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Continuando con la serie de artículos dedicados a la Reconquista, toca esta vez hablar de una de las figuras religiosas más importantes de la época, el Beato de Liébana. Este monje, con sus escritos, logró unificar una forma de entender la fe en todos los reinos cristianos españoles, enfrentándose al llamado “adopcionismo”, una herejía defendida desde el Toledo bajo control musulmán que constituyó el tal vez mayor cisma de fe ocurrido en la España medieval.

Beato nació aproximadamente en el año 730, poco después de la invasión musulmana en España. Si bien sus orígenes son difusos, pues algunos historiadores consideran que provenía de Toledo o Andalucía, lo cierto es que su actividad se desarrolló en el monasterio de Liébana (Asturias)- de ahí su nombre- donde logró convertirse en una de las figuras de referencia de la corte del Reino de Asturias. Es considerado un teólogo brillante por su interpretación del difícil y obscuro “Apocalipsis de San Juan”, convirtiendo su interpretación en la más popular de la España medieval. Y es que este texto era utilizado como arma contra las herejías y el islam, sobre todo a raíz de la visión de este teólogo de Santiago como evangelizador y defensor de España, cosa que, a sazón de mitos como la Batalla de Clavijo o la aparición de la supuesta tumba del apóstol en Compostela, cobraría gran importancia.

No obstante, y más allá de la teología, la figura política de este monje resulta, si cabe, aún más interesante. Su actividad política se centró en la defensa de una interpretación dogmática del catolicismo, oponiéndose al “adopcionismo” defendido por el arzobispo Elipando de Toledo, sometido en buena medida al control directo del Emirato de Córdoba. Esta herejía defendía que Jesucristo no era hijo de Dios, en el sentido de la Unión Hipostática, es decir, que poseyese esencia divina y humana. De acuerdo con su punto de vista, Jesucristo era un humano que había sido “adoptado” por Dios durante el bautismo. Esta herejía venía de lejos, del pasado clásico, pero también mostraba una cierta cercanía a las tesis islámicas, en tanto que esta religión niega la posibilidad de que Dios- Alá, en su caso- pueda tener más facetas que la estrictamente divina. No cabe olvidar que para los musulmanes Cristo era un profeta, sí, pero era únicamente el “hijo de María”, no el “hijo de Dios”.

Esto mismo denunciaba Beato, pues afirmaba, más allá de la teología, que esta herejía venía marcada por el sometimiento de la antigua iglesia visigoda al Emirato de Córdoba. Así, su objetivo con esta oposición era lograr también una Iglesia independiente en el norte peninsular, enfocada en recuperar los territorios perdidos y que no se dejase dominar por influencias externas. Junto con Alcuino de York, el primer consejero de Carlomagno, comenzaría una campaña de ataques contra esta creencia que se expandía cada vez más. Tras muchos años de enfrentamientos, lograría su gran victoria tras el Concilio de Fráncfort en el año 794 al ganar el apoyo del más grande de los Carolingios.

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En este concilio amparado por el emperador franco y el Papa, se determinó que el adopcionismo se trataba de una herejía y una falacia teológica. Las enseñanzas de Elipando y Félix de Urgel- los dos grandes defensores de esta idea- fueron condenadas y ambos obligados en los años posteriores a retractarse de sus planteamientos. Tan radical fueron las tesis defendidas por este Concilio que se afirmaba que esta herejía “debería ser radicalmente extirpada de la Santa Iglesia”

De tal manera, se estableció una diferencia efectiva para la religión católica occidental, siendo considerada la interpretación del Reino de Asturias como la teológicamente correcta, mientras que la Iglesia Visigoda perdió su autoridad en la península. Esto tuvo como consecuencia la independencia definitiva de la Iglesia en el norte peninsular y la consolidación de la Reconquista ya no como un objetivo puramente político, sino como una suerte de gran causa religiosa.

Beato de Liébana muere aproximadamente en el año 798 en el monasterio de Santo Toribio Liébana, aunque algunas fuentes le sitúan en Palencia. En todo caso, su muerte 4 años después del Concilio de Fráncfort le consolidó como una figura imprescindible para la Historia de España y de la cristiandad. Su brillantez teológica sumada a su gran y dedicada labor política le convirtieron en una figura clave de su tiempo que ayudó a consolidar una Iglesia española independiente del poder musulmán y dedicada a la labor de Reconquista. Beato de Liébana es, sin duda alguna, una figura a recordar en la España actual y su figura, en estos tiempos de zozobra moral y religiosa, debe ser reivindicada como una de las fundadoras de España y de la Europa moderna.

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Autor

Yoel Meilán Pena
Yoel Meilán Pena
Yoel Meilán Pena (Lugo, 1999) es en la actualidad doctorando en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y colaborador en varios medios de comunicación de tirada nacional. Egresado del máster en Ciencia de las Religiones y ponente en sucesivas convocatorias de la International Political Science Association, sus principales campos de estudios son la historia religiosa en España, el radicalismo islámico y la pérdida de espiritualidad en Europa.
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Ramiro

Tuve la suerte, y el honor, de poder visitar Santa Toribio de Liébana, hace décadas, y guardo un imperecedero recuerdo, que me acompañará siempre.
Si no han tenido ocasión de hacerlo, viajen a la Cantabria profunda, cerca de la villa de POTES, que es también una maravilla, y de todo el Valle de Liébana, y podrán pisar las tierras y respirar el aire de los cristianos que supieron resistir la invasión musulmana.
¡Más o menos, como ahora tenemos que hacer los católicos, en la España actual!

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