20/09/2024 06:38
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El periodismo en España deja mucho que desear, está como está y no supone ninguna novedad que hace mucho que el periodismo de calidad e investigación desapareció. La información es monocorde y las portadas de las principales periódicos de tirada nacional, se han convertido en una caricatura de lo que se supone fueron alguna vez. Son panfletos intercambiables, con titulares muy similares, con fotos e información suministrada por agencias de noticias y donde en la mayoría de las ocasiones ni se molestan en cambiar la imagen grafica. El interés reside únicamente en las columnas de opinión, en los artículos de algunos de sus columnistas, de esos versos sueltos a los que todavía se les permite expresarse de una forma libre e independiente, aunque no nos engañemos, esto sucede cada vez menos. Las redacciones de estos periódicos, reciben instrucciones de lo que deben decir y sobre todo, en lo que debe incidir. A nadie escapa lo deficitario de un medio de comunicación y lo “goloso” de los apoyos económicos o las subvenciones para poder continuar. Esos “apoyos” o subvenciones, dependen del poder, de partidos políticos que son los que deciden y reparten, ya sea a nivel nacional, autonómico o local. Motivo por el cual, varios medios mantienen una lealtad equivocada, casi perruna para con los políticos y no para con la sociedad. Los objetivos de un medio de comunicación deberían ser la veracidad y la objetividad para con la información, pero aquí de lo que se trata es de adoctrinar más que de informar, crear entre todos un mundo paralelo que acabe imponiéndose tapando la verdad. Se abruma con aluviones de noticias todas en el mismo sentido, y en lugar de informar, se desinforma, consiguiendo además, que todo aquel que investiga o pretende poner en duda la información monocorde y única, es apartado, estigmatizado, su medio vilipendiado y su redes sociales cerradas o amenazadas de suspensión.

No hace tanto, se decía que la prensa y los medios de comunicación en su conjunto, representaban el cuarto poder. Fiscalizaban y auditaban a los políticos y a la sociedad en general. Ahora, la gran mayoría de los medios de comunicación que conocemos como generalistas, se pliegan a los deseos del poder, a los deseos de la clase política dirigente. Persiguen, desinforman, acusan y siembran la duda sobre el rival político de turno para que el poder siga en manos de una elite. Nos quieren hacer ver que no existe alternativa a ellos, a un bipartidismo ficticio con más cosas en común que diferencias. Es un consenso generalizado entre medios y poder político, un “estatus quo” para que unos y otros salvaguarden su supervivencia. Lo hemos visto en USA y lo vemos en España. En nuestro país, lo que vulgarmente conocíamos como la prensa cercana a la derecha, al centro reformista, pugnan por ocupar el espacio del panfleto del grupo PRISA, por el diario “El País”, al igual que Pablo Casado esta lanzado hacia la socialdemocracia abandonada por Pedro Sánchez con el escoramiento y la “podemización” de su partido. La prensa va en paralelo a la política y los movimientos de estos tienen su reflejo en el comportamiento de los medios.

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El hasta entonces muy monárquico y centenario Diario ABC, uno de los más perseguidos en tiempos de la II República, con varios trabajadores asesinados, alabando y llamando patriota a Manuel Azaña, uno de los máximos responsables del estallido de nuestra guerra civil. Un personaje sectario y detestable al que de forma incomprensible y desde hace ya tiempo, algunos están empeñados en lavarle la cara, sobre todo ilustres monárquicos y políticos como el ex presidente José María Aznar. Prensa y poder político van de la mano. La prensa no puede vivir sin los apoyos económicos que de una u otra manera le prestan sus amigos políticos, a cambio de que estos sean obedientes y sobre todo no estorben, no molesten y les ayuden a crear sus “mantras” para que su poder no peligre. La prensa, tal y como la conocíamos hasta el momento, ha dejado de ser creíble. Solo fiscalizan la información que les es incómoda. Se han convertido en “verificadores” de la noticia, que no de la verdad. Ellos dicen lo que es cierto o falso, lo que es bulo en función de sus intereses o de aquellos a los que defienden.

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