28/04/2024 16:37
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De un tiempo a esta parte, especialmente desde el desembarco del populismo en nuestros Ayuntamientos, las fiestas han ido perdiendo, a cada paso, su auténtica esencia.

Las fiestas, en cualquier ciudad o pueblo, constituían, cada año, la expresión de júbilo no solo del universo formado por su población, sino también de aquellos que, vinculados de alguna manera a ese universo, aunque estuviesen alejados de él, regresaban para vivir esas jornadas festivas.

La localidad se vestía de gala, incluso sus habitantes hacían un esfuerzo suplementario para adecuar su vestimenta a las jornadas que se iban a vivir y que, de alguna forma, trastocaban el día a día de la ciudad o pueblo en cuestión.

Las familias, los amigos, se reunían contando con el indispensable concurso de aquellos que, alejados de su tierra de origen, regresaban para disfrutar de unas jornadas intensas en unión de familiares y amigos.

Los programas festivos diseñados por las comisiones de festejos o, en el peor de los casos, por el propio Ayuntamiento -grave error ya que la fiestas que son para el pueblo, tienen que nacer, precisamente, del pueblo- procuraban incluir números dirigidos a satisfacer cualquier segmento de edad.

Partamos de la base que, salvo algunas fiestas de carácter gastronómico, la práctica totalidad de las restantes, haciendo excepción de aquellas que conmemoran gestas históricas, tienen una esencia y una justificación puramente religiosa -festividades del calendario católico, Patronas y Patrones-, lo que nos indica que, si se da de lado esta razón de ser, estas fiestas carecerían de sentido; en consecuencia, la faceta religiosa -Votos, procesiones, misa solemne, etc.- adquirían un protagonismo relevante y, en torno a ello, se tejía el resto de la trama festiva.

De esta suerte, se entremezclaban los conciertos de música joven con las verbenas de siempre; las sesiones pirotécnicas con los espectáculos taurinos; las cabalgatas y batallas de flores con las ferias de productos de la tierra; la animación callejera con la participación de bandas de música o grupos folclóricos con la salida de los Gigantes y Cabezudos; la proclamación del personaje femenino central de la fiesta, donde lo hubiese, con las representaciones teatrales o de zarzuela; las fiestas para los más pequeños con las romerías populares; los espectáculos de danza y ballet con los conciertos de música popular; las competiciones deportivas con las exposiciones de todo tipo o los mejores conciertos de música clásica, todo ello aderezado del componente religioso, única razón de ser de los festejos… En definitiva, había fiestas para todos.

La Meiga Mayor en la Batalla de Flores de 2006 (La Opinión)

Tal vez, uno de los mejores ejemplos lo tengamos en La Coruña, durante los años de gobierno de Francisco Vázquez, como Alcalde de la ciudad, quien utilizó las fiestas no solo para divertimento de los propios o para atraer corrientes turísticas, y con ello riqueza, a la ciudad, sino que también sirvieron para poner a La Coruña en el mundo.

Durante aquellos inolvidables años, La Coruña fue testigo de la presencia de las primeras figuras del pop-rock mundial, en la misma medida que lo fue para mostrar las mejores exposiciones; el teatro, la ópera o la zarzuela tenían cabida en la programación festiva al igual que lo tenían la batalla de flores o la quema de la falla de agosto; las grandes sesiones de fuegos artificiales rivalizaban con las populosas fiestas de los barrios; el Teresa Herrera concitaba -aunque eso ya venía de antes- la presencia de los mejores equipos del universo futbolístico; la Fiesta Nacional, los Toros, tenía su espacio en la misma medida que se celebraba, con toda pompa, la tradicional Función del Voto a la Virgen del Rosario; los Gigantes y Cabezudos salían a las calles, incluso las calles del centro de la ciudad se iluminaban artísticamente; se celebraban torneos deportivos de primer nivel; la zona de la Dársena se llenaba de atracciones de feria que concitaba, al igual que el Certamen de Casas Regionales, la feria del Libro o la de Artesanía la presencia de miles de personas; fue en estos años cuando se inició el certamen de habaneras, al igual que el Noroeste Pop Rock que compartía programación con los festivales para los más pequeños y un largo etcétera que confería a la ciudad el ambiente auténtico de fiesta que se vivía y disfrutaba con intensidad.

Hoy, las fiestas, además de apabullantemente mediocres, están planificadas, en su mayoría, para un segmento de edad concreto que, en pocos casos, supera los cuarenta años. Los encargados de planificarlas, siempre desde el sector oficial, carecen de imaginación, limitándose, cada año, a repetir, secuencialmente, los mismos números.

Efectivamente, nos presentan una programación que dura todo el mes de agosto, pero sí de ella extraemos los conciertos de música joven, prácticamente no queda nada más allá de algún que otro número que puede concitar la presencia de mayores.

Ha desaparecido la Batalla de Flores, al igual que el certamen de Casas Regionales; la Batalla Naval, antes convertida en la recreación del ataque inglés a La Coruña en 1589, razón de ser de estas fiestas, se ha tornado en una mera sesión de fuegos artificiales, cada día menos lucida y más pobre, ya que se pueden estresar las gaviotas o los peces si se queman más fuegos artificiales de la cuenta.

Por supuesto, desapareció la Falla, número muy tradicional en las fiestas de agosto. El Teresa Herrera se ha convertido en una burda caricatura de lo que fue. Los Toros se suprimieron drásticamente sin importar si los coruñeses deseaban que tal cosa sucediese. Los días, especialmente los de la llamada Semana Grande, pasan sin pena ni gloria a nivel popular si hacemos excepción del consabido concierto nocturno en la plaza de María Pita en la que, por cierto, antes de que concluya la actuación algunos de sus establecimientos hosteleros ya comienzan a recoger mesas y terrazas.

La mayoría de los grupos y solistas contratados para los conciertos son de segunda o tercera fila, cuando no motivado su contrato por el sesgo ideológico del gobierno municipal. En cuanto a la Función del Voto, renovación del presentado a la Virgen del Rosario en 1589, en su día pasó a celebrarse en mayo y, actualmente, pasa sin pena ni gloria ya que, el Ayuntamiento, como tal, no participa.

Hace mucho tiempo que defendemos que las fiestas no deben estar organizadas desde estamentos oficiales ya que la diversión pública no puede quedar al socaire del interés de un partido político, de su ideología o de sus afinidades. Las fiestas las tienen que organizar los ciudadanos que las van a disfrutar y las pagan con sus impuestos, una comisión que aglutine representantes de todos los segmentos sociales, comerciales y culturales de la ciudad y al Ayuntamiento solo le corresponde financiarlas.

Las fiestas, al menos en lo que se refiere a La Coruña, han perdido toda su esencia y se han convertido en una sucesión de actos que se repiten, secuencialmente, cada mes de agosto sin señas propias de identidad ni capacidad de atraer corrientes turísticas a la ciudad.

Algo similar está sucediendo, lamentablemente, en otras partes de España en las que el populismo y lo que se considera “políticamente correcto” ha venido a relevar a las tradiciones inveteradas. Un par de ejemplos palmarios los tenemos no muy lejos de La Coruña.

El primero, en Santiago de Compostela donde, este año, su actual alcaldesa se negó a concurrir a los actos religiosos del 25 de julio, despreciando el hecho de que el Apóstol y la Catedral son, con mucho, la primera empresa de la ciudad y su mayor fuente de riqueza y que, caso de que algún día se dote de ruedas a la Catedral y se la lleven de Santiago, la ciudad tendrá que cerrar por derribo.

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El segundo, más cerca de La Coruña, en Betanzos, donde el gobierno municipal salido de las elecciones de mayo terminó con una de sus tradiciones festivas más arraigadas, la proclamación de la Reina de las Fiestas, siendo sustituida por un “representante” del pueblo en las fiestas a cuyo concurso de elección se presentó tan solo un candidato, un individuo que reemplazó a la Reina de las Fiestas, considerada como una costumbre sexista. Incluso, este año, ni tan siquiera surcará los cielos el tradicional globo elevado, cada 16 de agosto, en honor a San Roque.

Poco a poco, con medidas absurdas y sectarias como estas, las fiestas están perdiendo sus señas de identidad, su alma, convirtiéndolas en una sucesión de actos uniformados, sin personalidad propia, que se repiten, de forma secuencial, en todas partes.

Eugenio Fernández Barallobre.

Autor

Eugenio Fernández Barallobre
Eugenio Fernández Barallobre
José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.

Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.

Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.

Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.

Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022

Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)

"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)

"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)

"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).

"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).

"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).


Otras publicaciones:

"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)

"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).

"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).

"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).

"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".
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Geppetto

Las fiestas patronales ya no son fiestas tradicionales y populares
Ahora las diseñan los politicos locales a traves de unas desvergonzadas «juntas de fiestas» del Ayuntamiento al margen del sentir popular y que solo sirven para que cuatro hagan dinero

José Luis Fernández

Es cierto que las fiestas patronales no son lo que eran aunque algunos de sus festejos como los del toro embolao, arrojar una cabra desde el campanario de la iglesia, o arrancar la cabeza a unos patos o gallinas colgadas cabeza abajo, están bien suprimidos.

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