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La actualidad de la Ley de la Memoria Histórica y, la menos actual, de la exhumación del Generalisimo me lleva a aclarar, sin atreverme ni de lejos a fijar valoraciones diversas ante el hecho trágico de las muertes por represión, las cifras que ofrece Ramón Salas para el periodo estricto de la guerra civil: son 72.500 como pérdidas nacionales en zona republicana y 35.000 como pérdidas republicanas en zona nacional. Hay que tener en cuenta que la justicia y la represión de los nacionales actuaron, entre la guerra y la posguerra, sobre las cincuenta provincias españolas mientras que el territorio del Frente Popular, con excepciones poco significativas, se fue reduciendo paulatinamente desde la fijación de los frentes y las zonas a primero de agosto de 1936. Por tanto, hay que añadir un nuevo renglón de víctimas; las que se produjeron por la justicia militar desde el final de la guerra civil, que son evaluadas por Ramón Salas, con actitud muy crítica, en unas 23.000.

Si la cifra de Ramón Salas para las víctimas del terror rojo está próxima a la verdad, 72.500 víctimas, la cifra de eclesiásticos, trece obispos, 4.185 sacerdotes, 2365 religiosos, 283 monjas, obtenida en la rigurosa investigación de monseñor Antonio Montero en su libro «La persecución religiosa en España», con un total de casi siete mil víctimas, que habrá que aumentar en casi 20.000 si incluimos en el total a los católicos que fueron asesinados por serlo, nos hace ver que con la cifra de mínimos garantizada por la investigación de monseñor Montero el número de mártires eclesiásticos equivale al diez por ciento de todas las víctimas en zona roja, mientras que si aceptamos esa cifra probabilísima de al menos treinta mil católicos sacrificados por serlo, resultará que casi la mitad de las víctimas nacionales en zona roja sufrieron un auténtico martirio. Me remito al libro de don Vicente Cárcel Ortí, riguroso especialista en esta materia, «La gran persecución, España 1931-1939», para que se pueda comprobar que la persecución española contra la Iglesia fue la más sangrienta de toda la Historia Universal desde los tiempos de Cristo hasta hoy, sin excluir las persecuciones de Roma, del islam, de la Revolución francesa y la Revolución soviética. Pío XI y Pío XII creyeron que los mártires de la cruzada fueron verdaderos mártires. Luego Juan XXIII y Pablo VI, sin duda por motivos políticos o información insuficiente, congelaron los procesos de beatificación, que reabrió Juan Pablo II que canonizó a varios durante su papado y beatificó a mas de 240 según cifras del doctor Cárcel.

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Las pérdidas humanas de España por el exilio han sido fijadas por Jesús Rubio, una vez regresados a España la mayor parte de quienes huyeron en febrero de 1939 por la frontera catalana, en un total de 162.000 personas, de ellos 100.000 antiguos combatientes y 40.000 civiles refugiados en Francia, 6.000 en la URSS Y 8.000 en México.

Luis Suarez apunta con exactitud que Franco no firmó una sola sentencia de muerte; no era ese su cometido, Y cuando se le proponía la concesión del «enterado» para las sentencias de muerte decididas en los consejos de guerra, «ejerció el derecho de indulto por encima del cincuenta por ciento de las sentencias pronunciadas», según esta investigación de Luis Suarez.

Hablemos, pues, de la búsqueda de la verdad de un soldado español ejemplar, como queda atestiguado en su Hoja de Servicios, aportando datos históricos de las represiones de ambos bandos de una guerra civil que sólo quiso el Frente Popular.

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REDACCIÓN