29/04/2024 08:56
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Como decía en algunos artículos anteriores, la historiografía española se encuentra habitualmente cubierta de ciertos mitos que, por suerte o desgracia, enturbian la realidad de nuestra Historia. Esto, como es lógico, afecta en especial a determinados sucesos considerados como fundacionales. Así, si a cualquier español le preguntas “¿cuándo comenzó la Reconquista? Lo habitual es que conteste con convicción hablando de Covadonga y de Don Pelayo. No obstante, el verdadero origen se encuentra unos dos siglos después en una batalla bastante olvidada pero mucho más importante, tanto por lo que significó como por el valor simbólico, la Batalla de Simancas.

Atrás debe quedar Covadonga que, si bien es un hito cuasi mítico, en general y salvo que demos pábulo a las crónicas más partidistas como la de Albelda, que afirmaba la dudosa situación de que la virgen devolvía las piedras de las catapultas, parece que se trató más bien de una serie de pequeñas escaramuzas que en ningún caso cambiaron el destino de un país. La batalla que si lo hizo, por otra parte, es la de Simancas, pues representó la primera gran victoria de los reinos cristianos contra el Califato de Córdoba y sentó las bases para futuras grandes ofensivas como las Navas de Tolosa.

La batalla tuvo lugar en el año 939, dos siglos después de la invasión musulmana en España, cuando el califato de Córdoba aún era fuerte y su influencia se extendía por casi toda la península. En ese contexto, el Rey Ramiro II de León asistió en ayuda del gobernador “moro” de Zaragoza, Abu Yahya, que se había rebelado contra Córdoba. Con la ayuda del rey cristiano, consiguió asegurar sus dominios frente a los partidarios de la autoridad califal. No obstante, poco tiempo después, un gigantesco ejército de casi 100.000 hombres proveniente del sur de la península avanzó hacia Zaragoza, tomándola y obligando a Abu Yahya a capitular y, junto con el ejército califal, avanzar contra los reinos cristianos para acabar definitivamente con la resistencia.

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Ante esta situación, los reinos cristianos hicieron algo que era, hasta ese momento, bastante inaudito, unificándose en una única causa para combatir al invasor. Así marcharon unidos el rey de León, los monarcas de Pamplona y los condes de Castilla, Ansur Fernández y Fernán González. La práctica totalidad de gobernantes antiguamente parte del Reino Visigodo unificados bajo una bandera con el objetivo de frenar aquel brutal ataque.

A principios de agosto del año 939 se vieron las caras ambos ejércitos, siendo muy superiores las fuerzas musulmanas. Pese a que todo parecía en contra, 4 días después, tras una batalla que costó unas 3000 vidas del bando califal, los ejércitos cristianos se alzaron con la victoria. Tanta fue la sorpresa, que el califa Abderramán III tuvo que huir aprisa de su campamento, dejando tras de si un gran botín de guerra. Durante la retirada musulmana, estos fueron perseguidos por las fuerzas del rey Ramiro II, que hostigaron a las tropas causando varios miles de muertos más, aunque la cifra es complicada de determinar.

Las consecuencias de esta batalla fueron claves. Los reinos cristianos habían conseguido unificarse de forma efectiva, siendo la primera vez en toda la historia que un ejército califal completo fue derrotado. Con esta batalla se dejaba en claro que empuje musulmán comenzaba a frenarse y que incluso en campo abierto, y no recurriendo a tácticas de guerrilla como había sido habitual, los reinos cristianos podían vencer. Y es que esta batalla es considerada por cada vez más historiadores como el verdadero inicio de la Reconquista, tanto por su valor militar como por su valor simbólico, pues sirvió de revulsivo moral para los reinos del norte peninsular que vieron como la marea irrefrenable de tropas “moras” podían ser derrotadas a través del esfuerzo conjunto.

También esta batalla tuvo como consecuencia una expansión importante del Reino de León y de los condados castellanos, obteniéndose el territorio entre el rio Duero y el Tormes. Para hacerse una idea, se obtuvieron plazas como Ledesma o Salamanca, muy importantes a nivel estratégico y que jugarían un papel clave en nuestra historia posterior. Aunque esto no significó la victoria definitiva sobre el Califato, ayudó a asentar una frontera más amplia y a iniciar un proceso de repoblación que acabaría siendo la base de las futuras ofensivas.

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Así, como creo que he probado, es un error hablar del inicio de la Reconquista en Covadonga, que no parece haber sido más que un mito, uno clave, desde luego, pero sin real importancia a nivel político en su época. En cambio, Simancas, representó la unión de los reinos cristianos contra un invasor y sentó las bases de la guerra de Reconquista que acabaría consolidándose tras las lágrimas de Boabdil durante la toma de Granada en 1492. Si un proceso histórico tan largo puede tener un origen concreto, parece lógico decir que el inicio de la Reconquista fue la Batalla de Simancas.

Autor

Yoel Meilán Pena
Yoel Meilán Pena
Yoel Meilán Pena (Lugo, 1999) es en la actualidad doctorando en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y colaborador en varios medios de comunicación de tirada nacional. Egresado del máster en Ciencia de las Religiones y ponente en sucesivas convocatorias de la International Political Science Association, sus principales campos de estudios son la historia religiosa en España, el radicalismo islámico y la pérdida de espiritualidad en Europa.
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Muy bueno. También hay otros hechos intresantes que se deberían mencionar.
La Batalla de Albelda o los escritos del Beáto de Liébana que trataron de mantener el catolicismo contra los altos cargos religiosos de Toledo, que se habían vendido al invasor musulmán.

Enrique Pascual

Abderraman llamó a esta campaña la del Supremo Poder, el objetivo era la ciudad de Zamora, pero el enfrentamiento se produce en Simancas y finaliza parece 4 días más tarde en la localidad de Alhandiga, localidad cuya identificación actual está clarificandose, fue una derrota colosal que produjo un impacto catastrófico en la moral de los musulmanes, y una puga terrible del Califa sobre sus mandos militares.

Aliena

Las guerras no comienzan con la primera victoria ( de unos, pues es derrota para los otros ) sino cuando comienzan las hostilidades. Y por mucho que ignore usted a don Pelayo, ¿por qué hacer lo mismo con su yerno, el Duque de Cantabria? Muchas cosas sucedieron en esos dos siglos sobre los que usted pasa planeando sin detenerse ( tal como hacen muchos sobre la Hispania visigoda ).

Aliena

Hecha esta salvedad, gran artículo.

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