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El pasado 13 de enero una nueva crisis política causaba la caída del gobierno italiano del primer ministro Giuseppe Conte. Italia Viva, el partido creado por Matteo Renzi tras su salida del Partido Democrático y formado después de las elecciones con tránsfugas de ese partido, anunciaba la retirada de sus dos ministras, al frente de los ministerios de Agricultura y Familia, del gobierno de coalición dirigido por Conte y cuyos socios principales eran el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático. La incapacidad de Conte para volver a poner de acuerdo a sus antiguos socios ha llevado al presidente del país, Sergio Matarella, a encargar a Mario Draghi, que fue presidente del Banco Central Europeo de 2011 a 2019, la formación de un gobierno técnico de “alto nivel”.
Sergio Matarella y Mario Draghi
Matarella ha justificado su decisión por la crisis provocada por la pandemia y porque Italia no puede estar sin gobierno durante mucho tiempo. Sin embargo, la formación de gobierno después de celebrar elecciones no parece muy complicada si nos fijamos en las encuestas. La Liga de Salvini sería el partido más votado con un 23% de los votos, la segunda posición sería para el Partido Democrático con casi un 21% y la tercera fuerza sería para los patriotas de Hermanos de Italia de Giorgia Meloni con un 17%. Por detrás encontramos al Movimiento 5 Estrellas con un 15% y a Forza Italia de Silvio Berlusconi con un 8%, mientras que el partido tránsfuga de Renzi no conseguiría el 3% de votos necesario para entrar en el parlamento. La anunciada coalición de derecha formada por la Liga, Hermanos de Italia y Forza Italia obtendría un 48% de los votos, más que suficiente para asegurar un gobierno estable.
El nuevo gobierno de Draghi ha contado desde un primer momento con el apoyo del Partido Democrático, Italia Viva y Forza Italia. El pasado sábado, Vito Crimi, líder interino del Movimiento 5 Estrellas desde enero de 2020, anunciaba el apoyo de su formación al ejecutivo de Draghi. Pero lo que nadie esperaba fueron las declaraciones de Matteo Salvini poniéndose a disposición del nuevo gobierno tras la reunión mantenida con el expresidente del BCE. El presidente de la Liga pidió que este nuevo gobierno no esté formado únicamente por tecnócratas y que incluya a los partidos. A la espera de una segunda ronda de consultas que se inicia esta semana, Draghi ya cuenta con suficientes apoyos parlamentarios para formar gobierno. Está por ver si esta jugada de Salvini no altera la postura de alguna de las otras fuerzas políticas, el Partido Democrático, por ejemplo, se plantea un apoyo externo para no tener que compartir gobierno con la Liga.
La única fuerza que ha decidido no apoyar a Draghi y que aboga por la celebración de unas nuevas elecciones que den voz a los italianos es Hermanos de Italia. Su presidenta, Giorgia Meloni, no está dispuesta a gobernar con el Partido Democrático, el Movimiento 5 Estrellas o la Italia Viva de Renzi. La firmeza de Meloni, que siempre ha mantenido una posición “coherente” y nunca ha abogado por alianzas antinaturales, ha dado sus frutos, fue el único partido que mejoró sus resultados en las últimas elecciones municipales celebradas en septiembre de 2020 y muestra un crecimiento continuo en la intención de voto reflejado en las encuestas, a costa de La Liga que no obstante sigue siendo la primera fuerza política.
La pandemia sirve por tanto como excusa para no celebrar unas elecciones que darían un vuelco electoral en Italia y que significarían un nuevo quebradero de cabeza para la élite de Bruselas. Pero mientras los italianos no pueden desplazarse de una región a otra y en muchas zonas del país se impone un toque de queda, las llegadas de inmigrantes ilegales no cesan. El pasado 6 de febrero marcaba una cifra récord con la llegada de 1.500 ilegales en treinta y seis horas. Una cifra increíble teniendo en cuenta que estamos en febrero y las desfavorables condiciones meteorológicas en el Mediterráneo.
En una entrevista en Il Conservatore, el almirante retirado Nicola De Felice, responsable de la Armada italiana en Sicilia y actualmente jefe del departamento de defensa de la Liga en el Lacio, ha responsabilizado de esta situación a la inacción del gobierno italiano y “a los gobiernos europeos, que son los que abanderan los barcos de las ONG, por conceder protección internacional y asilo político a los inmigrantes ilegales que los traficantes de personas envían a bordo”. En opinión del almirante, los embajadores de esos gobiernos, España por Open Arms, Noruega por Ocean Viking y Alemania por Sea Watch, deben ser convocados por el gobierno italiano y se les debe exigir el cumplimiento del Reglamento de Dublín. Ayer mismo, el gobierno de Conte autorizaba el desembarco de más de 400 inmigrantes ilegales recogidos por la ONG francesa SOS Mediterranee.
Italia es, como España, un auténtico coladero para la inmigración ilegal y se calcula que hay unos 600.000 inmigrantes ilegales. El caso de Brahim Aouissaoui es el que mejor ha reflejado esta realidad. El tunecino llegó a Lampedusa el 20 de septiembre y cinco días después fue embarcado en el barco “Rhapsody” para que pasara la cuarentena de dos semanas junto a otros centenares de tunecinos. El 9 de octubre desembarcó en Bari y se dio orden para su repatriación en un plazo de siete días. Sin embargo, quedó en libertad y recibió un documento de identificación de la Cruz Roja. Brahim pudo viajar sin ninguna clase de impedimento a la ciudad francesa de Niza el 27 de octubre. Dos días después el tunecino asesinó a tres personas con un cuchillo en la catedral de Niza. Fue abatido por la policía municipal mientras gritaba “Alá es grande” y resultó gravemente herido.
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