroso enemigo de la República, que procuraba catequizar en su contra a los oficiales, incluso a su hermano Ramón, semicomunista al servicio entonces del Ministerio de la Guerra, ¿qué ha hecho el General Franco que le hiciera merecedor de pasar a la Historia? Vencer a unos milicianos sin armas, ni preparación militar, con ayuda de ejércitos alemanes e italianos y mehalas marroquíes,

Como político ha destrozado moral y materialmente a España. No ha reconstruido nada de lo que destruyó. No ha organizado la producción. Ha mantenido y mantiene a su pueblo en la miseria y la esclavitud; pero ha llenado de cadáveres los cementerios, las cárceles y campos de concentración, de ciudadanos más honrados y decentes que él. En la política exterior ha dejado a España en un completo aislamiento.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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