21/11/2024 10:10
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Desde siempre ocurre lo mismo.
La eterna lucha entre el Bien y el Mal.
Incluso en la más desechable y bobalicona de las obras actuales, donde la ambigüedad, la confusión y la extravagancia – por ser generoso – suelen poseer mayor importancia que la calidad, la belleza o el ejemplo moral, el sentido último de las narraciones es el mismo.
El Bien sería lo que beneficia al protagonista de la obra, por más que éste sea un ladrón, un farsante o incluso un asesino, frente al Mal, que le perjudica.
Se trata de una influencia evidente de la religión y la espiritualidad que durante miles de años dotó de sentido la vida de nuestros antepasados a través de diversas creencias.
Con el triunfo de la «razón» en el siglo XVIII (Spinoza de origen sefardí y Descartes, francés) , la sociedad occidental comenzó un proceso de progresiva laicización, que poco a poco ha ido despojando a millones de personas de todo interés más allá de la «pecunia», de la «guita», del «peculio» y los bienes materiales mas groseros y vacuos.
Es curioso como en la actualidad, es en los países más desarrollados y modernos, donde paradójicamente se producen mayor número de suicidios y enfermedades mentales con cuadros depresivos, además de trastornos y las filias más depravadas y sorprendentes.
ONG’s de todo tipo y esas nuevas pseudo religiones tipo «new age», ecologismo, animalismo, «calentologia» y sucedáneos más o menos imaginativos, está intentando llenar el hueco dejado por esa carencia de religiosidad inmensa y casi total que inunda occidente y sus satélites.
Estudiosos e intelectuales como René Güenon (Francia, 1886 – 1951)  o «Julius» Evola (Italia, 1898 – 1974), coinciden con autores de la antigüedad griega y egipcia a la hora de afirmar en sus escritos que existe una guerra secreta entre la Tradición y la Antitradición desde el principio de los tiempos, lo que en el fondo no es más que otra faceta del enfrentamiento entre el Bien y el Mal.
Esa guerra es, en su opinión, el verdadero motor de los acontecimientos, y acaba dotando de sentido a cualquier época o personaje de la historia, si somos capaces de superar los prejuicios, ir más allá de las explicaciones convencionales y sacar a la luz el ligero vestigio que da sentido a diferentes sucesos -en apariencia- inconexos.
La Tradición abarca una serie de verdades de origen no humano reveladas a los «iniciados», hombres y mujeres más desarrollados espiritualmente que el resto de la humanidad, que se agrupan en pequeñas sociedades «discretas» y a veces, clandestinas.
Su misión consiste en preservar y transmitir esas verdades, además de ponerlas en práctica en beneficio de todos los seres humanos.
Esos «iniciados» disponen de capacidades desconocidas para las personas corrientes, aunque viven en el anonimato porque no buscan honores materiales ni tienen interés en mostrar su identidad en público.
Su poder es espiritual y su reino, ciertamente, «no es de este mundo».
Uno de sus símbolos sagrados es la «espiral del sol» (tiene otro nombre pero ya me entendéis…), también llamado «Surya» (sol en sánscrito) que simboliza la Luz, la vida y la evolución.
La Antitradición utiliza las mismas verdades, pero, en lugar de respetarlas tal y como son, las prostituye para aprovecharse de ellas y aplicarlas en exclusivo beneficio de los miembros de sus propias sociedades secretas.
Éstos tienen como objetivo principal la acumulación de riquezas y bienes, el reconocimiento social y la práctica del poder personal sobre los demás. En otra palabra: El abuso.
Para ello no dudan en manipular, explotar, traicionar e incluso sacrificar a los demás seres humanos en su afán por alcanzar y mantenerse en la cúspide piramidal de la hegemonía mundial.
Uno de sus símbolos más característicos son las estrellas, que simbolizan lo oculto de su proceder entre otras «virtudes».
¿Os habéis fijado cuantas banderas ostentan orgullosas estrellas y medias lunas, y que pocas, tienen representado el astro rey?
Siendo el sol lo que aporta vida al planeta y a la humanidad, es inusitado que no se lo represente con la terquedad que se imponen esas estrellitas tan «particulares»…
El objetivo de la «Tradición», en suma, va más allá de la simple existencia física y presupone la certeza de un espíritu inmortal como verdadero Yo.
El de la «Antitradición» busca la satisfacción mundana más inmediata. El regocijo y el placer más inminente. Buscan rendir culto a la personalidad actual y sus intereses se circunscriben únicamente al plano material.
Por lógica, ambas fuerzas están abocadas a un pulso en el que cada una de ellas utilizará sus propias herramientas para subsistir.
En el caso de la Antitradición, uno de sus instrumentos favoritos es la mentira.
No sólo el engaño defendido con vehemencia, sino, sobre todo, la inducción al error a partir de todo tipo de especulaciones y la mezcla de medias verdades con falsedades.
Son magníficos magos negros capaces de instrumentalizar a personas de buena fe pero muy ingenuos, y llevarlos en la dirección que más les conviene.
Estos poderosos destructores de la tradición, operan de manera encubierta y aprovechándose de gente incauta y poco preparada.
Cierto que muchos tienen precio y venderían a su madre por tener estatus, pero ciertamente no comprenden los objetivos finales de esta sinarquía tan antigua como siniestra y oscura.

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REDACCIÓN
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Hakenkreuz

Depende de qué tradición. Hay tradición buena y cristiana, la de la Cristiandad que vive después de dos milenios y que jamás será destruida por enemigo alguno, ni por el infierno entero. Pero también hay tradición judía, como por ejemplo no poder perdonar salvo que se sea Dios, no poder hacer obras buenas, ni siquiera milagros el día de sábado, circuncidar a los recién nacidos, comer sin lavarse las manos (como algunos no hemos reparado en las obras manchados de hormigón y cemento, p. ej.), hablar con mujeres, incluidas samaritanas, comer con publicanos, romanos y prostitutas para que se conviertan, poner en peligro la nación contra el imperio dominante porque los que aman a Jesucristo empiezan a ser muchos, etc. La tradición judía farisea debe ser erradicada y es antitradición cristiana.

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