17/05/2024 02:58
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Política con sentido de Estado al margen de complacencias o debilidades que podía reeditar con Torra lo sucedido con Puigdemont, hasta lo que fue el amago de la declaración de una república catalana. Fácil si Ciudadanos y el PSOE hubiesen apoyado la Constitución sin fisuras, después de comprobar lo mucho que importaba a la ciudadanía la responsabilidad de Estado con los políticos a la altura del reto planteado por un golpe atajado en última y arriesgada instancia.

 Entonces afirmé que de seguir con la misma tibieza, Mariano Rajoy estaría acabado y que lo enterraría Cataluña. Todo parecía indicar que todavía era factible una estrategia de redención que atrajese al votante, al mostrarle una firme y resolutiva defensa de la integridad territorial. Incluso si hubiese actuado con arreglo a los presupuestos legales y constitucionales que esperaban muchos de sus potenciales votantes asumiendo responsabilidad de Estado frente a la provocación del nuevo Presidente de la Generalidad-en el fondo el mismo Puigdemont bajo el disfraz de Quim Torra-, el Partido Popular se habría sorprendido de cómo podía reaccionar el electorado, incluso con el olvido de los muchos errores de dilación e irresponsabilidad que convirtieron un escarceo de rebeldía autonómica en toda una rebelión del independentismo.

 A esas alturas de las tensiones soportadas, el Partido Popular debería haber aprendido la lección democrática de que no se podía gobernar esperando el contento de todas las facciones políticas de España, pero sí con lealtad a los votantes que permitieron sendas legislaturas de Rajoy.

 Antes de tomar medidas en cuanto el nombramiento de consellers en prisión o fugados de la Justicia, el Gobierno popular acertó en tildar de provocación la actitud de Torra. Lo cual sirvió como una declaración de intenciones seguida de una contundente y proporcional, por demás, reacción que ponía en cuarentena cualquier pretensión de ir contra el orden constitucional. No solo había aprendido Mariano Rajoy sobre lo sucedido en territorio catalán, sino que el mismo Pedro Sánchez amagó sobre los derechos de una pluralidad de naciones, alineándose entonces  inequívocamente con la defensa de la integridad territorial. El tiempo ha demostrado que porque le convenía. Sus pactos oscuros con el independentismo, incluso su negociación con el PNV para reeditar legislatura huele a radicalización de las intenciones. Entonces, cuando el golpe de estado catalanista,  existía un punto de concomitancia entre el electorado popular y socialista que era la importancia de la cohesión y la responsabilidad de Gobierno y Oposición para garantizarla.

Una vez la izquierda más radical erró en la percepción de la problemática soberanista, incluso acercando posiciones con las tesis independentistas vascas, había un votante rebelde que no asumía los compromisos podemitas en cuestiones donde Pablo Iglesias no había dudado en posicionarse, más allá del extremismo que muchos de sus votantes iban a admitir. No solo Pablo Iglesias se desenmascaró en el ámbito personal con la polémica del casoplón y la evidencia de hipocresía en el discurso ante las bases, también cayó la máscara con los acontecimientos vividos en Cataluña y la visibilidad de aliados como Arnaldo Otegi.

Mariano Rajoy se encontraba con el camino allanado para que el artículo 155 siguiese en vigor, dada la impronta de resistencia demostrada por Quim Torra que pretendía crear un ambiente propicio para retomar el capítulo de la resistencia frontal. Y no sólo lo tenía fácil en cuanto a mantener el garante constitucional del Artículo, sino que pudo argumentar todas las justificaciones debidas para profundizar en las medidas de prevención e intervenir la sectaria y beligerante TV3,  además de tomar competencias básicas de Educación: los gérmenes permanentes del perjuicio catalán.

Le bastaba, en definitiva, a Mariano Rajoy ser un Presidente de Gobierno con sentido de Estado y las urnas lo hubiesen considerado estando cercanas las Elecciones Generales. Quizá era el factor esencial, inexcusable, para perder o ganar el voto. Así no se extrapolase el fracaso de los populares  en Cataluña a todo el territorio nacional. Luego llegó el cataclismo de una moción de censura que no sólo enterró a Mariano Rajoy, ausente de sus responsabilidades que dejó el camino expedito hacia la independencia con los pactos de un Pedro Sánchez dispuesto a cualquier traición con tal de mantenerse en La Moncloa. De aquellos polvos rajonianos, estas arenas movedizas con España entera intervenida y a merced de los caprichos separatistas.

LEER MÁS:  Las uvas rojas. Por Julio Merino

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Miguel Sánchez Asenjo

Buenos días Andrés:
 
Efectivamente lo tuvo fácil.
 
Consiguió la mayor mayoría absoluta, para que quitara todas la Leyes y Decretos, miserables y criminales, aprobados por «Risitas-Lucifer», el ROJO, que a alababa
a su abuelito, por pasarse de trinchera en trinchera, de Bando a Bando, hasta
que le cazaron por traidor.
 
Pero no solo eso, sino que apoyó al separatismo catalán, imponiendo el artículo 155 sobre la mesa, que nunc cumplió, para beneficias a esos engendros que odian a mi Patria
 
Pero, se dio la circunstancia que el descerebrado Rayao, no solo es masón, no solo es un auténtico cobarde, no solo es un malnacido, que no cumplió ni una sola promesa que hizo, para ganar votantes, pero no solo eso, es junto a los Borbones, el
mayor traidor de la Historia, en esta España, desmembrada, sin resortes, sin
patriotismo, para poder seguir viviendo
 
Ese miserable de Rayao, una auténtica basura, es mucho peor, que ya es bastante, del bastardo y criminal que posa sus nalgas en la Moncloa.
 
Un saludo,
amigo
 
Miguel
Sánchez
 
Hoy un lector más, antes articulista de este medio

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