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Vivimos días confusos en la política española y especialmente en la Comunidad de Madrid que ahora, además de ser rompeolas de todas las España, es rompeolas de todas las políticas. La presidente Ayuso ha adoptado un gesto audaz que le puede salir mal, aunque me figuro que habrá hecho su cálculo y será menos impulsivo de lo que parece. Del mismo modo, la dimisión del vicepresidente Iglesias es menos reflexiva de lo que parece y demuestra, en primer lugar, a qué punto han llegado las depuraciones en Podemos que ni siquiera tienen un candidato (solvente, claro, no Isa Serra) que presentar en Madrid.
Pero a cada uno de nosotros esto nos importa poco en la medida en que nada podemos hacer para cambiarlo. Como siempre, y por mucha democracia que haya o de la que se hable, el poder se construye desde arriba. Así que la pregunta es doble: ¿cómo deben interpretarse los acontecimientos y que debemos hacer nosotros en consecuencia? Nada nuevo hasta aquí. Es otra re-exposición de aquella frase del general Moltke: “erst wiegen, dann wagen” (primero sopesar y después actuar).
Lo primero de todo es destacar la perspicacia de Ayuso… o que tiene un buen servicio de información. La puñalada entre bastidores se estaba gestando ante sus mismísimas narices. Tratándose del PSOE nada hay de sorprendente. Su respuesta ha sido audaz y decidida: convocar elecciones. Esto ha cautivado a muchos que ya entregan su voto sin un ápice de reflexión quizás porque cuando se piensa poco se piensa hormonalmente. Olvidan que el valor siempre está al servicio de algo y que es ese algo lo que importa. Combatientes de las Brigadas Internacionales fueron sin duda valientes y se puede admirar su valor pero, ¿se puede decir los mismo que aquello por lo que luchaban? Desde luego que no. A esto se suma otra cuestión de trascendencia. En España no hay listas abiertas. Se vota al partido y no a la persona, por mucho que esta nos guste. Una de las pocas cosas que tengo que agradecer a Gustavo Bueno es la formulación del concepto de “democracia realmente existente” porque es bien cierto que la democracia teórica está muy lejos de lo que se articula y se hace, primero, en el seno de los partidos, y luego en la arena política. Quién idolatre irracionalmente la democracia -o simplemente hable de ella como la panacea- es que nunca ha estado en un partido político donde se funciona exclusivamente por la capacidad de intriga y de poder. Bastan unos años para que una “ejecutiva” del PP, por ejemplo, fulmine a Díaz Ayuso por razones que quedarán ocultas para el gran público y solo trascenderán en los batiburrillos, a lo “brainstormming”, de los tertulianos. La historia de España está llena de cadáveres políticos que en un momento determinado ocasionaron el disgusto al jefecillo de turno y pagaron con su carrera. El más reciente, Cayetana Álvarez de Toledo; otro más remoto, Alejo Vidal-Quadras. La línea en los partidos la marca el jefe y su camarilla de allegados, que no tienen que ser ni los más capaces ni los más íntegros moralmente, ni los más nada. Y el que no entienda esto peor para él. Así las cosas, votar a Ayuso es votar la foto de las Azores, es votar a la Gürtel, las regularizaciones masivas de inmigrantes, el “patriotismo constitucional”, las “leyes contra la discriminación”, la “economía” como becerro de oro, el “perfil bajo” de Arriola, el “orgullo gay” en la Castellana, la “memoria histórica” a la carta y tantas cosas que nos han llevado hasta aquí. Porque eso es el PP; no Ayuso.
Si se entiende esto ya tenemos algo ganado. Una pobre periodista, de esas que creen que dicen algo interesante porque escriben en El Mundo, habla de la “batalla de Madrid” el próximo 4 de mayo como la guerra entre “libertad, comunismo y ultraderecha”. Le explicaría que lo que ella llama “libertad” es la plutocracia pura y dura, el “comunismo” es el nihilismo que ha provocado la primera y la ultraderecha es un concepto inventado por los “comunistas” y asumido por los liberales. Pero da igual: no lo entendería.
El asunto de Podemos es incluso más chusco. A base de hacer referenda online y de mezclar a “las bases” en todo, parece como si Podemos fuera algo diferente al resto de los partidos. En absoluto. Los privilegios auto-concedidos por la pareja de Galapagar son solo un síntoma de que Podemos es, como el PP, más de lo mismo. Una reciente encuesta en Madrid, sitúa a Podemos con poco más del 5%. Y eso en Madrid, que es uno de los lugares donde tiene más predicamento; en Galicia, por ejemplo, ha desaparecido. Es por eso por lo que ha decidido Pablo Iglesias jugar fuerte en las elecciones pero se ha encontrado con que una cosa es alentar a la algarada callejera y dorar la píldora a Pablo Hasel y otra rodearse de gente brillante. Las purgas, propias de la izquierda, han debido ser tan intensas que Pablo se acaba de percatar de que no hay en Podemos un solo candidato solvente para Madrid. Por eso se ha presentado él, que está encantado de conocerse a sí mismo. Craso error. Porque por muy de izquierdas que sea uno, si le queman la tienda o el coche en una manifestación pro-Hasel o “contra el fascismo”, ni siquiera Echenique podrá justificarlo de manera convincente. Errejón, Maestre y todo “Más Madrid” se frotan las manos. Al fin y al cabo, cobrar una beca pública sin ir o hacer carrera por enseñar las tetas en una capilla queda hasta revolucionario. Pero la “borroquización” de fin de semana arruina a los comerciantes y perjudica a la gente de a pie. Así que puede que la decisión de Iglesias sea el principio de su fin. Bye, bye, Galapagar.
¿Qué hacer entonces? Pues para mi está claro. Lo primero es preguntarse cada uno qué es lo que le importa y qué es lo que quiere defender. Luego ver no solo quién lo defiende de manera efectiva -ojo, “de manera efectiva” he dicho- sino quién lo ha defendido en el pasado. Hay que pensar que si alguien no ha movido un dedo en el pasado por una causa es muy dudoso que vaya a hacerlo a partir de ahora. El PP ha explotado esta vulnerabilidad en el software mental de millones de españoles durante treinta años. Lo sigue intentando ahora a base de envolver en el vago e indefinido término de “libertad” las ideas que ellos defienden y que al final acaban por dejar hacer a PRISA y a Mediaset, entre otras cosas. Para que se retrataran yo les obligaría a contestar pormenorizadamente la vieja cuestión leninista: “Libertad, ¿para qué?”. Pero no van a hacerlo.
Por tanto debe obrarse por ideas. Exclusivamente. Si alguien cree que Ayuso las defiende que le vote. Pero que sepa que las ideas de Ayuso no van a ser esencialmente distintas de lo que el PP ha hecho hasta ahora. A lo sumo serán algo diferentes durante un tiempo. Después, lo de siempre.
Por el contrario la alternativa de Vox es bien real… pero solo en parte. En su interior hay -al menos- dos almas y buena amuestra de ello son las dos fundaciones que nacieron ambas con vocación de ser la factoría de ideas del partido, como lo son la “Fundación Pablo Iglesias” o FAES en el PSOE o en el PP, respectivamente. Una de las fundaciones de Vox contaba con Marion Maréchal-Lepen y nacía de la mano de Kiko Méndez Monasterio, teórica mano derecha de Abascal, pero pronto le ha salido la competencia oficialista en el propio Vox, que ha creado la “Fundación Disenso”, a cargo del típico “aparatchik” del PP, Jorge Martin Frías. Mucho dicen también los devaneos de la dirección de Vox con alguien tan oscuro como Rafael Bardají. No es el tema de este artículo pero debe decirse que el riesgo de PP-ización de Vox es auténtico aunque no sea tal riesgo para todo el mundo en ese partido. Son esos discrepantes los que hacen de Vox algo distinto, así que cada uno valore en qué medida estos pueden condicionar al partido al menos en Madrid y, por consiguiente, en qué medida puede Vox condicionar la mayoría relativa -no absoluta- que muy probablemente sea lo que obtenga Ayuso el 4-M.
Algunos preferirán no votar porque, aunque gane la izquierda, consideran que lo que esta trae va a llegar antes o después precisamente porque nada efectivo se le opone. Prefiere por tanto pasarlo antes y quizás así, a modo de vacuna, los desmanes de la izquierda suscitarán una reacción auténtica en defensa de los valores que hoy nadie defiende. Es otra manera de ver las cosas.
Pero al menos todo esto es pensar con claridad.
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