24/11/2024 11:22
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Adjunto remito una carta de la Directora del Instituto de la Mujer (Ministerio de Igualdad) dirigida a una empresa privada que se dedica, entre otras actividades, a la venta de placas para puertas de habitaciones infantiles, en las que se ofertan versiones diferenciadas en función de si son para niños o para niñas.
 

Si las placas son para niños, aparece el siguiente mensaje: «Aquí duerme un pequeño héroe» o «Aquí duerme un pirata». Si las placas son para niñas aparece el mensaje siguiente: » Aquí duerme la reina de la casa».

Pues bien, esta carta de la policía del pensamiento acusa a la empresa fabricante de «contribuir a fortalecer estereotipos de género», invitando a ésta a abandonar esta práctica al objeto de «contribuir a avanzar hacia  una sociedad mucho más igualitaria entre hombres y mujeres, lejos de roles estereotipados y discriminatorios».

Ya se ha dado el primer paso, la admonición, pero ya se sabe que no se quedará ahí, el siguiente paso será una multa económica y, finalmente se llegará a su calificación como delito.

Es evidente que se está tratando por parte del Estado de imponer una ideología, la ideología de género, basada en argumentos falaces tales como que la mujer sufre siempre una discriminación en las relaciones sociales, o que la violencia en las relaciones mujer-hombre es siempre unidireccional, siendo siempre el agresor y maltratador el varón, y correspondiendo a la mujer el papel de víctima de esa violencia, sin olvidar también el manido eslogan de que España es un país especialmente machista.

Todo ello con ayuda de la perversión y manipulación  del lenguaje, así como con la implantación de una política de género en las instituciones oficiales y no oficiales, que suponen un negocio altamente lucrativo, lleno de subvenciones y prebendas dirigidas a los chiringuitos feministas.

Hablamos de una ideología, o más bien de una dictadura que se trata de imponer por el Estado a través de un proceso larvado de reeducación a la ciudadanía, mediante un intervencionismo feroz a través de un  adoctrinamiento fanático, que no sólo se practica en las escuelas con alumnos en edades tempranas, al margen de la opinión y consentimiento de los padres, sino que además se trata de imponer en la esfera más íntima de las relaciones familiares y de pareja, como ya hemos visto con la denominada Ley del Menor.

Con ello se consigue, y ese es el objetivo, crear una sociedad gregaria, ignorante, donde el individuo se hace vulnerable ( esto se consigue mediante la lucha de sexos, enfrentando a hombres y mujeres,y rompiendo la idea secular de familia tradicional), y por consiguiente dependiente del Estado, donde por supuesto el Estado piensa y actúa por todos nosotros en nombre de la igualdad, marginando a todo individuo que tenga un razonamiento crítico alejado del pensamiento único impuesto por el Estado bajo una policía del pensamiento.

En definitiva, tratan de alienarnos con falsos argumentos que parten de la idea indiscutible de que no es viable el amor entre hombres y mujeres, estando abocada su relación no a una dinámica basada en el respeto recíproco, la entrega, el compromiso mutuo y el amor, sino en una falsa dialéctica de maltrato, visceralidad, conflicto, lucha, enfrentamiento y odio.

No somos iguales como hombres y mujeres, ni siquiera lo somos como personas, tan solo aspiramos a ser iguales ante la Ley, iguales en derechos y obligaciones, y en oportunidades, en una sociedad que nos ha de brindar esa igualdad política no como una imposición, sino como una conquista alcanzada mediante el respeto y el reconocimiento de las diferencias en cuanto a sexo y en cuanto a capacidades y aptitudes individuales.

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Autor

REDACCIÓN