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Olivier Bault entrevista para Remix News al eurodiputado francés Nicolas Bay, miembro del comité ejecutivo de la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, vicepresidente del Grupo Identidad y Democracia en el Parlamento Europeo y miembro del Consejo Regional de Normandía.
Agrupación Nacional (RN) nunca ha ganado unas elecciones regionales, aunque le fue bien en la primera vuelta de las elecciones de 2015. Usted es el candidato número uno en la lista de su partido en Normandía. ¿Cómo valora sus posibilidades en esta región?
En Normandía las opciones están bastante abiertas, aunque no es la región más fácil de ganar para RN. Sin embargo, en 2015, la lista que lideré estuvo a la par con la lista de Hervé Morin en la primera vuelta. En la segunda estuvimos ligeramente por detrás, pero la izquierda era bastante fuerte en Normandía en ese momento. Fuimos la primera y única fuerza real de la oposición en el consejo regional durante esos cinco años. Hoy, Hervé Morin, aunque él lo niegue, representa a la “Macronie”. Tiene veinte cargos electos y candidatos en su lista que son de los partidos LREM (La República en Marcha), Modem o Agir, es decir, de la mayoría parlamentaria del presidente. En consecuencia, hay un duelo entre su lista y la mía: la elección de los votantes es elegir a Hervé Morin, es decir, continuar con el inmovilismo y los fracasos en muchos ámbitos y apoyar realmente a la mayoría de Emmanuel Macron, o votar por la alternativa política que represento.
Probablemente esta vez podamos conquistar regiones. En los últimos días hemos visto que una encuesta colocaba, por ejemplo, a Thierry Mariani en condiciones de ganar en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Estas elecciones regionales pueden ser una oportunidad para que los franceses se expresen sobre cuestiones regionales y también para enviar una señal política muy fuerte a menos de un año de las elecciones presidenciales. Se está produciendo una clarificación política a medida que los presidentes regionales salientes de “derecha” o centroderecha están todos más o menos “macronizados”, son “compatibles con Macron” y se comportan como auxiliares de Emmanuel Macron. Por otro lado, solo la Agrupación Nacional puede encarnar una alternativa.
¿Quiere decir que estamos viendo en estas elecciones regionales la formación de una alianza sobre el terreno entre el partido presidencial LREM y su oposición de centro-derecha LR (Los Republicanos)?
Absolutamente. Varios presidentes regionales salientes llevan en sus listas a cargos electos macronistas. Pero también hay algunas personalidades en Los Republicanos que no aceptan esta deriva y creo que esta segunda tendencia es mayoritaria entre los votantes de LR a los que nos dirigimos. Decimos a las personas que tienen convicciones de derecha que naturalmente tienen derecho a unirse a nosotros conservando su especificidad y su origen, pero uniéndose finalmente en lo esencial, es decir, en el patriotismo, en la necesidad de proteger a los franceses, en la necesidad de defender nuestro país, en particular frente a la inmigración masiva, el comunitarismo y el islamismo.
En 2015 hubo claramente un “frente republicano” que les hizo fracasar en la segunda vuelta cuando RN había salido airosa en muchas regiones en la primera. ¿Por qué los demás partidos políticos tienen tanto miedo a que RN dirija una región francesa? Al fin y al cabo, sólo son regiones en un país bastante centralizado y no tienen tanto poder.
Creo que hay varias razones para ello. Las distintas fuerzas políticas de derecha e izquierda tienden a seguir las mismas políticas cuando están en el poder. Se han acostumbrado a repartirse los puestos y no tienen ningún deseo de que RN altere estos pequeños acuerdos. En realidad, este “frente republicano” no tiene nada de republicano, ya que consiste precisamente en confiscar la República y la democracia en beneficio de unos pocos. Además, este frente supuestamente republicano parece estar seriamente resquebrajado, como vimos en las últimas elecciones municipales de hace menos de un año donde no impidió que ganáramos en un cierto número de pueblos e incluso de ciudades, como Perpignan, ganada por Louis Alliot. Hoy se dan todas las condiciones para que conquistemos regiones.
En su cartel electoral usted destaca los problemas de inseguridad e islamismo. ¿Qué opina de la imagen de Francia que pintan las recientes cartas abiertas de los militares? ¿Está de acuerdo con las observaciones que se hacen en ellas, que son bastante dramáticas?
Sí, es un informe dramático y terriblemente lúcido sobre un país fracturado, sobre un Estado en plena decadencia, sobre la autoridad del Estado que ha desaparecido en muchos lugares, sobre una Francia que, hoy en día, está entregada a la barbarie y al salvajismo, donde en muchos barrios se aplica la ley de los traficantes y la ley de los barbudos en lugar de la ley de la República. No sólo son barrios sin ley, sino también barrios de no-Francia. Todos los días tenemos ejemplos concretos de esta situación con asaltos, robos, violaciones y actos cada vez más violentos que afectan a los jóvenes, y a veces incluso a gente muy joven. Este comunitarismo ha allanado el camino para el ascenso del islamismo que ha golpeado, ensangrentado y enlutado a Francia más que a cualquier otra nación de Europa en los últimos cinco años mediante atentados, algunos de los cuales fueron frustrados a tiempo por nuestros servicios de inteligencia, pero muchos de los cuales fueron desgraciadamente perpetrados.
Los islamistas están librando una guerra contra nosotros, y nosotros debemos asumir la lucha para ganar. Pero hoy existe una forma de cobardía hacia el islam político. Ésta se caracteriza por un islamoclientelismo que tuve ocasión de denunciar hace unos días durante mi campaña electoral en Normandía, en relación con la construcción en Guichainville, cerca de Évreux, de una mezquita monumental de 5.000 m² con un minarete de 15 metros. Esa construcción es un signo de un islam político que quiere instalarse y hacerse visible en la sociedad francesa. En realidad, estos militares, a los que ahora se critica por haber violado su “deber de reserva”, han vivido durante su carrera, si no guerras, al menos situaciones de caos, y son sin duda más lúcidos que otros sobre la situación de la Francia actual.
¿Cuáles son las principales propuestas de Agrupación Nacional para hacer frente a estos problemas en caso de una victoria de Marine Le Pen y RN en las elecciones del próximo año?
En primer lugar, hay una respuesta de fondo. Una vez que el islamismo se ha desarrollado y ha florecido en Francia, hay que erradicarlo metódicamente. Los cientos de mezquitas dirigidas por radicales, ya sean los Hermanos Musulmanes, los salafistas, el movimiento turco Milli Görüs u otros, deben ser cerradas sistemáticamente. Todos los extranjeros incluidos en la lista “S” de personas que suponen una amenaza potencial para la seguridad pública deben ser expulsadas retirándoles el permiso de residencia. Hay que perseguir y poner fuera de juego a todos los que participan en las redes yihadistas y que están en connivencia con el islam político y el islam radical.
Luego, hay una respuesta preventiva. Para protegerse contra el desarrollo del islamismo es evidente que hay que hacer frente a la inmigración masiva que sigue sufriendo Francia. Hay que tener en cuenta que, durante el quinquenio de Emmanuel Macron, estamos en un ritmo de más de 400.000 entradas al año entre permisos de residencia, inmigración ilegal, menores no acompañados y solicitantes de asilo, muchos de los cuales no cumplen los requisitos pero nunca son deportados. Son más de 2 millones de inmigrantes en el transcurso del actual quinquenio. Debemos poner fin a la inmigración, proteger las fronteras exteriores de la UE, controlar las fronteras nacionales dentro del espacio Schengen y reformar el Código de Nacionalidad. No podemos seguir teniendo una situación en la que alguien que entra ilegalmente en Francia se beneficia tarde o temprano de la legalización de su estancia y luego de la naturalización gracias a la laxitud y generosidad de Francia, incluso cuando esa persona no ha hecho ningún esfuerzo de asimilación.
Todo esto es la única manera de detener el desarrollo de este comunitarismo que genera el islamismo y el terrorismo. Por supuesto, hay que preservar una organización europea, pero hay que cambiar todo de arriba a abajo. Tenemos que cambiar las orientaciones políticas: las instituciones europeas deben defender por fin a las naciones europeas en materia de migración y también para el Mercado Único, estableciendo protecciones económicas y luchando contra la competencia desleal. También hay que cambiar el funcionamiento de la UE, con el Consejo, es decir, con los jefes de Estado y de Gobierno recuperando todo su protagonismo, y desarrollar la cooperación intergubernamental -no necesariamente con los 27 países, y no necesariamente en un movimiento de mayor integración y centralización- y hay que reducir considerablemente los poderes de la Comisión Europea, que hoy son exorbitantes, aunque esté formada por funcionarios sin legitimidad política.
Eso significaría cambiar los tratados, ¿no es así?
Por supuesto. Y creo que hoy en día muchos países desearían que así fuera. Los países del Grupo de Visegrado, pero no sólo ellos. Nuestros aliados italianos han vuelto a gobernar en Italia y quizás estén en una posición aún más fuerte en los próximos meses o años. Creo que nosotros podemos llegar al poder en Francia y creo que hay otros países que desean un verdadero cambio en el funcionamiento y las orientaciones de la UE.
Traducción de Álvaro Peñas para El Correo de España
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