02/05/2024 21:56
Getting your Trinity Audio player ready...

Dejemos claro que si España aún recuerda a Franco y el franquismo se lo debemos agradecer a quienes le odian a muerte, a sus enemigos de siempre que no le olvidan ni un segundo. Es divertido verlos retorcerse de rabia sintiendo su impotencia para hacerle daño. Quien más se debe divertir es el Caudillo,  en  su trono de gloria,  al que se hizo acreedor por su amor probado – ¡no supuesto!– a Dios y a España. Me lo imagino disfrutando de ese “gusto extra y exclusivo”, allí,  donde todo es felicidad.

Muchos de los que le acompañaron en la Cruzada en la Victoria y en las consecuencias de la Paz que siguió y, sobre todo,  una inmensa mayoría de los descendientes de los vencedores,  han olvidado su recuerdo, lo han arrinconado y se han arrodillado ante los “vencidos del 39” para rendirles pleitesía. ¡Cuánta cobardía y traición, en un pueblo que inventó la caballerosidad y la lealtad!

Dicho esto,  me permito una pregunta: ¿Qué es el franquismo y el propio Franco?

La respuesta es muy  breve, clara y rápida: — “¡Un reactivo!”.

Todo el que tenga unos pocos estudios de ciencias conoce la utilidad del “reactivo” para averiguar  si otras  substancias  tienen en su composición determinados elementos… En caso afirmativo, cambian de color o reaccionan de un modo conocido al ponérselo,…

Pues bien, el franquismo sirve, en nuestros días,  para mostrarnos la calaña de los escritores, periodistas, locutores, comunicadores, tertulianos y,  en  general,  de todo ese mundo de la llamada  “intelectualidad”. Gracias a dicho “reactivo” sabemos si son analfabetos en Historia, bobos de baba, alelados, insensatos, estultos, zopencos, tontos rematados, necios, memos, besugos, alelados,  sandios, estúpidos, majaderos, idiotas, de género asnal o bovino, zonzo, mentecatos, imbéciles,  cretinos, etc…, porque pienso en dicha escala,  cada vez que cualquiera de esos genios de la comunicación hablada o escrita aluden al Caudillo o a su obra para poder clasificarlos adecuadamente

Entre los misterios indescifrables, para mí,  se halla el de lograr comprender cómo los españoles — que le debemos a Franco y a su “generación de héroes” la nueva edad de oro que vivimos bajo el Régimen del dieciocho de julio – han podido ser víctimas de la mayor manipulación conocida de todo un pueblo. No creo que la Historia pueda  perdonar tamaña bajeza a los canallas traidores que vendieron su alma a los vencidos

LEER MÁS:  Binomio: acción-reacción. Por Eugenio Fernández Barallobre

Parece mentira que personas, aparentemente normales, carezcan de personalidad y de una mínima dignidad -o tengan tan poca inteligencia- que unos miserables sectarios, dominados por el odio,  les hayan podido borrar la realidad de la Historia y se muevan por  una subjetividad malvada.

Lamento no haber escrito el libro que tuve en mente sobre las generaciones que vencieron a los enemigos eternos de España y sobre quién capitaneó la Victoria. Mi propósito era dejar claro a las generaciones del postfranquismo un resumen cristalino, nítido, de lo vivido entre 1936 y 1975. Lo visto en España y, también, desde el extranjero.

Me consuela ver que hay historiadores jóvenes preocupados por hacer luz sobre ese período a quienes estén interesados en tener buena información. Mi intención era ahorrarles tiempo y trabajo, sobre todo, a quienes tienen poco tiempo para leer y documentarse.

Franco era un hombre, no San Miguel, pero demostró, desde niño, que amaba sinceramente a España y,  desde que cruzó Castilla hacia Toledo, se dio cuenta de que España necesitaba, agua, industria y árboles  y cuando,  de joven oficial,  vio las necesidades de sus soldados buscó soluciones. Era un militar ilustrado y, además, pragmático, por eso a los 33 años ya era general.

Tenía todas las de perder cuando aceptó ser Generalísimo,  y llevó el Ejército nacional a una victoria aplastante. Vio lúcidamente, ya desde Salamanca,  que no podía ser únicamente responsable de la Victoria, y exigió, para que no se malograse –volviendo a las andadas–  seguir siéndolo  tras la Victoria y poder, así, consolidarla… Tenía un perfecto conocimiento de sus compatriotas.

Hizo lo que creyó necesario para acertar y lo consiguió.

A mi entender cometió algunos errores -pero convencido de que era lo mejor para nuestra Patria-; por ejemplo: Hizo bien imponiendo la unión entre  carlismo y falange durante la guerra, pero se equivocó no devolviéndoles la autonomía a los tradicionalistas y a la Falange. Aplicó la Justicia a los vencidos, en forma suave y perdonando,  probablemente,  más de lo exigido – ¡y eso está muy bien!–, pero cometió el error de no crear un “Mossad (que era lo primero que tenía que haber hecho) para detener a los canallas asesinos que robaron el dinero de los bancos y vivieron como reyes,  en México, Argentina, etc. 

 Liberó a la Iglesia de sus enemigos, les devolvió sus bienes y reconstruyo las iglesias y demás, –¡y eso está muy bien!—pero no dio un puntapié al obispo de la boina para plantarlo en el Vaticano y sí cayo en la trampa,  cediendo derechos seculares de la Corona de España, error que permitió a Roma llenar nuestras diócesis de obispos enemigos de la Cruzada y de la Victoria, ¡lo que fue su mayor error! 

LEER MÁS:  Algunas feministas entran en razón

Quiso recuperar la monarquía tradicional y españolísima de los Reyes Católicos – ¡y eso estuvo muy bien!–, pero cometió el segundo gravísimo  error de su vida, eligiendo como rey,  a un futuro perjuro y traidor a la Cruzada. No había “dinastía austriaca española” pero,  a la hora de poner un Borbón, podía haber elegido a quien le pertenecía por derecho ser el nuevo rey, es  decir al “asesinado Alfonso de Borbón”.

Esos dos últimos errores facilitaron el que  entre Juan Carlos, los Tarancón y Cía., la liquidación del Régimen de la Victoria y del Ejército Nacional para llevarnos a la pocilga en que nos hallamos gracias a la divina Democracia y la nefasta Constitución del 78. 

 

 

Nota del editor: aunque  no se convenga en el argumentario de los colaboradores, se respeta la libertad de expresión y la crítica desde la ponderación y el respeto.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
Suscríbete
Avisáme de
guest
2 comentarios
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
Geppetto

«Lamento no haber escrito el libro que tuve en mente sobre las generaciones que vencieron a los enemigos eternos de España y sobre quién capitaneó la Victoria. Mi propósito era dejar claro a las generaciones del postfranquismo un resumen cristalino, nítido, de lo vivido entre 1936 y 1975. Lo visto en España y, también, desde el extranjero»
Hágalo, aun esta a tiempo…y después recibirá una multa enorme por escribir lo que la democracia española no quiere que escriba.
Los rojos con el socialismo encabeza esta haciendo historia, SU historia para que el futuro sea suyo.
Para cambiar la historia lo primero que hay que hacer es cambiar la perspectiva historica, dandole el papel de bueno al asesino y de de asesino al que ha salvado España.
Como esta perspectiva falsa y chapucera no cala ya que, por ejemplo, Pio Moa con cuatro libros ha destrozado la labor pirata de los historiadores pagados por los demócratas, rompiéndoles el discurso, han hecho una ley censora que prohibe escribir o hablar de Franco o el franquismo, de la II Republica, de la Guerra de Liberacion o de los 40 años de PAZ que Franco dio a España .
Pero como se dice, el hombre hace el puchero pero la tapa la hace el diablo y de pronto los libros de Moa son traducidos y publicados en Francia y como estan teniendo un enoprme exito se traduciran a otros idiomas tarde o temprano porque el negocio es el negocio.
La historia de España de los dos últimos siglos es un puro fraude creado para hacer que la masoneria y toda la gentuza del XIX sea la buena, la patriota y la culta mientras todo aquel que se le ha opuesto, de cura a rey, sea tenido por un felon o un ser puerco y vil
Y eso es lo que en la actualidad esta de nuevo haciendo en España el liberalismo democratico

Hakenkreuz

Francisco Franco Bahamonde, victorioso caudillo católico, fue toda su vida, hasta el último suspiro, católico apostólico. Nunca lo negó, nunca lo ocultó y nunca toleró atentado o menosprecio alguno a la Santa Iglesia Católica Apostólica, sus prelados y fieles. Que tuvo que soportar a algunos prelados como una cruz, inevitable. Muchos más son los que le apoyaron de corazón, y de esos no se habla miserablemente. Hasta Cristo tuvo en su Última cena al traidor Iscariote y se vio abandonado de los otros en el huerto de los olivos. Pero Franco sabía perfectamente que la Iglesia, sea quien sea su transitorio papa mortal, sus obispos y sus fieles, es la Iglesia de Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, que es su Cabeza y quien la guía de siglo en siglo según sus inescrutables designios divinos y quien la hace indestructible, incluso ante la totalidad de enemigos terrenales (incluso a esos anticristos entre nosotros de los que nos enseña el apóstol San Juan en sus epístolas católicas) y del infierno.

Franco, como el 95% de españoles de su más de un millón de soldados (y más del 60% de españoles en cuanto a ir a misa al menos los domingos), era católico apostólico, se sublevó para no ser exterminado en una futura república soviética en España por ser católico (en la URSS se ahogó en sangre al más de millón de católicos previos a 1918, algo silenciado desde Roma por las razones que sean), y venció y acaudilló España durante casi 4 décadas por la Gracia de Dios, con unos resultados inigualables, tanto material, como moralmente, en nación alguna del mundo. Pero Franco bien sabía que para lograr lo que logró, fue necesario la ayuda de Dios y la de los católicos compatriotas, pues sin ellos, nada se hubiese logrado. Incluso Falange solo tenía católicos en sus filas, aunque hoy se olvide miserablemente.

Franco, un día después de la victoria católica (1º de abril de 1939) recibió felicitaciones del papa Pío XII, que también se congració de esa victoria católica en la Cruzada liberadora de España, lo cual le llenó de gozo, como es natural en todo católico verdadero, porque Franco amaba a la Iglesia, como Jesucristo la ama siempre, independientemente de sus errores y defecciones.

Que hoy hasta los hijos y nietos de los franquistas (a puñaladas entre sí), que quieren una «Iglesia» instrumentalizada que sustituya la cruz por sus emblemas, y la Palabra de Cristo por los escritos de José Antonio Primo de Rivera, su ídolo, que hoy los herederos de los más acérrimes del régimen (sinceros o arribistas) sean más ateos, más sin Dios que los rojos de entonces, echando excrementos sobre la Santa Iglesia Católica, Esposa de Jesucristo, por el proceder de ciertos papas y obispos, no puede ser más esclarecedor de lo que sucede en España desde 1976. No hay mal que por alejarse de Dios no venga. España una, grande y libre, sostienen hipócritamente, y andan a puñaladas entre ellos, y no son capaces de dar gloria a Dios sin provocar cismas porque los prelados de la Iglesia no son de su ideología política (herejía satánica y extrema, tratar de instrumentalizar la Iglesia del Señor en beneficio de intereses políticos y mundanos). La soberbia de querer poner a la Iglesia Católica de rodillas ante asquerosos intereses políticos de cualquier signo, no tiene porqué pagarlo la Santa Iglesia Católica de Jesucristo Nuestro Señor, cuya salvación en España frente a la sangrienta agresión bolchevique, fue razón fundamental de la Cruzada victoriosa católica, y no los latifundios, ni el estatuto catalán, ni las defenestraciones de Azaña en el ejército, ni la República (a quien nadie defendía, por mucho que se engañe con lo contrario) y sus descerebradas constitución y leyes, ni los depravados «intelectuales» que la apoyaban, ni ninguna otra causa diferente, como suelen argumentar con sus engaños los rojos de hoy, nuevamente envenenados de odio a Dios y a España y sedientos de otra nueva Cruzada, creyendo de nuevo que esta vez la ganarán. Pobres ilusos.

Franco ganó, con su ejército nacional y católico patriota, la Cruzada liberadora en España, pero sus aliados alemanes e italianos, perdieron la inmediata Segunda Guerra Mundial para desgracia de la humanidad entera (humanidad, que no infrahumanidad demo roja. Véase mensaje de Fátima o revelación de Sta. Faustina Kowalska, pues el Cielo también se pronunció), para empezar de España, que quedó, además de aislada casi por completo, a menos de nada de ser aplastada bélicamente por los satánicos vencedores de aquella cruzada contra el comunismo en el mundo, Stalin y sus cómplices angloparlantes, pidiendo en Nüremberg el primero, la cabeza del caudillo español. Y como Franco no ganó la Segunda Guerra Mundial, ni tampoco los católicos («los buenos serán martirizados» nos advirtió la Santísima Virgen María en Fátima) de Europa, tanto España, como la Iglesia, tuvieron que cargar con las imposiciones de la satánica alianza vencedora como ya hace dos milenios nos advirtió el Señor según evangelio de San Juan: «Cuando eres viejo, otros te ceñirán y te llevarán a donde no quieres ir».

2
0
Deja tu comentariox