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El pasado 31 de agosto se celebró el 40 aniversario de la fundación de Solidaridad. El sindicato, con la colaboración del ministerio de Cultura, ha publicado un video animado (https://youtu.be/LcpjAAueZ2Q) para celebrar el acontecimiento. En este video aparece una imagen de Lech Walesa, pero su nombre no es mencionado junto al de otros dirigentes de Solidaridad. Asimismo, en el discurso del acto oficial pronunciado por el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, fue completamente ignorado. Por su parte, Lech Walesa celebró un acto en Gdansk con algunos miembros de la oposición. El motivo de esta separación del que en su día fue considerado un “héroe” viene de lejos, de los documentos que lo señalan como un chivato de la policía comunista.
Lech Walesa, un electricista de Gdansk, fue elegido líder del sindicato Solidaridad en 1980, una organización que al cabo de un año contaba con diez millones de miembros y que sería decisiva para el derribo del régimen comunista. En 1983 recibió el Nobel de la Paz y el 9 de diciembre de 1990 ganó las elecciones presidenciales y se convirtió en presidente de Polonia. Las acusaciones de que Walesa era un informador a sueldo de la seguridad del estado (Sluzba Bezpieczenstwa – SB) aparecieron por primera vez en 1992, cuando destituyó al gobierno de Jan Olszewski que pretendía publicar las listas de agentes y colaboradores del SB. Para alimentar aún más los rumores, uno de sus principales asesores resultó ser un antiguo oficial de la policía secreta. La crisis económica y la corrupción propiciaron su derrota en las elecciones presidenciales de 1995 (Walesa lo intentaría de nuevo cinco años después, cosechando un misero 1,1% de los votos). En el año 2000, un tribunal descubrió que se habían creado documentos falsos para desacreditarle cuando era candidato al premio Nobel de la Paz, por lo que le declaró inocente de cualquier colaboración con el SB.
Sin embargo, las acusaciones volvieron a tomar fuerza en 2009, con la publicación del libro “El SB y Lech Walesa” de los historiadores Slawomir Cenckiewicz y Piotr Gontraczyk. Según sus autores, Walesa estuvo en nómina del SB bajo el nombre clave de “Bolek” desde 1970 a 1976. Ante su publicación, Walesa admitió que, en 1970 cuando tenía 27 años, fue detenido e interrogado por participar en manifestaciones obreras, y admitió haber firmado un documento para el SB. Algunos de sus compañeros en esa época recordaron que cuando le preguntaron por qué tenía más dinero que ellos, Walesa respondió que le había tocado la lotería.
En febrero de 2016, unos documentos incautados a la viuda del general Kiszczak, que fue ministro del interior del general Jaruzelski (último jefe de estado de la Polonia comunista), señalaron de nuevo a Walesa. La fiscalía solicitó un informe grafológico al Instituto de la Memoria Nacional de Polonia (un organismo público que investiga los crímenes del nazismo y del comunismo) cuyos resultados, contenidos en un informe de 235 páginas, fueron anunciados en rueda de prensa. El informe fue concluyente, los documentos eran auténticos y la caligrafía y firmas eran de Lech Walesa/Bolek. Los documentos incluían un compromiso de colaboración del 21 de diciembre de 1970 redactado íntegramente por Walesa, 40 delaciones y 17 recibos de pagos del SB por un valor de 12.000 zloty (el sueldo medio mensual de un trabajador polaco en 1970 era de 2.235 zloty). Estas revelaciones no constituyeron una sorpresa para dirigentes históricos de Solidaridad, como Andrzej Gwiazda, vicepresidente en los 80, o Anna Walentynowicz, cofundadora del sindicato, que manifestaron haberlo sospechado desde el principio. Muchos consideran que el pasado de Walesa permitió a los comunistas chantajearlo como líder de Solidaridad en la “mesa redonda” entre la oposición y el régimen que facilitó una transición a la democracia muy favorable para los miembros del partido comunista, y posteriormente cuando fue presidente de Polonia.
Walesa siempre ha negado su vinculación con el SB y reivindicado su papel de “vencedor del comunismo”, llegando incluso a minimizar la importancia de Juan Pablo II en unas declaraciones que no sentaron nada bien en Polonia. Hace solo unos días, el Instituto Lech Walesa ha amenazado con demandar al ministro de educación, Dariusz Piontkowski, por decir que en las escuelas se debería enseñar que Walesa era un agente comunista. Su defensa se ha basado en acusar al gobierno de Ley y Justicia de estar detrás de estos documentos, una tesis apoyada por la oposición polaca y, por supuesto, por los medios polacos mayoritariamente progresistas. El bastión de Walesa es la sede del Instituto Lech Walesa en el Centro Europeo de Solidaridad. Un enorme edificio que contrasta con la entrada de los astilleros, llamados “Lenin” en los 80, una simple verja metálica decorada con banderas de Polonia, la bandera vaticana, una pancarta de Solidaridad, un cuadro de Juan Pablo II y otro de la Virgen de Czestochowa. Enfrente del edificio se alza el monumento de las Tres Cruces, que recuerda a los trabajadores asesinados por la policía comunista en 1970 y donde el Papa Juan Pablo II rezó en un claro desafío al régimen en su visita de 1987. El centro está subvencionado por el ministerio de Cultura, pero en 2018 se redujo drásticamente la subvención de 7 millones de zloty a 4 millones (unos 900.000 euros), por presentar una versión parcial y censurar parte de la historia de Solidaridad. No obstante, en 2019 el centro informaba de la recaudación de 3,5 millones de zloty de manos privadas y recibe también fondos de la ciudad de Gdansk, gobernada por la oposición.
Los medios en España, y en el resto de Europa occidental, publicaron en su día la noticia del agente “Bolek”, pero, a diferencia de en Polonia, esto no ha restado ninguna credibilidad al personaje. Ni siquiera cuando ha realizado declaraciones polémicas, como cuando en 2013 defendió que los diputados homosexuales deberían sentarse en la última fila del parlamento o detrás de un muro. No, a Walesa se le perdona todo. En una entrevista de “El País” de 2019, se le presenta como un defensor de la división de poderes y de la constitución. En “El Mundo” en 2018 es un defensor de los derechos humanos. Los medios le aplauden porque ataca a los “populistas y demagogos que gobiernan en Polonia” y critica su “deriva autoritaria”. Exactamente el mismo mensaje que defiende Bruselas. Mientras Walesa sea útil para el discurso globalista y antinacional, el villano para muchos polacos seguirá siendo presentado como un héroe para los europeos.
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