14/05/2024 23:25
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Los dos últimos párrafos del Testamento de haberlos tenido en cuenta los españoles  nos habrían evitado la  triste realidad actual por la claridad de su visión y los consejos que nos da el Caudillo. Compruébenlo ustedes mismos:

“No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España exaltando la rica multiplicidad de las regiones como fuente de fortaleza en la unidad de la Patria”.

 

Había pasado toda su vida con un ojo puesto en los “enemigos de España, y la civilización cristiana” –sin perderlos nunca de vista–, y la mano en la espada para  cortarles el paso;  y lo había conseguido. Sabía que  esos hijos de Satanás tenían sed de venganza y aprovecharían su muerte para recuperar el terreno perdido,  e intenta evitarlo advirtiéndonos de lo que nos espera invitándonos a estar preparados para hacerles frente de una manera inteligente,  es decir: Pensando en España y olvidando nuestro egoísmo, –siguiendo su ejemplo a lo largo de toda su vida–.

Franco no pensó nunca en medrar y forrarse, –como han hecho sus sucesores, –habiéndolo podido hacer sin estorbos; a él únicamente le preocupaban España y los españoles. Este testamento es una prueba de que estaba convencido –ingenuamente– de que su ejemplo sería la mejor  forma de enseñarnos el camino.

Por otra parte,  nos había traído la Justicia social, y la cultura creando incluso “Universidades Laborales” generadoras de empresarios y nos invitaba a proseguir en ese objetivo como primordial. Y nuestros gobernantes se han  empeñado en todo lo contrario: en crear un pueblo cuya juventud ha de hacer el menos esfuerzo y obtener títulos sin estudiar –o  lo menos posible–.

Su conocimiento de nuestra Historia y de nuestros defectos le impulsó a señalarnos, el mayor peligro que debíamos evitar y el modo de evitarlo,  resumido en un párrafo breve y genial, imposible de superar: “Mantened la ‘unidad’ de las tierras de España exaltando la ‘rica multiplicidad’ de las regiones como ‘fuente de fortaleza’ en la unidad de la Patria”

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Sin duda, es el momento de recordar y aplicar el viejo refrán: “No está hecha la miel para la boca del burro” Y, tristemente, no nos queda más remedio de convencernos  de que el número de los asnos –entre los políticos españoles—alcanza el cien por ciento. Todos los de las izquierdas, las derechas y el centro han ignorado  el consejo del Caudillo. Unos porque han atacado la Unidad de la Patria y los otros porque no saben cómo se defiende.  Y para todos esos bandos quienes sabemos cómo hay que defender esa Unidad, somos unos fascistas, reaccionarios,  y criminales que no valoramos el dialogo ni el consenso y tampoco sabemos “perdonar, ni olvidar”.

¡Ya es hora –nos dicen– de  enterrar el recuerdo de los crímenes de la ETA y de darles una oportunidad de demostrar que no son tan malos como nos los presentan! Y no digamos los separatistas –como el “católico” Junqueras, candidato a “santo presto”–… y los no menos devotos fieles de la Iglesia catalana, con obispos que tienen gemelos y curas que esperan poder contar con sacerdotisas y casarse, –lo demás es propio de clero fascista y reaccionario—  que no ponen la señera en los campanarios, celebran la fiesta del Pilar y dicen misas por Franco.

 

Todo esto que les estoy comentando podría ocurrírseles a ustedes si releen el Testamento de Franco.  Lo malo es que hace cuarenta y siete años que se escribió y algunos no lo han oído ni leído nunca. ¡Una pena!, cuando se tiene paladar…

 

Veamos finalmente el último párrafo:

Quisiera, en mi último momento, unir los nombre de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte: ¡Arriba España! ¡Viva España!

 

Como los tres anteriores, esta último párrafo,  es digno de ser aprendido de memoria por todos los españoles que se sienten tales. Yo lo hago mío,  pues toda mi vida he gastado  el mayor número posible de horas disponibles,   en luchar por nuestra Santa Fe, y por nuestra santa Patria, España. Lejos de ofender a Dios –uniendo a su invocación la de España—es una forma sublime de alabarle, sin duda,  ya que Él decidió regalar a nuestra Patria el honor y el deber de civilizar medio mundo, y ella supo corresponder. Esta correspondencia es la causa del odio a muerta de Satanás y sus fieles seguidores, no solo a España sino a  “lo hispano”.  Todo lo que huela a HISPANIDAD produce entre nuestros enemigos el mismo efecto que el agua bendita en los endemoniados, y reaccionan como un resorte, cuya elasticidad tiene un nombre: ODIO MORTAL.

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Hay dos formas de aceptar esa realidad que siempre se ha producido pero, en los últimos cien años  con mayor intensidad y son estas: Un primera, preocupándose por las consecuencias que tiene –que son muchas desagradables–  y cayendo en una especie de complejo sufridor y una segunda: disfrutar viéndolos rabiar de odio a esos desgraciados enemigos de Dios y de España. Personalmente, yo  — como decíamos de jóvenes–“lo paso pipa”, viendo cómo se recomen de envidia por no llegarnos ni al tobillo –y lo saben.—y se vengan  menospreciándonos, calumniándonos, manipulando la Historia, tratando de hacernos la vida imposible, Eso, si,  disfruto aún más viendo a intelectuales norteamericanos, ingleses, franceses… enamorados de nuestra Historia y de nuestras gestas y convertidos en los mejores apologistas de nuestra Conquista y Civilización de América, Filipinas  y el ”Lago de España”, Guinea Ecuatorial, etc.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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