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Toda gratitud pública es de justicia, cuando el espíritu de incondicional cruzada patriótica se sigue manifestando también en nuestros aciagos tiempos ‘descristianizantes’, en que la inmortal España se ve protegida y llamada como tierra de María Santísima a ser la antorcha católica de Occidente por sus indomables genios de la fe católica, tradición multisecular.
Desde los montes de Covadonga, pasando por Pelayos, Cid Campeadores, Daoiz y Velardes, Primos de Rivera, caudillos como Franco, pasando el 1 de abril del 39, España ha contado con Ángeles protectores en evidente privilegio de la eterna Verdad Dívina.
Ese último genio no podía ser otro que un “católico a machamartillo” –como él se define- en la ya histórica y casi legendaria figura del militar don Antonio Tejero Molina.
Seguir su larga y martirial trayectoria profesional como Teniente Coronel de la Guardia Civil en las últimas décadas de este cambio –nefasto- político, degradado en ruptura con el pasado nacional católico, es conocer paso a paso el ideario patriótico, familiar, militante en incondicional defensa de la Patria, cicatrizando heridas de venganzas enemigas antihispánicas, contra nuestro destino en lo nacional y en lo universal, como verdadero portador de valores eternos, siempre impregnados del falangismo más puro, y en el sentido que Dios ha creado a las patrias, a las familias, y a la Justicia natural.
Es conmovedora la historia tan tachonada de verdadero Viacrucis en sus numerosos arrestos y expulsión del Cuerpo militar, por cumplir con su sagrado deber jurado, contra órdenes torcidas de sus superiores con inconveniencias contra necesidades insoslayables de la Patria.
El Honor, por encima de falsedades legales políticas y de los posibles castigos, por injustos que fuesen.
“Por sus frutos los conoceréis”. Toda causa digna, trae sus efectos ennoblecedores. El árbol bueno, no puede engendrar frutos malos.
Un alma así, como todo seguidor de Cristo, ha de sufrir las ásperas pruebas de las soledades e incomprensiones por causa de la justicia, que no con justicia y hasta eso, es su timbre de gloria personal.
Por ello, no podía ser menos el patrimonio de dolor contemplando la masacre de sus agentes, guardias civiles segados por el terrorismo diabólico, desintegrador de la Patria, que pierde altura de sus cimas conquistadas con sangre martirial y héroes antiliberales y anticomunistas, generando la desconfianza social y atomizando a sus ciudadanos, sus instituciones y sus regiones, guinda del pastel maravilloso de la privilegiada y la envidiada España.
La imborrable Historia de siglos lo demuestra.
Tras estas decadencias vergonzosas por su descristianización galopante, “a quien no le duela el alma, si es español, no es hombre”, como dice don Antonio Tejero.
Es imperdonable la ignorancia de la Historia.
Y a este deambular de un destino a otro, orgulloso, con ese orgullo santo del deber cumplido, profundamente sentido y más marcadamente convencido, puso su pasión acendrada en la familia.
Después de Dios y la Patria, su conciencia católica le hizo padre de unida prole de tres varones y tres hembras, como escuela formativa que es ese taller de trabajo, donde se forja una vida a través de valores trascendentes hacia la plenitud humanística de los nuevos hijos adoptivos de Dios.
Encarna todo el sentido de las cosas que Dios ha dado a lo que tiene que ser una gran familia nacional, doméstica, marital y religiosa-paternal. Así surgieron: un hijo sacerdote de ejemplar historia pastoral, dos militares, con alto grado en la Guardia Civil, una maestra casada y esposa, maestra en la escuela y en el hogar, y sus dos hermanas, casadas con militares.
Ni que decir tiene que ante su esposa, maestra en la escuela y en el hogar, doña Carmen Diez, leonesa de firmes raíces católicas, ha sido esa gran mujer que hay con cada hombre y tras él.
¿Qué más se puede pedir como frutos de la irrefutable doctrina católica…? Que el Señor les pague lo que los enemigos de Dios y de las patrias les han negado.
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