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La LIVG 1/2004 (Ley de Violencia de Género) cumplirá en España, a finales de diciembre del año 2021, un total de 17 años en los que ha conseguido un feroz distanciamiento entre sexos, algo más de 1.000 mujeres asesinadas entre españoles y extranjeros (50%/50%) y en torno a 20.000 hombres inducidos al suicidio por el despliegue de ilegalidades que lleva parejos tanto su clientelar redacción como su puesta en ejecución en toda una sociedad desprevenida para una acción tan sorpresiva y de tanto calado en la vida de padres, madres e hijos.
Si recurrimos al Anuario Estadístico del Ministerio del Interior (2020), un documento de 682 páginas, comprobamos que la Violencia de Género no deja de crecer en España. Otra cosa, que disminuyese, sería un error de cálculo, porque cada año, más gente vive de esta Industria del Maltrato, de manera que, si el maltrato desciende, el paro asomará en las filas de las feligresas de la Orden del Hábito Morado y la élite política vera mermar su caladero clientelar de feministas ataviadas con ropa de mercadillo, esas telas baratas teñidas de color violeta holgazán.
La LIVG 1/2004 es una ley represora, inservible y que incendia la paz social, incompatible con la común unión que es deseable entre ciudadanos y ciudadanas en pos de una sociedad igualitaria en la que todos caminemos de la mano en la misma dirección, no por aceras enfrentadas y divergentes.
Veamos la evolución de los casos de Violencia de Género en los últimos años, datos que contabiliza y registra el Ministerio del Interior en el citado su Anuario Estadístico 2020:
Casos de Violencia de Género
Año
Nº de casos
2015
396.500
2016
439.307
2017
485.439
2018
529.762
2019
577.907
2020
621.907
Fuente: Ministerio del Interior
¿Qué decir de una Ley que se dice va a corregir la Violencia de Género y en la práctica, tras 17 años, no hace sino aumentarla más y más?
Pues se dice que es una estafa, un engaño, una tomadura de pelo a la ciudadanía.
Pero lo más doloroso de esto es que esta Ley afecta directamente a las separaciones y divorcios en los que hay padres y madres, también niños, menores, hijos que, porque no votan, no cuentan para nada, sino que se utilizan como escudos protectores de mamás feministas que los emplean como mercancía de chantaje emocional sin merecer reproche civil o penal alguno; es más, el Tribunal Supremo lanza en estos días su campaña navideña: Oferta 2×1 en el secuestro de hijos, secuestre a dos y pague sólo por 1 (Caso Juana Rivas), toda una incitación institucional en toda regla a las mamás para que escondan, incumplan el régimen de visitas y secuestren a sus hijos en lo que es Violencia Vicaria Feminista.
¿Qué decir de una Ley que se dice va a corregir la Violencia de Género y en la práctica, tras 17 años, no hace sino aumentarla más y más?
Pues se dice que es una Ley que se basó y justificó en dos grandes mentiras:
Una: “Que el hombre es violento porque es hombre (art. 1)”.
Dos: “Que eso se soluciona a base de denuncias de Género”.
La violencia no tiene género, porque tan violenta o más es una mujer que un hombre, como tampoco una denuncia, un sistema policial especializado en cazar hombres y una jurisprudencia hecha sólo contra los hombres sirven para nada, porque se sustentan en bases inmorales, injustas, inconstitucionales.
Sólo una justicia justa, la sensatez y el sentido común, como la responsabilidad que conlleva hacer política honrada para los demás, no baja política, política ideológica, pueden, de manera conjunta, mejorar la sociedad.
El desequilibrio e interés mercantilista de las cuatro resentidas sin solución que redactaron la LIVG 1/2004, el desmedido afán político por retener en exclusiva el voto de la mujer y la indecencia de llevar a cabo una empresa tan gigantesca y costosa, a la par dañina, dolorosa, inhumana y tóxica al conjunto de la ciudadanía, son causantes y responsables directos de vernos en el estado de caos social al que nos han conducido: Más de dos millones de hombres denunciados y una red de Juzgados de Géneros dispuestos a triturar hogares.
Si eso es política decente, si eso es gobernar, si eso es tolerable, que venga Dios y lo vea.
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