Para evaluar la calidad de nuestra “democracia” basta observar la uniformidad de los grandes medios de comunicación y las coincidencias de fondo de los partidos “turnistas”. También puede medirse por la forma en que los medios, subvencionados por dichos partidos, nos someten a voluntad, bombardeándonos sin cesar con sus mensajes; a saber, esas “verdades indiscutibles” que no lo son porque sean ciertas e irrebatibles, sino porque se prohíbe su debate. Véase, por ejemplo, cómo se nos ha impuesto la Agenda 2030: asustando a la población con una alarma climática permanente y suprimiendo toda objeción con argumentos tan sólidos y convincentes que exigen estigmatizar a los críticos como “negacionistas”. O, como proclaman los propios censores, “cancelando” profesional y socialmente a los disidentes. En este sentido, puede constatarse el éxito del largo proceso de ingeniería social iniciado tras la II Guerra Mundial y el cambio de mentalidad resultante bajo una presión continuada; pues lo que no hace tanto se denunciaba como “asesinato civil” bajo los postulados de la “corrección política”, hoy se asume en los medios como “inevitable” y poco menos que “necesario”. Y quienes antaño dijeron ser el último bastión frente a la tiranía de la corrección política, hoy persiguen y condenan a quienes se resisten al pensamiento único. Basta ver cómo los liberales y conservadores en el Parlamento Europeo se suman a los socialistas para aprobar todo tipo de medidas liberticidas y cómo secundan medidas lesivas para los intereses de sus pueblos. O léase al azar cualquiera de sus medios de comunicación y hallaremos más de lo mismo: asunción del lenguaje políticamente correcto y sometimiento en las cuestiones de fondo por debilidad intelectual y ausencia de pulso vital; o, dicho más claramente, por carecer de principios, valor y cerebro. ¿O acaso es inteligente adaptarse a las mentiras y sobrevivir entre ellas ¡y prosperar, incluso! y no hacer nada mientras se socava la historia común, se siembra la cizaña entre españoles y se rompen los lazos que nos unen1? ¡Menuda inteligencia dejar como legado un erial!
El carácter antidemocrático del régimen liberal-socialista que padecemos se constata igualmente en el silenciamiento mediático total2 de tal coyunda, aunque sea imposible ocultar que los dos grandes partidos son facciones del Estado que no creen en la Nación. En primer lugar, porque tanto los políticos como sus acólitos desprecian e ignoran su propia Historia y, lógicamente, porque una partidocracia, de suyo, no es democrática.
Ahora bien, más allá de que hacer pasar el gobierno de los partidos por una democracia supone una suplantación perversa y un engaño, el principal problema de esta partidocracia no es que sea antidemocrática, sino que es dañina; y lo es porque tolera la violación sistemática de la Constitución; por destruir la Educación; porque asume en silencio la desigualdad entre españoles y la discriminación de los hispanohablantes en varias regiones de España; porque ha sido parte activa en el despedazamiento autonómico de la Nación alentando la división entre compatriotas; por el desmantelamiento industrial y agrario de la Nación; porque ha premiado a criminales para que dejen de matar; por blanquear delitos y amnistiar a delincuentes; por favorecer la inmigración ilegal y la inseguridad ciudadana; por promover el aborto y la sustitución de población española por extranjera; por empobrecer y endeudar a los españoles hipotecando a las próximas generaciones; por imponer por ley una historia falsa; por consentir el narcotráfico y no combatir un problema social enorme como la drogadicción; por deteriorar las instituciones; por suprimir la división de poderes y… por engañar, censurar, embrutecer y presionar a la población para que elija sólo entre socialismo o liberalismo.
Filípides 20-04-2024
1 Nos lo recuerda hoy el cineasta José Luis López-Linares en su última película: “Hispanoamérica. Canto de vida y esperanza” (2024), como ya lo hiciera Ramiro de Maeztu en su “Defensa de la Hispanidad” (1934).
2 En las pocas ocasiones en las que alguien ha puesto sobre la mesa esta cuestión, políticos y cortesanos del poder con carnet de periodista se han sentido muy incómodos e indignados, pugnando por negar la evidencia y apresurándose en cerrar el debate.
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