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Finalizamos con el repaso del libro Etiquetas, de Evelyn Waugh. Las partes anteriores están aquí.
Capítulo Ocho
Pasa por Mallorca, que le decepciona, camino de Argel.
Quince días antes de nuestra llegada la Legión Extranjera había estado acuartelada allí, pero se había trasladado tierra adentro. Me habría gustado ver esa compañía de caballería formada por exiliados, que sufrían por el buen nombre de otros, y me complacía en pensar que todos ellos tenían un origen distinguido y romántico. El taxista a quien pregunté por ellos me respondió con escaso entusiasmo. Según él, les pagaban tan poco que nunca podían permitirse nada, salvo pasar el tiempo apoyados en las esquinas de las calles y escupir. En su mayoría eran jóvenes delincuentes, bajitos y vigorosos, de intelecto muy limitado. Se alegraba de perderlos de vista. Cierto que los taxistas, en su conjunto, tienden por temperamento a la misantropía.
…
No es, ni mucho menos, una población en la que predominen los árabes. Las cifras que daba el Baedeker, correspondientes a 1911, eran de 33 200 mahometanos, 12 500 judíos y 35 200 europeos, en su mayoría italianos y españoles.
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… los árabes no han realizado ningún esfuerzo de imitación, ni de la manera de vestir ni de las costumbres europeas. Nada de desatinos, como en la Turquía de Kemal, sobre el voto femenino y el sombrero hongo. Los hombres siguen siendo polígamos y deambulan por las calles conversando seriamente entre ellos, con un aspecto en verdad muy digno, grandes turbantes acolchados en la cabeza y largos mantos, todos ellos con bastones de paseo, mientras que sus mujeres caminan detrás, los rostros tras velos blancos, los ojos rodeados de manchas de pintura y los dedos impregnados de alheña. Los hombres muestran una libertad absoluta al mezclarse con los europeos de su clase; los mozos de cuerda y los barrenderos blancos intercambian colillas de cigarrillo con sus colegas de color, mientras que, en los principales cafés, los terratenientes árabes vestidos con elegantes túnicas se sientan con toda naturalidad en mesas vecinas a las de oficiales navales y militares y légionnaires vestidos de gala, y escuchan a la banda de música mientras toman el vermú y el Cassis, leen la prensa francesa e intercambian saludos a diestro y siniestro. ¿Qué es lo que da a los anglosajones, y solo a ellos entre los colonizadores del mundo, ese sentimiento de superioridad tan poco generoso con respecto a sus vecinos? ¿Por qué los residentes británicos en Port Said me advirtieron contra los hoteles que podrían albergar gyppies, como llamaban despectivamente a los egipcios?
Sí, es una curiosa reflexión. Más sobre el comportamiento inglés:
A los miembros de otro grupo, del que formaban parte dos inglesas, los llevaron al piso superior de una casa de mala nota, donde se sentaron alrededor de las paredes en una habitación minúscula. Allí aguardaron algún tiempo, a la luz de un candil, cada vez más intranquilos, hasta que se abrió la cortina de la puerta y entró una judía muy corpulenta y de edad madura, sin nada que cubriera su desnudez salvo unas piezas de bisutería, y se puso a bailar una danse de ventre en aquel reducido espacio. Tras esta experiencia, una de las inglesas dictaminó: «En cierto modo, me alegro mucho de haberlo visto, pero desde luego no deseo volver a verlo jamás». Su compañera se negó en redondo a hablar del asunto con nadie y durante el resto de la travesía evitó por completo la compañía de los caballeros que la habían escoltado aquella noche.
Málaga
En Málaga hay muy poco que ver o hacer, aunque es una pequeña ciudad compacta y agradable, con un fuerte olor a aceite de oliva quemado y a excremento.
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Existe un vino llamado de Málaga, una especie de jerez oscuro y dulce, que había tomado en Inglaterra sin que me gustara. Lo probé allí, confiando en que sería mejor, pero lo encontré muy desagradable. En Málaga lo toman en vasos colmados, a modo de apéritif, de acuerdo con ese paradójico gusto latino que prescribe algo dulce, espeso y acre a esa hora de la noche. Sin embargo, dejo al arbitrio de los gourmets decidir si es mejor empalagar el paladar de esa manera o paralizarlo con licores helados, a la manera de mi país.
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… clubes, pero eran similares a cafés [los tradicionales casinos], su interior visible desde la calle, con solo una barandilla baja entre los transeúntes y los miembros, unos hombres robustos, de aspecto apacible, que se pasan el día sentados en butacas, fumando cigarros baratos y contemplando el tráfico. Sin duda, esa es una institución habitual en Andalucía. Era nueva para mí, y me pareció notable y digna de elogio.
Gibraltar
Creo que fue Thackeray el primero en sugerir que el Peñón de Gibraltar se parece a un león: «Es la misma imagen de un enorme león, agazapado entre el Atlántico y el Mediterráneo, puesto ahí para defender el paso de su dueña británica».
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Al pie de la escalerilla estaba apostado un policía inglés, con casco, silbato, porra y capa impermeable. Creo que aquel hombre agradó a los pasajeros ingleses más que cuanto habían visto en sus viajes. «Hace que una se sienta tan segura por dentro…», comentó una de las señoras, pero que me aspen si entiendo qué era lo que quería decir con eso.
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El Baedeker, siempre lento en condenar, dice de Gibraltar que «tiene unas calles estrechas y oscuras, aliviadas por pocas plazas… La limpieza de la localidad y la ausencia de mendigos producen una impresión agradable», y sobre la catedral anglicana se limita con reticencia a decir que «está construida en el estilo morisco». Recuerda a quienes buscan diversión que los miércoles y domingos, entre las tres y las cinco de la tarde, toca una banda militar cerca de las Assembly Rooms.
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…tiene otra peculiaridad, la de ser el único lugar de Europa habitado por monos salvajes. …
pellizcaban y mordían a la guarnición, arrebataban sombreros, disparaban los cañones en momentos intempestivos, chillaban impúdicamente delante de los altos funcionarios y demostraban abiertamente los hechos de la vida ante los hijos de los oficiales. En consecuencia, el gobernador ordenó su exterminio, pero entonces se alzaron clamorosas protestas por parte de todos los sectores de la población: ¿dónde estaban las tradiciones náuticas inglesas, qué sería de nuestro dominio en el Atlántico y cómo Gibraltar podría ser considerado la llave del Mediterráneo si se le privaba de sus monos? Así pues, el gobernador se vio obligado a importar nuevos animales de África, los cuales no tardaron en repoblar el Peñón y restauraron la confianza popular.
Sevilla
… es una de las ciudades más maravillosas que jamás he visto, y solo mi desconfianza generalizada hacia los superlativos me impide decir que es la más encantadora. Se me ocurren muchas que tienen elementos sugestivos, pero ninguna dotada de la misma amabilidad y refinamiento combinados con actividad y buen sentido. Parece evitar toda clase de vulgaridad, incluida la de la belleza profesional.
Exposición Hispanoamericana
Una de ellas contenía una notable colección de pinturas de los maestros españoles, Velázquez, Zurbarán, El Greco, Goya y un gran número cuyos nombres no suelen oírse fuera de su país natal. De ordinario, la mayoría de esas pinturas son inaccesibles, pues o bien pertenecen a colecciones privadas o, lo que en la práctica viene a ser lo mismo, están ocultas en oscuras capillas de las catedrales españolas.
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… objetos de las artes aplicadas españolas: Vía Crucis bellamente tallados, retablos, sillas de coro; píxides de oro y plata, custodias, tabernáculos y bandejas para la comunión; palmatorias y crucifijos, en su mayoría préstamos de tesoros catedralicios. Había también una espléndida serie de tapices procedentes de El Escorial y prestados por el rey. Y lejos de padecer las aglomeraciones de comercio en día de rebajas que se producen en Londres al exhibir una colección prestada, uno podía recorrer aquellas espléndidas galerías absolutamente a solas.
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Hasta entonces no habían llegado turistas en cantidades apreciables y los sevillanos, tras dieciséis años de preparación, estaban hartos de la empresa, y en la desatención hacia ella había elementos de hostilidad. Consideraban que el precio de la entrada era demasiado alto y que al impedirles el uso de su parque favorito les habían estafado perversamente. No había ningún boicot organizado, pero daba la casualidad de que ningún sevillano visitaba la exposición.
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… probé diversas cosechas de manzanilla en los cafés. Es una especie de jerez muy seco, servido por regla general con un trocito de cabeza de jabalí ahumada. El sabor de las marcas de calidad inferior recuerda el olor de los periódicos vespertinos, pero el de calidad superior es muy fino y delicado.
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En el Stella hubo una recepción del arzobispo de Andalucía junto con varios capellanes y funcionarios. Tomaron champaña, comieron tarta escarchada y fumaron cigarros. La conversación no fue posible debido a nuestro desconocimiento del español y su ignorancia de cualquier otra lengua, pero todo el mundo sonreía continuamente y resultó evidente que la fiesta había sido un éxito. Esto sucedió poco antes de la hora de comer.
Lisboa
Para mí Lisboa había sido una sorpresa muy agradable. No hay ninguna capital europea de cierta antigüedad sobre la que uno oiga hablar tan poco. No conozco prácticamente a nadie que haya estado allí ni siquiera un día. Y, sin embargo, es muy accesible y tiene una historia romántica y honorable íntimamente ligada, si eso es hoy en día una recomendación, a la nuestra.
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El Baedeker lo describe [al templo de los Jerónimos de Belém] como «el fantástico estilo del tiempo de Manuel I el Grande, una pintoresca mezcla de rasgos del gótico tardío, el árabe y el renacentista, con motifs de los espléndidos edificios de las Indias Orientales». Belém es el único ejemplo perfecto de este estilo en Lisboa, pues los edificios de esta clase no son apropiados, por su naturaleza, para resistir ni siquiera las tensiones de su propio peso, y todos los demás sufrieron daños irreparables a causa del gran terremoto de 1755.
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Uno tiene la sensación de que es la clase de arquitectura que jamás se diseñó para que la construyeran, sino que es arquitectura de pintor y dibujante, de la clase que uno ve en el fondo de las pinturas nórdicas del siglo XVI y los grabados en madera, donde delgadas columnas, en espiral y con adornos calados, apoyan amplias extensiones de recargada tracería de bóvedas en abanico.
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En 1834 convirtieron el edificio en orfanato, utilidad que ha tenido desde entonces, y la estructura parece haberse resentido: las sillas del coro, minuciosamente talladas, sufrían la podredumbre seca de la madera. Visitamos el claustro. Era la hora del recreo y centenares de huérfanos corrían de un lado a otro, rodaban por la grava, se propinaban unos a otros puntapiés y golpes y se lanzaban piedrecillas a la cara.
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Pasé la tarde recorriendo la ciudad. Aún no se ha recuperado del terremoto, y la mayor parte de las iglesias principales están en ruinas. En una de ellas, usada hoy como museo, vi unas interesantes momias peruanas.
El regreso al hogar
Regresar a tu país, incluso después de una ausencia tan breve, genera una considerable emotividad. Me había ido en pleno invierno y regresaba a finales de la primavera, cuando Inglaterra es todavía un país encantador. Al día siguiente tendría que hacer una serie de llamadas telefónicas, tendría que ver a mis editores para hablar de este libro, tendría que encargar nuevas prendas de vestir, tendría que examinar un gran montón de correspondencia, facturas y recortes de prensa en su mayor parte, y tal vez unas pocas invitaciones.
…
No sé muy bien cómo calificamos hoy a esas emociones que en otro tiempo llamábamos patriotismo. … aunque todo cuanto uno ama más en su propio país parece ser tan solo la supervivencia de una era que uno mismo no ha visto, y aunque todo aquello con lo que simpatiza y le parece digno de elogio en el tiempo que le ha tocado vivir apenas parece representado en su propio país, sigue existiendo cierta gloria impoluta en el hecho de pertenecer a una raza, en los mismos límites y circunscripción del lenguaje y en la frontera territorial, de modo que uno no se siente perdido, aislado e independiente. … De esta manera, moralizando adecuadamente, me acerqué al final de mi viaje.
Pues así es. Se puede leer este libro de viajes aquí: Etiquetas – Telegraph
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