17/05/2024 04:08
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El General y Estadista chino, Sun Tzu, su obra maestra, aunque no la única, »El Arte de la Guerra», escribió que »la Guerra Cognitiva» no era otra cosa que una lucha de voluntades hasta que una de las dos se terminaba imponiendo a la otra. 
El Tratadista y Polemólogo Carl Von Clausewitz en su obra de referencia «De la Guerra», escribió que no era más que la continuación de la política por otros medios. 
Al leer con detenimiento y de forma comparada,  si es posible, a estos dos estrategas, concluimos que »el objetivo de ir a la guerra no es otro que imponer nuestra voluntad política, diplomática, económica, ideológica, o una combinación de todas ellas, a través de un conjunto de medios que mezclan lo estrictamente  militar con el resto de las dimensiones mencionadas.
Esto es, más o menos, lo que se conoce en la actualidad como:
Guerra Híbrida.
Pero, ¿ qué es la guerra cognitiva ? Es la actualización de la clásica «Guerra Psicológica o de Influencia» utilizando el desarrollo tecnológico actual para poder llegar a ser mucho más global y eficaz.
Es global porque llega a miles de millones de personas de manera pasiva. Cualquier dispositivo conectado a la red, ya sea un smartphone, un ordenador, una tablet, un smartTV u otros, se convierte en campo de batalla y arma, a la vez, de la Guerra Cognitiva. Por tanto, podemos hacernos una idea del alcance de esta nueva forma de »Guerra de Voluntades» que se da tanto en el ciberespacio como en el mundo físico. El desarrollo tecnológico la hace mucho más eficaz porque permite el flujo de información en tiempo real desde cualquier parte del mundo y a la velocidad de la luz generando un tráfico de noticias y datos tan enorme y rápido, que a veces nuestro cerebro no es capaz de procesar. 
Esto nos deja en una posición de indefensión ante la desinformación mediante las llamadas «fake news», bulos o noticias manipuladas y técnicas más refinadas como los «DeepFake», procedimiento de inteligencia artificial que es capaz de generar videos falsos tan reales que para una persona poco «entrenada» o «formada» en estos métodos, pueden pasar como verdaderos. 
Teniendo en cuenta que las guerras no sólo se ganan en las trincheras, sino que hay que ganarlas también, y previamente, en las mentes de la gente, tanto las de nuestro bando como las del bando enemigo, podemos hacernos una idea de la importancia de la Guerra Cognitiva en cualquier conflicto moderno. Un ejemplo de esto último lo tenemos en la guerra de Vietnam. 
EEUU perdió la guerra por una combinación de factores, entre los cuales tenemos la voluntad de lucha del pueblo vietnamita del norte y amplios sectores del sur, una muy eficaz guerra de guerrillas que terminaba destrozando la moral de combate de las fuerzas estadounidenses sobre el terreno y, sobre todo y ante todo, la perdida de voluntad de luchar del pueblo estadounidense en una guerra que no sentía suya, desarrollada a miles de kilómetros y que generaba miles de muertos. En la mente del pueblo estadounidense se perdió, como ya he indicado, la voluntad de lucha, y la victoria vietnamita fue una victoria también cognitiva en las mentes de amplios sectores de la prensa y de la juventud estadounidense, que sintieron que ni era su guerra ni era justa, lo que forzó la retirada en 1975 de las ultima tropas de los EEUU. Todo lo contrario a la actual guerra en Rusia, que es vista como justa y en la que no está ni se siente sola sino con más pueblos y naciones contra el enemigo anglosajón común. 
De la experiencia vietnamita los EEUU sacaron lecciones que luego fueron aplicadas a otros conflictos posteriores. 
Por ejemplo, en la llamada «Segunda Guerra del Golfo», desarrollada a partir de 2003. 
La censura de imágenes de soldados muertos fue bastante importante. No querían repetir la experiencia de Vietnam en una guerra que empezaba a perder prestigio en el pueblo estadounidense a raíz de que las armas de destrucción masiva, la escusa esgrimida por la Casa Blanca y el Pentágono para invadir Irak, no aparecían por ningún lado.
En la actual Fase de la Guerra en Ucrania, desarrollada a partir del 24 de febrero del 2022 con el ataque defensivo ruso, el papel de la prensa occidental o, mejor dicho, la prensa de los países de la OTAN y abiertamente alineada con ésta, no es otro que el ser parte activa del esfuerzo de Guerra Cognitiva de esta organización político-militar.
Si analizamos de manera rápida, para no alargar mucho este artículo que intenta ser una herramienta para aterrizar en estos nuevos conceptos de las guerras modernas, el papel de la prensa occidental en la Guerra en Ucrania,  podemos sacar algunas conclusiones interesantes:
– El abandono de funciones. 
Se supone que los periodistas y, más, los «corresponsales de guerra» o enviados espaciales» tienen como función la de intentar recopilar el máximo de información sobre el terreno: entrevistar a la gente, contrastar fuentes y ver si lo que se dice es cierto o no es cierto. 
Sin embargo, lo que estamos observando es a periodistas que, efectivamente, están más o menos sobre el terreno, principalmente en Kiev, pero que todas sus conexiones e imágenes que transmiten son desde el hotel donde residen. Un caso significativo de esto que estoy contando, es el del enviado especial de La Sexta, Alberto Sicilia, que analizando su cuenta de Twitter en las primeras semanas de la guerra se le observa siempre hablando desde la misma ubicación, una plaza en el centro de la capital ucraniana. No se le conoce ningún viaje a la otra zona del conflicto, por ejemplo, el Donbass, para recabar relatos que nos traigan el otro punto de vista del conflicto, ni nada parecido.
En otros conflictos pasados, periodistas occidentales han ido a entrevistar al «enemigo» sin ningún problema. 
Se entrevistó a Saddam e incluso se entrevistó a Bin Laden. 
Aquellos periodistas que, ojo, seguramente no estaban libres de formar parte del esfuerzo de propaganda de guerra de su país, tenían una ética profesional que hoy en día vemos totalmente ausente en la gran mayoría de profesionales de la información. 
¿Y por qué de esta actitud de la prensa? Porque forma parte del esfuerzo de guerra cognitiva que ha lanzado la OTAN. 
¿Contra Rusia y su pueblo? No, contra nosotros.
Saben perfectamente que el esfuerzo económico que supone la ayuda militar a Ucrania y el efecto rebote de las sanciones contra Rusia, va a traer consecuencias para los ciudadanos de la Unión Europea. 
De hecho, ya estamos sufriendo la inflación, que dio comienzo el 24 de febrero con »la operación COVID19» y que ahora se ha visto mucho más agudizada con las sanciones y restricciones de la Guerra.
Alargar la situación va a traer consecuencias. Ya se empiezan a ver importantes manifestaciones y protestas en varias partes de Europa.
Es importante para las élites de la UE mantener en sus poblaciones esa voluntad de lucha contra Rusia y de apoyo a las políticas de envió de armas y dinero a Kiev y de continuación de las sanciones contra Moscú. Y es justo en este marco, donde es tan importante el papel de la prensa como elemento central junto con las redes sociales, dentro de esta Guerra Cognitiva para presentar a Rusia, como el enemigo, y a Ucrania, como el amigo por el cual hay que hacer sacrificios. 
Y en esta Guerra que tiene como objetivo nuestras mentes no puede haber ni la más leve disidencia en el esfuerzo combinado de todos los medios a la hora de presentar el relato de la guerra en los parámetros que interesa a la OTAN, a la UE y a los inversores en Ucrania:
La Familia Rothschild, los Sachs, los Biden-Clinton, entre otros.
La prensa tradicional basada en periódicos, radio y televisión todavía es importante, pero no podemos obviar el ascenso de las redes sociales y los canales de las plataformas de mensajería instantánea, como elementos centrales a la hora de difundir información. 
Al contrario de los medios tradicionales, que son lentos ya que están sujetos a unos horarios de emisión y formato más o menos rígido, las redes sociales tienen un componente dinámico, de frescura y agilidad que las hacen muy atractivas para la gente más joven y para aquellas personas con inquietudes, que necesitan estar informadas en todo momento de lo que pasa en el mundo, o que simplemente buscan información «alternativa» a la «oficial».
Sabemos, porque hay estudios que así lo confirman, que la mayor parte de las generaciones más jóvenes no suelen informarse por los medios tradicionales y prefieren hacerlo por medio de las redes sociales, grupos de WhatsApp o canales de Telegram. 
Ojo, esto no significa que no se estén informando por los medios hegemónicos o que no estén recibiendo el mismo relato «oficial», a veces caemos en este error. 
Lo que dicen los estudios es que no ven la televisión, no escuchan la radio, rara vez leen la prensa escrita en papel y muy poco los periódicos digitales. Pero muchos si siguen los podcasts de las principales radios, siguen los perfiles de Twitter de los grandes medios y periodistas estrella y entran en sus canales de Telegram. 
Por tanto, el relato OTAN/UE/Kiev/Sionismo, sigue fluyendo por las redes sociales de manera más o menos hegemónica.
Para reforzar esta posición de fuerza del relato anglosajón y, por tanto, ayudar al esfuerzo de Guerra Cognitiva que vengo explicando a lo largo del artículo, las grandes plataformas de redes sociales que pertenecen principalmente a empresas de EEUU lo que hacen es, o censurar a los medios rusos como RT o Sputnik, o señalar a los profesionales que trabajan allí con una etiqueta para que la gente se vea influenciada a pensar que ese profesional es un «agente de influencia ruso», o «parte del esfuerzo de propaganda» del kremlin, Beijing, Caracas o La Habana. Curiosamente esta etiqueta jamás se muestra en el perfil de un periodista en occidente. Y lo que es más vergonzoso, algunos de ellos luego se presentan como analistas independientes en medios como La Sexta.
Los «bots» también son una parte significativa de esta lucha cognitiva, ya que automatizan el envió de mensajes y las interactuaciones y, por tanto, ayudan a la batalla por el relato en redes sociales, principalmente Twitter. 
La Escuela de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Adelaide en Australia, ha realizado un estudio sobre el uso de «bots» en Twitter en el contexto de la Guerra en Ucrania durante las dos primeras semanas después del 24 de febrero. 
En ese estudio se puede leer:
«Ambas partes del conflicto ucraniano utilizan el entorno de información en línea para influir en la dinámica geopolítica y también influir en la opinión pública. Las redes sociales rusas impulsan las narrativas en torno a su motivación, y las redes sociales ucranianas tienen como objetivo fomentar y mantener el apoyo externo de los países occidentales, así como promover sus esfuerzos militares mientras socavan la percepción de las fuerzas armadas rusas».
Del párrafo anterior podríamos concluir que Kiev a entendido muy bien el papel de las redes sociales en la guerra cognitiva y su importancia para su propio esfuerzo de guerra. Sin embargo, ese esfuerzo de guerra seria inexistente sin el apoyo exterior de los países de la OTAN. 
Por tanto, sus menajes en redes sociales y los de sus aliados en Twitter, junto a los de los medios de comunicación y periodistas occidentales, pretenden generar en nuestras mentes un relato único y constante para presentar a Ucrania como un pequeño país agredido por el gigante ruso. Obviando, como parte de su estrategia, todo el contexto anterior al 24 de febrero, que tiene su origen en el Golpe de Estado del Maidan de 2014 contra el legítimo Presidente Yanukovich.
Para ir concluyendo, mucho se ha oído hablar de los «hackers rusos» y de las «campañas de Guerra Cognitiva Rusas» por medio mundo. 
Cada vez que un candidato, que no es del gusto de los grandes medios, gana unas elecciones es gracias a los mencionados «hackers rusos» y a los «agentes de influencia rusa». 
Da igual que luego aparezca Meta y Cambridge Analytica para explicar el resultado de Trump o el Brexit, más allá de otros factores como el hartazgo del pueblo estadounidense o británico por unas políticas económicas que han empobrecidos a amplios sectores. 
La variable rusa siempre está presente en las campañas de desinformación de los medios occidentales bajo obediencia anglosajona. Y no sólo en los casos anteriores de EEUU o Gran Bretaña, sino incluso en cuestiones tan «domesticas» como el proceso soberanista catalán. 
Todo esto también forma parte del esfuerzo cognitivo del atlantismo anglosajón globalista, y tras él el sionismo, que quiere generar en nuestras mentes una sensación negativa cada vez que oímos o leemos la palabra ruso o rusa, y que automáticamente la identifiquemos siempre con un «hacker» que quiere jodernos la vida, ya sea poniendo »a un populista de extrema derecha» a gobernar los EEUU o intentando destruir la UE, que se presenta como la quinta esencia del «buen vivir» y «adalid» de los derechos humanos universales.
Pero, ¿qué ocurre cuando uno se pone a investigar estas cuestiones? 
Pues que donde debería de haber miles de «hackers rusos » o «bots rusos», aparecen miles de «bots» pero no rusos, sino ucranianos, israelíes  y anglos controlados y financiados por países de la OTAN. 
Como conclusión, nos podemos quedar en que todos nosotros somos un objetivo de guerra, no porque formemos parte del esfuerzo bélico sirviendo en el ejército o del esfuerzo económico por nuestro trabajo. 
Lo somos porque formamos parte de la sociedad y si el «enemigo» controla nuestros cerebros y nuestra manera de percibir la realidad, puede forzar a que nuestra voluntad de lucha cese. 
En el contexto de la Guerra en Ucrania, somos objetivos para «nuestros amigos» porque no pueden permitir que nuestra percepción de la realidad esté fuera de los parámetros que ellos nos quieren imponer a través de su relato. 
Si empezamos a llenar las calles de protestas sociales puede que todo su esfuerzo de guerra se venga abajo. 
Tenemos que ser muy conscientes de ello y tenemos que serlo porque las técnicas modernas de guerra cognitiva son tan avanzadas que sólo con una mentalidad crítica y escéptica, con un esfuerzo de búsqueda de información seria y rigurosa, podemos hacer frente a estos esfuerzos de «persuasión masiva», que son lanzados contra nosotros por un hegemón que no quiere dejar de serlo. Dediquemos tiempo al estudio, a la reflexión filosófica seria, a la lectura de los clásicos y cortemos los canales de influencia mediática del enemigo como la TV y otros medios de masas. Y si tenemos una perspectiva vital trascendente, metafísica y religiosa será mejor para nosotros y peor para el enemigo que está »en este lado de las líneas» agazapado y simulado.
 
 
NOTA: No puedo terminar este artículo, que tanto tiene que ver con el papel de la prensa en esta guerra, sin hacer una mención a mi compañero en el Grupo de Investigación y Análisis «GeopolitikaZ», periodista y corresponsal de guerra Pablo González. Hemos cumplido ocho meses de su injustificada detención por Polonia, bajo una ridícula acusación de ser un «espía ruso». También quiero denunciar desde aquí la vergonzosa actitud de una gran parte de sus colegas periodistas, sobre todo en una profesión tan corporativista, que han guardado silencio sobre su situación. Al igual que las autoridades españolas.

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Daniel Ponce Alegre
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