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Un 25 de septiembre de 1617 parte al encuentro del Señor el doctor eximio y piadoso, lumbrera de la España imperial, de la cristiandad y la escolástica, Francisco Suárez S.I. Es por ello que todo este mes de septiembre estaré presentando distintos artículos a gloria y renombre del granadino, aunque a algunos fastidie e irrite.

El granadino

Francisco Suárez nació el 5 de enero de 1548 en Granada, hijo de Gaspar Suárez de Toledo y Antonia Vázquez de Utiel, apenas medio siglo después de que los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, arrebataran la ciudad del control musulmán que duró ocho siglos. La familia era próspera, aunque miembros de generaciones anteriores del lado materno tuvieron problemas con la Inquisición debido a su ascendencia judía, y varios miembros fueron quemados en la hoguera. El tío de Suárez, Francisco Toledo de Herrera, fue un destacado profesor de filosofía que se convirtió en el primer cardenal jesuita.

Suárez fue el segundo hijo de ocho niños. Su hermano Baltasar también se unió a la orden de los jesuitas y fue enviado a Filipinas, pero murió en el camino. Otro hermano se convirtió en sacerdote y tres hermanas se unieron a un convento. Estos hechos indican una familia esencialmente española, excepcionalmente devota, excepcionalmente aventurera y cristiana.

El indiferente

Desde muy pequeño recibe instrucciones de latín y retórica hasta los trece años, momento en el que fue a Salamanca para estudiar derecho canónico durante tres años. Su desempeño académico en este punto fue poco destacado. Durante su tiempo en Salamanca escuchó los legendarios sermones del jesuita Juan Ramírez y sintió el llamado a unirse a la orden de los jesuitas. Sorprendentemente en retrospectiva, Suárez fue rechazado de la entonces incipiente orden por insuficiente aptitud intelectual. Suárez persistió y finalmente, después de numerosas apelaciones, fue admitido en la orden en 1564 como indiferente, es decir, aceptado provisionalmente con la comprensión de que podía ser rechazado para entrar en el sacerdocio.

En este punto, las habilidades académicas de Suárez parecen haber florecido tan repentinamente que algunos biógrafos atribuyen ese florecimiento a la invención milagrosa de María, la Santa Virgen Madre de Dios, lo que lo colocó en una posición de gran prominencia profesional y académica. Debido a sus recién descubiertas habilidades académicas, fue enviado a estudiar teología en la Universidad de Salamanca, en ese momento una de las universidades más prestigiosas en la cúspide de su gloria y en el centro del renacimiento ibérico de la escolástica. En 1570 realizó el «Gran Acto» en Salamanca, algo que solo hacían los estudiantes más talentosos. El Gran Acto era un ejercicio académico público, parecido a una disputa quodlibetal medieval, en el cual el estudiante debía ser capaz de responder preguntas y resolver dificultades planteadas por profesores y visitantes. Suárez ya tenía suficiente reputación para asegurar invitados prominentes y un auditorio lleno. Su nueva reputación también llevó a que sus superiores enseñen filosofía en lugar de primero enseñar gramática o retórica, como solía ser el caso. Entre 1570 y 1580, Suárez enseñó en varias instituciones en toda España: Salamanca, Segovia, Valladolid y Ávila. Sus primeras obras datan de este período.

La fama de sabiduría de Suárez corrió rápidamente tanto en América, como en el resto del mundo (China, Japón, India, América, etc.), que los misioneros, mayormente jesuitas, lo cual se puede ver en el caso del misionero jesuita Martino Martini que, instalado en Hangzhou, intentó una traducción al chino de la gran obra maestra de Suárez, las Disputaciones Metafísicas, a mediados del siglo XVII1.

Inician las polémicas

Cargos de novedad en sus enseñanzas de parte de sus detractores surgieron en este período. El problema era que se negaba a enseñar según la norma de la época: en lugar de simplemente repetir las opiniones de otros, creía en abordar el problema en consideración desde una perspectiva fresca, examinando, como solía decir, la misma raíz del problema o «la verdad en sus raíces más profundas»2 y por eso trataba los temas según un orden “geométrico”. La controversia resultante podría haber influido en la caída de su carrera como profesor, pero en 1580, Suárez fue llamado a Roma para unirse al Collegio Romano y contribuir al desarrollo del famoso documento pedagógico jesuita, la Ratio Studiorum. El Colegio Romano era un lugar intelectualmente estimulante donde se convirtió en un cercano colega del extraordinariamente joven general de la orden jesuita, Claudio Acquaviva3.

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En 1585, Suárez comenzó a enseñar en la Universidad de Alcalá. Sus siete años allí estuvieron marcados por conflictos con otros teólogos, incluyendo, notablemente, con su colega Gabriel Vásquez, una disputa que dejó su huella en la historia filosófica jesuita durante generaciones. Suárez no estaba contento con la distracción de todos estos conflictos y solicitó ser liberado de su posición. Pero allí no acabaron sus problemas, y es que al igual que muchos de sus compañeros jesuitas, Suárez fue frecuentemente acusado de alejarse demasiado y con demasiada frecuencia de las opiniones atribuidas a Tomás de Aquino. Durante la vida de Suárez y poco después, las alusiones a un «partido suarista» (aquí en oposición a los tomistas) se volvieron populares. Suárez mismo rechazó estas distinciones como falsas y basadas en oposiciones fabricadas. Negó ser algún tipo de «inventor de una nueva escuela» o estar «en oposición o creando una facción contra alguien»4. Finalmente, en 1592, fue enviado de regreso a la universidad de sus días de estudiante, Salamanca, donde escribió su obra más conocida, las Disputationes metaphysicae.

Felipe II y el metafísico

En 1597, el mismo año en que se publicaron las Disputationes metaphysicae, Suárez se mudó una vez más, esta vez a Coímbra en Portugal por orden expresa de Felipe II debido a que por su fama y aclamación de las mentes más grandes de su entorno y época hacían de F. Suárez la persona indicada para enviar a la gran portuguesa universidad y darle mayor prestigio y con ello consolidar su aceptación entre las grandes mentes. La primera vez que Felipe le pidió a Suárez que se mudara a Coímbra, en 1596, Suárez declinó, ya que temía que las responsabilidades docentes en Coímbra le impedirían llevar a cabo sus proyectos de escritura. Debido a que España había reclamado Portugal durante la crisis sucesoria portuguesa de 1580, Suárez también podría haber temido la situación política, ya que es probable que los portugueses no recibieran con agrado a un profesor español nombrado por un rey español (aunque el rey español también fuera Felipe I de Portugal). Además, Suárez habría ocupado una nueva cátedra jesuita en una universidad dominica y las tensiones estaban en su punto máximo entre las dos órdenes. Felipe no estaba dispuesto a aceptar la declinación de Suárez, pero le concedió la declinación después de una visita personal. Desafortunadamente, la persona designada en su lugar murió a fines de 1596, lo que volvió a plantear el problema. Esta vez, Felipe insistió en que Suárez se mudara a Coímbra. Una consecuencia de ello fue que Suárez ahora necesitaba obtener un doctorado, ya que la facultad de Coímbra se oponía a su puesto sin uno. El Provincial Jesuita en Lisboa estuvo encantado de conferir uno, pero esto no fue suficiente. Finalmente, Suárez realizó un viaje a la Universidad de Évora, en el sur de Portugal, donde dirigió un debate teológico público, el cuál ganó con creces debido a su dominio de términos y citas, dejando a todos los asistentes maravillados, recompensándolo con un doctorado.

Suárez permaneció en Coímbra hasta su jubilación en 1613, aunque esta fue una jubilación solo de la enseñanza. Entre otros proyectos, Suárez esperaba revisar un conjunto anterior de apuntes de clases en un comentario sobre el «De anima» de Aristóteles. Sin embargo, la revisión quedó sin terminar en el momento del fallecimiento de Suárez el 25 de septiembre de 1617. Sus últimas palabras del doctor eximio y piadoso Francisco Suárez fueron: «Jamás hubiera creído que fuese tan dulce morir»5.

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El prolijo escritor

Durante su vida, Suárez fue tanto prolijo como trabajador (según Fichter 1940: 327, escribió alrededor de 21 millones de palabras, más del doble de la producción de Tomás de Aquino), no solo escribiendo, sino también involucrándose en todo tipo de cuestiones editoriales. Dada su eminencia y popularidad, casi tan pronto como Suárez publicaba un libro, se imprimían copias no autorizadas en lugares como París, Viena, Colonia, Ginebra, Lyon y Maguncia.

Veintidós volúmenes de las obras de Suárez fueron publicados, nueve de ellos póstumamente bajo el cuidado de su amigo Baltasar Álvarez. Dentro de este corpus, la mayor parte del interés filosófico se ha centrado en las monumentales Disputationes metaphysicae (Disputaciones Metafísicas, 1597), una obra en la que Suárez recopila y evalúa cuidadosamente las opiniones de numerosos autores sobre una vasta gama de problemas antes de ofrecer sus propias soluciones; De legibus (De las Leyes, 1612), donde describe su teoría de la ley natural; y De anima (Del Alma, 1621), donde ofrece una exposición crítica de los enfoques aristotélicos sobre la vida y la cognición.

Se han perdido varios escritos, incluidos sus comentarios sobre Aristóteles, que Suárez había utilizado para sus presentaciones en el aula durante su primer período en Salamanca. Su obra ha sido recopilada, más recientemente en los 28 volúmenes (incluidos los índices), y publicada en París entre 1856 y 1878 (Opera omnia). También se tiene una exclusiva y poco estudiada colección de responsa (Conselhos e Pareceres).

Conclusión

Sólo con esta breve biografía podemos darnos cuenta del magno personaje que fue, pilar de la Compañía de Jesús (que lo ha olvidado), tridente defensor de Trento y de la Iglesia (que lo ha olvidado), lumbrera del pensamiento filosófico español (que lo han relegado por filósofos materialistas y existencialistas) y sobre todo, un ejemplo de cristiano a seguir.

Próxima entrega: “Suárez es tomista”.

Bibliografía

Fichter, Joseph H., 1940, Man of Spain: Francisco Suárez, New York: Macmillian.

EIJO G. Leopoldo, 1948, Estudios Eclesiásticos, Madrid.

Scorraille, Raoul de, 1914, François Suarez de la Compagnie de Jesus, 2 vols., Paris: Lethielléux.

–––, 2005, Francisco Suárez de la Compañía de Jesús, según sus cartas, sus demás escritos inéditos y crecido número de documentos nuevos, Pamplona: Analecta.

Por: Carlos Quequesana

1 Como informó el jesuita polaco Tomás Ignacio Dunyn Szpot en su Historia Sinarum, 1641-1687, aún no publicada, f. 69v (Parte III, Libro I, n. 4):

«… en ese momento, en la ciudad de Hangzhou, había un converso cristiano de la familia Zhu cuyo nombre era Cosma… Era tan brillante que, una vez que había comprendido las complejidades de la Filosofía y la Teología a través del padre Martini, deseaba traducir a su idioma toda la obra del padre Francisco Suárez que Martini había comenzado a traducir y explicarle en chino.»

Citado de Martini 1998: 489-490, con agradecimiento a Luisa Paternicò por proporcionar la referencia y traducir el latín.

2 Scorraille 2005: I, 156.

3 https://es.wikipedia.org/wiki/Claudio_Acquaviva

4 Scorraille 2005: I, 310.

5 Eijo 1948, 150.

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Franco S.

Excelente biografía. Esperamos tu próximo artículo amigo.

Carlos Andres

Gracias por el artículo. Me he puesto a buscar libros y la Biblioteca secreta (http://bibliotecasecreta.nl/) encuentro varios en inglés, pero ninguno en español…

En emule he visto Las Disputaciones y Las Leyes.

Carlos Quequesana

Excelente! Si Dios me da el tiempo y si me lo permite, espero traducir muchos de sus textos.

Tania

Excelente tu ilustracion Carlos.

Angela

Muy buena Carlos , me lo imprimo ahora

Eduardo Cáceres

Excelente publicación.

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