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(*) Francisco de Quevedo
Ahora, que la gran pantalla hollywoodense acepta chip como animal de compañía, inoculado intraepidermis para cumplir órdenes del malvado poderoso que quiere dominar el mundo; y dado que es posible que la realidad supere a la ficción, __gobierno único, globalización, Open Society… nananá…__, me pido inocularme un chip que me avise, cada vez que lo considere oportuno, de que: «Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir». En plan, no te emociones, bonita, que luego vienen los madresmías y los yatelodije.
Se imaginan el chip camuflado entre la piel y el cerebelo, emulando a Alexa o a Siri, sólo que en vez de avisarte de que no salgas sin mascarilla o de que te bebas la leche de las 6 de la tarde, dependiendo de achaques y grado de decrepitud, te recuerda que fiarte del Gobierno de Sánchez y sy prensa adocenada, o de la OMS, visto lo visto, puede ser todavía más peligroso para tu salud que encenderte un cigarro en la calle y que Don Simón te dispare a las piernas.
Me imagino al maestro Quevedo descojonándose en el chip, susurrando desde las profundidades oscuras de mi cerebro, mientras escucho la radio o veo el telediario —sobre todo en cuestiones de tv—: __¡Ojo! ¡el que avisa no es traidor!, ¡tomad distancia, mi señora! ¡sed prudente y abrazad la inteligencia…, sed razonable… y recordad: «¡Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir!»__.
No en vano era Don Francisco un hombre libre, y yo le admiro lo suficiente para entender que la distancia protege el discernimiento y el sentido común. Así que, conforme, me dejaría inocular una carga viral en honor de aquel viejo zorro que vendió tan cara su libertad. Pongámosle… el virus de la glosa.
A ver si con la carga viral de la exégesis en vena es posible enmendar en algo la situación. Teniendo en cuenta que la consigna proviene del puño y letra de un maestro del Siglo de Oro, referencia de talento, padre de mordaces y agresivas sátiras y virtuosa poética, locuacidad e ingenio; y de que todas ellas son de riguroso cumplimiento para afrontar con la lucidez oportuna tiempos de pandemia, limitación de libertades, engaños, incertidumbre y miedo. Miedo ensordecedor en el caso del futuro de nuestros hijos…
“El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”. Don Francisco de Quevedo
Pasamos los meses de los muertos silenciados entre aplausos y reducidos al mínimo común múltiplo, gracias a unos medios de comunicación previamente adiestrados y atocinados con 15 millones de euros.
Pero el fin del confinamiento y las fases de desescalada no fueron el final que todos esperábamos. Los contagios son una pesadilla recurrente. Ahora les toca a ellos, a los jóvenes, que se besan y se abrazan y se lo beben todo compartiendo vasos y… sin mascarillas. Quizá porque en vez de muertos para desayuno, comida y cena, el Gobierno del mando único nos sirvió aplausos y música desde los balcones y una serie de humor con las grandes estrellas de la pequeña pantalla, en nómina del Ministerio de Cultura. Para animar. Haciendo una apuesta por el cretinismo difícil, qué digo difícil, imposible de superar.
«No vimos bastantes muertos», opinaba un pata negra del periodismo de guerra español, en su columna del domingo.
Hace poco los altavoces del Covid 19 anunciaban la prohibición de fumar por la calle. Empezó el lendakari gallego, ese al que nunca te llevarías a una fiesta porque es más triste que Rajoy el tío. Tiró la primera piedra. Y le siguió el canario. De este no me lo esperaba. Y el resto ha sido coser y cantar.
Y llegó el titular de Sanidad con esa cosa que tiene él, con esa cachaza de qué calmado soy y cómo gusto…, a prohibir la mayor y a joder un poco más a los fumadores que ya son los apestados oficiales del siglo XXI, por la gracia de Dios y no se necesita para prohibirles cualquier cosa, más que tirar de ocurrencia.
Además, está encantado con el espectáculo post vacacional que se ha encontrado. Ver cómo los varones autonómicos andan con faldas y a lo loco, pendientes unos de otros, más preocupados por llevarse el premio a la comunidad autónoma del año, que por otra cosa, le pone. Ver como gobiernan estos califas 2.0 las taifas a golpe de ocurrencia, rezando para no cagarla, al menos el primero, es un espectáculo que le pone.
También echaron el cerrojazo a discotecas y locales de ocio nocturno… Y suma y sigue. Se podría decir que son unos tristes. Una vez vi un cuadro en un bar, uno de esos bares de toda la vida. El cuadro constaba de un marco y una fotografía de Franco con un enunciado que decía: «Joderos cabrones, conmigo podíais fumar». Y me dio que pensar, no creáis.
El caso es que uno de los responsables del ramo de la noche de Aragón, que como saben viene siendo una de las comunidades más afectadas por la Covid 19, asegura que en Aragón llevan más de un mes sin abrir los locales de ocio nocturno y el virus ha seguido su avance impasible, riéndose a carcajada limpia del vicio y la perversión…
En fin, concluimos que, lejos de inocularnos el virus de la alerta, el discernimiento, la rebeldía y el entendimiento: el virus de la Glosa, el bacilo que está ganando la batalla es el germen del miedo, contagiado con una política de ocurrencia y despropósito con la que vamos «de fracaso en fracaso [pero no] hasta la victoria final», porque aquí no hay una estrategia ni una determinación de éxito, como al parecer sí tenía Churchill respecto de Inglaterra.
“Todos los que parecen estúpidos, lo son, y además también lo son la mitad de los que no lo parecen”. Don Francisco de Quevedo.
__Pues vamos bien, maestro, vamos bien…
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