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DIACRONIA DE UNA IDEA. En 2007, siendo jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo acuñó la fórmula del “bilingüismo cordial”, cuando el Gobierno PSOE-BNG aprobó el Decreto 124/2007, de 28 de junio, por el que se regula el uso y la promoción del gallego en el sistema educativo. Este decreto ponía fin al “bilingüismo armónico” y a la “paz lingüística” —imperantes con Manuel Fraga Iribarne— y propiciaba una inmersión lingüística solapada.

Ese mismo año, surgió, en Galicia, la asociación Galicia Bilingüe con el objetivo de plantar cara a la política lingüística del Gobierno del PSOE-BNG y para reivindicar, entre otras cosas, el derecho a la libre elección de lengua en la enseñanza. Feijóo se comprometió, entonces, a satisfacer la reivindicación de esta asociación, si ganaba las elecciones autonómicas  de 2009. Las ganó por mayoría absoluta. Pero se olvidó de la promesa, como es habitual en la casta política, y, en su lugar, propuso un “trilingüismo cordial” (33% de gallego, 33% de español y 33% de inglés), criticado hoy por Gloria Lago, la presidente de la asociación Hablamos Español, por su “éxito dudoso”. En efecto, ante los resultados insatisfactorios, los padres prefieren que sus hijos no sigan consumiendo el menú del “trilingüismo cordial”.

En abril de 2022, en el marco del congreso del PP en Sevilla, Núñez Feijóo, elegido presidente del partido, enarboló nuevamente la bandera del “bilingüismo cordial” como talismán de una política lingüística racional y razonable para el conjunto de CC.AA. con dos lenguas cooficiales. Con este bilingüismo que, según él, había dado buenos resultados (?) en Galicia, pretende acabar con el ninguneo del castellano como lengua vehicular e institucional en las precitadas CC.AA. Y, ante estos cantos de sirena, algunas asociaciones de esos que se tildan defensores del español en Cataluña se han dejado seducir, como siempre, y se han reunido con Feijóo, en octubre de 2022, para tener unos nuevos minutitos de gloria y ser engañados una vez más.

EL ORÁCULO DE FEIJÓO. Pero, para Feijóo, ¿qué es el “bilingüismo cordial”? Con este sintagma quiere significar que las dos lenguas (el castellano y la lengua cooficial) deben convivir en armonía en las CC.AA. con dos lenguas cooficiales. Por esto, deben ser estudiadas y, además, ser vehiculares en la escuela, en igualdad de condiciones para que los alumnos aprendan bien las dos y, luego, se expresen libremente en la que consideren más oportuna. Para él, la “inmersión” de Cataluña y de otras CC.AA., que han copiado el sistema catalán, no casa con el “bilingüismo cordial”. En efecto, la inmersión nunca es cordial ni voluntaria sino una imposición y provoca un agravio comparativo entre las dos lenguas cooficiales y una discriminación del castellano. Para Feijóo, por lo tanto, el “bilingüismo cordial” es un “no” a la inmersión y un “sí” a la convivencia armoniosa, pacífica y amable de las lenguas en contacto.

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LOS TALONES DE AQUILES DEL BILINGÜISMO CORDIAL. Ahora bien, la etiqueta “bilingüismo cordial” de Feijóo suena bien, pero es  un ejemplo más de lo políticamente correcto, que no aporta ninguna solución y sólo busca arañar votos para alcanzar el poder. Esta denominación es ambigua, confunde y no permite designar una propuesta, realista y razonable, de política lingüística para todas las CC.AA. con dos lenguas cooficiales. Veamos.

Por un lado, el término “bilingüismo denota realidades muy diferentes. Por eso, no hay una definición unívoca y aceptada por todos los lingüistas. Y, en consecuencia, éstos han propuesto una serie de tipologías para poner un poco de orden semántico. Entre ellas, el bilingüismo social vs. el individual; el perfecto o ideal vs. el imperfecto o real; el minimalista vs. el maximalista; el sustractivo vs. el aditivo; el semilingüismo; el acultural, etc. Ahora bien, ¿a qué bilingüismo se refiere Feijóo con su “bilingüismo cordial” y qué quiere expresar la Presidente de la  Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB), Cristina Losada, uno de los defensores del español en Cataluña, con su “bilingüismo real y equilibrado”? Feijóo y la profesora Losada utilizan el verbo en vano, como papagayos, sin saber de lo que hablan y ejecutan una partitura que sólo suena bien. Pero, eso es todo.

Por otro lado, el apellido “cordial” (amable, amistoso, “friendly”, como dirían los ingleses) es una afirmación gratuita y sin fundamento, si se observa qué sucede cuando dos lenguas entran en contacto en una sociedad (Cataluña, País Vasco, etc.) o en un locutor concreto (los ciudadanos de estas CC.AA.). En efecto, el contacto de lenguas, en general, nunca es cordial, pacífico, amable o armonioso. Entre ellas se establece siempre una relación de fuerzas, de competición —provocada por el estatus de las lenguas en contacto, por las situaciones de comunicación, por los intereses, las motivaciones y las decisiones de los interlocutores— para conseguir llevarse el gato lingüístico al agua. Además, para que un bilingüismo sea “cordial” o “amable” es necesario amar las lenguas. Y no se puede amar por imperativo legal y testicular, como pretenden los políticos nacionalistas-independentistas.

En tercer lugar, según Feijóo, con el “bilingüismo cordial”, los alumnos podrán aprender bien las dos lenguas y, como correlato, adquirir mejor los contenidos curriculares. ¡Craso error! Esta pontificación  denota que Feijóo no sabe cómo se aprenden las lenguas ni en qué consiste saber una lengua; ni tampoco lo que es tener unas buenas competencias en lectura y en escritura. Las evidencias tangibles demuestran que los alumnos no aprenden ni la una ni la otracomme il faut”, y, como hubiera escrito Michel de Montaigne, no tienen una cabeza, ni bien llena ni bien organizada.

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Finalmente, Feijóo afirma que, con el “bilingüismo cordial”, los alumnos y los ciudadanos españoles podrán usar el castellano o la lengua autonómica libremente. Esto no sucede en ninguna CC.AA. ni tampoco en Galicia donde ha gobernado durante 13 años. En efecto, en Galicia, la lengua gallega debe ser la única lengua de uso y de comunicación tanto en las instituciones, incluso las educativas (relaciones mutuas e internas, así como para redactar las actas, los comunicados, los anuncios, etc.), como en la vida económica, comercial, social y en los medios.

ERGO. De lo expuesto se desprende que el concepto de “bilingüismo cordial” es una ocurrencia y un ejemplo más de esas palabras vacías y de circunstancias de los miembros de la casta política, que verbalizan lo que desean oír los votantes. En el pasado, Feijóo usó el verbo en vano y no cumplió lo prometido. Por eso, si llega a la Moncloa en las próximas elecciones, podemos y debemos preguntarnos si tendrá agallas para enfrentarse a la irracional y antipedagógica “inmersión” y para implantar, en todas las CC. AA. con dos lenguas cooficiales, una política lingüística, elaborada con la opinión experta de aquellos que saben de qué va la cosa (lingüistas, psicolingüistas, etc.) y pensada sólo en función de los intereses de los ciudadanos y no de los sectarios nacionalistas de la casta política.

Cuando el PP ha estado gobernando en CC.AA. con dos lenguas cooficiales (Baleares, Valencia, Galicia) o cuando ha ocupado el Gobierno de España, a veces, con mayoría absoluta, no ha hecho nada para racionalizar las políticas lingüísticas y poner coto al despropósito educativo de los nefastos programas de inmersión. Por eso, es previsible que con Feijóo todo siga igual en todas la CC.AA. con dos lenguas cooficiales: inmersión pura y dura, y consolidación de la marginación del castellano como lengua vehicular de la enseñanza.

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REDACCIÓN
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