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Voy a presentar una serie de tareas que, a juicio de Aguirre, debía realizar la Iglesia en Vascongadas en relación con el conflicto vasco, que aún existe, que es perfectamente aplicable al conflicto catalán en el que la iglesia tiene gran responsabilidad y que no es más que la continuidad de los antiguos curas trabucaires de las guerras carlistas en ambas regiones.:
1ª.- La defensa incansable y coherente de los derechos humanos. La persona humana y la vida humana no puede ser usada como medio para objetivos políticos. Si esto era motivo de discusión eclesiástica en el primer decenio de este siglo en la iglesia vasca, es de prever que, con la aparición de movimientos extremadamente violentos en Cataluña, se repetirá, más pronto que tarde, la misma situación de terrorismo por parte de aquellas facciones más extremadas del movimiento catalán.
Atajos como los del GAL en los años 85 deben ser condenados por la conferencia episcopal y proponer otros atajos. Hoy en día se proponen en Cataluña, como se propusieron en su momento en Vascongadas, otros atajos con, al menos, ribetes de inmoralidad: ceder a la presión de la violencia y hacer concesiones políticas. El autor está convencido de que, a la larga, esto envalentaría a los violentos, les confirmaría en la eficacia de su estrategia, que ya ha dado sus frutos, y fortalecería su fanatismo.
2ª.- La violencia se está enquistando a nivel psicosocial y real y constituye un problema muy complejo y requiere, por tanto, un tratamiento multidimensional.
Una tarea clave de la Iglesia es la educativa, donde puede jugar un papel muy importante, en las parroquias, en los colegios, en los movimientos apostólicos, en los Grupos de tiempo libre, en los grupos scouts…, etc. Esto es muy importante porque la penetración del nacionalismo exacerbado en el sistema público escolar en las escuelas e institutos e Universidades en Cataluña al igual que sucedió en las ikastolas es muy grave. En los terroristas callejeros que actualmente son y serán detenidos, se encuentran antecedentes de procedencia de una intensa formación burguesa de las antiguas familias que conformaban la clase media de Cataluña.
3ª.- La labor educativa no se puede limitar a la juventud, sino que tiene que extenderse a toda la ciudadanía. Se trata de movilizar la conciencia cívica, de hacer que la gente se sacuda el miedo y la pasividad. Que se acabe la impunidad con la que los apologistas de la violencia ocupan la calle, imponen sus consignas y manchan las paredes.
El Grupo pacifista más importante, Gesto por la paz en Vascongadas y Sociedad Civil Catalana en Cataluña, han nacido de ambientes eclesiales en un caso y de progresistas en otro, pero siguen teniendo un gran apoyo en ellos en este último caso y muchos de sus miembros más conocidos, son también de una reconocida procedencia cristiana como uno de los principales promotores del Procés, Junqueras.
4ª.- Llegamos a un punto clave, que afecta a toda la sociedad, pero por razones evangélicas muy profundas afecta especialmente a la Iglesia: la solidaridad con loa pacíficos, ante todo se refiere a los heridos, y a los familiares y compañeros de los asesinados por ETA en el caso vasco y a las victimas sociales de la guerrilla urbana, por ahora, en el caso catalán.
En las Vascongadas de hoy hay más solidaridad pública con los victimarios que con las víctimas. Las víctimas son los grandes olvidados. Durante mucho tiempo se han realizado funerales vergonzosos, medio clandestinos en la jurisdicción castrense sin apenas presencia de las autoridades locales y sin ninguna presencia de la Iglesia local.
A nivel nacional se realizan exhumaciones de cadáveres históricos que levantan antiguas rencillas entre españoles y los que no se sienten como tales mientras se glorifica a trece asesinas a las que se califica de rosas.
5ª.- La violencia etarra era ejercida por un número reducido de activistas, pero, existe un sector social, relativamente amplio, que alimenta y legitima esa violencia. Es racional pensar que, sin haber aparecido un movimiento organizado armado en Cataluña, este se encuentra a falta de un suceso precipitante con mayor base social que en Vascongadas desde las Instituciones o, al menos, más descarado.
Estamos persuadidos de que la lucha contra el terrorismo exige también ir contra las raíces ideológicas que lo sustentan. En su opinión, un aspecto fundamental de la función profética de la Iglesia es denunciar los ídolos que ocupan el lugar de Dios, más aún si reclaman sacrificios humanos.
6ª.- La Iglesia debe ser un lugar de convivencia plural, donde se encuentren y dialoguen en nombre de valores trascendentes, gentes de muy diversas opiniones ideológicas y políticas, de diferentes adscripciones nacionales, de usos lingüísticos distintos.
La Iglesia debe trabajar en la perspectiva de la reconciliación en una sociedad vasca y catalana atravesada por divisiones y traumas muy dolorosos; y la Iglesia no puede dejar de hablar de perdón y conciliación, discurso que no prospera en la actual sociedad por cobardía o por connivencia con los movimientos secesionistas. Para que haya perdón unos tienen que concederlo y otros aceptarlo y, no sé qué es más difícil.
Por otra parte, no se debe hablar de perdón de modo que la justicia pierda hoy su valor disuasorio. La Iglesia tiene que merecerse la legitimidad ante las victimas para hablar del perdón y de la eficacia social del perdón.
En plena escalada de tensión por el golpe secesionista protagonizado por los independentistas en Cataluña, 282 sacerdotes y 21 diáconos secesionistas lanzaron un comunicado para atizar la rebelión contra el Estado, reclamar el derecho de autodeterminación y apelar a los catalanes a que se echen a la calle el 1 de octubre para votar en el referéndum ilegalizado por el Tribunal Constitucional.
Esos 300 curas catalanes de marcado perfil secesionista dicen actuar en este particular «en sintonía con nuestros obispos». Y, para justificarse, recuerdan el controvertido comunicado lanzado el pasado mes de mayo de 2017 por los obispos catalanes. En él, a la par que abogaban por el «diálogo», defendían la «singularidad nacional» de Cataluña y reclamaban que sean «escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán».
El comunicado posterior, 2020, realizando unas declaraciones por un sacerdote de un pueblo de Vascongadas defendiendo la lucha vasca contra el Estado español en las que se ensalzaba el valor patriótico de un asesino de ETA, que fue suspendido de sus funciones por el Obispo de Bilbao, apoyada posteriormente por un manifiesto de sacerdotes vizcaitarras, no ayuda nada a la visión que de ese ministerio sagrado se tiene de la Iglesia vasca.
La Iglesia no debe aspirar a jugar un papel que no le corresponde y que, como enseña la historia, solo podría realizar dejando de hacer lo que le corresponde.
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