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Obviamente, nadie lo sabe, pero podemos examinar las relaciones de fuerzas e intenciones para hacernos una idea de lo que suena más probable.
En cuanto a las fuerzas, los presupuestos militares de Usa son 13 veces superiores a los rusos y los del conjunto de la OTAN, unas 18 veces. La población de Usa es casi tres veces la de Rusia, y con el resto de la OTAN vuelve a triplicarla. La diferencia económica es aún mayor. Desde ese punto de vista, Rusia simplemente tendría que someterse sin remedio a cualquier dictado de la OTAN, es decir, ante todo de Usa e Inglaterra. El elemento que cambia las cosas es el arma nuclear, que Rusia también posee. No obstante, no es un arma para ser empleada, sino para disuadir. Si llegara a emplearse a fondo, la civilización y la misma población europea desaparecerían, incluso la humanidad. De momento está desempeñando ese papel disuasorio, y es de esperar que nunca pase de ahí; pero la relación de las demás fuerzas es tan abismalmente contraria a Rusia, que a la larga es difícil creer que pueda salir ganando.
En cuanto a las intenciones, las de la OTAN con respecto a Rusia son bien claras. Al caer la URSS, el país se democratizaba a la occidental y todos parecían volverse amigos, pero, como ya señalaba Solzhenitsin, nada de eso era real. En lugar de desaparecer al desaparecer su enemigo, la OTAN no ha cesado de ampliarse. Desde el primer momento interfirió en los asuntos internos rusos, en las mismas elecciones y procuró incentivar los movimientos separatistas y las fracturas internas en el país. Rusia estuvo muy cerca del colapso en todos los sentidos, siguiendo las recomendaciones del FMI y el Banco Mundial, que, intencionadamente o no, arruinaron su economía. Es obvio que la OTAN veía y ve en Rusia un enemigo, no simplemente cuando era comunista. Diversas ideas estratégicas occidentales consideran que Rusia es un país “demasiado grande” y con unas enormes riquezas en materias primas, y que debería ser fragmentado en estados más “manejables”, “por la seguridad de todos”. La OTAN, en consecuencia, ha fomentado los movimientos antirrusos y rodeado al país de bases militares. Obviamente, todo ello responde a una estrategia a largo plazo.
Las intenciones generales de Putin, sin embargo no están claras. ¿Pretende reconstruir el Imperio ruso o soviético, como le acusa la propaganda contraria? Es posible, pero ello demostraría en él cierto grado de locura, vista la relación de fuerzas. Y no hay datos de que tenga tal designio en la cabeza. En todo caso, el problema se concentra en Ucrania.
¿Por qué, en tales condiciones, se ha arriesgado Putin a emprender esta guerra? La razón de fondo parece bastante clara: Ucrania venía a ser el penúltimo y ya más inaceptable movimiento de cerco. Ucrania desempeña un papel estratégico especial, de gran importancia tanto para Moscú como para la OTAN, por su profunda entrada en el territorio ruso, que sitúa sus fronteras a poca distancia del Cáucaso y el Volga, por donde dirigió Hitler su segunda gran ofensiva. Para Rusia es esencial no tener en Ucrania un gobierno hostil.
La importancia de Ucrania es mayor por los lazos históricos y sentimentales con Rusia, ya que la Rus de Kíef fue el origen del estado ruso, que trasladó luego su centro a Moscú. Usa influyó activamente en la separación de Ucrania al caer la URSS, que fue aceptada con algunas condiciones por Rusia. En 2013, el gobierno ucraniano era prorruso y salido de elecciones, pero entonces surgieron las manifestaciones en la plaza de Maidán de Kíef. Es muy probable que la OTAN estuviera detrás de esas manifestaciones, que siguieron un esquema técnico muy parecido al de las “primaveras árabes”: concentrar la atención de los medios de todo el mundo en unas manifestaciones, y acusar al gobierno de tiránico y corrupto, hasta hacerlo caer. Técnicamente fue un golpe de estado de un tipo similar al que orquestó la CIA para derribar a Mosadeq en Irán e imponer un gobierno títere, cuando la guerra fría.
El resultado de esas “primaveras” instrumentadas ha sido la destrucción de varios países en guerras civiles con cientos de miles de muertos y millones de refugiados, invasiones y algún golpe militar como en Egipto. En Ucrania fue la instalación de un gobierno radicalmente antirruso, que intentó aplastar militarmente la rebeldía de las provincias prorrusas del Donbás, y ha venido aplicando una política de persecución de toda manifestación pública prorrusa, prohibiendo incluso en la enseñanza los libros de sus clásicos, como Tolstói y Dostoiefski, y excluyendo de la vida oficial y la enseñanza la lengua rusa, mayoritaria en el país y exigiendo entrar en la OTAN.
La política de Putin en estos años ha consistido en garantizar (acuerdos de Minsk) una autonomía de las provincias de población rusa del Donbás, que le permitiera pesar en el parlamento de Kíef y evitar la entrada en la OTAN; y asegurar la neutralidad del país al modo de Finlandia o Austria. Después de ocho años ha dado esta política por fracasada y ha ordenado invadir Ucrania para asegurar su neutralidad e invertir el proceso abierto en Maidán. Creo que es una medida un tanto a la desesperada, y la pregunta es: ¿puede conseguirlo? En mi opinión, no. Una resistencia ucraniana algo prolongada haría un daño muy grande a Rusia, pero incluso si esta venciera con mucha rapidez, el problema de qué hacer después sería una pesadilla. Una intensísima propaganda antirrusa en estos ocho años ha creado una opinión mayoritaria, muy difícil de cambiar pronto, por lo que un gobierno inevitablemente títere no podría funcionar sin enfrentarse a nuevos Maidán u otras acciones. Y militarmente, es Rusia la que está rodeada de bases militares, y no a la inversa.
Mucha gente alborota criticando a la OTAN y la UE por no entrar a su vez en Ucrania. No entienden que se les ha creado una ocasión magnífica para ganar sin disparar un tiro, simplemente arruinando a fondo a Rusia, aislándola de la economía internacional y convirtiéndola en una nación “paria” como ha dicho Biden, el presidente lgtbi de Usa. Esta amenaza ha provocado ya en Rusia una reacción atemorizada en varios medios e indicios de fractura social, aunque por ahora débiles. Y esta es la estrategia que están siguiendo, aunque a los arruinadores les vaya a costar también bastante caro, según todas las estimaciones. Además, Rusia parece tener el respaldo de China, a la larga peligroso, por la misma razón de la política anglouseña: las riquezas de Siberia.
Otra posibilidad es que una victoria rápida de Rusia obligue a la UE y la OTAN a reconsiderar en parte sus sanciones, por los costes que implican también para ellas. Esta sería la salida más favorable para Moscú, pero solo de momento. Ucrania en todo caso, incluso neutralizada, sería un país en rebeldía que sin duda iban a explotar las potencias lgtbi occidentales, en las que el estado y la Triple M aspiran a controlar hasta los sentimientos de la gente. En todo caso, los problemas sería también muy fuertes en la UE, varias de cuyas potencias no parecen estar muy de acuerdo con las ambiciones anglouseñas de anular y desmantelar en lo posible a Rusia, ni con unos pujos belicistas de varios países que podrían ampliar la guerra de modo impredecible. Después de todo, hay dos precedentes históricos a tomar en cuenta: Rusia derrotó las invasiones gigantes de Napoleón y Hitler, liberando indirectamente al continente del yugo de ambos. La tendencia expansionista de Rusia es bien conocida, pero en varios casos derivó de invasiones extranjeras.
Para España, la cuestión de Ucrania tiene un interés especial por otra razón: la propaganda del gobierno nacionalista de Kíef: toda ella se orienta a crear un odio radical a Rusia, a la que tachan de estado asiático que quiere subyugar a la europea Ucrania, y al que culpan del Holodomor, la gran hambruna de los años 30. La acusación tiene un contenido emocional muy fuerte, pero es falsa. No fue una agresión de Rusia a Ucrania, pues ambas estaban en el mismo estado, un estado comunista universalista surgido de una guerra civil en los dos países. Fueron los comunistas tanto rusos como ucranianos, presididos por un georgiano, los causantes de la gran hambruna, producto de la colectivización de la tierra. Uno de aquellos ucranianos, Jruschof, como sucesor de Stalin, se permitió regalar a Ucrania el territorio ruso de Crimea.
La política general de los gobiernos postMaidán, la resumía así un académico ruso:: “La Ucrania de hoy (el país que va a pertenecer a UE y al OTAN y se declara como “el país europeo”) prohíbe publicar medios de comunicación (revistas, periódicos etc.) y libros en ruso, la lengua de 80% de ucranianos esta expulsada de la esfera pública etc. Los medios de comunicación que pertenecen a la oposición (¡representada en el parlamento (la Rada)!) fueron prohibidos y cerrados hace un año, cuando cerraron sin juicio tres canales de TV por “prorrusos”. El gobierno cerró el Tribunal Constitucional por decreto y sin resolución del parlamento. El Consejo de Seguridad y Defensa encabezado por el presidente Zelenskyy impone “sanciones personales” a los lideres de la oposición. Sin la participación de tribunales y sin juicio, el gobierno puede confiscar la propiedad privada de los lideres de la oposición. Cuando no puedan utilizar los medios “oficiales” en la represión, utlilizan las milicias nacionalistas, que practican abiertamente la violencia. Las matanzas hechas por ellos no se investigan por la policía. Y si investigan, la policía, las milicias nacionalistas impiden detener a los acusados. La UE, que se presenta como la fortaleza de la Democracia y los Derechos humanos el medio de defensa de Derechos del Hombre califica a Ucrania como el país “democrático” y a Rusia (donde estas cosas no ocurren) como régimen “autoritario”. No tengo comentarios”.
No sé si el ruso es la lengua del 80%, pero desde luego lo es de una proporción muy alta de los ucranianos. Imaginen ahora que los separatistas catalanes logran la secesión (están a un paso de ella, gracias a los gobiernos PP-PSOE). Ya sin haberlo logrado del todo han expulsado el español (lengua mayoritaria en Cataluña) de la vida oficial y en gran medida de la enseñanza, y es fácil prever lo demás: sus grupos separatistas acosarían a los catalanes partidarios de España (ya lo vienen haciendo, pero emplearían mucha mayor violencia), cultivarían un victimismo todavía más atroz, pintando a España como país fascista (lo hacen también ahora mismo, con apoyo de los gobiernos) y buscarían la cobertura de la UE, pretextando que España es un país africano y no democrático que oprime a la europea Cataluña. Ya en la UE, donde se burlan de las decisiones legales españolas, su labor diplomática y propagandística, pagada por el estado, ha conquistado grandes simpatías. Seguramente utilizarían las reclamaciones españolas sobre Gibraltar para plantear a la OTAN que España no es un “aliado fiable”, cosa que los separatistas prometerían ser a todos los efectos. Y el Holodomor sería aquí sustituido por “los horrores del nazismo franquista” Creo que el ejemplo nos puede hacer entender algo del problema ucraniano, y también del carácter de los gobiernos que padecemos.
NOTA. Uno escucha los “análisis” de los políticos y periodistas españoles y nota en ellos dos cosas: una visión puramente tópica e ignorante lo mismo sobre Rusia que sobre Europa, acompañada de una emocionalidad pueril, y sobre todo un olvido radical de la posición e intereses de España, que quieren supeditar a los intereses de unos países que invaden nuestro territorio y se alían con otro que aspira a hacer lo mismo en Ceuta y Melilla, para empezar. Considerar “amigos y aliados” a esos países demuestra la degradación extrema de los gobiernos españoles (corruptos y promotores también de los separatismos). Debo insistir: España debe ser neutral en estos conflictos y recuperar la tradición mantenida en las anteriores guerras mundiales. Los intereses anglouseños no son los nuestros.
Autor
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Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.
En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos y El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistas, La quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad Digital, El Economista y Época.