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Segunda parte de la reseña del libro Manuel Azaña (profecías españolas) de Ernesto Giménez Caballero.
La cuarta subsección de la segunda parte del libro son Los adversarios de Azaña, divididos en Adversarios dentro de la República y Fuera de la República. Entre los primeros figuran Lerroux, Miguel Maura, don Melquíades, Santiago Alba, Sánchez Román y los tres profesores (Unamuno Ortega y Gasset y Marañón).
Lerroux era un patriarca, una cabeza venerable, casi una imagen de altar. Si además del bigote se hubiese dejado crecer la barba y un ramo de azucenas: San José. (…)
Pero la fiereza de Lerroux quedó reducida a la del “tigre del pobre”, como llaman algunos al gato. A bufar, sacar las uñas y huir junto al fuego del hogar. (p. 118)
Otro:
Sánchez Román es hombre perdido, si no parte de un litigio dado, de un texto dado, casi de un dogma dado. Su talento está en la paráfrasis, en la filigraneria jurídica. En eso ha hecho prodigios de encaje y alicatado. (p. 122)
Los Adversarios fuera de la República son el Ejército, la Iglesia y el Debate, la Nobleza, la Prensa disidente, Maeztu, Albiñana, March, varios profesores entre los que están el monárquico Saínz Rodríguez, y finalmente los sindicalistas y comunistas.
En vez de ocuparse de encender una guerra santa y desesperada, de engendrar santos y mártires, de ayudar a sus simpatizantes, se dedicaron al cauteloso juego de asentir, de colaborar y de evitar el mal menor (sic), discutiendo siempre cuestiones económicas, electorales temas a ras de tierra y no de cielo. (p. 127)
Es lo que ha hecho la Iglesia desde que ha perdido el poder político (con honrosas y santas excepciones): colaborar con un enemigo que quiere destruirla y que de hecho acaba haciéndolo. Es exactamente lo que está haciendo en España desde antes del 75 con esto que llaman “democracia”. Por descontado, no es el mal menor sino el mal mayor lo que quieren evitar.
March era el símbolo, el dragón hispano de eso que se llama capitalismo, y el gobierno Azaña, como San Jorge, tenía que alancear ese dragón ante el pueblo. March: víctima de una dragonada.
(…)
Si March no decae en ánimo y fuerzas, March puede ser todavía un incendio repentino en la Santa Bárbara, en el polvorín del galeón. (p. 132)
La última frase tiene un estilo que recuerda al de los horóscopos. El caso es que March estuvo entre los parlamentarios del Partido Radical. Y fue la República la que le declaro enemigo; por supuesto, el solo quería hacer negocios.
El último de los enemigos listados son los sindicalistas y comunistas; sin embargo, no hay referencias a los comunistas, que cuando se escribe el libro a principios de los treinta apenas tenían influencia ni seguidores.
Una curiosa reflexión:
… si Azaña, impotente para dominar la presión implacable de Ginebra y de Francia, quisiera meter al país en una contienda a favor de lo que, con el capcioso nombre de “democracia”, ocultan los franceses y los ingleses tras sí. Si Azaña nos enrolara como senegaleses de cuota en las trincheras de Occidente, en las trincheras del implacable y cruel imperialismo occidental, europeo, capitalista, liberal y democrático. (p. 134)
La tercera sección, Ideología y acción en Azaña, hace un repaso de sus escritos, presentando su ideología organizada en estos temas: Revolución y República, Visión de España, Ideas sobre Madrid, Cataluña, Política religiosa, Política militar, Política internacional, Política social, y Política cultural. Se trata en su mayor parte de ideas, porque Azaña las expone cuando ni tenía poder ni estaba en su pensamiento llegar a ser el presidente del Consejo de la República. Hay opiniones para todos los gustos, y para mi nos presenta a un tipo bastante pagado de si mismo:
Una democracia regida con humanidad.
La tradición corregida por la razón.
Buenas palabras
La política consiste en realizar. La política se parece al arte en su creación. La creación que se plasma en forma sacadas de nuestra inspiración, de nuestra sensibilidad y logradas por nuestra energía. La política es, pues, confianza en el esfuerzo, optimismo.
El arte del gobierno no consiste en un saber cualquiera, sino en saber lo que se quiere y en saber hacer lo que se quiere.
Tonterías, sin más.
La mula, animal español por excelencia. Áspera, Brava, testaruda, personalista. ver ingenua, sobria, seria. Acaba por tirar. Es solo variable el número de palos que necesita.
Muy curioso. El compró un caballo y se asustó al montarlo, la mula española pagó después su incapacidad.
España es anterior a su mirada. España es inmortal y no está pendiente de este o del otro arreglo administrativo, signo del corazón, de la inteligencia de los españoles que sepan escribir su nombre en la historia de la cultura universal.
Yo soy el español más tradicionalista que hay en la península.
En el 36, les dijo que las derechas que la derecha era ahora él, queriendo decir que la República no aceptaba nadie a su derecha. Y se llamaba Izquierda Republicana su partido…
El toque está en participar de una tradición y esforzarse a restaurarla; en asubir el encargo a que estoy prometido.
La sección de ideas sobre Madrid tiene solo interés literario. En la sección sobre Cataluña leemos esto tan modesto:
La unidad española, la unión de los españoles bajo un estado común la vamos a hacer nosotros, y probablemente por primera vez.
Esto es de GC, no de Azaña:
… España … trazó un camino espantoso de cadáveres, violencias, crímenes, defensas desesperadas: el camino de su voluntad imposible por “no dejar de ser “. (p. 157)
Seguro que después se arrepintió de haberlo escrito.
Sobre la política con Cataluña (Azaña fue uno d ellos impulsores del Estatuto):
¡Gesto de madre España! ¡Dejar que el último de sus hijos quiera vivir! ¡Dejar que el hijo se despida sin violencia, camino de su aventura en flor! … ¡Llenándole de pan y viático el hato de viaje! (p. 158)
Exactamente eso es lo que quieren, quedarse con la hacienda y que les financiemos además la “independensia”… Cosas de GC.
Sobre la política religiosa:
Yo he adquirido la inquebrantable resolución -dice ya desde el banco azul el 7 de septiembre de 1932 – de que, en lo que de mi dependa, ningún español pueda llegar a encontrarse en la situación análoga a la que me encontré yo. (p. 160)
¿Pero es que le obligaron a ir al internado del Escorial?
Sobre la política cultural (es una valoración de GC, no palabras de Azaña, aunque es una descripción certera de su política):
La República ha venido a España para sustituir la religión católica por la religión de la cultura.
La cultura significa para la República española una Escuela única, una Universidad única, una prensa única… (p. 173)
La primera frase es la tesis de El Mito de la cultura de G. Bueno. La segunda muestra la política cultural de la masonería: tiranía disfrazada de tolerancia y neutralidad.
En cuanto a la literatura, puede decirse que por el momento ha desaparecido, en todos los sentidos. en producción y en respeto.
La mayoría de los literatos, introducidos en el Estado para otros menesteres, se dedican a firmar papeles de oficio que les reportan, sino gloria y fama, buenas pesetas y vida muelle.
Los pocos escritores que quedan sin colocación, en actitud de producir, no pueden realizarlo. (…)
Se les regatean periódicos, se les impide la formación o continuidad de revistas literarias. si se pudiera, se les arrojaría al cesto de los papeles de un ministerio punto de hecho se les ha arrojado.
(…)
Gómez de la Serna me ha contado que nunca ha observado más indiferencia por el escritor en provincias que ahora… (p. 174)
Sin embargo, lo que nos venden es todo lo contrario: un supuesto “páramo cultural” del Estado Nacional después de aquella república de las letras.
Queda la tercera y última parte.
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