09/05/2024 06:49
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Mi amigo y compañero de trabajo, Julio Merino, me ha pedido que lea el discurso íntegro del Presidente del Tribunal Constitucional saliente, don Pedro González-Trevijano,  y que le dé mi opinión como psicóloga. Y después de leérmelo, para mí un poco técnico y demasiado jurídico, yo me quedaría con los tres párrafos que le dedica a la justicia, a la libertad y a la concordia:

“JUSTICIA. Carl Schmitt escribía en 1927, que la creación de un Tribunal para decidir sobre la constitucionalidad de las leyes significaba “una desviación por razones políticas de la lógica del Estado de Derecho”. Noventa y cinco años después, la Jurisdicción constitucional se concibe, por el contrario, como sentenciaba García Pelayo, como la culminación del Estado de Derecho y su perfeccionamiento técnico. Ayer, como hoy, necesitamos que ésta ejerza plenamente su papel de protectora, de conciencia jurídica y de límite al poder político.

CONCORDIA. Elemento insoslayable a lo largo de la historia para el funcionamiento de una sociedad plural, que garantiza la vida en común y contribuye a ordenar jurídicamente una diversidad creciente. Y es que Saavedra-Fajardo ya recordaba en el S. XVII la sentencia latina, según la cual “crecen con la concordia las cosas pequeñas, y sin ella caen las mayores”.

En este sentido, el Tribunal ha tenido un papel relevante como árbitro jurídico de las controversias entre los distintos poderes del Estado e integrador del complejo sistema de distribución territorial del poder. Pero el Tribunal Constitucional no puede sustituir la concordia que debe alcanzarse entre los operadores políticos, ni debe por tanto constituirse en una suerte de arena agonística, en la que se diriman con habitualidad creciente conflictos en última instancia esencialmente políticos.

Y, por último y por supuesto, la LIBERTAD, valor superior y condición esencial de la titularidad de los demás derechos.

Libertad e igualdad son los fundamentos en que se asienta nuestro régimen constitucional. Asegurar el éxito de esta diarquía, y no dictar decisiones políticas con parcos ropajes jurídicos, constituyen, pues, las dos caras insoslayables de la alta tarea encomendada”

O sea, Justica, Libertad y Concordia, lo que me recuerdo a aquel famoso eslogan de la Revolución Francesa “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

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REDACCIÓN
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