03/05/2024 19:08
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Nuestra historia actual es la de un totalitarismo silenciado, oculto tras la etiqueta de la democracia. Una absoluta mentira que los ciudadanos -los electores- aceptan como relato oficial. A la masa, abandonada sin instrucción por los poderes fácticos, sólo se le proporcionan consignas y propaganda. Los espectáculos y los alborozos son tendenciosos, dirigidos al fin pretendido por el Imperio Profundo: juegos, películas, canciones, audiencias televisivas, todo está reglamentado.

La policía de los amos, aunque imperceptible para el común, se halla en todas partes. Nuestros móviles nos delatan, y ahora tal vez también las vacunas. Para la gente considerada peligrosa por los amos, cualquier conciliábulo imprudente, cualquier acción de rebeldía, pueden llevar o llevan una estigmatización o un castigo implacable que desciende sobre los renuentes como el rayo.

¿Es a este totalitarismo de terciopelo -que la masa intuye, pero esconde la cabeza bajo el ala- al que hemos de atribuir una inercia y una indiferencia denunciadas por todos los observadores prudentes? Los ciudadanos, si bien disimulado su espíritu bajo el impulso hedonista y utilizando la huida hacia adelante como método de actuación, se están replegando, social y personalmente, cada vez más en sí mismos, y en distintos grados se muestran no sólo confusos, angustiados y taciturnos, también hipócritas y delatores, y serviles al Amo que les esclaviza (recuerde el lector la pandemia covidiana).

La muchedumbre, abducida por la publicidad embotadora, no muestra iniciativa, ni previsión, ni solidaridad, ni patriotismo. Con unas oenegés también tramposas, al servicio de las agendas globalistas, con una Iglesia dividida, pero gobernada por un diabólico pastor, situado en el Vaticano por el Nuevo Orden, ya muy pocos se preocupan por los desgraciados, por los perseguidos por la justicia, por la disolución de la familia, por la atroz violencia contra los niños, por los terribles asesinatos de nasciturus.

¿De dónde procede esta atonía, sino del hecho de que el Estado, dirigido por la oligarquía financiera mundial y por sus esbirros intelectuales, se encarga de todo? Ese Estado, hoy vendido a las elites, encauza los deseos e impone su objetivo en interés de todos. Los amos procuran tener siempre ocupado en frivolidades y bagatelas al gentío, atiborrándolo de sucesos llamativos y vacuos para conseguir el modelo ideado para la ciudadanía: un ser irreflexivo, que ha dejado de ser humano, tal como nos ha enseñado hasta ahora la Historia del Hombre, de la Literatura y del Arte.

Pero, para proseguir su trampa, el Estado, orientado por el NOM-Providencia, no deja de suavizar o prohibir los trabajos peligrosos, los daños ecológicos, ni de interrumpir las horas de trabajo mediante descansos, ni de conservar los días festivos, que son numerosos. Así, el trabajo, frecuentemente alienante y abusivo, llega a ser tolerado gracias a la sugestión. Los ciudadanos visten sus ropas a la moda y se programan sus puentes vacacionales y sus descansos reglamentados, mientras escuchan, como bardajes, las alabanzas mediáticas al Sistema. ¿No es una dicha trabajar para los nuevos dioses, proponentes de un mundo feliz?

En esta sociedad global, siempre amenazada por las catástrofes bélicas, ecológicas y climáticas y, sobre todo, en esta sociedad occidental, inmolada bajo un endeudamiento insostenible, los amos se esfuerzan poco a poco por limitar, no sólo la libertad, también las necesidades de la masa y reducir el consumo, porque se han dado cuenta de que no hay para todos y ellos no están por la labor de perder sus infinitos privilegios. Y así, mientras al Tercer Mundo le ponen ante los ojos la zanahoria de la esplendidez de Occidente, procuran habituar al pechero occidental hacia la frugalidad. La de comer gusanos y excrementos, por ejemplo.

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La de vivir en comunas o en pisos compartidos, revueltos con vecinos desesperados o con soplones, eliminada la propiedad privada y la religiosidad, guardando en un nicho miserable los fetiches de los nuevos dioses, sus agendas sagradas. Todo estará reglamentado, el sueño, la diversión, la comida… Y las casas tendrán la puerta abierta, y las conversaciones serán escuchadas por oídos extraños, pues la ciudadanía ha de ser siempre vigilada y nunca más será libre.

Sólo los nuevos dioses y sus esbirros y confidentes podrán comer manjares delicados, llevar vestidos de fantasía, construir vastas habitaciones y poseer albedrío. Pero, eso sí, se mostrarán generosos levantando las prohibiciones a título de recompensa para quienes se muestren cumplidores con el santo y seña y se sometan participativamente a las manifestaciones y explicaciones oficiales. Los únicos caprichos tolerados serán el aguardiente, el sexo bestial y la droga; ellos serán los vicios populares. Y en su consumo, embriagados y degradados, podrá la multitud buscar el sueño liberador y el olvido.

La socialización de la economía asegurará las precarias subsistencias. En cada región, los amos evaluarán las tierras cultivables, las riquezas mineras, las industrias apropiadas, toda la producción necesaria para la alimentación de un homúnculo sin familia y sin hijos, porque la familia como raíz social habrá desaparecido y los hijos pertenecerán al Estado venal. Así, el no-muerto tendrá la felicidad prometida, parte alícuota de una propiedad colectiva, sin disfrutes familiares ni arraigos espirituales. Los almacenes del Estado harán frente a las necesidades imprevistas, constituyendo previamente unos fondos de provisión y un potente abastecimiento bélico.

Este humanoide habrá de vestir un uniforme común e idéntico peinado. Recibirá dos vestidos -unisexuales-, uno para las fiestas y otro para los días laborales, y -perdido cualquier tipo de especialización, sin existir apenas la división del trabajo- tendrá que hacer de todo, incluyendo la prestación de servicios en los nuevos templos de los cofrades y en sus palacios. Para repartir los productos, los nuevos demiurgos reemplazarán el mecanismo de los precios por las estadísticas, en una sociedad multigrupal.

Cada grupo contará con un supervisor, un funcionario subalterno que hará las veces de contable y que presentará las cuentas a su jefe, dentro todo ello de la pirámide satánica, ya bien estructurada. De este modo, las estadísticas de todo el Imperio Profundo llegarán a los expertos, que las interpretarán, decidiendo en consecuencia. Habrá especialistas diversos y no sólo en aquellos aspectos o capítulos tradicionales, como las obras públicas, la milicia, la demografía, la educación o las materias primas, por ejemplo, también existirán peritos perversexuales, curtidos LGTBI, avezados jefes de abortorios, diligentes interventores eutanásicos y, para que la felicidad sea completa, diabólicos científicos y psiquiatras.

Cada hombrecillo no abandonará su poblado o residencia sin autorización especial. La población, inmovilizada por la necesidad de establecer la correspondencia entre productos elaborados, primeras materias y número de entes incognoscibles, podrá ser desplazada o deportada o diezmada químicamente en los casos de superpoblaciones o por cualquier otra razón de Estado. Por otra parte, los grupos fieles reemplazarán a los inquietos o rebeldes, utilizando a éstos en las labores más arduas, miserables y ofensivas.

Los achacosos y enfermos serán ejecutados en nombre del bien común. Los niños estarán al servicio de depredadores sexuales y de explotadores financieros, todo ello para el sostenimiento en el lujo y en la depravación de una minoría omnipotente, y de sus líderes, sacerdotes y funcionarios.

A partir de la sociedad Occidental, los Hijos y hermanos de Lucifer irán extendiendo paulatinamente su Sistema, mediante la absorción o el genocidio de los vencidos. Los símbolos, tradiciones y religiones de éstos serán arrumbadas, sustituyéndolas por las propias de la Gran Secta o por las pergeñadas por ésta para la ocasión. Los dialectos y las lenguas locales tal vez sean permitidas, pero las habladas por cientos de millones, como el español, cultural e históricamente pujantes, serán exterminadas, como las cruces y todo atisbo de religiosidad, misticismo y sabiduría.

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La lengua del Imperio Profundo será el inglés, idioma que adquirirá connotaciones lingüísticas calvinistas y marxistas, pues el espíritu del Nuevo Orden sólo entiende de razón materialista. Y para obtener un beneficio cualquiera será obligatorio hablar este idioma.

Pero tanta imposición y perversión, tanto afán por el liberticidio no hace sino mostrar la debilidad de un Sistema promovido por dementes, megalómanos y codicioses compulsivos. Y no pocos aherrojados están dispuestos a la rebelión. Sin duda, la gran mayoría, totalmente abducida y racionalizada, no es capaz de causar preocupaciones a los oligarcas, pero los mejores, los más prudentes y avisados, son más inquietos y están dispuestos a rebelarse siempre contra el Mal.

En España, concretamente, muchos de éstos tienen confianza en VOX, o en que la dispersión de los prudentes concluya por fin, encontrando un liderazgo que los una y potencie para lanzarse a la nueva Reconquista, conscientes de que el Mal, una vez más, ha de ser vencido y muerto. El gran problema de VOX es que no ve, o no quiere ver, o no quiere explicar a la sociedad en general y a los electores en particular, esta terrible realidad que nos envuelve y encadena. Y si sigue mostrándose incapaz por despertar al gentío de lo que se le viene encima, no sirve para esta hora crítica. Bien sea por ineptitud o por complicidad. Y digo esto con absoluta amargura.

Siempre la excelencia ha acabado triunfando sobre la mentira, y la naturaleza ha desarbolado los experimentos desviados, antinaturales. La excelencia no puede acatar un Imperio totalitario, un Sistema en donde la verdad oficial es impuesta a todos, e inspira la docilidad de la plebe, incluso la veneración. La excelencia ha extendido sus raíces en la cultura clásica, en la filosofía que da razón y fe al ser humano, en la Cruz que le hace sentirse digno y libre, poseedor de un alma y custodio de unos valores.

Los excelentes, provisionalmente vencidos, no pueden ni quieren adorar a la nueva Oscuridad, esa emanación infernal que difunde abrumadoramente la propaganda oficial, ni puede ni quiere ver a los hijos de dicha Oscuridad como dioses también. VOX debiera hacerse eco de la grandeza de aquellos que, desde lo más alto del espíritu, sencillamente, con el pudor y la humildad que proceden de la fuerza, dan las gracias a quienes les revelan las nobles doctrinas, ideas y leyes que los poderosos desconocen, para conservarlas y hacerlas tradición. Y resonar a continuación en los oídos de la multitud, para que abandonando su letargo y su vileza se ponga en camino.

 

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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José Luis Fernández

El mundo occidental necesita, con urgencia, que surja una nueva generación de líderes políticos que sean capaces de llevar a sus naciones a la senda de la cordura que tenían hace 50 o 60 años. Es necesario vencer en las urnas a los partidos que apoyan toda la basura ideológica LGTB y sustituir las actuales élites del liberalismo capitalista por una generación de empresarios más conservadores que recuperen el modelo industrial de los años 50 y 60 del siglo pasado, que estaba basado en la economía real y no en la economía especulativa. Occidente no debe buscar la guerra con Rusia ni con China, porque no son nuestros verdaderos enemigos; provocar la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido un grandísimo error por parte de EEUU, al cual se ha unido (de forma inconsciente la Unión Europea). El mundo occidental (cuyo núcleo está formado por América del Norte y por Europa) debe buscar aliados en Iberoamérica, en Rusia y en Asia (Japón, Corea del Sur, Taiwan, India y, en el futuro, una China que sea democrática); solamente así se podrá mantener la paz en el mundo y se podrán abordar los grandes problemas para la supervivencia de la Humanidad, tales como la superpoblación y el cambio climático.

Azul

«Legalizada» la masacre del aborto, cada vez es más improbable que pueda surgir esta nueva generación que los miserables no han querido, los pusilánimes no han sabido y los incapaces no han podido salvar.
Pero todos somos responsables de esta infamia..

Fue Rob

Pedirle a VOX que se desmarque de los promotores de Sodoma y Gomorra es como pedirle peras al olmo. Supuestamente VOX va de defensor del cristianismo, la familia y las fronteras; pero vaya sorpresa! He aquí que está compinchado con quiénes promueven el satanismo, el aborto, el homosexualismo, fronteras abiertas, etc etc. Los políticos son la misma mierda, todos buscan el poder y a los ciudadanos que les den, en fin, a todos los culpables de la destrucción de España, que Dios les pague conforme sus obras.

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